Capítulo 22
LA SALVACIÓN Y LA
RELACIÓN SANTA
Introducción
1. Ten piedad de ti mismo, tú que por tanto tiempo has estado
esclavizado. Regocíjate de que a los que Dios ha unido se han reunido y ya no
tienen necesidad de seguir contemplando el pecado por separado. No es posible que dos individuos puedan
contemplar juntos el pecado, pues nunca podrían verlo en el mismo sitio o al
mismo tiempo. El pecado es una
percepción estrictamente personal, que se ve en el otro, pero que cada uno cree
que está dentro de sí. Y cada uno parece cometer un error diferente, que el
otro no puede comprender. Hermano, se trata del mismo error, cometido por lo
que es lo mismo, y perdonado por su hacedor de igual manera. La santidad de tu
relación los perdona a ti y a tu hermano, y cancela los efectos de lo que ambos
creyeron y vieron. Y al desaparecer
dichos efectos, desaparece también la necesidad del pecado.
2. ¿Quién tiene necesidad del pecado? Únicamente los que deambulan por
su cuenta y en soledad, creyendo que sus hermanos son diferentes de ellos. Es
esta diferencia, que aunque es visible no es real, lo que hace que el pecado,
que si bien no es real es visible, parezca estar justificado. Todo esto sería
real si el pecado lo fuese. Pues una relación no santa se basa en diferencias y
en que cada uno piense que el otro tiene lo que a él le falta. Se juntan, cada
uno con el propósito de completarse a sí mismo robando al otro. Siguen juntos
mientras piensen que ya no queda nada más por robar y luego se separan. Y así,
vagan por un mundo de extraños, distintos de ellos, viviendo tal vez con los
cuerpos de esos extraños bajo un mismo techo que a ninguno de ellos da cobijo;
en la misma habitación y, sin embargo, a todo un mundo de distancia.
3. La relación santa parte de una premisa diferente. Cada uno ha
mirado dentro de sí y no ha visto ninguna insuficiencia. Al aceptar su
compleción, desea extenderla uniéndose a otro, tan pleno como él. No ve
diferencias entre su Ser y el Ser del otro, pues las diferencias solo se dan a
nivel del cuerpo. Por lo tanto, no ve nada de lo que quisiera apropiarse. No
niega su realidad porque ésta es la verdad. Se encuentra justo debajo del
Cielo, pero lo bastante cerca como para no tener que retornar a la tierra. Pues
esta relación goza de la Santidad del Cielo. ¿Cuán lejos del hogar puede estar
una relación tan semejante al Cielo?
4. ¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! En ella desaparece la creencia en diferencias.
En ella la fe en las diferencias se convierte
en fe en la igualdad. Y en ella la
percepción de diferencias se transforma en visión. La razón puede ahora llevar
a ti y a tu hermano a la conclusión lógica de su unión. Ésta se tiene que
extender, de la misma forma en que ustedes se extendieron al unirse. La unión tiene que extenderse más
allá de sí misma, tal como ustedes se extendieron más allá del cuerpo para
hacer posible su unión. Ahora la igualdad que vieron se extiende y elimina
finalmente cualquier sensación de diferencia, de modo que la igualdad que yace
bajo todas las diferencias se hace evidente. Éste es el círculo áureo en el que
reconocen al Hijo de Dios. Pues lo que nace en una relación santa es
imperecedero.
I. El mensaje de la
relación santa
1. Deja que la razón dé otro paso. Si atacas a quien Dios quiere sanar
y odias a quien Él ama, entonces tú y tu Creador tenéis voluntades diferentes. Pero
si tú eres Su Voluntad, entonces debes creer que tú no eres Quien eres. Puedes
ciertamente creer esto y, de hecho, lo crees. Y tienes fe en ello y encuentras
muchas pruebas a su favor. ¿Y de dónde procede, te preguntas, tu extraño
desasosiego, tu sensación de estar desconectado y tu constante temor de que tú
no signifiques nada? Es como si hubieses llegado hasta aquí a la deriva, sin
ningún plan, excepto el de seguir vagando, pues solo eso parece seguro.
2. Sin embargo, hemos oído una descripción muy similar anteriormente,
pero no se refería a ti. Aun así, crees ser esa extraña idea que con tanta
precisión se describe ahí. La razón te diría que es imposible que el mundo que
ves a través de ojos que no son los tuyos tenga sentido para ti. ¿A quién le
devolvería sus mensajes esta forma de ver? Ciertamente no a ti, cuya visión es
totalmente independiente de los ojos que contemplan al mundo. Si ésa no es tu visión,
¿qué podría mostrarte? El cerebro no
puede interpretar lo que tu visión ve. Esto tú lo puedes comprender. El cerebro
interpreta para el cuerpo del que forma parte. Pero tú no puedes comprender lo
que dice. Sin embargo, lo has escuchado. Y te has esforzado durante mucho
tiempo por entender sus mensajes.
3. No te has dado cuenta de que es imposible que puedas entender lo que
nunca puede llegar hasta ti. Jamás has
recibido mensaje alguno que hubieses podido entender. Pues has estado
prestándole oídos a algo que no puede comunicarse en absoluto. Examina, entonces,
lo que ha sucedido. Al negar lo que eres y al estar firmemente convencido de
que eres otra cosa, esa “otra cosa” que tú has creído ser se ha convertido en
tus ojos. Sin embargo, debe ser esa “otra cosa” la que ve, y al no ser quien tú
eres te explica lo que ve. Por supuesto, tu verdadera visión haría que todo
esto fuese innecesario. Pero si tus ojos están cerrados y le pides a esa “cosa”
que te dirija y te explique el mundo que ve, no verás razón alguna para no
escuchar lo que te dice ni para sospechar que no es verdad. La razón te diría
que es imposible que sea verdad porque tú no lo entiendes. Dios no tiene
secretos. Él no te conduce por un mundo de sufrimiento, esperando hasta el
final de la jornada para decirte por qué razón te hizo pasar por eso.
4. ¿Qué podría mantenerse oculto de la Voluntad de Dios? Sin embargo,
tú crees tener secretos. ¿Qué podrían ser esos secretos sino otra “voluntad”
tuya propia, separada de la Suya? La razón te diría que esto no es un secreto
que deba ocultarse como si se tratase de un pecado. Pero ciertamente es un
error. No permitas que tu temor al pecado impida la corrección del error, pues
la atracción que ejerce la culpabilidad es solo miedo. He aquí la única emoción
que has inventado, independientemente de lo que aparente ser. He aquí la
emoción de los secretos, de los pensamientos privados y del cuerpo. He aquí la
emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de
diferencias y a la pérdida de la igualdad. He aquí la única emoción que te
mantiene en las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber
inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.
5. La visión se te concedió, junto con todo lo que puedes comprender. No
te resultará difícil comprender lo que esta visión te dice, pues todo el mundo
ve solo lo que cree ser. Y tú comprenderás lo que tu visión te muestre porque
es la verdad. Únicamente tu visión puede comunicarte lo que puedes ver. Te
llega directamente, sin necesidad de ninguna interpretación. Lo que necesita
interpretación tiene que ser algo ajeno a ti. Y un intérprete al que no
entiendes nunca podrá hacer que ello te resulte inteligible.
6. De todos los mensajes que has recibido y que no has entendido, solo
este curso está al alcance de tu entendimiento y puede ser entendido. Éste es
tu idioma. Aún no lo entiendes porque tu comunicación es todavía como la de un
bebé. No se puede dar credibilidad a los balbuceos de un bebé ni a lo que oye,
ya que los sonidos tienen un significado diferente para él, según la ocasión. Y
ni los sonidos que oye ni las cosas que ve son aún estables. Pero lo que oye y
todavía no comprende será algún día su lengua materna, a través de la cual se
comunicará con los que le rodean y ellos con él. Y esos seres extraños y
cambiantes que se mueven a su alrededor serán quienes lo consuelen, y él
reconocerá su hogar y los verá allí junto con él.
7. Así es como renace en cada relación santa la capacidad de comunicar
en vez de la de separar. Mas una relación santa, que apenas acaba de renacer de
una relación no santa, y que, sin embargo, es más antigua que la vieja ilusión
que acaba de reemplazar, es como un bebé que ahora renaciera. Pero con este
bebé se te devuelve la visión, ya que te hablará en un idioma que podrás
entender. Este bebé no se nutre de “aquello otro” que tú creías ser. No fue
dado ahí ni tampoco fue recibido por nada excepto por ti. Pues no es posible que
dos hermanos se puedan unir, salvo a través de Cristo, Cuya visión los ve como
uno.
8. Santo hermano mío, piensa en lo que se te ha dado. Este infante te
explicará lo que no entiendes y te lo presentará de una manera muy clara. Pues
su idioma no será una lengua extraña. Él no necesitará ningún intérprete para
comunicarse contigo, pues fuiste tú quien le enseñó lo que sabe debido a que tú
lo sabías. Él no habría podido acudir a nadie excepto a ti, nunca a “esa otra
cosa”. Donde Cristo ha entrado nadie está solo, pues Él nunca podría encontrar
Su morada entre los que creen estar separados. Mas Él tiene que renacer en Su
hogar de antaño—tan aparentemente nuevo y, sin embargo, tan inmemorial como
Él—como un pequeño recién llegado que depende de la santidad de tu relación
para sobrevivir.
9. Ten por seguro que Dios no puso a Su Hijo en manos de quien no es
digno de él. Solamente lo que es parte de Dios es digno de estar unido. Y es
imposible que nada que no sea parte de Él pueda unirse. La comunicación tiene
que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir
a través de sus cuerpos. ¿Qué es lo que los ha unido, entonces? La razón te
diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que
no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla.
No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan
dulcemente los unió. Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto
refugio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. Así se lo dijo la razón y
así lo creyó porque era la verdad.
10. He aquí la primera percepción directa que puedes construir. Y la
construyes a través de una conciencia que es más antigua que la percepción, y
que, sin embargo, renace en un instante. Pues ¿qué es el tiempo para lo que
siempre ha sido cómo es? Observa lo que ese instante trajo consigo: el
reconocimiento de que “esa otra cosa” que tú pensabas ser, era solo una
ilusión. Y la verdad brotó instantáneamente para mostrarte dónde se encuentra
tu Ser. Al negar las ilusiones invitas a la Verdad, pues al negarlas reconoces
que el miedo no significa nada. En el santo hogar donde el miedo es impotente
el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con ustedes que se
unieron para dejarlo entrar.
11. Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mismo, no
a lo que es diferente. Pues siempre se siente atraído hacia Sí Mismo. ¿Qué se
asemeja más a Él que una relación santa? Y lo que hace que tu hermano y tú os
sintáis mutuamente atraídos, es lo que hace que Cristo se sienta atraído hacia
ti. Ahí Su dulzura y Su benévola inocencia están a salvo del ataque. Y ahí Él
puede regresar con confianza, pues la fe que depositas en otro es la fe que
depositas en Él. No cabe duda de que estás en lo cierto al considerar a tu
hermano el hogar que Cristo ha elegido, pues al hacer eso ejerces tu voluntad
junto con la de Cristo y la de Su Padre. Esto es lo que la Voluntad de tu Padre
dispone para ti, y la tuya junto con la de Él. Y el que se siente atraído hacia
Cristo se siente atraído hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se
sienten atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido preparada
para Ellos a medida que la tierra se convierte en el Cielo.
II. La impecabilidad de
tu hermano
1. Lo opuesto a las ilusiones no es la desilusión, sino la verdad. Solo
para el ego, para el que la verdad no tiene significado, parecen ser las
ilusiones y la desilusión las únicas alternativas, y diferentes entre sí. Pero
en verdad son lo mismo. Ambas aportan el mismo cúmulo de sufrimiento, aunque
cada una parece ser la única manera de escaparse de la aflicción que la otra
ocasiona. Toda ilusión alberga dolor y sufrimiento entre los tenebrosos
pliegues de las pesadas vestiduras tras las que oculta su inexistencia. Sin
embargo, esas sombrías y pesadas vestiduras son las que cubren a aquellos que
van en pos de ilusiones y las que los mantienen ocultos del júbilo de la
verdad.
2. La verdad es lo opuesto a las ilusiones porque ofrece dicha. ¿Qué otra
cosa sino la dicha podría ser lo opuesto al sufrimiento? Abandonar un tipo de
sufrimiento e ir en busca de otro no es un escape. Cambiar una ilusión por otra
no es realmente un cambio. Tratar de encontrar felicidad en el sufrimiento es
una insensatez, pues, ¿cómo se iba a poder encontrar felicidad en el
sufrimiento? Lo único que se puede hacer en el tenebroso mundo del sufrimiento
es seleccionar algunos aspectos de él, verlos como si fueran diferentes y luego
definir la diferencia como felicidad. Percibir una diferencia donde no la hay,
no obstante, realmente no cambia nada.
3. Lo único que hacen las ilusiones es ocasionar culpa, sufrimiento,
enfermedad y muerte a sus creyentes. La forma en que las ilusiones se aceptan
es irrelevante. A los ojos de la razón, ninguna forma de sufrimiento se puede
confundir con la dicha. La dicha es eterna. Puedes estar completamente seguro
de que todo lo que aparenta ser felicidad y no es duradero es realmente miedo. La
dicha no se convierte en pesar, pues lo eterno no puede cambiar, pero el pesar
puede volverse dicha, pues el tiempo cede ante lo eterno. Únicamente lo eterno
permanece inmutable, pero todo lo que se encuentra en el tiempo puede cambiar
con el paso de éste. No obstante, para que el cambio sea real y no imaginado,
las ilusiones tienen que ceder ante la verdad y no ante otros sueños igualmente
irreales. Eso no sería diferente.
4. La razón te diría que la única manera de escaparte del sufrimiento
es reconociéndolo y tomando el camino opuesto. Toda verdad es lo mismo y todo
sufrimiento es lo mismo también, pero ambos son diferentes entre sí desde
cualquier punto de vista, en toda circunstancia y sin excepción. Creer que
puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es
diferente. Una sola ilusión que se atesore y se defienda contra la verdad,
priva a ésta de todo significado y le otorga realidad a las ilusiones. Tal es
el poder de las creencias, las cuales son incapaces de transigir. Y la fe en la
inocencia sería fe en el pecado si cualquiera de ellas excluyera un solo ser
vivo y le negara la bendición de su perdón.
5. Tanto la razón como el ego te dicen eso mismo, pero la
interpretación que hacen de ello es completamente diferente. El ego te asegura
ahora que es imposible que puedas ver a nadie libre de culpa. Y si esta manera
de ver es la única que puede liberarte de la culpa, entonces la creencia en el
pecado no puede sino ser eterna. Pero la razón ve eso de otro modo, pues la
razón ve que la fuente de una idea es lo que hace que ésta sea cierta o falsa. Esto
tiene que ser así, si la idea es semejante a su fuente. Por lo tanto—dice la
razón—si el propósito que se le asignó al Espíritu Santo fue ayudarte a escapar
de la culpa, y ese propósito le fue dado por Aquel para Quien nada que Su
Voluntad disponga es imposible, los medios para lograrlo tienen que ser más que
posibles. Tienen que existir y tú tienes que estar en posesión de ellos.
6. Ésta es una etapa crucial en este curso, pues en este punto tiene
que tener lugar una completa separación entre tú y el ego. Pues si ya dispones
de los medios para dejar que el propósito del Espíritu Santo se alcance, dichos
medios pueden utilizarse. A medida que los utilices, tu fe en ellos será cada
vez mayor. Para el ego, sin embargo, eso es imposible, y nadie emprende lo que
no ofrece ninguna esperanza de poderse lograr. Tú sabes que lo que la Voluntad
de tu Creador dispone es posible, pero aquello que inventaste no lo cree. Ahora
tienes que elegir entre ti y lo que es solo una ilusión de ti. No ambas cosas,
sino una sola. 8 No tiene objeto intentar eludir esta decisión. Hay que
tomarla. La fe y la creencia pueden inclinarse hacia cualquiera de esas dos
opciones, pero la razón te dice que el sufrimiento se encuentra únicamente en
una de ellas y la dicha en la otra.
7. No abandones a tu hermano ahora, pues ustedes que son lo mismo no
decidirán por separado ni de manera diferente. Se dan el uno al otro o bien
vida o bien muerte; son cada uno el salvador del otro o su juez, y se ofrecen
refugio o condenación. Este curso, o bien se creerá enteramente o bien no se
creerá en absoluto. Pues es completamente cierto o completamente falso, y no se
puede creer en él solo parcialmente. Y tú te escaparás enteramente del
sufrimiento o no te escaparás en absoluto. La razón te dirá que no hay un lugar
intermedio donde te puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la
felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno. Hasta que no elijas el
Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento.
8. No hay ninguna parte del Cielo de la que puedas apropiarte y tejer
ilusiones de ella. Ni hay una sola ilusión con la que puedas entrar en el
Cielo. Un salvador no puede ser un juez ni la misericordia puede ser
condenación. Y la visión no puede condenar, sino únicamente bendecir. Aquel Cuya función es salvar, salvará. Cómo lo
ha de lograr está más allá de tu entendimiento, pero cuándo lo va a hacer está
en tus manos. Pues el tiempo es una invención tuya y, por lo tanto, lo puedes
gobernar. No eres esclavo de él ni del mundo que fabricaste.
9. Examinemos más de cerca la ilusión de que lo que fabricaste tiene
el poder de esclavizar a su hacedor. Ésa es la misma creencia que dio lugar a
la separación. Es la idea insensata de que los pensamientos pueden abandonar la
mente del pensador, ser diferentes de ella y oponerse a ella. Si eso fuera
cierto, los pensamientos no serían extensiones de la mente, sino sus enemigos. Aquí
vemos nuevamente otra forma de la misma ilusión fundamental que ya hemos examinado
muchas veces con anterioridad. Solo si fuese posible que el Hijo de Dios
pudiera abandonar la Mente de su Padre, hacerse diferente y oponerse a Su
Voluntad, sería posible que el falso ser que inventó, y todo lo que éste
fabricó, fuesen su amo.
10. Contempla la gran proyección, pero no la mires con miedo, sino con
la determinación de que tiene que ser sanada. Nada que hayas fabricado tiene
poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador
y tener una voluntad que se oponga a la Suya. Pues solo si crees que Su Hijo
puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea
asimismo enemigo tuyo. Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que
Él sea diferente. Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha
sido al tuyo propio. ¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? ¿No son
buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substituido
a la Verdad?
11. Son solo tus pensamientos los que han sido imposibles. No puede
ser que la salvación sea imposible. 3 Pero sí es imposible ver a tu salvador
como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. No obstante, puedes reconocerlo
como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. Lo que Dios le confirió a tu
relación santa aún se encuentra en ella. Pues lo que Él le dio al Espíritu
Santo para que te lo diera, el Espíritu Santo te lo dio. ¿No querrías
contemplar al salvador que se te ha dado? ¿Y no intercambiarías con gratitud la
función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? Recibe de él
lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.
12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y
reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito
que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo
ama. ¡Cuán serena descansa en el tiempo y, sin embargo, más allá de él! a ¡Cuán
inmortal y, sin embargo, en la tierra! ¡Y cuán grande el poder que en ella
reside! El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que
sea. En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que algo se
encuentre separado. Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad.
Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y
desaparece. Pues Cristo ha renacido en su centro para iluminar Su morada con
una visión que pasa por alto al mundo. ¿No querrías que esa santa morada fuera
también la tuya? En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.
13. Lo único que necesitas hacer para morar ahí apaciblemente junto a
Cristo, es compartir Su visión. Su visión se le concede inmediatamente y de
todo corazón a todo aquel que esté dispuesto a ver a su hermano libre de
pecado. Y tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte
completamente de todos los efectos del pecado. ¿Te concederías a ti mismo un
perdón parcial? ¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente
a seguir sufriendo? El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó
para ti. Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele
que te conduzca hasta allí.
III. La razón y las
distintas formas del error
1. La introducción de la razón en el sistema de pensamiento del ego es
el comienzo de su des-hacimiento, pues la razón y el ego se contradicen entre
sí. Y no es posible que coexistan en tu conciencia, ya que el objetivo de la
razón es hacer que todo esté claro y, por ende, que sea obvio. La razón es algo
que tú puedes ver. Esto no es simplemente un juego de palabras, pues ahí da
comienzo una visión que tiene sentido. La visión es literalmente sentido. Dado
que no es lo que el cuerpo ve, la visión no puede sino ser comprendida, pues es
inequívoca, y lo que es obvio no es ambiguo. Por lo tanto, puede ser
comprendido. Ahí la razón y el ego se separan, y cada uno sigue su camino.
2. Lo que le permite al ego seguir existiendo es su creencia de que tú
no puedes aprender este curso. Si compartes con él esa creencia, la razón será
incapaz de ver tus errores y despejar el camino hacia su corrección. Pues la
razón ve más allá de los errores y te dice que lo que pensabas que era real no
lo es. La razón puede reconocer la diferencia entre el pecado y el error porque
desea la corrección. Te dice, por lo tanto, que lo que pensabas que era
incorregible puede ser corregido y que, por consiguiente, tuvo que haber sido
un error. La oposición del ego a la corrección conduce a su creencia fija en el
pecado y a desentenderse de los errores. No ve nada que pueda ser corregido. El ego,
por lo tanto, condena y la razón salva.
3. La razón de por sí no es la salvación, pero despeja el camino para
la paz y te conduce a un estado mental en el que se te puede conceder. El
pecado es un obstáculo que se alza como un formidable portón—cerrado con
candado y sin llave—en medio del camino hacia la paz. Nadie que lo contemplase
sin la ayuda de la razón osaría traspasarlo. Los ojos del cuerpo lo ven como si
fuera de granito sólido y de un espesor tal que sería una locura intentar atravesarlo.
La razón, en cambio, ve fácilmente a través de él, puesto que es un error. La
forma que adopta no puede ocultar su vacuidad de los ojos de la razón.
4. La forma del error es lo único que atrae al ego. No trata de ver si
esa forma de error tiene significado o no, pues es incapaz de reconocer
significados. Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación,
un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado
que éste le aportaría. Sin embargo, cualquier error, sea cual sea su forma,
puede ser corregido. El pecado no es sino un error expresado en una forma que
el ego venera. El ego quiere conservar todos los errores y convertirlos en
pecados. Pues en eso se basa su propia estabilidad, la pesada ancla que ha
echado sobre el mundo cambiante que él fabricó; la roca sobre la que se edificó
su iglesia y donde sus seguidores están condenados a sus cuerpos, al creer que
la libertad del cuerpo es la suya propia.
5. La razón te diría que no es la forma que adopta el error lo que hace
que sea una equivocación. Si lo que la forma oculta es un error, la forma no
puede impedir su corrección. Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No
pueden ver más allá de aquello para cuya contemplación fueron fabricados. Y
fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. Su
percepción es ciertamente extraña, pues solo pueden ver ilusiones, al no poder
ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa
de lo que no es nada. Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de
todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es
absolutamente real. Mas ¿cómo va a poder
ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de
un sólido muro se tratase? Está restringida por la forma, habiendo sido
concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.
6. Esos ojos, hechos para no
ver, jamás podrán ver. Pues la idea que representan nunca se separó de su
hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. ¿Qué otro objetivo tenía
su hacedor, salvo el de no ver? Para tal fin, los ojos del cuerpo son los
medios perfectos, pero no para ver. Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan
en lo exterior sin poder ir más allá de ello. Observa cómo se detienen ante lo
que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra tras la
forma. Nada es tan cegador como la percepción de la forma. Pues ver la forma
significa que el entendimiento ha quedado velado.
7. Solo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan
engañar. Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. Y no puede ser la
realidad precisamente porque puede cambiar. La razón te diría que si la forma
no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver
porque no existe. Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que
no puede ser real como si lo fuera. Lo que no puede ver más allá de lo que no
existe no puede sino ser una percepción distorsionada, y no puede por menos que
percibir a las ilusiones como si fueran la Verdad. ¿Cómo iba a poder, entonces,
reconocer la Verdad?
8. No permitas que la forma de sus errores te aleje de aquel cuya santidad
es la tuya. No permitas que la visión de su santidad, que te mostraría tu
perdón, quede oculta tras lo que ven los ojos del cuerpo. No permitas que la
conciencia que tienes de tu hermano se vea obstruida por tu percepción de sus
pecados y de su cuerpo. ¿Qué hay en él que quisieras atacar, excepto lo que
asocias con su cuerpo, el cual crees que puede pecar? Más allá de sus errores
se encuentra su santidad junto con tu salvación. No le diste su santidad, sino
que trataste de ver tus pecados en él para tú salvarte. Sin embargo, su
santidad es tu perdón. ¿Cómo ibas a poder salvarte si haces de aquel cuya
santidad es tu salvación un pecador?
9. Una relación santa, por muy recién nacida que sea, tiene que
valorar la santidad por encima de todo. Cualquier valor profano producirá
confusión, y lo hará en la conciencia. En las relaciones no santas se le
atribuye valor a cada uno de los individuos que la componen, ya que cada uno de
ellos parece justificar los pecados del otro. Cada uno ve en el otro aquello
que lo incita a pecar en contra de su voluntad. De esta manera, cada uno le
atribuye sus pecados al otro, y se siente atraído hacia él para poder
perpetuarlos. Y así, ninguno de ellos puede ver que él mismo es el causante de
sus propios pecados al desear que el pecado sea real. La razón, en cambio, ve
una relación santa como lo que realmente es: un estado mental común, donde
ambos gustosamente le entregan sus errores a la Corrección, de manera que los
dos puedan ser felizmente sanados cual uno solo.
La bifurcación del camino
1. Cuando llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta
evidente, no puedes seguir adelante. Tienes que decidirte por uno de los dos
caminos, pues si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a
este punto, no llegarás a ninguna parte. El único propósito de llegar hasta
aquí fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. El trayecto que te
condujo hasta aquí ya no importa. Ya no tiene ninguna utilidad. Nadie que haya
llegado hasta aquí puede decidir equivocadamente, pero sí puede demorarse. Y no
hay momento de la jornada más frustrante y desalentador, que aquel en el que te
detienes ahí donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo
seguir.
2. Son solo los primeros pasos por el camino recto los que parecen
difíciles, pues tu decisión ya está tomada, si bien puede que aún creas que
puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. Pero no es así. Ninguna
decisión que se haya tomado y que cuente con el respaldo del Poder del Cielo
puede ser revocada. Tu camino ya se decidió. Si reconoces esto no habrá nada
que no se te diga.
3. Y así, tú y tu hermano se encuentran ahí en ese santo lugar,
ante el velo de pecado que pende entre ustedes y la faz de Cristo. Dejen que
sea descorrido! ¡Descórranlo juntos! Pues es solo un velo lo que se
interpone entre ustedes. Por separado, cada uno de ustedes lo verán como un
sólido muro y no se darán cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora
los separa. Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e
incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a ustedes. Piensa en lo que les
espera después: el Amor de Cristo iluminará sus rostros e irradiará desde ellos
a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. Y desde este santo lugar Él
regresará con ustedes, sin irse de él y sin abandonarlos. Se convertirán en Sus
mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.
4. ¡Piensen en la hermosura que verán, ustedes que caminan a Su
lado! ¡Y piensen cuán bello les parecerá el otro! ¡Cuán felices se sentirán de
estar juntos después de una jornada tan larga y solitaria en la que caminaban
por separado! Las puertas del Cielo, francas ya para ustedes, las abrirán ahora
para los que aún sufren. Y nadie que mire al Cristo en ustedes dejará de
regocijarse. ¡Qué bello es el panorama que vieron más allá del velo y que ahora
portarán para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están tan
extenuados como una vez lo estuvieron ustedes! ¡Cuán agradecidos
estarán de veros llegar y ofrecer el perdón de Cristo para desvanecer así la fe
que ellos aún tienen en el pecado!
5. Cualquier error que cometas, el otro ya lo habrá corregido
tiernamente por ti. Pues para él tu hermosura es su salvación y procura
protegerla de cualquier daño. Y cada uno será para el otro su firme defensor
contra todo lo que parezca surgir para separarlos. Y así caminaran por el mundo
conmigo, pues tengo un mensaje que aún no se ha llevado a todos. Y ustedes
están aquí para permitir que se reciba. La oferta de Dios todavía sigue en pie,
pero aguarda aceptación. Se recibe de ustedes que la han aceptado. En sus manos
unidas se deposita confiadamente, pues ustedes que la comparten se han
convertido en sus devotos guardianes y protectores.
6. A todos aquellos que comparten el Amor de Dios se les concede
la gracia de ser los dadores de lo que han recibido. Y así aprenden que es suyo
para siempre. Todas las barreras desaparecen ante su llegada, de la misma
manera en que cada obstáculo que antes parecía bloquear su camino quedó
finalmente superado. Ese velo que tú y tu hermano descorran juntos
les abre el camino a la verdad y se lo abre también a otros. Los que
permiten que se les libere de las ilusiones de sus mentes son los salvadores de
este mundo, y caminan por él con su Redentor, llevando Su mensaje de esperanza,
libertad y emancipación del sufrimiento a todo aquel que necesite un milagro
para salvarse.
7. ¡Qué fácil es ofrecer este milagro a todos! Nadie que lo haya
recibido tendría dificultad alguna en darlo. Pues al recibirlo
aprendió que no se le daba solamente a él. Tal es la función de una
relación santa: que reciban juntos y que den tal como
reciban. Cuando se está ante el velo, esto todavía parece
difícil. Pero si extienden sus manos unidas y tocan eso que parece
un denso muro, notarán con cuánta facilidad se deslizan sus dedos a través de
su insubstancialidad. Ese muro no es sólido en absoluto. Y es solo una ilusión
lo que se interpone entre tú y tu hermano y el santo Ser que comparten.
V. La debilidad y la
indefensión
1. ¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de
la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan
dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la
realidad. Las ilusiones se oponen a lo que no puede sino ser verdad. La
oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada.
Lo que simplemente es no necesita defensa ni ofrece ninguna. Solo las ilusiones
necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer
el camino de la verdad cuando la debilidad es el único obstáculo? Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas
nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te
debilitará.
2. Examina para qué desea las defensas el ego y verás que siempre es
para justificar lo que va en contra de la Verdad, lo que se esfuma en presencia
de la razón y lo que no tiene sentido. ¿Puede esto acaso estar justificado? ¿Qué
otra cosa podría ser sino una invitación a la demencia para que te salve de la
Verdad? ¿Y de qué se te salvaría sino de lo que temes? La creencia en el pecado
requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. Es preciso combatir y
sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. Pues el pecado está tallado
en un bloque que fue arrancado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y
tú.
3. Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? La paz
sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. Date cuenta de que tanto los
medios como aquello de lo que se componen los sueños perversos no significan
nada. En realidad, tu hermano y tú estáis unidos y no hay nada que se
interponga entre vosotros. Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría
separar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? Es de tu Padre de
Quien te quieres defender. Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el Amor.
Dios descansa contigo serenamente, sin defensas y en total mansedumbre, pues solo
en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. Ahí la debilidad no tiene
cabida porque ahí no hay ataque y, por ende, no hay ilusiones. El amor descansa
en la certeza. Solo la incertidumbre se defiende. Y toda incertidumbre no es
otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo.
4. ¡Cuán débil es el miedo! a ¡Cuán ínfimo e insensato! ¡Cuán
insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha
unido! Tal es tu “enemigo”: un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al
universo. ¿Qué probabilidades tiene de
ganar? ¿Sería acaso difícil ignorar sus
débiles chillidos que pregonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de
alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los
corazones del universo? ¿Qué es más fuerte,
ese ratoncillo o todo lo que Dios creó? No es ese ratón lo que te une a tu hermano,
sino la Voluntad de Dios. ¿Y podría un ratón traicionar a quienes Dios ha
unido?
5. ¡Si tan solo reconocierais lo poco que se interpone entre ustedes y
la conciencia de su unión! No se dejen engañar por la ilusión de tamaño,
espesor, peso, solidez y firmeza de cimientos que presenta. Es verdad que para
los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como
una montaña. Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede
resistir. Este cuerpo tan solo parece ser inamovible, pero esa Fuerza es
realmente irresistible. ¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? ¿Se puede
seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo
que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?
6. Nunca te olvides de que cuando
sientes surgir la necesidad de defenderte de algo es que te has identificado a
ti mismo con una ilusión. Consecuentemente, crees ser débil porque estás solo. Ése es el costo de todas las ilusiones. No hay
ninguna que no esté basada en la creencia de que estás separado; ninguna que no
parezca interponerse, densa, sólida e inamovible, entre tu hermano y tú; 6 ni
ninguna que la verdad no pueda pasar por alto felizmente y con tal facilidad,
que tienes que quedar convencido de que no es nada, a pesar de lo que pensabas
que era. Si perdonas a tu hermano, esto
es lo que inevitablemente sucederá. Pues
es tu renuencia a pasar por alto aquello que parece interponerse entre vosotros
lo que hace que parezca impenetrable y lo que defiende la ilusión de su
inamovilidad.
VI. La luz de la
relación santa
1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? ¿Cuál de ellos es tu objetivo? Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al
otro como un fin. Y uno de ellos tiene
que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir
la suya propia. Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el
valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se
reconoce que ya no tienen función alguna. Todo aquel que anhela la libertad
tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que
puede hallarla. Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de
la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro
como medio para encontrarla.
2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como
un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para alcanzarla. Pero
dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servicio
de las ilusiones. Esta situación es tan contradictoria e imposible que
cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. Mas aun en esta
confusión—tan profunda que es indescriptible—el Espíritu Santo espera
pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. Él
sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto
como el Amor se ama a Sí Mismo.
3. No te intranquilices pensando cómo puede el Espíritu Santo
intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que Dios ama y
quiere que sean libres para siempre. En lugar de ello, siéntete agradecido de
poder ser el medio para lograr Su objetivo. Éste es el único servicio que
conduce a la libertad. Para lograr este fin hay que percibir al cuerpo libre de
pecado porque lo que se busca es la impecabilidad. La falta de contradicción
permite que la transición de medios a fin sea tan fácil como lo es el
intercambio del odio por la gratitud ante los ojos que perdonan. Os
santificaréis el uno al otro al usar el cuerpo solo en beneficio de la
impecabilidad. Y os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis
sanar.
4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y
resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el
firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para
llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para
llevar a cabo el tuyo. No usará
indebidamente nada que se le confíe ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta
santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú podéis ser útiles por
separado en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la
curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde
aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque
vuestras voluntades se han unido.
5. Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la
razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente:
“Eso fue un error”. Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación
corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán
bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a
ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la luz eterna que
traes contigo, resplandece sobre ti. Los
medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores
de amor.
6. Criatura de la paz, la luz ha descendido sobre ti. No reconoces la luz que traes contigo, pero la
recordarás. ¿Quién podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los
demás? ¿Y quién dejaría de reconocer el
regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? El
amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. Tú
que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo
lo que es eterno. Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho
tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. Y ninguna ilusión puede perturbar la paz de
una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.
7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto perdón, del que
no se haya excluido ningún error ni nada se mantiene oculto, ¿qué error podría
haber en cualquier parte que tú no pudieras pasar por alto? ¿Qué tipo de
sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? ¿Y qué
ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar
completamente impávido? Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos
que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya
porque la sirven. Y la sirven de buen
grado. ¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?
8. Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será
liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un
agresor. Mediante esta liberación se
libera el mundo. Éste es tu papel en la consecución de la paz. Pues has
preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. No intentes
cambiarla ni substituirla por ninguna otra. Pues ésa fue la única función que
se te dio. Acepta solo esta función y
sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que
le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los
concederá allí donde han de ser recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará
cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o buena
voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará
desapercibida a Él.
9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu
Padre ama sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del
Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello
que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda
usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para
siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente
en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los
regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el
poder que Dios le ha conferido a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial
de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama
luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; más bien mira más allá
de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por
Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces
sonrisas de fe y de confianza con las que lo bendices.
10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. Y es solo la
arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. ¿Crees acaso que la Voluntad de Dios es
impotente? ¿Es a eso a lo que llamas
humildad? No te das cuenta de lo que
esta creencia ha ocasionado. Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil
de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuertes que tú.
Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada
la pesada ancla que parece mantener vigente, inamovible y sólido como una roca
el temor a Dios. Y mientras esa creencia
perdure, así parecerá ser.
11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? ¿Cómo
iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su
Padre también lo fuese? ¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación
que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? Por eso es por lo que
el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. No te percatas de que ésa ha
sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. Y no
puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. Pues parece menos
arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al Gran Creador del
universo, Cuyo Poder conoces.
12. Si fueras uno con Dios y reconocieras esa unidad, sabrías que Su
Poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque,
de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque
no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es
si tú y tu hermano estuvieran realmente separados el uno del otro, y todo el
mundo estuviera separado del Creador. Pues solo entonces sería posible atacar
una parte de la Creación sin atacarla a toda Ella; atacar al Hijo sin atacar al
Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro
sienta dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde
reside su valor sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es
ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el
universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuera porque para poder
verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor
pudiera atacar y volverse temible.
13. Solo los que son diferentes pueden atacar. Y de ahí deduces que
porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. Sin embargo, el
Espíritu Santo explica esto de otra manera. No puedes atacar precisamente
porque no eres diferente de tu hermano. Cualquiera de esas dos posturas es una
conclusión lógica. Cualquiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. La
única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es
verdad, es si en realidad eres diferente de tu hermano. Desde el punto de vista
de lo que entiendes parece que lo eres y, por lo tanto, que puedes atacar. De
ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. Por
eso es necesario que tengas otras experiencias más afines a la verdad, para
enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.
14. Ésa es la función de tu
relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará
con él. ¿Qué puede querer decir esto sino que tu mente y la mente de tu hermano
son una? No veas con temor este feliz
hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo
hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un
reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. Entre las mentes
amorosas no hay separación. Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda
felicidad a la otra porque es la misma mente. La dicha es ilimitada porque cada pensamiento
de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. En él no tienen cabida las diferencias, pues
todo pensamiento es como él mismo.
15. La luz que los une brilla a través del universo, y puesto que los
une, hace que sean uno con su Creador. Y en Él converge toda la Creación. ¿Lamentarías
no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder
del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? No intentes
conservar un poco del ego junto con este regalo. Pues se te dio para que lo
usaras, no para que lo ocultases. Aquello que te enseña que no se pueden
separar niega al ego. Deja que la verdad decida si tú y tu hermano son
diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es
verdad.
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