domingo, 2 de febrero de 2020

CURSO DE MILAGROS

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INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN 

     Éste es un curso de milagros. Es un curso obligatorio. Solo el momento en que decides tomarlo es voluntario. Tener libre albedrío no quiere decir que tú mismo puedas establecer el plan de estudios. Significa únicamente que puedes elegir lo que quieres aprender en cualquier momento dado. Este curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está mucho más allá de lo que se puede enseñar. Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural.

    Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que lo abarca todo no puede tener opuestos. Este curso puede, por lo tanto, resumirse muy simplemente de la siguiente manera:

Nada real puede ser amenazado.
 Nada irreal existe. 
En esto reside la paz de Dios.




Capítulo 31 LA VISIÓN FINAL


Capítulo 31

LA VISIÓN FINAL

I. La simplicidad de la salvación

1. ¡Qué simple es la salvación! Tan solo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni lo será nunca. Lo imposible no ha ocurrido ni puede tener efectos. Eso es todo. ¿Podría ser esto difícil de aprender para aquel que quiere que sea cierto? Lo único que puede hacer que una lección tan fácil resulte difícil es no estar dispuesto a aprenderla. ¿Cuán difícil puede ser reconocer que lo falso no puede ser verdad y que lo que es verdad no puede ser falso? Ya no puedes decir que no percibes ninguna diferencia entre lo falso y lo verdadero. Se te ha dicho exactamente cómo distinguir lo uno de lo otro y lo que tienes que hacer si te confundes. ¿Por qué, entonces, te empeñas en no aprender cosas tan sencillas como éstas?

2. Hay una razón. Pero no creas que es porque las cosas simples que la salvación te pide que aprendas sean difíciles, pues la salvación solo enseña lo que es extremadamente obvio. La salvación simplemente te conduce de una aparente lección a la siguiente, mediante pasos muy sencillos que te llevan dulcemente de una a otra sin ningún esfuerzo. Esto no puede crear confusión, sin embargo, estás confundido. Pues de alguna manera crees que es más fácil aprender y entender lo que es totalmente confuso. Lo que te has enseñado a ti mismo constituye una hazaña de aprendizaje tan gigantesca que es ciertamente increíble. Pero lo lograste porque ése era tu deseo, y no te detuviste a considerar si iba a ser difícil de aprender o demasiado complejo para poder comprenderse.

3. Nadie que entienda lo que has aprendido, con cuánto esmero lo aprendiste y los sacrificios que llevaste a cabo para practicar y repetir las lecciones una y otra vez, en toda forma concebible, podría jamás dudar del poder de tu capacidad para aprender. No hay un poder más grande en todo el mundo. El mundo se construyó mediante él, y aún ahora no depende de nada más. Las lecciones que te has enseñado a ti mismo las aprendiste con tanto esmero y se encuentran tan arraigadas en ti que se alzan como pesadas cortinas para nublar lo simple y lo obvio. No digas que no puedes aprender. Pues tu capacidad para aprender es tan grande que te ha enseñado cosas tan difíciles como que tu voluntad no es tu voluntad, que tus pensamientos no te pertenecen e incluso, que no eres Quien eres.

4. ¿Quién podría afirmar que lecciones como éstas son fáciles de aprender? Sin embargo, has aprendido eso y más. Por muy difícil que haya sido, has seguido dando cada paso sin quejarte, hasta construir un mundo de tu agrado. Y cada una de las lecciones que configuran al mundo procede del primer logro de tu aprendizaje, el cual fue de tal enormidad que, ante su magnitud, la Voz del Espíritu Santo parece débil e inaudible. El mundo comenzó con una extraña lección, lo suficientemente poderosa como para dejar a Dios relegado al olvido y a Su Hijo convertido en un extraño ante sus propios ojos, exiliado del hogar donde Dios Mismo lo ubicó. Tú que te has enseñado a ti mismo que el Hijo de Dios es culpable, no digas que no puedes aprender las sencillas lecciones que la salvación enseña.

5. Aprender es una capacidad que tú inventaste y te otorgaste a ti mismo. No fue concebida para hacer la Voluntad de Dios, sino para apoyar el deseo de que fuese posible oponerse a ella y para que una voluntad ajena fuera incluso más real. Y esto es lo que este aprendizaje ha intentado demostrar, y tú has aprendido lo que fue su propósito enseñar. Ahora tu viejo y recalcado aprendizaje se alza implacable ante la Voz de la Verdad y te dice que Sus lecciones no son ciertas, que son demasiado difíciles de aprender y entender, y diametralmente opuestas a lo que realmente es verdad. No obstante, las aprenderás, pues ése es el único propósito de la capacidad de aprender que el Espíritu Santo ve en el mundo. Sus sencillas lecciones de perdón son mucho más poderosas que las tuyas, pues te llaman desde Dios y desde tu Ser.


6. ¿Es acaso esta suave y débil Vocecilla la que no puede alzarse por encima del insensato ruido de sonidos que no tienen sentido? La Voluntad de Dios no fue que Su Hijo se olvidara de Él; y el poder de Su Voluntad reside en la Voz que habla por Él. ¿Qué lección vas a aprender? ¿Qué desenlace es inevitable, tan seguro como Dios y más allá de cualquier duda e incertidumbre? ¿Cómo iba a poder oponerse tu mísero aprendizaje, que tan difícil fue de aprender y cuyas consecuencias son tan extrañas, a las sencillas lecciones que, desde los orígenes del tiempo y desde que la capacidad de aprender fue concebida, se te enseñan en cada momento del día? 


7. Solamente se pueden aprender dos lecciones. Cada una de ellas da lugar a un mundo diferente. Y cada uno de esos mundos se deriva irremediablemente de su fuente. El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. Es un mundo de terror y desesperación. En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá éxito jamás. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente y verás otro mundo.

8. En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. No hay nada en él que no te invite amorosamente a ser su amigo y a que le permitas unirse a ti. Ni una sola llamada deja jamás de oírse, se interpreta erróneamente o se queda sin contestar en el mismo lenguaje en que se hizo. Y entenderás que ésta es la llamada que todos los seres y todas las cosas en el mundo siempre habían hecho, pero que tú no habías percibido como tal. Y ahora te das cuenta de que estabas equivocado. Te habías dejado engañar por las formas que ocultaban la llamada. Por ende, no la podías oír, y así perdiste un amigo que siempre quiso ser parte de ti. La eterna y queda llamada de cada aspecto de la Creación de Dios a la totalidad se oye por todo el mundo al que esta otra lección da lugar.

9. No hay ningún ser vivo que no comparta la Voluntad universal de que goce de plenitud y de que tú no seas sordo a su llamada. Sin tu respuesta, se le deja morir, de la misma manera en que se le salva de la muerte cuando oyes en su llamada el llamamiento ancestral a la vida y comprendes que es el tuyo propio. El Cristo en ti recuerda a Dios con la misma certeza con la que conoce Su Amor. Pero Dios solo puede ser Amor si Su Hijo es inocente. Pues ciertamente sería miedo, si aquel a quien Él creó inocente pudiera ser esclavo de la culpa.  El Hijo perfecto de Dios recuerda su creación. Pero en su culpabilidad se ha olvidado de lo que realmente es.

10. El temor a Dios es el resultado ineludible de la lección que afirma que Su Hijo es culpable, de la misma manera en que el Amor de Dios no puede sino recordarse cuando el Hijo reconoce su inocencia. El odio engendra temor, y éste se ve a sí mismo igual que su padre. ¡Cuán equivocado estás tú que no oyes la Llamada cuyo eco resuena más allá de cada aparente invocación a la muerte, la Llamada cuyo canto se oye tras cada ataque asesino, suplicando que el amor restaure el mundo moribundo! No comprendes Quién es el que te llama tras cada manifestación de odio, tras cada incitación a la pugna. Pero lo reconocerás cuando le contestes en el mismo lenguaje en que Él te llama. Él aparecerá cuando le hayas contestado, y por Él sabrás que Dios es Amor.

11. ¿Qué es la tentación sino el deseo de tomar una decisión errónea con respecto a lo que quieres aprender, y obtener un resultado que no deseas? El reconocimiento de que ése es un estado mental indeseable se convierte en el medio por el que se vuelve a examinar la elección, viéndose entonces que hay otro resultado más deseable. Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor. No prestes oídos a esa llamada. Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a ser feliz y a estar en paz. Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. Pues responderás a lo que oigas. Y ¡oh, maravilla! Tu respuesta será la prueba de lo que has aprendido, y su resultado, el mundo que contemplarás.

12. Permanezcamos muy alertas y tranquilos por un instante y olvidémonos de todas las cosas que hayamos aprendido, de todos los pensamientos que hayamos abrigado y de todas las ideas preconcebidas que tengamos acerca de lo que las cosas significan y de cuál es su propósito. Olvidémonos de nuestras propias ideas acerca del propósito del mundo, pues no lo sabemos. Dejemos que toda imagen que tengamos acerca de cualquier persona se desprenda de nuestras mentes y desaparezca.

13. No abrigues ningún juicio ni seas consciente de ningún pensamiento, bueno o malo, que alguna vez haya cruzado tu mente con respecto a nadie. Ahora no lo conoces. Pero eres libre de conocerlo, y de conocerlo bajo una nueva luz. Ahora él renace para ti y tú para él, sin el pasado que lo condenó a morir, y a ti junto con él. Ahora él es tan libre para vivir como lo eres tú porque un viejo aprendizaje ha desaparecido, dejando un sitio donde la verdad pueda renacer.

II. Caminando con Cristo

1. Una vieja lección no se supera contraponiéndola con una nueva. No se la subyuga para que la verdad pueda conocerse ni se combate para que se rinda ante el atractivo de la verdad. No hay que prepararse para ninguna batalla; no hay que dedicarle tiempo ni tampoco es necesario hacer planes para implantar lo nuevo. Una vieja batalla se está librando contra la verdad, pero la verdad no responde. ¿Quién podría ser herido en semejante batalla a no ser que se hiriese a sí mismo? En realidad no tiene enemigos. ¿Y podría acaso ser atacado por sueños?

2. Repasemos nuevamente lo que parece interponerse entre la verdad de lo que eres y tú. Pues para superar este obstáculo se tienen que dar ciertos pasos. El primero es una decisión que tú tomas. Pero de ahí en adelante, la verdad se te confiere. Quieres determinar lo que es verdad y, debido a tu deseo, estableces dos alternativas cada vez que crees que tienes que elegir. Ninguna de ellas es verdad ni tampoco son diferentes entre sí. Sin embargo, tienes que examinar las dos antes de que puedas mirar más allá de ellas a la única alternativa que sí constituye una elección diferente. Pero no la busques en los sueños que forjaste con el propósito de que esto estuviese nublado de tu conciencia.

3. Las alternativas entre las que eliges no constituyen una verdadera elección, y solo dan la impresión de que se trata de una elección libre, pues en cualquier caso, el resultado será el mismo. De modo que no es realmente una elección en absoluto. El líder y el seguidor parecen desempeñar diferentes papeles, y cada uno de estos papeles parece poseer ventajas que tú no quisieras perder. En su fusión, por lo tanto, parece haber esperanzas de satisfacción y de paz. Te ves a ti mismo dividido entre estos dos papeles, escindido para siempre entre los dos. Y cada amigo o enemigo se convierte en un medio para salvarte de ello.

4. Tal vez lo llames amor. O tal vez pienses que es un asesinato que finalmente está justificado. Odias a aquel a quien asignaste el papel de líder cuando tú lo quieres tener, y lo odias igualmente cuando él no lo asume en aquellas ocasiones en que tú quieres ser el seguidor y abandonar el liderato. Para eso fue para lo que concebiste a tu hermano, y te acostumbraste a pensar que ése era su propósito. A menos que él sea fiel a eso, no habrá cumplido la función que le asignaste. Por lo tanto, merece la muerte, al no tener ningún propósito ni ninguna utilidad para ti.

5. ¿Y qué quiere él de ti? ¿Qué otra cosa podría querer sino lo mismo que tú quieres de él? En esto es tan fácil elegir la vida como la muerte, pues lo que eliges para ti lo eliges para él. Le haces dos llamamientos, tal como él a ti. Estos dos llamamientos ciertamente constituyen una elección, pues de cada uno de ellos se deriva un resultado distinto. Si él acaba siendo tu líder o tu seguidor no importa, pues en cualquier caso habrás elegido la muerte. Pero si él clama por la muerte o por la vida; por el odio o por el perdón y la ayuda, entonces el resultado no será el mismo. Si oyes la primera de esas opciones, te separarás de él y te perderás. Mas si oyes la segunda, te unirás a él y en tu respuesta se halla la salvación. La voz que oyes en él no es sino la tuya. ¿Qué te pide? Escucha atentamente, pues te está pidiendo lo mismo que te ha de llegar a ti, ya que lo que estás viendo es una imagen de ti mismo y lo que estás oyendo es tu propia voz expresando tus deseos.

6. Antes de contestar, haz una pausa y piensa en lo siguiente: La respuesta que le dé a mi hermano es la que yo estoy pidiendo. Y lo que aprenda acerca de él, es lo que aprenderé acerca de mí. Aguardemos luego un instante y permanezcamos muy quietos, olvidándonos de todo lo que habíamos creído oír y recordando cuán poco sabemos. Este hermano ni nos dirige ni nos sigue, sino que camina a nuestro lado por la misma senda que nosotros recorremos. Es como nosotros, y se halla tan cerca o tan lejos de lo que anhelamos como le permitamos estar. No hacemos ningún avance que él no haga con nosotros, y si él no avanza, nosotros retrocedemos. No le des la mano con ira, sino con amor, pues su progreso es el tuyo propio. Y recorreremos la senda por separado a no ser que lo mantengas a salvo a tu lado.

7. Puesto que Dios os ama a los dos por igual, se te salvará de todas las apariencias, y contestarás la llamada que Cristo te hace. Quédate muy quieto y escucha. Despeja tu mente de viejas ideas. Olvida las tristes lecciones que aprendiste acerca de este Hijo de Dios que te llama. Cristo llama a todos con igual ternura, sin ver líderes ni seguidores, y oyendo una misma respuesta para todos ellos. Puesto que oye una sola Voz, no puede oír una respuesta diferente de la que dio cuando Dios lo nombró Su único Hijo.

8. Sumérgete en la más profunda quietud por un instante. Ven sin ningún pensamiento de nada que hayas aprendido antes y deja a un lado todas las imágenes que has inventado. Lo viejo y decrépito se derrumbará ante lo nuevo, tanto si te opones a ello como si lo apoyas. Ninguna de las cosas que consideras valiosas y dignas de tu atención será atacada. Tampoco se atacará tu deseo de oír un llamamiento que jamás existió. Nada te hará daño en este santo lugar adonde vienes a escuchar en silencio y a aprender qué es lo que realmente quieres. Esto será lo único que se te pedirá aprender. Mas al oírlo, comprenderás que lo único que necesitas hacer es abandonar los pensamientos que ya no deseas y que nunca fueron verdad.

9. Perdona a tu hermano por todo lo que aparenta ser, lo cual procede de las viejas lecciones que te habías enseñado a ti mismo acerca de tu pecaminosidad. Oye únicamente su petición de clemencia y liberación de todas las pavorosas imágenes que tiene con respecto a lo que él es y a lo que tú no puedes sino ser también. Él teme caminar a tu lado, y cree que tal vez si se atrasa o se adelanta un poco será menos peligroso para él. ¿Cómo ibas a poder progresar tú si piensas lo mismo y avanzas únicamente cuando él se rezaga y te quedas atrás cuando él se adelanta? Pues al hacer esto, te olvidas del objetivo de la jornada, que no es otro que la decisión de caminar a su lado, de modo que ninguno sea líder o seguidor. Se trata, por lo tanto, de que caminen juntos y no cada uno por separado. Y mediante esta decisión, el resultado del aprendizaje cambia, pues Cristo habrá vuelto a nacer para los dos.

10. Para que esto suceda, bastará que estés libre un solo instante de tus viejas ideas acerca de quién es tu formidable compañero y de lo que él debe estar pidiendo. Y percibirás que su propósito es el mismo que el tuyo. Él pide lo que tú deseas, y necesita lo mismo que tú. Tal vez en su caso se manifieste de forma diferente, pero no es a la forma a lo que respondes. Él pide y tú recibes, pues has venido con un solo propósito: poder aprender a amar a tu hermano con un amor fraternal. Y en cuanto que hermano tuyo, su Padre no puede sino ser el mismo que el tuyo, ya que él es como tú.

11. Unidos pueden recordar y aceptar su herencia común. Solos, se les niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo sin nadie a tu lado? Éste es el camino que no conduce a ninguna parte, pues no se te puede otorgar la luz mientras camines solo, de modo que no puedes ver por donde vas. Esto produce confusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la obscuridad. Sin embargo, éstas no son más que apariencias de lo que es la jornada y de cómo se tiene que recorrer. Pues hay Alguien a tu lado que ilumina tu camino, de modo que puedas dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea obscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz.

III. Los que se acusan a sí mismos

1. Solo los que se acusan a sí mismos pueden condenar. Antes de tomar una decisión de la que se han de derivar diferentes resultados tienes que aprender algo, y aprenderlo muy bien. Tiene que llegar a ser una respuesta tan típica para todo lo que hagas que acabe convirtiéndose en un hábito, de modo que sea tu primera reacción ante toda tentación o suceso que ocurra. Aprende lo siguiente, y apréndelo bien, pues con ello la demora en experimentar felicidad se acorta por un tramo de tiempo que ni siquiera puedes concebir: nunca odias a tu hermano por sus pecados, sino únicamente por los tuyos. Sea cual sea la forma que sus pecados parezcan adoptar, lo único que hacen es nublar el hecho de que crees que son tus pecados y, por lo tanto, que el ataque es su “justo” merecido.

2. ¿Por qué iban a ser pecados sus pecados, a no ser que creyeras que esos mismos pecados no se te podrían perdonar a ti? ¿Cómo iba a ser que sus pecados sean reales, a no ser que creyeras que constituyen tu realidad? ¿Y por qué los atacas por todas partes, si no fuera porque te odias a ti mismo? ¿Eres acaso tú un pecado? Contestas afirmativamente cada vez que atacas, pues mediante el ataque afirmas que eres culpable y que tienes que infligirle a otro lo que tú te mereces. ¿Y qué puedes merecer sino lo que eres? Si no creyeras que mereces ataque, jamás se te ocurriría atacar a nadie. ¿Por qué habrías de hacerlo? ¿Qué sacarías con ello? ¿Y de qué manera podría beneficiarte el asesinato?

3. Los pecados se perciben en el cuerpo, no en la mente. No se ven como propósitos, sino como acciones. Los cuerpos actúan, pero las mentes no. Por lo tanto, el cuerpo debe tener la culpa por lo que él mismo hace. No se le ve como algo pasivo que simplemente se somete a tus órdenes sin hacer nada por su cuenta. Si tú eres un pecado, no puedes sino ser un cuerpo, pues la mente no actúa. Y el propósito tiene que encontrarse en el cuerpo y no en la mente. El cuerpo debe actuar por su cuenta y motivarse a sí mismo. Si eres un pecado, aprisionas a la mente dentro del cuerpo y le adjudicas el propósito de ésta a su prisión, que entonces actúa en su lugar. Un carcelero no obedece órdenes, sino que es el que se asegura que el prisionero las acate.

4. Mas es el cuerpo el que es el prisionero, no la mente. El cuerpo no tiene pensamientos. No tiene la capacidad de aprender, perdonar o esclavizar. No da órdenes que la mente tenga que acatar ni fija condiciones que ésta tenga que obedecer. El cuerpo solo mantiene en prisión a la mente que está dispuesta a morar en él. Se enferma siguiendo las órdenes de la mente que quiere ser su prisionera. Y envejece y muere porque dicha mente está enferma. El aprendizaje es lo único que puede producir cambios. El cuerpo, por lo tanto, al que le es imposible aprender, jamás podría cambiar a menos que la mente prefiriese que él cambiara de apariencia para amoldarse al propósito que ella le confirió. Pues la mente puede aprender, y es en ella donde se efectúa todo cambio.

5. La mente que se considera a sí misma un pecado solo tiene un propósito: que el cuerpo sea la fuente del pecado para que la mantenga en la prisión que ella misma eligió y que vigila, y donde se mantiene a sí misma separada, prisionera durmiente de los perros rabiosos del odio y de la maldad, de la enfermedad y del ataque, del dolor y de la vejez, de la angustia y del sufrimiento. Aquí es donde se conservan los pensamientos de sacrificio, pues ahí es donde la culpa impera y donde le ordena al mundo que sea como ella: un lugar donde nadie puede hallar misericordia ni sobrevivir a los estragos del temor, excepto mediante el asesinato y la muerte. Pues ahí te conviertes en un pecado, y el pecado no puede morar allí donde moran el júbilo y la libertad, pues éstos son sus enemigos y él los tiene que destruir. El pecado se conserva mediante la muerte, y aquellos que creen ser un pecado no pueden sino morir por razón de lo que creen ser.

6. Alegrémonos de que verás aquello en lo que crees y de que se te haya concedido poder cambiar tus creencias. El cuerpo simplemente te seguirá. Jamás te puede conducir adonde tú no quieres ir. No es un centinela de tu sueño ni interfiere en tu despertar. Libera a tu cuerpo del encarcelamiento, y no verás a nadie prisionero de lo que tú mismo te has escapado. Tampoco querrás retener en la culpabilidad a aquellos que habías decidido eran tus enemigos ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a aquellos que consideras amigos.

7. Los inocentes otorgan libertad como muestra de gratitud por su liberación. Y lo que ven apoya su liberación del encarcelamiento y de la muerte. Haz que tu mente sea receptiva al cambio, y ni a tu hermano ni a ti se os podrá imponer ninguna pena ancestral. Pues Dios ha decretado que no se pueda pedir ni hacer ningún sacrificio.

IV. La verdadera alternativa

1. Existe una marcada tendencia a pensar que el mundo puede ofrecer consuelo y escape de los mismos problemas que tiene como propósito perpetuar. ¿A qué se debe esto? Se debe a que éste es un lugar en el que elegir entre ilusiones parece ser la única opción, y a que tú estás en control de los resultados de tu elección. Piensas, por lo tanto, que en el breve lapso que se extiende desde tu nacimiento hasta tu muerte se te ha concedido un poco de tiempo para tu uso exclusivo: un intervalo de tiempo en el que todo el mundo está en conflicto contigo, si bien puedes elegir el camino que te librará del conflicto y te conducirá más allá de dificultades que no son de tu incumbencia. Pero sí que lo son. ¿Cómo ibas a poder, entonces, escaparte de ellas dejándolas atrás? Lo que tiene que ir contigo te acompañará, sea cual sea el camino que elijas recorrer.

2. La verdadera elección no es algo ilusorio. Mas el mundo no la puede ofrecer. Todos sus caminos no hacen sino conducir a la desilusión, a la nada y a la muerte. Sus alternativas no constituyen una verdadera elección. No intentes escaparte de tus problemas aquí, pues el mundo fue concebido precisamente para que no se pudiese escapar de ellos. No te dejes engañar por los diferentes nombres que se les han dado a sus caminos. Todos tienen la misma finalidad. Y cada uno es tan solo un medio para alcanzar ese fin, pues es ahí adonde todos ellos conducen, por muy diferentes que parezcan ser sus orígenes y por muy diferentes que parezcan ser sus trayectorias. Su final es inescapable, pues no hay elección posible entre ellos. Todos te conducen a la muerte. Recorrerás algunos de ellos felizmente por algún tiempo antes de que comience la amargura. Mas por otros, las espinas se dejarán sentir de inmediato. La elección no es cuál ha de ser el final, sino cuándo va a llegar.

3. No hay elección posible allí donde el final es indudable. Tal vez prefieras probarlos todos, antes de que te des cuenta de que todos son lo mismo. Los caminos que el mundo ofrece parecen ser muchos, pero llegará un momento en que todo el mundo comenzará a darse cuenta de cuán parecidos son unos de otros. Hay quienes han muerto al darse cuenta de esto porque no vieron otros caminos que los que ofrecía el mundo. Y al darse cuenta de que no conducían a ninguna parte, perdieron toda esperanza. Sin embargo, ése fue el momento en que pudieron haber aprendido la lección más importante de todas. Todo el mundo tiene que llegar a este punto e ir más allá de él. Ciertamente es verdad que el mundo no ofrece elección alguna. Mas ésta no es la lección. La lección tiene un propósito, y con esto llegas a entender para qué es.

4. ¿Por qué querrías probar otro camino, otra persona u otro lugar cuando ya te has dado cuenta de cómo comienza la lección aunque todavía no percibas para qué es? Su propósito es la respuesta a la búsqueda que tienen que emprender los que todavía creen que se puede encontrar otra respuesta. Aprende ahora, sin dejarte abatir, que no hay ninguna esperanza de encontrar respuesta alguna en el mundo. Mas no juzgues la lección que apenas acaba de comenzar con esto ni busques ninguna otra señal en el mundo que te haga pensar que tal vez haya otro camino. No sigas tratando de encontrar esperanzas donde no las hay. Acelera tu aprendizaje ahora, y comprende que desperdicias el tiempo si no vas más allá de lo que ya has aprendido hacia lo que aún te queda por aprender. Pues desde este punto—el más bajo—el aprendizaje te llevará a cumbres de felicidad en las que verás el propósito de la lección refulgiendo claramente, y perfectamente al alcance de tu comprensión.

5. ¿Quién estaría dispuesto a dar la espalda a todos los caminos del mundo, a menos que se diera cuenta de su auténtica futilidad? ¿No es menester acaso que éste sea su punto de partida en vez de buscar otro camino? Pues mientras vea alternativas donde no las hay, ¿qué poder de decisión podría ejercer? Solo cuando se aprende dónde realmente tiene utilidad ese poder es cuando se puede ejercer plenamente. ¿Y qué poder puede tener cualquier decisión si se aplica a situaciones en las que no hay elección posible?

6. Aprender que el mundo solo ofrece una alternativa, sea cual sea la forma en que se manifieste, es el comienzo de la aceptación de que sí hay una alternativa que es real. Oponerte a este paso es impedir el logro del propósito para el que viniste aquí, pues no viniste a aprender cómo encontrar un camino que el mundo no ofrece. La búsqueda de diferentes caminos en el mundo no es más que la búsqueda de diferentes formas de verdad. Y esto es lo que hace que la verdad no se pueda alcanzar.

7. No pienses que puedes encontrar la felicidad siguiendo un camino que te aleja de ella. Eso ni tiene sentido ni puede ser la manera de hallarla. Tú que piensas que este curso es demasiado difícil de aprender, déjame repetirte que para alcanzar una meta tienes que proceder en dirección a ella, no en dirección contraria. Y todo camino que vaya en dirección contraria te impedirá avanzar hacia la meta que te has propuesto alcanzar. Si esto fuese difícil de entender, entonces sería imposible aprender este curso. Mas solo en ese caso. Pues, de lo contrario, este curso es la simple enseñanza de lo obvio.

8. Hay una elección que tienes el poder de hacer una vez que hayas visto las verdaderas alternativas. Hasta que no llegues a este punto no tendrás nada entre qué elegir, y lo único que podrás hacer es decidir cuál es la mejor forma de engañarte a ti mismo otra vez. Este curso solo intenta enseñarte que el poder de decisión no radica en elegir entre diferentes formas de lo que aún sigue siendo la misma ilusión y el mismo error. Todas las alternativas que el mundo ofrece se basan en esto: que eliges entre tu hermano y tú; que ganas en la misma medida en que él pierde y que lo que pierdes se le da a él. ¡Cuán rotundamente opuesto a la verdad es esto, toda vez que el único propósito de la lección es enseñarte que lo que tu hermano pierde, tú lo pierdes también y que lo que él gana es lo que se te da a ti!

9. ¡Él no ha abandonado Sus Pensamientos! Pero tú olvidaste Su Presencia y no recordaste Su Amor. No hay senda en el mundo que te pueda conducir a Él ni objetivo mundano que pueda ser uno con el Suyo. ¿Qué camino puede haber en todo el mundo—excepto si la jornada no es más que un errante vagar—que te pueda llevar hasta tu interior cuando todos fueron concebidos para separar a la jornada del propósito que debe tener? Todos los caminos que te alejan de lo que eres te conducen a la confusión y a la desesperanza. Sin embargo, Él nunca dejó Sus Pensamientos a merced de la muerte sin que su Fuente estuviese eternamente en ellos.

10. ¡Él no ha abandonado Sus Pensamientos! Y así como Él no podría separarse de ellos, ellos no pueden excluirlo a Él de sí mismos. Moran unidos a Él, y en Su Unicidad se mantienen íntegros. No hay camino que pueda alejarte de Él ni jornada que pueda llevarte más allá de ti mismo. ¡Qué absurdo y descabellado es pensar que puede haber un camino con semejante objetivo! ¿Adónde podría conducir? 8 ¿Y cómo se te podría obligar a recorrerlo sin que tu realidad, que es una contigo, no te acompañase?

11. Perdónate a ti mismo tu locura y olvídate de todas las jornadas fútiles y de todas las metas sin objetivo. No significan nada. No puedes dejar de ser lo que eres. Pues Dios es misericordioso y no permitió que Su Hijo lo abandonara. Siéntete agradecido por lo que Él es, pues en ello reside tu escapatoria de la locura y de la muerte. No puedes estar en ningún lugar, excepto donde Él está. Y no hay camino que no conduzca a Él.

V. El concepto del yo frente al verdadero ser

1. Las enseñanzas del mundo se basan en un concepto del yo que se ajusta a la realidad mundana. Y como tal, se adapta muy bien a ella, pues es una imagen que encaja perfectamente en el mundo de sombras e ilusiones. En él se encuentra como en su casa, y todo lo que ve es uno con ella. El propósito de las enseñanzas del mundo es que cada individuo forje un concepto de sí mismo. Éste es su propósito: que vengas sin un yo y que fabriques uno a medida que creces. Y cuando hayas alcanzado la “madurez” ya lo habrás perfeccionado, y así podrás enfrentarte al mundo en igualdad de condiciones y perfectamente adaptado a sus exigencias.

2. Forjas un concepto de ti mismo, el cual no guarda semejanza alguna contigo. Es un ídolo, concebido con el propósito de que ocupe el lugar de tu realidad como Hijo de Dios. El concepto de ti mismo que el mundo te enseña no es lo que aparenta ser, pues se concibió para que tuviera dos propósitos, de los cuales la mente solo puede reconocer uno. El primero presenta la cara de inocencia, el aspecto con el que se actúa. Ésa es la cara que sonríe y es amable e incluso parece amar. Busca compañeros, contempla a veces con piedad a los que sufren y de vez en cuando ofrece consuelo. Cree ser buena dentro de un mundo perverso.

3. Este aspecto puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece. Por esa razón, es posible hallar este rostro con frecuencia arrasado de lágrimas ante las injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes insignificantes socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación e induciéndolo finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.

4. La cara de inocencia que el concepto de uno mismo tan orgullosamente lleva puesta, condona el ataque que se lleva a cabo en defensa propia, pues, ¿no es acaso un hecho harto conocido que el mundo trata ásperamente a la inocencia indefensa? Nadie que forja una imagen de sí mismo omite esta cara, pues tiene necesidad de ella. Mas no quiere ver el otro lado. Sin embargo, es ahí donde el aprendizaje del mundo tiene puestas sus miras, pues ahí es donde se establece la “realidad” del mundo para perpetuar la continuidad del ídolo.

5. El concepto del yo se concibió para enseñar la lección que se encuentra detrás de la cara de inocencia. Es una lección acerca de un terrible desplazamiento y de un miedo tan devastador que la cara sonriente tiene que mirar para siempre en otra dirección, no sea que perciba la traición que oculta. Esto es lo que la lección enseña: “ Yo soy la cosa que tú has hecho de mí, y al contemplarme, quedas condenado por causa de lo que soy”. El mundo sonríe con aprobación ante este concepto de ti mismo, pues garantiza que sus senderos se mantengan a salvo y que los que caminan por ellos no puedan escapar.

6. Ésta es la lección básica que garantiza que tu hermano estará condenado eternamente, pues lo que eres se ha vuelto ahora su pecado. Y para esto no hay perdón. No importa ya lo que haga, pues tu dedo acusador apunta hacia él sin vacilación y con mortal puntería. Apunta también hacia ti, pero este hecho se mantiene aún más oculto entre las brumas que se encuentran tras la cara de inocencia. Y en esas bóvedas ocultas se conservan todos sus pecados así como los tuyos, y se mantienen en la obscuridad donde no se pueden percibir como errores, lo cual la luz indudablemente demostraría. No se te puede culpar por lo que eres ni tampoco puedes cambiar lo que te obliga a hacer. Tu hermano es para ti, pues, el símbolo de tus propios pecados, y lo condenas silenciosamente, aunque con tenaz insistencia, por esa cosa odiosa que eres.

7. Los conceptos se aprenden. No son naturales ni existen a menos que se aprendan. No son algo que se te haya dado, de modo que tienen que haberse forjado. Ninguno de ellos es verdad, y muchos son el producto de imaginaciones febriles, que arden llenas de odio y de distorsiones nacidas del miedo. ¿Qué es un concepto, entonces, sino un pensamiento al que su hacedor le otorga un significado especial? Los conceptos mantienen vigente el mundo. Mas no se pueden usar para demostrar que sea real. Pues todos ellos se conciben dentro del mundo, nacen a su sombra, crecen amoldándose a sus costumbres y, finalmente, alcanzan la “madurez” de acuerdo con el pensar de éste. Son ideas de ídolos, coloreadas con los pinceles del mundo, los cuales no pueden pintar ni una sola imagen que represente la Verdad.

8. La idea de un concepto del yo no tiene sentido, pues nadie aquí sabe cuál es el propósito de tal concepto y, por lo tanto, no puede ni imaginarse lo que es. No obstante, todo aprendizaje que el mundo dirige, comienza y finaliza con el solo propósito de que aprendas este concepto de ti mismo, de forma que elijas acatar las leyes de este mundo y nunca te aventures más allá de sus sendas ni te des cuenta de cómo te consideras a ti mismo. Ahora el Espíritu Santo tiene que encontrar un modo de ayudarte a comprender que el concepto que has forjado de ti mismo tiene que ser des-hecho si es que has de gozar de paz interior. Y no se puede desaprender, excepto por medio de lecciones cuyo objetivo sea enseñarte que eres otra cosa, pues de lo contrario, se te estaría pidiendo que intercambiases lo que ahora crees por la pérdida total de tu ser, lo cual te infundiría aún mayor terror.

9. Por tal razón, las lecciones del Espíritu Santo están diseñadas de manera que cada paso sea fácil, y aunque a veces puede producirse cierta incomodidad y angustia, ello no afecta lo que se ha aprendido, sino que constituye una reinterpretación de lo que parecen ser las pruebas a su favor. Consideremos, pues, qué prueba hay de que tú seas lo que tu hermano hizo de ti. Pues si bien aún no te das cuenta de que eso es lo que piensas, es indudable que a estas alturas ya eres consciente de que te comportas como si eso fuera lo que piensas. ¿Reacciona él por ti? ¿Y sabe acaso lo que va a ocurrir exactamente? ¿Puede ver tu futuro y determinar por adelantado lo que debes hacer en toda circunstancia? Él tendría que haberte creado tanto a ti como al mundo para poder tener tal presciencia de lo que ha de suceder.

10. Que tú seas lo que tu hermano ha hecho de ti es bastante improbable. Incluso si fuera cierto, ¿quién te dio la cara de inocencia? ¿Podría ser ésta tu propia aportación? ¿Quién es, entonces, el “tú” que la concibió? ¿Y quién es el que se engaña con toda tu bondad y la ataca? Olvidémonos de la ridiculez de este concepto y pensemos simplemente en esto: lo que crees ser consta de dos partes. Si una de ellas fue generada por tu hermano, ¿quién estaba allí para inventar la otra? ¿Y de quién hay que mantener algo oculto? Aun si el mundo fuera perverso no habría necesidad de ocultar aquello de lo que estás hecho. ¿Quién lo podría ver? ¿Y qué podría necesitar defensa sino lo que se ataca?

12. Hay alternativas con respecto a eso que crees ser. Podrías, por ejemplo, ser lo que has elegido que tu hermano sea. Esto ubica al concepto del yo más allá de una condición de ser algo completamente pasivo y, por lo menos, allana el camino para que se pueda tomar una decisión consciente y para reconocer—aunque sea parcialmente—que alguna interacción tuvo que haber tenido lugar. Se entiende en parte que tú elegiste por los dos, y que lo que él representa tiene el significado que tú le diste. Muestra también algunos atisbos de visión con respecto a la ley de la percepción según la cual lo que se ve refleja el estado mental del perceptor. Mas ¿quién eligió primero? 7 Si tú eres aquello que elegiste que tu hermano fuera, tuvo que haber alternativas entre las que elegir y alguien tuvo que haber decidido primero cuál de ellas elegir y cuál rechazar.

13. Si bien este paso representa un avance, no se aproxima aún a la cuestión básica. Algo tuvo que haber ocurrido antes de que surgieran estos conceptos de uno mismo. Y “algo” tuvo que haber aprendido las enseñanzas que los originaron. Esto no lo puede explicar ninguno de los dos puntos de vista en cuestión. La ventaja principal de haber pasado del primer punto de vista al segundo es que de alguna manera se ve que tú participaste en la elección por decisión propia. Mas por esta ganancia sufres una pérdida casi idéntica, pues ahora eres culpable por lo que tu hermano es. Y no puedes sino compartir su culpabilidad, ya que la elegiste para él a imagen y semejanza de la tuya. Mientras que antes solo él era el traidor, ahora tú tienes que ser condenado junto con él.

14. El concepto del yo ha sido siempre la gran preocupación del mundo. Y cada individuo cree que tiene que encontrar la solución al enigma de lo que él es. La salvación se puede considerar como el escape de todo concepto. No se ocupa en absoluto del contenido de la mente, sino del simple hecho de que ésta piensa. Y aquello que puede pensar tiene alternativas entre las que elegir, y se le puede enseñar que ciertos pensamientos acarrean ciertas consecuencias. Así puede aprender que todo lo que piensa refleja la profunda confusión que siente con respecto a cómo fue concebida y a lo que es. Y el concepto del yo vagamente parece contestar lo que no sabe.

15. No busques tu Ser en símbolos. No hay concepto que pueda representar lo que eres. ¿Qué importa qué concepto aceptas mientras percibas un yo que se relaciona con el mal y que reacciona ante cosas perversas? Pues en tal caso, tu concepto de ti mismo seguirá desprovisto de significado. Y no te percatarás de que solo te relacionas contigo mismo. Ser testigo de un mundo culpable indica que el mundo ha guiado tu aprendizaje y que lo consideras tal como te consideras a ti mismo. El concepto del yo abarca todo lo que contemplas y nada está excluido de esa percepción. Si algo te puede herir, lo que estás viendo es una representación de tus deseos secretos. Eso es todo. Y lo que ves en cualquier clase de sufrimiento que padezcas es tu propio deseo oculto de matar.

16. Son muchos los conceptos de ti mismo que forjarás según sigas adelante en tu aprendizaje. Cada uno producirá cambios que se verán reflejados en tus relaciones, conforme la percepción que tienes de ti mismo vaya cambiando. Y cada vez que tenga lugar un cambio se producirá en ti cierta confusión, mas siéntete agradecido de que el aprendizaje del mundo vaya soltando la presa que había hecho en tu mente. Descansa seguro y contento en la confianza de que finalmente desaparecerá por completo y dejará a tu mente en paz. El papel de acusador se presentará en muchas situaciones y de muchas maneras. Y en cada caso parecerá acusarte. Mas no temas que no vaya a ser erradicado.

17. El mundo no puede hacer que aprendas estas imágenes de ti mismo a no ser que desees aprenderlas. Llegará un momento en que todas desaparecerán y te darás cuenta de que no sabes lo que eres. A esta mente abierta y receptiva es a la que la verdad retorna, sin impedimentos ni limitaciones. Allí donde todos los conceptos del yo han sido abandonados, la verdad se revela tal como es. Cuando todo concepto haya sido cuestionado y puesto en tela de juicio, y se haya reconocido que estaba basado en suposiciones que se desvanecerían ante la luz, la verdad quedará entonces libre para entrar a su santuario, limpio y despejado ahora de toda culpa. No hay afirmación que el mundo tema oír más que ésta:

No sé lo que soy, por lo tanto,
no sé lo que estoy haciendo,
dónde me encuentro
ni cómo considerar al mundo
 o cómo considerarme a mí mismo.

Sin embargo, con esta lección nace la salvación. Y lo que eres te hablará de Sí Mismo.

VI. El reconocimiento del Espíritu

 1. O bien ves la carne o bien reconoces el Espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o Espíritu. Si eliges ser carne jamás podrás liberarte de la creencia de que el cuerpo es tu realidad, puesto que tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. Pero si eliges el Espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir.

2. La salvación es un des-hacer. Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen ningún sentido. Alguien aparece y luego desaparece al morir; otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. Y nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo un instante después. ¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio? ¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo? La salvación es el proceso que des-hace todo esto. Pues la constancia es lo que ven aquellos cuyos ojos la salvación ha liberado de tener que contemplar el costo que supone conservar la culpa, ya que en lugar de ello eligieron abandonarla.

3. La salvación no te pide que contemples el Espíritu y no percibas el cuerpo. Simplemente te pide que ésa sea tu elección. Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él. Tu mundo es lo que la salvación habrá de des-hacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar. Cómo va a lograrse esto no es algo que deba preocuparte. No comprendes cómo apareció ante ti lo que ves, pues si lo comprendieras, desaparecería. El velo de ignorancia está corrido igualmente sobre lo bueno que sobre lo malo, y se tiene que traspasar para que ambas cosas puedan desaparecer a fin de que la percepción no encuentre ningún lugar donde ocultarse. ¿Cómo se puede hacer esto? No se puede hacer en absoluto. Pues ¿qué podría aún quedar por hacer en el universo que Dios creó?

4. Solo la arrogancia podría hacerte pensar que tienes que allanar el camino que conduce al Cielo. Se te han proporcionado los medios para que puedas ver el mundo que reemplazará al que inventaste. ¡Hágase tu voluntad! Esto es verdad para siempre tanto en el Cielo como en la tierra, independientemente de dónde creas estar o de lo que creas que la verdad acerca de ti mismo debe realmente ser. Independientemente también de lo que contemples y de lo que elijas sentir, pensar o desear. Pues Dios Mismo ha dicho: “Hágase tu voluntad”. Y, por consiguiente, se hace.

5. Tú que crees que puedes ver al Hijo de Dios como quisieras que fuese, no olvides que ningún concepto que abrigues de ti mismo puede oponerse a la verdad de lo que eres. Erradicar la verdad es imposible. Pero cambiar de conceptos no es difícil. Una sola visión que se vea claramente y que no se ajuste a la imagen que antes se percibía, hará que el mundo sea diferente para los ojos que han aprendido a ver porque el concepto del yo habrá cambiado.

6. ¿Eres invulnerable? Entonces el mundo te parece un lugar inofensivo. ¿Perdonas? Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como tú lo contemplas a él. ¿Eres un cuerpo? Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. ¿Eres Espíritu, inmortal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha alguna de pecado sobre ti? Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino solo amar. ¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? ¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?

7. ¡Hágase tu voluntad, santa Criatura de Dios!  No importa si crees estar en el Cielo o en la tierra. Lo que la Voluntad de tu Padre ha dispuesto para ti jamás ha de cambiar. La verdad en ti permanece tan radiante como una estrella, tan pura como la Luz, tan inocente como el Amor Mismo. Y eres digno de que se haga tu voluntad.

VII. La visión del salvador

1. Aprender significa cambiar. La salvación no intenta valerse de medios que todavía sean tan ajenos a tu modo de pensar que no te sirvan de nada, ni tampoco es su intención producir cambios que no puedas reconocer. Mientras perdure la percepción habrá necesidad de conceptos, y la tarea de la salvación es cambiarlos. Y lo hace valiéndose de contrastes, no de la Verdad, la cual no tiene opuestos ni puede cambiar. De acuerdo con los conceptos del mundo, los culpables son “malos” y los inocentes “buenos”. Y no hay nadie aquí que no tenga un concepto de sí mismo que cuente con lo “bueno” para que le perdone lo “malo”. No puede tampoco confiar en el aspecto  “bueno” de nadie, pues cree que el “malo” anda por ahí al acecho. Este concepto hace hincapié en la traición, de modo que resulta imposible tener confianza. Nada de esto puede cambiar mientras percibas lo “malo” en ti.

2. Mientras le atribuyas valor al ataque no podrás ver tus “malos” pensamientos. Puede que algunas veces los percibas, pero no te darás cuenta de que no significan nada. Y así, se presentarán en formas temibles, ocultando su contenido, a fin de quebrantar el pobre concepto que tienes de ti mismo y ennegrecerlo con otro “crimen” más. No puedes concederte a ti mismo tu inocencia, pues estás demasiado confundido con respecto a Quien eres. Mas solo con que considerases a un solo hermano como completamente digno de perdón, tu concepto de ti mismo cambiaría por completo. Tus “malos” pensamientos quedarían perdonados junto con los suyos, al no haber permitido que ninguno de ellos te afectara. Abandonarías tu empeño de querer ser el símbolo de su maldad y culpa. Y al depositar tu confianza en lo que es bueno en él, la depositarías en lo que es bueno en ti.

3. Desde un punto de vista conceptual, ésa es la manera de verlo como algo más que un cuerpo, pues el cuerpo nunca parece ser lo que es bueno. Las acciones del cuerpo se perciben como procedentes de lo más “bajo” en ti y, por ende, de lo más “bajo” en él.  Al concentrarte únicamente en lo bueno en él, ves el cuerpo cada vez menos y a la larga tan solo se verá como una sombra que circunda lo bueno.  Y cuando hayas llegado al mundo que se encuentra más allá de lo que solo se puede ver con los ojos del cuerpo, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Pues no interpretarás nada de lo que veas sin la Ayuda que Dios te proveyó. Y en Su visión yace otro mundo.

4. Vives en ese mundo tanto como en éste, pues los dos son conceptos de ti mismo que se pueden intercambiar, pero que jamás pueden albergarse simultánea-mente. El contraste es mucho mayor de lo que te imaginas, pues amarás ese otro concepto de ti mismo porque no se concibió solo para ti. Aunque nació como un regalo para alguien a quien no percibías como tu propio ser, se te ha dado a ti. Pues el perdón que le concediste a él ha sido aceptado ahora para los dos.

5. Ten fe en aquel que camina a tu lado para que el temeroso concepto que tienes de ti mismo pueda cambiar. Y contempla lo bueno en él para que tus “malos” pensamientos no te asusten al no poder nublar la manera en que lo ves. Lo único que se requiere es que estés dispuesto a que este feliz intercambio tenga lugar. No se te pide nada más. En apoyo de ese intercambio, recuerda lo que el concepto de ti mismo que ahora abrigas te trajo en su estela, y dale la bienvenida al grato contraste que se te ofrece. Extiende la mano y recibe el regalo de dulce perdón que le ofreces a aquel que tiene tanta necesidad de él como tú. Y permite que el cruel concepto que tienes de ti sea intercambiado por otro que te brinda la Paz de Dios.

6. El concepto que ahora tienes de ti mismo garantiza que tu función aquí sea por siempre irrealizable e imposible de llevar a cabo. Y así, te condena a una amarga y profunda sensación de depresión y futilidad. Dicho concepto, sin embargo, no tiene por qué ser fijo e inalterable, a menos que decidas que no hay esperanza de que pueda cambiar y lo mantengas estático y oculto en tu mente. En lugar de ello, entrégaselo a Aquel que entiende cuáles son las modificaciones que necesita para que pueda serle útil a la función que se te encomendó a fin de brindarte paz, de modo que puedas ofrecer paz para así gozar de ella. Las alternativas están en tu mente para que las uses, y tú puedes verte a ti mismo de otra manera. ¿No preferirías considerarte como alguien que es necesario para la salvación del mundo, en vez de un enemigo de ella?

7. El concepto del yo se alza como un escudo, como una silenciosa barricada contra la Verdad, ocultándola de tu vista. Todas las cosas que ves son imágenes porque las contemplas a través de una barrera que te empaña la vista y deforma tu visión, de manera que no puedes ver nada con claridad. La luz está ausente de todo lo que ves. Como máximo, vislumbras una sombra de lo que se encuentra más allá. Como mínimo, ves simplemente la obscuridad y percibes las aterradoras imaginaciones procedentes de pensamientos de culpa y de conceptos nacidos del miedo. Y lo que ves es el infierno, pues eso es lo que es el miedo. Mas todo lo que se te da es para tu liberación, y la vista, la visión y el Guía interno te sacarán del infierno junto con aquellos que amas a tu lado y al universo junto con ellos.

8. ¡Observa el papel que se les ha encomendado en el universo! El Señor del Amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que se le confiaron especialmente. Esto es lo que aprende cuando primero ve a otro tal como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja a un lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión, ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había obscuridad, y el velo que cubría su vista ha sido descorrido.

9. El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpa y a la muerte no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que les mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el espacio que mantiene a tu hermano separado de ti. Mientras empuñes esa espada, no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja otra imagen de lo que él es y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser también.

10. ¿Qué es la tentación sino el deseo de permanecer en el infierno y en la aflicción? ¿Y a qué puede dar lugar esto sino a una imagen de ti que puede estar afligida y permanecer atormentada y en el infierno? El que ha aprendido a no ver a su hermano de esta manera, se ha salvado a sí mismo y, por ende, se ha convertido en el salvador de todos los demás. Dios ha encomendado a todos a cada uno, pues un salvador parcial es uno que solo se ha salvado parcialmente. Los santos hermanos que Dios te ha encomendado para que los salves son todos aquellos con quienes te encuentras o a quienes contemplas sin saber Quién son; los que viste por un instante y luego olvidaste; los que conociste hace mucho; los que conocerás algún día; aquellos de los que ya no te acuerdas y los que aún no han nacido. Pues Dios te ha dado Su Hijo para que lo salves de cualquier concepto que él haya abrigado jamás.

11. Sin embargo ¿cómo podrías ser el salvador del Hijo de Dios mientras todavía desees permanecer en el infierno? ¿Cómo ibas a ser consciente de su santidad mientras lo veas separado de la tuya? Pues la santidad se ve a través de ojos santos que ven la inocencia en su interior y, consecuentemente, esperan verla en todas partes. De esta manera, la invocan en todo aquel que contemplan para que pueda ser lo que ellos esperan de él. Esta es la visión del salvador: él ve su inocencia en todo lo que contempla, y su propia salvación en todas partes. No tiene un concepto de sí mismo que se interponga entre sus ojos despejados y serenos y lo que ve. De este modo, lleva la luz a todo lo que contempla para así poder verlo como realmente es.

12. Sea cual sea la forma en que la tentación parezca manifestarse, no es más que un reflejo de tu deseo de ser algo que no eres. De ese deseo surge un concepto que te enseña que eres aquello que deseas ser. Y hasta que no dejes de atribuirle valor al deseo que lo engendró, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Y mientras lo tengas en gran estima, verás a tu hermano como la imagen de ti que dicho deseo engendró. Pues ver es tan solo la representación de un deseo, ya que no tiene el poder de crear. Puede, no obstante, contemplar con amor o con odio, dependiendo sencillamente de si eliges unirte a lo que ves o mantenerte aparte y separado de ello.

13. Así como la visión del salvador está desprovista de cualquier juicio acerca de ti, del mismo modo es inocente con respecto a lo que tu hermano es. No ve el pasado de nadie en absoluto. Y así, sirve a una mente completamente receptiva, libre de viejos conceptos y dispuesta a contemplar solo lo que el presente contiene. No puede juzgar porque no sabe nada. Y al haber reconocido esto, simplemente pregunta: “¿Cuál es el significado de lo que contemplo”? Entonces se le da la respuesta. Y la puerta se abre para que la faz de Cristo refulja sobre aquel que con inocencia pide ver más allá del velo de las viejas ideas y de los conceptos ancestrales que por tanto tiempo abrigó contra la visión de Cristo en ti.

14. Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa se compone es de locura, dolor y muerte; de traición y de profunda desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza, salvo la de morir para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es la tentación; nada más. ¿Cómo iba a ser difícil elegir contra ello? Examina lo que es la tentación y reconoce cuáles son las verdaderas alternativas entre las que eliges. Pues solo hay dos. No te dejes engañar por el hecho de que aparentan ser muchas. Las alternativas son el infierno o el Cielo, y de éstas, solo puedes elegir una.

15. No dejes que la luz del mundo, la cual te ha sido concedida, permanezca oculta de él. Pues el mundo necesita la luz, ya que ciertamente es un lugar sombrío, y los hombres se desesperan porque la visión del salvador está velada y lo que ven es la muerte. Su salvador se encuentra ahí, desconocidamente y desconocido, y los contempla con los ojos cerrados. Y ellos no podrán ver hasta que él los contemple con ojos videntes y les ofrezca el perdón que se ofrece a sí mismo. ¿Podrías tú a quien Dios exhorta: “¡Libera a mi Hijo!” caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has dado cuenta de que es tu propia liberación la que Él pide? ¿Y qué otra cosa sino ésta pretende enseñar este curso? ¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender?

VIII. Elige de nuevo

1. La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al santo Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su fragilidad y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. Su poder es la única fuerza de la que el Hijo dispone, y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías seguir siendo eso, si Cristo se te apareciera en toda Su gloria pidiéndote únicamente esto?: Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo o si prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus hermanos allí. Él ha venido, y eso es lo que te está pidiendo.

2. ¿Cómo se lleva a cabo esa elección? ¡Qué fácil de explicar es esto! Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Solo con que te negaras a dejar que la debilidad guiara tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza.

3. Las pruebas por las que pasas no son sino lecciones que aún no has aprendido, que vuelven a presentarse a fin de que donde antes hiciste una elección equivocada, puedas ahora hacer una mejor y escaparte así del dolor que te ocasionó lo que elegiste previamente. En toda dificultad, disgusto o confusión Cristo te llama y te dice con ternura: “Hermano mío, elige de nuevo”. Él no dejará sin sanar ninguna fuente de dolor ni dejará en tu mente ninguna imagen que pueda ocultar a la Verdad. Te liberará de toda miseria a ti a quien Dios creó como un altar a la dicha. No te dejará desconsolado ni solo en sueños infernales, sino que liberará a tu mente de todo lo que te impide ver Su faz. Su santidad es la tuya porque Él es el único poder que es real en ti. Su fortaleza es la tuya porque Él es el Ser que Dios creó como Su único Hijo.

4. Las imágenes que fabricas no pueden prevalecer contra lo que Dios Mismo quiere que seas. Por lo tanto, jamás tengas miedo de la tentación, sino reconócela como lo que es: una oportunidad más para elegir de nuevo y dejar que la fortaleza de Cristo impere en toda circunstancia y lugar donde antes habías erigido una imagen de ti mismo. Pues lo que parece ocultar la faz de Cristo es impotente ante Su majestad y desaparece ante Su santa Presencia. Los salvadores del mundo, que ven tal como Él ve, son sencillamente los que eligen la fortaleza de Cristo en lugar de su propia debilidad, la cual se ve como algo aparte de Él. Ellos redimirán al mundo, pues están unidos en el poder de la Voluntad de Dios. Y lo que ellos disponen no es sino lo que Él dispone.

5. Aprende, pues, el feliz hábito de responder a toda tentación de percibirte a ti mismo débil y afligido con estas palabras: Soy tal como Dios me creó.  Su Hijo no puede sufrir. Y yo soy Su Hijo. De este modo se invita a la fortaleza de Cristo a que impere y reemplace todas tus debilidades con la fuerza que procede de Dios, la cual es infalible. Y de este modo también, los milagros se vuelven algo tan natural como el miedo y la angustia parecían serlo antes de que se eligiera la santidad. Pues con esa elección desaparecen las distinciones falsas; y las alternativas ilusorias se dejan atrás y ya no queda nada que interfiera en la Verdad.

6. Tú eres tal como Dios te creó, al igual como también lo es todo ser vivo que contemples, independientemente de las imágenes que veas. Lo que percibes como enfermedad, dolor, debilidad, sufrimiento y pérdida no es sino la tentación de percibirte a ti mismo indefenso y en el infierno. No sucumbas a esta tentación, y verás desaparecer toda clase de dolor, no importa dónde se presente, en forma similar a como el sol disipa la neblina. Un milagro ha venido a sanar al Hijo de Dios y a cerrarle la puerta a sus sueños de debilidad, allanando así el camino hacia su salvación y liberación. Elige de nuevo lo que quieres que él sea, recordando que toda elección que hagas establecerá tu propia identidad tal como la has de ver y como creerás que es.

7. No me niegues el pequeño regalo que te pido, cuando a cambio de ello pongo a tus pies la Paz de Dios y el poder para llevar esa Paz a todos los que deambulan por el mundo solos, inseguros y presos del miedo. Pues se te ha concedido poder unirte a cada uno de ellos y, a través del Cristo en ti, apartar el velo de sus ojos y dejar que contemplen al Cristo en sí mismos.

8. Hermanos míos en la salvación, no dejen de oír mi voz ni de escuchar mis palabras. No les pido nada, excepto su propia liberación. El infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser tan deslumbrante y abarcadora que solo un paso la separa del Cielo. Traigo a tus cansados ojos la visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco que se olvidarán de todo el dolor y miseria que una vez vieron. Tienes que compartir esta visión con todo aquel que veas, pues de lo contrario, no la contemplarás.  Dar este regalo es la manera de hacerlo tuyo. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese.

9. ¡Alegrémonos de poder caminar por el mundo y de tener tantas oportunidades de percibir nuevas situaciones donde el regalo de Dios se puede reconocer otra vez como nuestro! Y de esta manera, todo vestigio del infierno, así como los pecados secretos y odios ocultos, desaparecerán. Y toda la hermosura que ocultaban aparecerá ante nuestros ojos cual prados celestiales, que nos elevarán más allá de los tortuosos senderos por los que viajábamos antes de que apareciera el Cristo. Óiganme, hermanos míos, óiganme y únanse a mí. Dios ha decretado que yo no pueda llamarlos en vano, y en Su Certeza yo descanso en paz. Pues ustedes me oirán y elegirán de nuevo. Y con esa elección todo el mundo quedará liberado.

10. Gracias, Padre, por estos santos seres que son mis hermanos así como Tus Hijos. La fe que tengo en ellos es Tu Propia Fe. Estoy tan seguro de que vendrán a mí como Tú estás de lo que ellos son y de lo que serán eternamente. Aceptarán el regalo que les ofrezco porque me lo diste para ellos. Y así como yo únicamente quiero hacer Tu santa Voluntad, ésa también será su elección. Te doy gracias por ellos. El himno de salvación resonará a través del mundo con cada elección que cada uno de ellos haga. Pues compartimos un mismo propósito, y el fin del infierno está cerca.

11. Mi mano se extiende en gozosa bienvenida a todo hermano que quiera unirse a mí para ir más allá de la tentación y mirar con firme determinación hacia la luz que brilla con perfecta constancia tras ella. Dame los míos, pues Te pertenecen. ¿Y podrías dejar de hacer lo que es Tu Voluntad?  Te doy las gracias por lo que mis hermanos son. Y según cada uno de ellos elija unirse a mí, el himno de gratitud que se eleva desde la tierra hasta el Cielo se convertirá, de unas cuantas notas sueltas, en un coro todo-abarcador, que brota de un mundo redimido del infierno y que te da las gracias a Ti.

12. Y ahora decimos “Amén”. Pues Cristo ha venido a morar al lugar que, en el sosiego de la eternidad, Tú estableciste para Él desde antes de los orígenes del tiempo. La jornada llega a su fin y acaba donde comenzó. No queda ni rastro de ella. Ya no se le otorga fe a ninguna ilusión ni queda una sola mota de obscuridad que pudiera ocultarle a nadie la faz de Cristo. Tu Voluntad se hace, total y perfectamente, y toda la Creación Te reconoce y sabe que Tú eres la única Fuente que tiene. La Luz, clara como Tú, irradia desde todo lo que vive y se mueve en Ti. Pues hemos llegado allí donde todos somos uno y finalmente estamos en casa, donde Tú quieres que estemos.




Capítulo 30 EL NUEVO COMIENZO



Capítulo 30

EL NUEVO COMIENZO

Introducción

1. El nuevo comienzo se convierte ahora en el foco central de nuestro programa de estudios. No hay duda con respecto a cuál es la meta, pero ahora se necesitan métodos específicos para alcanzarla. La rapidez con la que puedes hacerlo depende únicamente de esto: que estés dispuesto a poner en práctica cada paso. Cada uno de ellos te ayudará un poco más cada vez que lo practiques. Y todos conjuntamente te conducirán más allá de los sueños de juicios a los de perdón, liberándote así del dolor y del miedo. Ninguno de estos pasos es algo nuevo para ti, pero todavía son ideas más que reglas por las que riges tu pensamiento. Por lo tanto, necesitamos ponerlos en práctica por algún tiempo, hasta que se conviertan en las reglas por las que riges tu vida. Nuestro propósito es ahora convertirlos en hábito, de modo que estén a tu disposición en caso de necesidad.

I. Reglas para tomar decisiones

1. Tomar decisiones es un proceso continuo, pero no siempre te das cuenta de cuándo las estás tomando. Mas con un poco de práctica con aquellas de las que ya eres consciente, comienza a establecerse un patrón que te ayudará con las demás. No es conveniente que te preocupes por cada paso que tengas que dar. Si adoptas una perspectiva correcta al despertar, habrás ganado ya una gran ventaja. Mas si experimentas una gran resistencia y ves que tu resolución flaquea, es que todavía no estás listo. No luches contra ti mismo. Piensa más bien en la clase de día que te gustaría tener y dite a ti mismo que hay una manera muy fácil de que este mismo día pueda transcurrir así. Trata entonces una vez más de tener la clase de día que deseas.

2. (1º) Este enfoque comienza con la siguiente declaración: Hoy no tomaré ninguna decisión por mi cuenta. Esto quiere decir que estás eligiendo no ser el juez de lo que debes hacer. Pero quiere decir también que no juzgarás las situaciones en las que te veas llamado a tomar una decisión. Pues si las juzgas, habrás establecido las reglas que determinan cómo debes reaccionar ante ellas. Y así, una respuesta diferente no haría sino causarte confusión, incertidumbre y temor.

3. El mayor problema que tienes ahora es que todavía decides primero lo que vas a hacer y luego decides preguntar qué es lo que debes hacer. Y es posible que lo que oigas no resuelva el problema tal como lo percibiste inicialmente. Esto conduce al temor porque contradice tu percepción, de modo que te sientes atacado y, por ende, furioso.  Hay ciertas reglas mediante las cuales esto se puede evitar. Pero es inevitable que ocurra al principio, mientras aún estás aprendiendo a escuchar.

4. (2º) Siempre que te acuerdes de ello a lo largo del día y dispongas de un momento de calma para reflexionar, repítete a ti mismo nuevamente la clase de día que te gustaría tener, los sentimientos que deseas abrigar, las cosas que quieres que te sucedan, así como lo que quieres experimentar y di: Si no tomo ninguna decisión por mi cuenta, ésa es la clase de día que se me concederá. Si practicas estos dos procedimientos debidamente, te ayudarán a dejarte guiar sin temor, pues no permitirán que primero surja la oposición para luego convertirse en un problema de por sí. 5. Mas habrá ocasiones en las que ya habrás juzgado de antemano. En esos casos la respuesta suscitará un ataque, a no ser que rectifiques tu mente de inmediato para que solo desee una respuesta efectiva. Ten por seguro que eso es lo que ha sucedido si no estás dispuesto a detenerte por un momento y pedir que se te dé la respuesta. Pues eso quiere decir que ya has tomado una decisión por tu cuenta y que no puedes ver cuál fue la pregunta. Necesitas ahora un rápido reconstituyente antes de volver a preguntar.

6. (3º) Recuerda nuevamente la clase de día que te gustaría tener y reconoce que ha ocurrido algo que no forma parte de ello. Date cuenta entonces de que has hecho una pregunta por tu cuenta y de que debes haberla contestado de acuerdo con las condiciones que tú mismo has establecido. Di entonces: No tengo ninguna pregunta. Me olvidé de lo que tenía que decidir. Esto cancela las condiciones que estableciste y permite que la respuesta te muestre cuál debió haber sido la pregunta realmente.

7. Trata de observar esta regla sin demora, a pesar de tu resistencia, pues ya estás enfadado. Y tu temor de que se te vaya a dar una respuesta que no coincida con la pregunta tal como la planteaste cobrará ímpetu y acabarás creyendo que el día que deseas es uno en el que a tus preguntas se les dan tus respuestas. Y no será así, pues ello te arruinaría el día al privarte de lo que realmente deseas. Esto puede ser muy difícil de entender, una vez que has decidido por tu cuenta qué reglas te prometen un día feliz. No obstante, esa decisión todavía puede revocarse mediante métodos sencillos que puedes aceptar.

8. (4º) Si estás tan reacio a recibir que ni siquiera puedes olvidarte de tu pregunta puedes empezar a cambiar de parecer con lo siguiente: Por lo menos puedo decidir que no me gusta cómo me estoy sintiendo ahora. Esto por lo menos es obvio y allana el camino para el siguiente paso, que es muy sencillo.

9. (5º) Una vez que has decidido que no te gusta cómo te estás sintiendo, qué podría ser más fácil que continuar con: Por lo tanto, espero haber estado equivocado. Esto mitiga la sensación de resistencia y te recuerda que no se te está forzando a que aceptes ayuda, sino que es algo que deseas y necesitas porque no te gusta cómo te estás sintiendo. Esta ínfima apertura bastará para que puedas seguir adelante y dar los pocos pasos que te faltan para dejar que se te ayude.

10. Ahora has llegado a un punto crucial porque te has dado cuenta de que saldrías ganando si lo que decidiste no es lo que quieres. Hasta que no llegues a este punto, creerás que tu felicidad depende de tener razón. Pero por lo menos ya has alcanzado un cierto grado de sensatez: te has dado cuenta de que sería mejor para ti que estuvieses equivocado.

11. (6º) Este ápice de sabiduría bastará para llevarte aún más lejos. No se te está forzando a ello, sino que simplemente esperas lograr algo que quieres. Por lo tanto, puedes decir con perfecta honestidad: Quiero ver esto de otra manera. Ahora has cambiado de parecer con respecto a la clase de día que deseas tener y has recordado lo que realmente quieres. Su propósito ya no está velado por la demente idea de que lo quieres para satisfacer tu empeño de tener razón cuando en realidad estás equivocado. De este modo, el hecho de que estás dispuesto a pedir llega hasta tu conciencia, pues no puedes estar en conflicto cuando pides lo que realmente quieres y comprendes que eso es lo que estás pidiendo.

12. (7º) Este último paso es solo el reconocimiento de que no te opones a recibir ayuda. Es la declaración de una mente receptiva, que aunque todavía no está segura, está dispuesta a que se le muestre lo que necesita ver: Tal vez hay otra manera de ver esto. ¿Qué puedo perder con preguntar? Ahora puedes, por lo tanto, hacer una pregunta que tenga sentido y, consecuentemente, la respuesta tendrá sentido también. Y no te opondrás a ella, pues comprenderás que es a ti a quien dicha respuesta beneficiará.

13. Debe quedar claro, no obstante, que es más fácil que tu día transcurra felizmente si no permites que la infelicidad haga acto de presencia en primer lugar. Pero esto requiere tener práctica con las reglas que te protegen de los embates del temor. Cuando hayas dominado estas reglas, el amargo sueño de juicios habrá sido des-hecho para siempre. Pero mientras tanto, necesitas poner en práctica las reglas que lo des-hacen. Examinemos una vez más, pues, la primera de las resoluciones que aquí se ofrecen.

14. Hemos dicho que puedes comenzar el día felizmente si decides no tomar ninguna decisión por tu cuenta. Esto de por sí parece ser una decisión. Sin embargo, tú no puedes tomar decisiones por tu cuenta. La única cuestión es entonces con quién eliges tomarlas. Eso es todo. La primera regla, pues, no es una coacción, sino la simple afirmación de un simple hecho. No tomas decisiones por tu cuenta, independientemente de lo que decidas. Pues o bien se toman con ídolos o bien con Dios. Y le pides ayuda al anti-Cristo o a Cristo, y aquel que elijas se unirá a ti y te dirá lo que debes hacer.

15. Tu día no transcurre al azar. La clase de día que tienes lo determina aquello con lo que eliges vivirlo y la manera en que percibe tu felicidad el amigo a quien acudes en busca de consejo. Siempre pides consejo antes de tomar cualquier decisión. Es esencial que entiendas esto, para que te des cuenta de que no hay coerción ni ningún motivo para pensar que coarta tu libertad. Nadie puede escaparse de lo que inevitablemente ha de ocurrir. Y si tú crees que puedes, estás equivocado.

16. La segunda regla es asimismo un hecho. Pues tu consejero y tú tienen que estar de acuerdo con respecto a lo que deseas antes de que pueda ocurrir. Es este convenio lo que permite que todas las cosas ocurran. Pues nada puede ocurrir sin algún tipo de unión, ya sea con un sueño de juicios o con la Voz que habla en favor de Dios. Las decisiones producen resultados precisamente porque no se toman aisladamente. Las tomas tu consejero y tú, y son tanto para ti como para el mundo. El día que deseas tener se lo ofreces al mundo, pues transcurrirá tal como lo hayas pedido y reforzará el dominio de tu consejero en el mundo.  ¿A qué reino le pertenece tu mundo hoy? ¿Qué clase de día vas a decidir tener?

17. Hoy solo se necesitan dos que deseen gozar de felicidad para que se la ofrezcan al mundo entero. Solo se necesitan dos que comprendan que no pueden tomar decisiones por su cuenta para garantizar que el júbilo que pidieron sea plenamente compartido por todos. Pues han entendido la ley básica que les otorga poder a todas las decisiones y les confiere todos los efectos que puedan tener jamás. Solo se necesitan dos. Estos dos tienen que haberse unido antes de que se pueda tomar una decisión. Permite que esto sea lo único que tengas presente, y tendrás la clase de día que deseas tener y, al tenerlo, se lo ofrecerás al mundo. El juicio que habías emitido sobre el mundo queda anulado mediante tu decisión de tener un día feliz. Y tal como has recibido, así tienes que dar.

II. El libre albedrío

1. ¿No te das cuenta de que oponerte al Espíritu Santo es luchar contra ti mismo? 2 Él solo te dice lo que es tu voluntad; Él habla por ti. En Su Divinidad radica la tuya. Y del único conocimiento de que goza es del tuyo, que ha sido salvaguardado para ti a fin de que puedas hacer tu voluntad a través de Él. Dios te pide que hagas tu voluntad. Él se une a ti, pues no estableció Su Reino solo. Y el Cielo mismo, donde todo lo creado es para ti, no representa otra cosa que tu voluntad. Ni una sola chispa de vida fue creada sin tu grato consentimiento y tal como quisiste que fuera. Ni uno solo de los Pensamientos que Dios haya tenido alguna vez pudo haber nacido sin tu bendición. Dios no es tu enemigo. Él solo quiere oírte llamarle “Amigo”.

2. ¡Qué maravilloso es hacer tu voluntad! Pues eso es libertad. A nada más debería llamársele por ese nombre. A menos que hagas tu voluntad no serás libre. ¿Y hubiera podido Dios dejar a Su Hijo sin lo que éste eligió para sí mismo? Lo único que Dios hizo al darte Su perfecta Respuesta fue asegurarse de que nunca perdieses tu voluntad. Escúchala ahora, para que te puedas acordar de Su Amor y conocer tu voluntad. Dios no podría haber permitido que Su Hijo fuese un prisionero de aquello que no desea. Él se une a tu voluntad de ser libre. Y oponerte a Él es decidir ir en contra de ti mismo y elegir estar encadenado.

3. Contempla una vez más a tu enemigo, al que elegiste odiar en vez de amar. Pues así es como nació el odio en el mundo y como se estableció en él el reino del miedo. Escucha ahora a Dios hablarte a través de Aquel que es Su Voz así como la tuya, recordándote que tu voluntad no es odiar ni ser un prisionero del miedo, un esclavo de la muerte o una insignificante criatura de escasa vida. Tu voluntad no tiene límites, pues no es tu voluntad que sea limitada. Lo que mora en ti se ha unido a Dios Mismo en el nacimiento de toda la Creación. Acuérdate de Aquel que te creó, Quien a través de tu voluntad creó todo. Todo lo creado te está agradecido, pues nació gracias a tu voluntad. Ni una sola luz celestial podría brillar si no fuera por ti, pues fue tu voluntad lo que las ubicó en el Cielo.

4. ¿Qué motivos podrías tener para sentir ira contra un mundo que simplemente aguarda tu bendición para ser libre? Si fueras un prisionero, entonces Dios Mismo no podría ser libre. Pues lo que se le hace a quien Dios ama, se le hace a Dios Mismo. No pienses que Aquel que te hizo co-creador del universo junto con Él quiere aprisionarte. Él solo desea que tu voluntad sea eternamente ilimitada. Este mundo aguarda la libertad que le otorgarás cuando hayas reconocido que eres libre. Pero no perdonarás al mundo hasta que no hayas perdonado a Aquel que te dio tu voluntad. Pues es a través de tu voluntad como el mundo se libera. Y no puedes ser libre estando separado de Aquel Cuya santa Voluntad compartes.

5. Dios se dirige a ti y te pide que salves al mundo, pues mediante tu salvación el mundo sana. Y todo el que camina sobre la faz de la tierra depende de tu decisión para aprender que la muerte no tiene ningún poder sobre él, toda vez que comparte tu libertad y voluntad. Tu voluntad es sanarlo, y puesto que esto es una decisión que tomaste con él, él ha sanado. Y ahora Dios ha sido perdonado, pues decidiste ver a tu hermano como amigo.

III. Más allá de todo ídolo

1. Los ídolos son algo muy concreto. Mas tu voluntad es universal, puesto que es ilimitada. Y así, no tiene forma ni su contenido se puede expresar en función de la forma. Los ídolos son límites. Representan la creencia de que hay ciertas formas que pueden brindar felicidad y de que limitando se consigue todo. Es como si dijeras: “No tengo necesidad de todo. Lo único que quiero es este trocito y para mí será como si fuera todo”. Y esto no puede sino dejarte insatisfecho porque tu voluntad es que todo sea tuyo. Decídete en favor de los ídolos y estarás buscando perder. Decídete por la verdad y todo será tuyo.

2. No es la forma en sí lo que andas buscando. ¿Qué forma puede ser un substituto del Amor de Dios el Padre? ¿Qué forma puede ocupar el lugar de todo el amor que reside en la Divinidad de Dios el Hijo? ¿Qué ídolo puede dividir en dos lo que es eternamente uno? ¿Y se podría acaso limitar lo que es ilimitado? No deseas ningún ídolo, pues ésa no es tu voluntad. Ningún ídolo puede concederte el regalo que buscas. Cuando decides qué forma debe tener lo que quieres, dejas de entender su propósito. Y de ese modo, ves tu voluntad en el ídolo, reduciéndola así a una forma concreta. Mas eso nunca podrá ser tu voluntad porque lo que es partícipe de toda la Creación no puede contentarse con ideas triviales o con cosas insignificantes.

3. Tras la búsqueda de todo ídolo yace el anhelo de compleción. Lo pleno no tiene forma porque es ilimitado. Buscar una persona o una cosa especial para añadir a lo que eres y así alcanzar la compleción, solo puede querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte. Y que al encontrarla, alcanzarás la compleción en una forma que a ti te gusta. El propósito de todo ídolo es éste: que no mires más allá de él a la raíz de la creencia de que te falta algo. Esto solo podría ser cierto si hubieses pecado. Pues el pecado es la idea de que te encuentras solo y aparte de lo que es pleno. Es necesario, por lo tanto, que la búsqueda de la plenitud se lleve a cabo más allá de los límites que tú mismo te has impuesto.

4. No es nunca el ídolo lo que realmente quieres. Mas lo que crees que te ofrece, eso ciertamente lo quieres y tienes derecho a pedirlo. Y es imposible que te sea negado. El que tu voluntad sea estar completo es la Voluntad de Dios, y por tal razón se te concede. Dios no sabe nada de formas. No te puede contestar utilizando términos que no tienen sentido. Y tu voluntad no se puede satisfacer con formas huecas, concebidas exclusivamente para llenar una brecha que no existe. No es esto lo que quieres. La Creación no le da a ninguna persona ni a ninguna cosa separada el poder de completar al Hijo de Dios. ¿A qué ídolo se puede apelar para que le dé al Hijo de Dios lo que ya es suyo?

5. Alcanzar la compleción es la función del Hijo de Dios. Sin embargo, no tiene necesidad de buscarla. Más allá de todo ídolo se alza su santa voluntad de ser únicamente lo que es. Pues ser más que pleno no tiene sentido. Si se hubiese producido algún cambio en el Hijo de Dios o si se le pudiera reducir a alguna forma y limitar a lo que no se encuentra en él, entonces no sería tal como Dios lo creó. ¿Qué necesidad tiene de ídolos para ser Quién es? ¿Podría acaso desprenderse de alguna parte de sí mismo? Lo que no es pleno no puede otorgar plenitud. Mas lo que se pide sinceramente no puede ser negado. Tu voluntad se te concede. No en una forma que no habría de satisfacerte, sino en el Pensamiento pleno y completamente hermoso que Dios abriga de ti.

6. Lo que Dios no conoce no existe. Y lo que Él conoce existe para siempre y es inmutable. Pues los pensamientos duran tanto como la mente que los pensó. Y la Mente de Dios no tiene fin ni puede haber un instante en que Sus Pensamientos puedan estar ausentes o cambiar. Los pensamientos ni nacen ni mueren. Comparten los atributos de su creador y no tienen una vida separada aparte de la de él. Tus pensamientos están en tu mente, tal como tú estás en la Mente que te pensó. Por lo tanto, no hay partes separadas en lo que existe dentro de la Mente de Dios. Su Mente es por siempre Una y está eternamente unida y en paz.

7. Los pensamientos parecen ir y venir. Sin embargo, lo único que esto significa es que algunas veces eres consciente de ellos y otras no. Un pensamiento del que te has olvidado parece nacer de nuevo en ti cuando retorna a tu conciencia. Mas no murió cuando lo olvidaste. Siempre estuvo ahí, sin embargo, no eras consciente de él. El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto afectado en modo alguno por tu olvido. Siempre será exactamente como era antes de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes y como fue durante el lapso en que lo habías olvidado.

8. Los Pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. No están esperando a nacer, sino a que se les dé la bienvenida y se les recuerde. El Pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un eterno firmamento. Se encuentra tan alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que está allí. No obstante, brillará por toda la eternidad, sereno, puro y hermoso. En ningún momento ha dejado de estar allí ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.

9. El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y firmemente anclada. La perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. El firmamento la envuelve y la mantiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo. No es la distancia ni el tiempo lo que hace que esta estrella sea invisible desde la tierra. Mas aquellos que andan en pos de ídolos no pueden saber que la estrella está ahí.

10. Más allá de todo ídolo se encuentra el Pensamiento que Dios abriga de ti. Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen ni por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho Pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios. El Pensamiento que Dios abriga de ti, completamente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar, nunca ha abandonado la Mente de su Creador, al que conoce tal como su Creador sabe que dicho Pensamiento se encuentra en Su Propia Mente.

11. ¿Dónde podría existir el Pensamiento que Dios abriga de ti sino donde te encuentras? ¿Podría acaso tu realidad ser algo aparte de ti y encontrarse en un mundo que le es completamente desconocido? Fuera de ti no hay eterno firmamento ni estrella inmutable ni realidad alguna. La mente del Hijo del Cielo, en el Cielo está, pues ahí la Mente del Padre y la del Hijo se unieron en la Creación, la cual no tiene fin. Tú no tienes dos realidades, sino una sola, y no puedes ser consciente más que de una. Tu realidad es o bien un ídolo o bien el Pensamiento que Dios abriga de ti. No olvides, por lo tanto, que los ídolos tienen que mantener oculto lo que eres, no de la Mente de Dios, sino de la tuya. La estrella sigue brillando y el firmamento jamás ha cambiado. Mas tú, el santo Hijo de Dios, no eres consciente de tu realidad.

IV. La verdad que yace tras las ilusiones

1. Atacarás lo que no te satisfaga y, así, no te darás cuenta de que fuiste tú mismo quien lo inventó. Tu batalla es siempre con las ilusiones. Pues la verdad que yace tras ellas es tan hermosa y tan serena en su amorosa dulzura, que si fueras consciente de ella te olvidarías por completo de tus defensas y te apresurarías a echarte en sus brazos. La verdad jamás puede ser atacada. Y sabías esto cuando inventaste los ídolos. Los concebiste precisamente para olvidarte de este hecho. Lo único que atacas son las ideas falsas, nunca las verdaderas. Los ídolos son todas las ideas que concebiste para llenar la brecha que crees se formó entre lo que es verdad y tú. Y las atacas por lo que crees que representan. Pero lo que yace tras ellas no puede ser atacado.

2. Los dioses que inventaste—opresores e incapaces de satisfacerte—son como juguetes infantiles descomunales. Un niño se asusta cuando una cabeza de madera salta de una caja de resorte al ésta abrirse repentinamente o cuando un oso de peluche, suave y silencioso, emite sonidos cuando lo aprieta. Las reglas que había establecido para las cajas de resorte y para los osos de peluche le han fallado y le han hecho perder el “control” de lo que le rodea. Ahora tiene miedo, pues pensó que las reglas lo protegían. Ahora tiene que aprender que las cajas y los osos no lo engañaron ni violaron ninguna regla, y que lo ocurrido no quiere decir que su mundo se haya vuelto caótico y peligroso. Es él  quien estaba equivocado. No sabía qué era lo que lo mantenía a salvo y pensó que lo había abandonado.

3. La inexistente brecha se encuentra repleta de juguetes de innumerables formas. Cada uno parece violar las reglas que estableciste para él. Sin embargo, ninguno de ellos fue jamás lo que tú pensabas que era. Y así, no pueden sino dar la impresión de que violan las reglas de seguridad que estableciste, toda vez que éstas son falsas. Mas tú no estás en peligro. Puedes reírte de los muñecos que saltan de cajas de resorte y de los juguetes que emiten sonidos, de la misma manera en que lo hace el niño que ya ha aprendido que no suponen ningún peligro para él. Sin embargo, mientras le guste jugar con ellos, seguirá percibiéndolos como si respetaran las reglas que él estableció para su propio deleite. Por lo tanto, todavía habrá reglas que dichos juguetes parecerán violar y, consecuentemente, se asustará. Mas ¿está realmente a merced de sus juguetes? ¿Y pueden éstos realmente suponer una amenaza para él?

4. La realidad obedece las Leyes de Dios y no las reglas que tú estableces. Son Sus Leyes las que garantizan tu seguridad. Las ilusiones que creas con respecto a ti mismo no obedecen ninguna ley. Parecen danzar por un rato, al compás de las leyes que promulgaste para ellas. Mas luego se desploman para no levantarse más. No son más que juguetes, hijo mío, de modo que no lamentes su pérdida. Su danza jamás te brindó felicidad alguna, pero tampoco eran cosas que pudieran asustarte o mantenerte a salvo si respetaban tus reglas. Las ilusiones no deben ni apreciarse ni atacarse, sino que simplemente se deben considerar como juguetes infantiles, sin ningún significado intrínseco. Ve significado en una sola de ellas y lo verás en todas ellas.  No veas significado en ninguna, y no podrán afectarte en absoluto.

5. Las apariencias engañan precisamente porque son apariencias y no la realidad. No les prestes atención sea cual sea la forma que adopten. Lo único que hacen es distorsionar la realidad y producir temor, debido a que ocultan la verdad. No ataques lo que tú mismo hiciste a fin de ser engañado, pues eso demostraría que has sido engañado. El ataque tiene el poder de hacer que las ilusiones parezcan reales. Mas en realidad no hace nada. ¿Quién podría tener miedo de un poder que no tiene efectos reales? ¿Qué podría ser dicho poder sino una ilusión que hace que las cosas parezcan ser como él mismo? Observa calmadamente sus juguetes y comprende que no son más que ídolos que no hacen sino danzar al compás de vanos deseos. No los veneres, pues no existen. Cuando atacas, no obstante, te olvidas de esto. El Hijo de Dios no necesita defenderse de sus sueños. Sus ídolos no suponen ninguna amenaza para él. El único error que comete es creer que son reales. Mas ¿hay algo que las ilusiones puedan lograr?

6. Lo único que las apariencias pueden hacer es engañar a la mente que desea ser engañada. Pero tú puedes tomar una decisión muy simple que te situará por siempre más allá del engaño. No te preocupes por cómo se va a lograr esto, pues eso no es algo que puedas entender. Pero sí verás los grandes cambios que se producirán de inmediato una vez que hayas tomado esta simple decisión: que no deseas lo que crees que un ídolo te puede dar. Pues así es como el Hijo de Dios declara que se ha liberado de todos ellos. Y, por lo tanto, es libre.

7. ¡Qué paradójica es la salvación! ¿Qué otra cosa podría ser, sino un sueño feliz? Lo único que te pide es que perdones todas las cosas que nadie jamás hizo nunca, que pases por alto lo que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuera real. Se te pide únicamente que permitas que se haga tu voluntad y que dejes de buscar las cosas que ya no deseas.  Y se te pide también que permitas que se te libere de los sueños de lo que nunca fuiste y desistas de tu empeño en querer substituir la Voluntad de Dios por la fuerza de los deseos vanos.

8. Llegado este punto, el sueño de separación empieza a desvanecerse y a desaparecer. Pues aquí la brecha inexistente comienza a percibirse libre de los juguetes de terror que tú inventaste. Esto es lo único que se te pide. Alégrate en verdad de que la salvación no pida mucho, sino de que pida tan poco. En realidad no pide nada. Y aun en las ilusiones solo pide que el perdón sea el substituto del miedo. Ésa es la única regla para tener sueños felices. La brecha se vacía de todos los juguetes de temor, poniéndose así de manifiesto su irrealidad. Los sueños no sirven para nada y el Hijo de Dios ya no tiene necesidad de ellos. No le ofrecen ni una sola cosa que él pudiera alguna vez desear. El Hijo de Dios se libera de las ilusiones por su propia voluntad y simplemente es restaurado a lo que es. ¿Qué podría ser el plan de Dios para su salvación sino un medio para darse a Sí Mismo Su Hijo?

V. El único propósito

1. El mundo real es el estado mental en el que el único propósito para el mundo es el perdón. El miedo ha dejado de ser el objetivo, pues escapar de la culpa se ha convertido ahora en la meta. Se reconoce el valor del perdón, que pasa a ocupar el lugar de los ídolos, los cuales dejan de perseguirse porque ya no se les atribuye ningún valor a sus “regalos”. No se establecen reglas fútiles ni se le exige a nada ni a nadie que cambie y se amolde al sueño de miedo. Por el contrario, hay un deseo de querer comprender todas las cosas creadas tal como realmente son. Y se reconoce que todas las cosas tienen que ser primero perdonadas y luego comprendidas.

2. En este mundo se piensa que el entendimiento se consigue mediante el ataque. En el mundo real es evidente que atacando es como se pierde, y se reconoce claramente la insensatez de tener como objetivo a la culpabilidad. En dicho mundo no se desean los ídolos, pues se entiende que la culpabilidad es la única causa de cualquier dolor. Nadie sucumbe ante su vana atracción, pues el sufrimiento y la muerte se han percibido como cosas que ya no se desean y por las cuales no vale la pena esforzarse. Se ha vislumbrado la posibilidad de liberación y se le ha dado la bienvenida, y ahora por fin se comprenden los medios por los que se puede alcanzar. El mundo se convierte en un lugar de esperanza porque su único propósito es ser un lugar donde la esperanza de ser feliz pueda ser colmada. Y nadie está excluido de esta esperanza porque todos se han unido en la creencia de que el propósito del mundo es uno que todos tienen que compartir, si es que dicha esperanza ha de ser algo más que un simple sueño.

3. Aún no se recuerda el Cielo totalmente, pues el propósito del perdón todavía necesita alcanzarse. Sin embargo, todo el mundo está seguro de que irá más allá del perdón y de que solo seguirá aquí hasta que éste se consuma perfectamente en él.  Ése es su único deseo. Todo temor ha desaparecido porque él está unido a sí mismo en su propósito. Su esperanza de felicidad es tan segura y constante que apenas puede seguir esperando aquí por más tiempo con los pies aun tocando la tierra. Aun así, se siente feliz de poder esperar hasta que todas las manos se hayan unido y todos los corazones estén listos para elevarse e ir con él. Pues así es como se prepara para dar el paso con el que se trasciende el perdón.

4. El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear un Hijo perfecto y compartir Su Paternidad con él. Nadie que no se encuentre en el Cielo puede entender esto, pues entenderlo es en sí el Cielo. lncluso el mundo real tiene un propósito que se encuentra por debajo de la Creación y la eternidad. Pero el miedo ha desaparecido de él porque su propósito es el perdón, no la idolatría. Y así, el Hijo del Cielo está listo para ser Quien es, y para recordar que el Hijo de Dios sabe todo lo que su Padre entiende y que lo entiende perfectamente junto con Él.

5. El mundo real ni siquiera se aproxima a eso, pues ése es el propósito de Dios y solo de Dios, si bien se comparte totalmente y se logra perfectamente. El mundo real es un estado en el que la mente ha aprendido cuán fácilmente desaparecen los ídolos, que, aunque todavía se perciben, ya no se desean más. ¡Cuán fácilmente los puede abandonar la mente que ha comprendido que no son nada, que no están en ninguna parte y que no tienen ningún propósito! Pues solo entonces se puede entender que el pecado y la culpabilidad no tienen propósito alguno y que no significan nada.

6. De esta manera es como el propósito del mundo real se lleva dulcemente hasta tu conciencia para que reemplace al objetivo de pecado y culpabilidad. Y el perdón purifica felizmente todo lo que se interponía entre tu imagen de ti mismo y lo que realmente eres. Sin embargo, Dios no necesita crear a Su Hijo nuevamente para que a éste se le restituya lo que es suyo. Jamás existió brecha alguna entre tu hermano y tú. Y el Hijo de Dios volverá a saber lo que supo cuando fue creado.

7. Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. Puede que aún miren atrás y piensen que ven un ídolo que todavía desean. Mas su trayectoria ha sido ya firmemente trazada en dirección contraria a la de los ídolos: hacia la realidad. Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron, y contemplarán a Aquel de Cuya mano van asidos. La faz de Cristo se ve antes de que se pueda recordar al Padre, pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero. Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son Uno.

8. ¡Cuán fácil y ligero es el paso que te saca de los estrechos confines del mundo del miedo una vez que has reconocido de Quién es la mano de la que vas asido! Tienes a mano todo lo necesario para poder alejarte del miedo para siempre con perfecta certeza, y para seguir adelante y llegar lo antes posible a las puertas del Cielo. Pues Aquel de Cuya mano vas asido solo estaba esperando a que te unieras a Él. Y ahora que has venido, ¿se demoraría en mostrarte el camino que debe recorrer contigo? Su bendición descansa sobre ti tan indudablemente como el Amor de Dios descansa sobre Él. Su gratitud hacia ti sobrepasa tu entendimiento, pues le has permitido liberarse de sus cadenas para que juntos se dirijan a la morada de Su Padre.

9. Un viejo odio está desapareciendo del mundo. Y con él va desapareciendo también todo miedo y rencor. No vuelvas la vista atrás, pues lo que te espera más adelante es lo que siempre anheló tu corazón. ¡Renuncia al mundo! Pero no con una actitud de sacrificio, pues nunca lo deseaste. ¿Qué felicidad que alguna vez buscaste en él no te ocasionó dolor? ¿Qué momento de satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante? La dicha no cuesta nada. Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es felicidad. ¡Que la honestidad te acelere en tu camino y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! Por todas ellas hubo que pagar un precio descomunal y sufrir penosas consecuencias.

10. No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente: Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el “regalo” de la culpabilidad. Cada cosa que te dio se compró con la moneda del dolor, y nunca fuiste únicamente tú quien pagó por ella. Sé, pues, misericordioso con tu hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente ni olvides que tu hermano pagará el costo al igual que tú. Pues se demorará cada vez que tú vuelvas la vista atrás y no percibas de Quién es la amorosa mano de la que vas asido. Mira, pues, solo hacia adelante; y camina lleno de confianza con el corazón latiendo felizmente con esperanza y no palpitando con temor.

11. La Voluntad de Dios reside para siempre en aquellos cuyas manos están unidas. Hasta que se unieron, pensaban que Él era su enemigo. Mas cuando se unieron y compartieron un mismo propósito, les fue posible entender que su voluntad es una. Y así, la Voluntad de Dios no puede sino llegar hasta sus conciencias. Y no van a poder seguir olvidándose por mucho más tiempo de que no es sino la suya propia.

VI. La justificación del perdón

1. La ira nunca está justificada. El ataque no tiene fundamento. Con esto comienza uno a escapar del miedo y con esto también es como lo logrará. Con esto se intercambian los sueños de terror por el mundo real. Pues es en esto donde yace el perdón, lo cual es tan solo natural. No se te pide que concedas perdón allí donde se debería responder con ataque y donde el ataque estaría justificado. Pues eso querría decir que perdonas un pecado pasando por alto lo que realmente se encuentra ahí. Eso no es perdón, ya que supondría que, al reaccionar de una manera que no está justificada, tu perdón se ha convertido en la respuesta al ataque que se ha perpetrado. Y así, el perdón no habría sido apropiado, al haberse concedido donde no era debido.

2. El perdón está siempre justificado. Sus cimientos son sólidos. No perdonas lo imperdonable ni pasas por alto un ataque real que merece castigo. La salvación no reside en que a uno le pidan responder de una manera antinatural que no concuerda con lo que es real. En lugar de ello, la salvación solo te pide que respondas adecuadamente a lo que no es real, no percibiendo lo que no ha ocurrido. Si el perdón no estuviera justificado, se te estaría pidiendo que sacrificaras tus derechos cuando devuelves perdón por ataque. Mas se te pide simplemente que consideres el perdón como la respuesta natural ante cualquier aflicción basada en un error que, por ende, no es más que una petición de ayuda. El perdón es la única respuesta cuerda, pues impide que tus derechos sean sacrificados.

3. Este entendimiento es el único cambio que le permite al mundo real alzarse para ocupar el lugar de los sueños de terror. El miedo no puede surgir a menos que se justifique el ataque; y si éste tuviera una base real, el perdón no tendría base alguna. El mundo real se alcanza cuando percibes que aquello en lo que el perdón se basa es completamente real y está plenamente justificado. Mientras creas que el perdón es un regalo inmerecido, no podrás sino reforzar la culpa que quieres “perdonar”. El perdón que no está justificado es un ataque. Y eso es todo lo que el mundo puede jamás ofrecer. Puede que algunas veces perdone a los “pecadores”, pero sigue siendo consciente de que han pecado. De modo que no se merecen el perdón que les concede.

4. Éste es el falso perdón del que el mundo se vale para mantener viva la sensación de pecado. Y puesto que se considera que Dios es justo, parece imposible que Su perdón pueda ser verdadero. De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de considerar que el perdón es algo inmerecido. Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor a Dios. Pero se salva de este dilema si perdona. 6 La mente tiene que considerar al Creador tal como se considera a sí misma. Si puedes ver que tu hermano es digno de perdón, es que has aprendido que tú tienes el mismo derecho a ser perdonado que él. Y no pensarías que Dios tiene destinado para ti un juicio temible que tu hermano no se merece. Pues la verdad es que tú no mereces ni más ni menos que él.

5. Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado. No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviera más allá del alcance del perdón. Tendría que haber algún error que fuera más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviera más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape. Tendría que haber un error capaz de des-hacer la Creación y de construir un mundo que pudiera reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. Solo si esto fuera posible podría haber algunas apariencias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él.

6. No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, que la creencia de que hay algunas clases de enfermedad y de desdicha que el perdón no puede sanar. Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos. Y así, piensas que algunas apariencias son reales y que no son apariencias en absoluto. No te dejes engañar con respecto al significado de la creencia fija según la cual algunas apariencias son más difíciles de pasar por alto que otras. Pues eso siempre significa que crees que el perdón tiene límites. Y te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial y en la que puedes liberarte de la culpa solo en parte. ¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón que te concedes a ti mismo así como a todos los que parecen estar separados de ti es falso?

7. Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. Si se tuviera que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad. Y no podrías escapar totalmente de la culpa, sino solo en parte. Tienes que perdonar al Hijo de Dios completamente, pues, de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada y seguirás temiendo mirar en tu interior y encontrar allí tu liberación de todos los ídolos. La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpa que tú no puedas perdonar. Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios.

 8. Contempla a tu hermano con el deseo de verlo tal como es. Y no excluyas ninguna parte de él de tu deseo de que se cure. 3 Curar es hacer íntegro. Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado fuera. El perdón consiste en reconocer esto y en alegrarnos de que no haya ninguna forma de enfermedad que el milagro no tenga el poder de curar.

9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpa. De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así: Te doy gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia. He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la Voluntad de Dios; el feliz reconocimiento de que la culpa no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones fuesen reales. ¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad?

10. Contempla a tu hermano con esta esperanza en ti y comprenderás que él no pudo haber cometido un error que hubiese podido cambiar la verdad acerca de él. No es difícil pasar por alto errores a los que no se les ha atribuido efectos. Mas no perdonarás aquello que consideres que tiene el poder de hacer del Hijo de Dios un ídolo. Pues en ese caso él se habrá convertido para ti en una imagen sepulcral y en un signo de muerte. ¿Podría ser eso tu salvador? 6 ¿Podría acaso el Padre estar equivocado con respecto a Su Hijo? ¿No será más bien que te has engañado a ti mismo con respecto a aquel que se te dio para que lo curases a fin de que tú te pudieras salvar y liberar?

VII. La nueva interpretación

1. ¿Cómo iba a haber dejado Dios que el significado del mundo estuviera sujeto a tu interpretación? Si hubiera hecho eso, el mundo no tendría significado. Pues es imposible que el significado de algo cambie constantemente y que, aun así, sea verdad. El Espíritu Santo ve en el mundo un solo propósito, el cual es eternamente inmutable.  Ninguna situación puede alterar este objetivo, sino que tiene que estar de acuerdo con él. Pues solo si el objetivo del mundo pudiera cambiar con cada situación, podría cada una de ellas estar sujeta a diferentes interpretaciones cada vez que se pensase en ella. Añades nuevos elementos al guion que escribes para cada minuto del día, y así, todo lo que sucede ahora tiene otro significado. Elimina algún elemento y el significado cambiará consecuentemente.

2. ¿Qué reflejan tus guiones sino tus planes acerca de cómo debería transcurrir el día? Y así, determinas lo que es un desastre o un triunfo, un avance o un retroceso, una ganancia o una pérdida. Estos juicios se hacen en conformidad con los papeles que el guión asigna. El hecho de que de por sí no significan nada queda demostrado por la facilidad con que estas designaciones cambian a la luz de otros juicios que se hacen acerca de diferentes aspectos de la experiencia. Y luego, visto en retrospectiva, crees ver otro significado en conexión con lo que ocurrió previamente. ¿Qué has hecho realmente sino demostrar que nada de ello tenía significado alguno? Mas tú le atribuías significado a la luz de objetivos cambiantes, que alteraban el significado a medida que cambiaban.

3. Solamente un propósito firme puede otorgarle a cualquier acontecimiento un significado estable. Pero tiene que otorgarles a todos el mismo significado. Si a cada acontecimiento se le otorga un significado diferente, quiere decir que cada uno de ellos tiene un propósito diferente. Y ése sería todo el significado que tendrían. ¿Qué clase de significado sería ése? ¿Cómo puede ser que el significado de “significado” sea confusión? La percepción no puede estar fluctuando constantemente y al mismo tiempo tener un significado estable en alguna parte. El miedo es un juicio que nunca está justificado. Su presencia no significa nada, excepto que sirve para mostrarte que escribiste un guion tenebroso y que, como resultado, tienes miedo. Pero no porque eso que temes tenga de por sí un significado temible.

4. Abrigar un propósito común es el único medio por el que la percepción puede estabilizarse y por el que se le puede dar una sola interpretación al mundo y a todas las experiencias que se tienen en él. En ese propósito común, todo el mundo y todas las cosas que ves comparten el mismo juicio. Ahora no tienes por qué juzgar, pues has aprendido que a todo se le ha dado el mismo significado y te alegras de poder verlo por todas partes. Dicho significado no puede cambiar porque tu deseo es percibirlo en todas partes, inalterado por las circunstancias. Por lo tanto, se lo otorgas a todos los acontecimientos y dejas que ellos te ofrezcan estabilidad a ti.

5. Librarte de juzgar radica simplemente en esto: todas las cosas tienen el mismo propósito, el cual tú compartes con todo el mundo. Y no hay nada en el mundo que pueda oponerse a ese propósito, pues es el propósito de todas las cosas y también el tuyo. Tener un mismo propósito pone fin a todas las ideas de sacrificio, las cuales no pueden sino atribuir un propósito para el que gana y otro para el que pierde. Sin esta idea no podría haber pensamientos de sacrificio. Y es esta idea de que puede haber diferentes objetivos lo que hace que la percepción oscile y el significado cambie. Con un objetivo unificado esto se vuelve imposible, pues tu conformidad hace que la interpretación sea estable y duradera.

6. ¿Cómo se iba a poder entablar comunicación mientras los símbolos que se usan tengan diferentes significados? El objetivo del Espíritu Santo ofrece una sola interpretación, la cual tiene significado para ti y para tu hermano. Y así, te puedes comunicar con él y él contigo. Cuando se usan símbolos que ambos puedan comprender se deja de sacrificar el significado. Todo sacrificio supone la pérdida de tu capacidad de ver la conexión que hay entre todos los acontecimientos. Pues si se observan por separado no tienen ningún significado, ya que les falta la luz bajo la cual se pueden ver y comprender. Y así, carecen de propósito  y no se puede entender cuál es su finalidad. Ningún pensamiento de pérdida significa nada, pues nadie está de acuerdo contigo con respecto a su significado. Es parte de un guion disparatado que no puede ser interpretado de manera que tenga sentido. Siempre será ininteligible. Esto no es comunicación. Tus sombríos sueños no son más que los absurdos guiones que escribes por tu cuenta mientras duermes. No trates de encontrar significado en sueños de separación. Solo los sueños de perdón se pueden compartir, pues significan lo mismo para ti que para tu hermano.

7. No hagas interpretaciones desde una perspectiva de soledad, pues lo que veas no tendrá ningún significado y lo que representa cambiará. Y creerás que el mundo es un lugar incierto, por el que caminas en peligro, lleno de incertidumbre. Son únicamente tus interpretaciones las que carecen de estabilidad, pues no están en armonía con lo que realmente eres. Es éste un estado tan peligroso en apariencia, que es imposible que no surja el temor. Hermano mío, no sigas por ese camino. Tenemos un solo Intérprete. Y a través del uso que Él hace de los símbolos nos unimos y, de esta forma, todos ellos tienen el mismo significado para todos nosotros. Nuestro idioma común nos permite hablar con todos nuestros hermanos y entender con ellos que el perdón se nos ha otorgado a todos y, por ende, podemos comunicarnos otra vez.

VIII. La realidad inmutable

1. Las apariencias engañan, pero pueden cambiar. La realidad, en cambio, es inmutable. No engaña en absoluto, y si tú no puedes ver más allá de las apariencias, te estás dejando engañar. Pues todo lo que ves cambiará; sin embargo, antes pensabas que era real y ahora crees que es real nuevamente. De este modo, la realidad se ve reducida a formas y se la considera susceptible de cambiar. La realidad, no obstante, es inmutable. Esto es lo que hace que sea real y lo que la distingue de todas las apariencias. Tiene que estar más allá de toda forma para poder ser ella misma. No puede cambiar.

2. El milagro es un medio para demostrar que todas las apariencias pueden cambiar precisamente porque son apariencias y porque carecen del atributo de inmutabilidad que la realidad entraña. El milagro da fe de que te puedes salvar de las apariencias al demostrar que éstas pueden cambiar. En tu hermano reside una inmutabilidad que está más allá de cualquier apariencia o engaño. Mas se ve nublada por tus cambiantes ideas acerca de él, que tú percibes como su realidad. Lo que constituiría un sueño feliz con respecto a él adopta la forma de una apariencia en la que goza de perfecta salud, se encuentra completamente inmune a cualquier clase de carencia y está perfectamente a salvo de cualquier clase de desastre. El milagro es la prueba de que no está limitado por ninguna clase de pérdida o sufrimiento, ya que todo ello puede cambiar tan fácilmente. Esto demuestra que nunca fueron reales y que no pudieron haber surgido de su realidad. Pues ésta es inmutable y no hay nada en el Cielo o en la tierra que pueda jamás alterar sus efectos. Es evidente, en cambio, que las apariencias son irreales precisamente porque pueden cambiar.

3. ¿Qué es la tentación sino el deseo de hacer que las ilusiones sean reales? No parece ser el deseo de hacer que lo que es real no lo sea. Sin embargo, es la afirmación de que algunas clases de ídolos ejercen una poderosa atracción que los hace más difíciles de resistir que aquellos que tú preferirías que no fueran reales. Toda tentación, por lo tanto, no es más que esto: una plegaria para que el milagro no ejerza influencia sobre algunos sueños, y para que, en vez de ello, mantenga su irrealidad oculta y les otorgue realidad. El Cielo no responde a tal oración ni tampoco se te puede conceder un milagro para sanar las apariencias que no te gustan. Has establecido límites. Lo que pides se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. Solo tú te has limitado a ti mismo.

4. La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino demostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. Pues has pedido que no tenga el poder de sanar todos los sueños. No hay milagro que no se te pueda conceder si realmente deseas la curación. Pero no se te puede conceder ninguno a menos que la desees. Elige lo que quieres sanar, y a Aquel que otorga todos los milagros se le niega la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios. Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. Y de este modo, se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio.

5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas de una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. Se te concederá poder ver a tu hermano de esta forma. Pero no mientras quieras que sea de otra manera con respecto a ciertas cosas. Pues eso solo significaría que no lo quieres ver curado e íntegro. El Cristo en él es perfecto. ¿Es esto lo que quieres contemplar? No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver en lugar del Cristo en él. Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera a ti. Y cuando se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él, pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti.

6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay ninguna apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. No dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente ahí. No te sientas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es te tiente.  Pero no le atribuyas a ese sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que tienes de él. No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella pides un milagro. No hay dolor del que él no se pueda liberar, solo con que desees que él sea lo que no puede sino ser. ¿Por qué habrías de temer ver a Cristo en él? Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. Y conforme él sana, tú te liberas de la culpa, pues lo que él aparenta ser es la imagen que tienes de ti mismo.

CURSO DE MILAGROS