Capítulo 10
LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD
Introducción
1. Nada externo a ti puede hacerte temer o amar
porque no hay nada externo a ti. Tanto el tiempo como la eternidad se
encuentran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente
como un medio para recuperar la eternidad. No podrás hacer esto mientras sigas
creyendo que la causa de cualquier cosa que te esté ocurriendo se encuentra en
factores externos a ti. Tienes que aprender que el tiempo solo existe para que
hagas uso de él y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabilidad.
Puedes violar las Leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes eludirlas.
Fueron promulgadas para tu protección y son tan inviolables como tu
seguridad.
2. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a
excepción de ti existe, pues formas parte de Él. ¿Qué puede existir excepto Él?
Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. Tus
creaciones, al igual que tú, representan una aportación para Él, pero ni tú ni ellas
le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. ¿Qué otra
cosa puede trastornarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si
tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? Tu santa mente determina
todo lo que te ocurre. La respuesta que das a todo lo que percibes depende de
ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.
3. Dios no cambia de parecer con respecto a ti,
pues no duda de Sí Mismo. Y lo que conoce se puede conocer porque no se lo
reserva solo para Sí. Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para
ti mismo a fin de que fueras como Él. Por eso es por lo que tu mente es santa.
¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? ¿Qué podría haber,
entonces, que fuese más grande que tu voluntad? Nada externo a tu voluntad te
puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. Cree esto, y te darás
cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. Cuando tu paz interior se vea
amenazada por algo, pregúntate: “¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a
mí?” Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a
cambiar de parecer con respecto a ti mismo. Dios nunca decidirá contra ti, pues
si lo hiciera, estaría decidiendo contra Sí Mismo.
I. En Dios estás en tu hogar
1. No conoces tus creaciones simplemente porque
mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible
atacar lo que has creado. Pero recuerda que a Dios le resulta igualmente
imposible. La Ley de la Creación consiste en que ames a tus creaciones como a
ti mismo porque forman parte de ti. Todo lo que fue creado se encuentra, por lo
tanto, perfectamente a salvo porque las Leyes de Dios lo protege con Su Amor.
Cualquier parte de tu mente que desconozca esto se ha desterrado a sí misma del
Conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. ¿Quién sino tú pudo haber
hecho eso? Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu
entendimiento de que tu destierro es algo ajeno a Dios y, por lo tanto, no es
verdad.
2. En Dios estás en tu hogar, soñando con el
exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad. ¿Deseas
realmente hacerlo? Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo
consideras real mientras duermes. Mas en el instante en que te despiertas te
das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había
ocurrido. Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo
que despiertas fueron violadas mientras dormías. ¿No será que simplemente pasaste
de un sueño a otro sin haber despertado realmente?
3. ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en
dos sueños conflictivos o simplemente los descartarías si descubrieras que la
realidad no coincide con ninguno de ellos? No recuerdas estar despierto. Cuando
oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que
es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. Mas cuando lo
recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. Lo que es posible no se
ha logrado todavía. Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es
eterno. Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno y, por lo tanto,
que se encuentra aquí ahora.
4. Recordarás todo en el instante en que lo desees
de todo corazón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá
dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu
mente a tu Creador y a tus creaciones. Al conocerlos, ya no tendrás deseos de
dormir, sino solo de despertar y regocijarte. Soñar será imposible porque solo
desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.
II. La decisión de olvidar
1. A menos que primero conozcas algo no puedes
disociarte de ello. El Conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación,
de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. Lo que se ha
olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un
ataque contra la verdad. Sientes miedo porque la has olvidado. Y has
reemplazado tu conocimiento por una conciencia de sueños, ya que tienes miedo
de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. Cuando aceptas
aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible.
2. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la
realidad trae consigo algo más que una mera ausencia de miedo. En esa decisión
radica la dicha, la paz y la gloria de la Creación. Ofrécele al Espíritu Santo
únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado
para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y solo espera a que lo aceptes.
Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese
recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. Su Voz te dirá que eres parte
de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer tu realidad nuevamente.
No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese
recordar radica el conocimiento de ti mismo.
3. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo
que ya se encuentra allí. No eres el autor de aquello que recuerdas, sino que
sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido
rechazado. La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es el equivalente
perceptual de lo que en el Reino es crear. Dios cumplirá con Su cometido si tú
cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de
la percepción por el Conocimiento. Nada está más allá de lo que Su Voluntad
dispone para ti. Pero expresa tu deseo de recordarle, y ¡Oh maravilla! Él te
dará todo solo con que se lo pidas.
4. Cuando atacas te estás negando a ti mismo. Y te
estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. Tu negación de la
realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa
en su lugar. Si entendieras que esto siempre constituye un ataque
contra la verdad, y que Dios es la Verdad, comprenderías por qué esto siempre
da miedo. Si además reconocieras que formas parte de Dios, entenderías por qué
razón siempre te atacas a ti mismo primero.
5. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. No
puede ser otra cosa. Al proceder de tu propia decisión de no ser Quien eres, es
un ataque contra tu Identidad. Atacar es, por lo tanto, la manera en que
pierdes conciencia de tu Identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de
que has olvidado Quién eres. Y si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no
te estás acordando de Él. Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que
tú estás eligiendo deliberadamente no recordarlo.
6. Si te dieras cuenta de los estragos que esto le
ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. La
tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas.
De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quieres no es paz mental sino
otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa debe ser.
Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, solo con
que lo observes. Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta
contra Dios y Su Reino. Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo
de recordarle.
III. El dios de la enfermedad
1. No has atacado a Dios y ciertamente lo amas.
¿Puedes acaso cambiar tu realidad? Nadie puede disponer su propia destrucción.
Cuando piensas que te estás atacando a ti mismo, es señal evidente de que odias
lo que crees ser. Eso, y solo eso, es lo único que puedes atacar. Lo que crees
ser puede ser muy odioso, y lo que esta extraña imagen te lleva a hacer puede
ser muy destructivo. Mas la destrucción no es más real que la imagen, si bien
los que inventan ídolos ciertamente los veneran. Los ídolos no son
nada, pero sus adoradores son los Hijos enfermos de Dios. Dios desea verlos
libres de sus enfermedades y de vuelta en Su Mente. No limitará en
modo alguno el poder que tienes de ayudarlos, puesto que te lo dio. No tengas
miedo de ese poder, pues es tu salvación.
2. ¿Qué consuelo puede haber para los Hijos
enfermos de Dios, salvo Su Poder a través de ti? Recuerda que no importa en qué
parte de la Filiación se Le acepte, Él siempre es aceptado por todos, y cuando
tu mente Lo recibe, Su recuerdo despierta en toda la Filiación. Sana a tus
hermanos aceptando simplemente a Dios por ellos. Vuestras mentes no están
separadas, y Dios tiene solamente un canal para sanar porque solo tiene un
Hijo. El único nexo de comunicación que le queda a Dios con Sus Hijos los une a
todos ellos entre sí, y a todos ellos con Él. Ser consciente de esto es
sanarlos, ya que es la conciencia de que ninguno de ellos está separado y, por
ende, ninguno está enfermo.
3. Creer que un Hijo de Dios puede estar enfermo es
creer que parte de Dios puede sufrir. El amor no puede sufrir porque no puede
atacar. Recordar el amor, por lo tanto, trae consigo invulnerabilidad. No te
pongas de parte de la enfermedad en presencia de un Hijo de Dios aunque él crea
en ella, pues tu aceptación de que Dios reside en él da testimonio del Amor de
Dios que él ha olvidado. Tu reconocimiento de que él forma parte de Dios le
recuerda la verdad acerca de sí mismo, que él está
negando. ¿Reforzarías aún más su negación de Dios, perdiéndote así
de vista a ti mismo? ¿O le recordarías su plenitud y te acordarías de tu
Creador con él?
4. Creer que un Hijo de Dios está enfermo es adorar
al mismo ídolo que él adora. Dios creó el amor, no la idolatría. Todas las
formas de idolatría son caricaturas de la Creación, y las enseñan mentes
enfermizas que están demasiado divididas como para poder saber que la Creación
comparte el poder y nunca lo usurpa. La enfermedad es idolatría porque es la
creencia de que se te puede desposeer de tu poder. Esto, no obstante, es
imposible porque formas parte de Dios, que es todo poder. Un dios enfermo no
puede por menos que ser un ídolo, hecho a imagen y semejanza de lo que su
hacedor cree ser. Y esto es exactamente lo que el ego percibe en un Hijo de
Dios: un dios enfermo, auto-creado, autosuficiente, sumamente perverso y
extremadamente vulnerable. ¿Es éste el ídolo que quieres adorar? ¿Es ésta la
imagen para salvar la cual te mantienes alerta? ¿Tienes realmente miedo de
perder esto?
5. Examina con calma la conclusión lógica del
sistema de pensamiento del ego y determina si lo que te ofrece es realmente lo
que deseas, pues eso es lo que te ofrece. Para obtenerlo estás dispuesto a
atacar la Divinidad de tus hermanos y así perder de vista la tuya. Y estás
dispuesto a mantenerla oculta para proteger un ídolo que crees que te salvará
de los peligros que él representa, pero que no existen.
6. En el Reino no hay idólatras, sino un gran
aprecio por todo lo que Dios creó, debido al sereno conocimiento de que cada
ser forma parte de Él. El Hijo de Dios no sabe de ídolos, pero sí sabe Quién es
su Padre. En este mundo la salud es el equivalente de lo que en el Cielo es la
valía. No es mi mérito lo que te aporto, sino mi amor, pues tú no te consideras
valioso. Cuando no te consideras valioso enfermas, pero la valía que te
adjudico puede curarte porque la valía del Hijo de Dios es una y la misma.
Cuando dije: “Mi paz os doy”, eso es exactamente lo que quise
decir. La paz te llega de parte de Dios por mediación
mía. Es para ti aunque tú no la pidas.
7. Cuando un hermano está enfermo es porque no está
pidiendo paz y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. Aceptar la paz es
negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión. Todo Hijo de Dios, no
obstante, tiene el poder de negar lo ilusorio en cualquier parte del Reino
simplemente negándolo completamente en sí mismo. Yo puedo curarte porque te
conozco. Conozco tu valía por ti, y esta valía es lo que te hace íntegro. Una
mente íntegra no es idólatra ni sabe de leyes conflictivas. Te curaré
simplemente porque solo tengo un mensaje y ese mensaje es verdad. Tu fe en él
te hará íntegro cuando tengas fe en mí.
8. No recurro a engaños para difundir el mensaje de
Dios, y aprenderás esto a medida que aprendas que siempre recibes en la misma
medida en que aceptas. Podrías aceptar paz ahora mismo por todo el
mundo, y así liberarlos completamente de sus ilusiones, pues has oído Su Voz.
Pero no antepongas otros dioses a Él o no podrás oír. Dios no tiene celos de
los dioses que inventaste, pero tú sí. Quieres conservarlos y
servirles porque crees que ellos te hicieron a ti. Crees que son tu padre
porque estás proyectando sobre ellos el pavoroso hecho de que los inventaste
para reemplazar a Dios. Y cuando parezcan hablarte recuerda que nada puede
reemplazar a Dios, y que todos los substitutos con los que lo has intentado
suplantar no son nada.
9. Dicho llanamente, pues, puede que creas que
tienes miedo de la nada, pero en realidad tienes miedo de lo que no es nada. Y
al darte cuenta de esto sanas. Oirás al dios al que prestes
atención. Inventaste al dios de la enfermedad, y al inventarlo te capacitaste
para oírle. No obstante, no lo creaste, pues él no es la Voluntad del Padre.
Por lo tanto, no es eterno, y quedará des-hecho en el instante en que indiques
que estás dispuesto a aceptar solamente lo eterno.
10. Si Dios no tiene más que un solo Hijo, no puede
haber más que un solo Dios. Compartes la realidad con Él porque la realidad no
está dividida. Anteponer otros dioses a Él es anteponer otras imágenes a ti
mismo. No te das cuenta de cuánto caso haces a tus dioses y de cuán alerta te mantienes
en defensa de ellos. No obstante, existen únicamente porque tú los honras.
Honra solo lo que es digno de ser honrado y tendrás paz. La paz es el legado de
tu verdadero padre. No puedes engendrar a tu Padre, y el falso padre que
inventaste no te procreó a ti. Las ilusiones no son dignas de ser honradas
porque al honrarlas no estás honrando nada. No obstante, tampoco
deben temerse, pues lo que no es nada no puede ser temible. Has elegido tener
miedo del amor por razón de su perfecta mansedumbre, y debido a ese miedo has
estado dispuesto a renunciar a la perfecta capacidad que tienes de ser útil y a
la perfecta Ayuda de la que dispones.
11. Únicamente en el Altar de Dios podrás encontrar
paz. Y este Altar está en ti porque Dios lo puso ahí. Su Voz todavía te llama a
retornar, y la oirás cuando dejes de anteponer otros dioses a Él. Puedes
renunciar al dios de la enfermedad por tus hermanos; de hecho, eso es lo que
tendrás que hacer si renuncias a él tú mismo. Pues si ves al dios de la
enfermedad en alguna parte, lo has aceptado. Y si lo has aceptado, te postrarás
ante él y lo adorarás porque fue concebido para reemplazar a Dios. Él es la
creencia de que puedes elegir qué dios es real. Si bien está claro que esto no
tiene nada que ver con la realidad, está igualmente claro que tiene mucho que
ver con la realidad tal como tú la percibes.
IV. El fin de la enfermedad
1. Toda magia es un intento de reconciliar lo
irreconciliable. Toda religión es el reconocimiento de que lo irreconciliable
no puede ser reconciliado. La enfermedad y la perfección son irreconciliables.
Si Dios te creó perfecto, eres perfecto. Si crees que puedes estar enfermo, has
antepuesto otros dioses a Él. Dios no está en guerra con el dios de la
enfermedad que inventaste, pero tú sí. Este dios es el símbolo de tu decisión
de oponerte a Dios, y tienes miedo de él porque no se le puede reconciliar con
la Voluntad de Dios. Si lo atacas, harás que sea real para ti. Pero si te
niegas a adorarlo, sea cual sea la forma en que se presente ante ti o el lugar
donde creas verlo, desaparecerá en la nada de dónde provino.
2. La realidad solo puede alborear en una mente
despejada. La realidad está siempre ahí, ante ti, lista para ser aceptada, pero
para aceptarla tienes que primero estar dispuesto a tenerla. Conocer
la realidad requiere que uno esté dispuesto a juzgar la irrealidad como lo que
es. Pasar por alto lo que no es nada es simplemente juzgarlo
acertadamente, y mediante tu capacidad para evaluarlo correctamente, permitir
que desaparezca. El Conocimiento no puede alborear en una mente llena de
ilusiones porque la verdad y las ilusiones son irreconciliables. La verdad es
íntegra y no puede ser conocida solo por una parte de la mente.
3. No se puede percibir a la Filiación como
parcialmente enferma porque percibirla de esa manera es no percibirla en
absoluto. Si la Filiación es una, es una desde cualquier punto de vista. La
unidad no puede ser dividida. Si percibes otros dioses significa que tu mente
está dividida, y no podrás limitar dicha división porque ello es señal de que
has separado parte de tu mente de la Voluntad de Dios. Esto quiere decir que tu
mente está fuera de control. Estar fuera de control significa que se ha perdido
la razón, y en ese caso la mente se vuelve irracional. Al definir erróneamente
a la mente, la percibes como algo que funciona erróneamente.
4. Las Leyes de Dios mantendrán a tu mente en paz
porque la paz es Su Voluntad, y Sus Leyes se promulgaron para sustentarla. Sus
Leyes son las leyes de la libertad, mas las tuyas son las del cautiverio.
Puesto que la libertad y el cautiverio son irreconciliables, sus respectivas
leyes no se pueden entender simultáneamente. Las Leyes de Dios operan
exclusivamente para tu bien, y no hay más leyes que las Suyas. Lo
demás no está regido por ninguna ley y es, por lo tanto,
caótico. Dios Mismo, no obstante, ha protegido todo lo que creó
mediante Sus Leyes. No existe nada que no esté regido por ellas. “Las leyes del
caos” es una expresión que no tiene sentido. La Creación acata las Leyes de
Dios perfectamente, y lo caótico carece de significado porque Él no forma parte
de ello. Le has “dado” tu paz a los dioses que inventaste, pero
ellos no pueden aceptarla, pues no están ahí y tú no puedes dársela.
5. No eres libre de renunciar a la libertad; solo
de negarla. No puedes hacer lo que Dios no dispuso porque lo que Él no dispuso
no puede tener lugar. Tus dioses no son los causantes del caos; tú les
adjudicas el caos y luego lo aceptas de ellos. Nada de esto ha tenido lugar
jamás. Nada, excepto las Leyes de Dios, ha existido jamás, y nada, excepto Su
Voluntad, existirá jamás. Fuiste creado mediante Sus Leyes y por Su Voluntad, y
el modo en que fuiste creado te estableció como creador. Lo que has inventado
es tan indigno de ti que lo repudiarías solo con que estuvieras dispuesto a
verlo tal como es. En ese caso no verías nada en absoluto. Y tu visión
automáticamente se dirigiría más allá de ello hacia lo que se encuentra en ti y
a tu alrededor. La realidad no puede salvar las obstrucciones que
pones ante ella, mas te envolverá completamente cuando desistas de ellas.
6. Una vez que se ha experimentado la protección de
Dios, inventar ídolos se vuelve inconcebible. En la Mente de Dios no hay
imágenes extrañas, y lo que no está en Su Mente no puede estar en la tuya
porque tú tienes una sola mente y esa mente le pertenece a Él. Es tuya
precisamente porque le pertenece a Él, ya que para Él ser propietario de algo
equivale a compartirlo. Y si esto es así para Él, también lo es para ti. Sus definiciones
son Sus Leyes, pues mediante ellas estableció el universo tal como éste es. Los
falsos dioses que tratas de interponer entre tu realidad y tú no afectan a la
verdad en absoluto. Tuya es la paz porque Dios te creó. Y Él no creó nada más.
7. Un milagro es el acto de un Hijo de Dios que ha
abandonado a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que hagan lo
mismo. Es un acto de fe porque es el reconocimiento de que su hermano puede
hacerlo también. Es un llamamiento al Espíritu Santo en su mente, que se
refuerza mediante la unión. Puesto que el obrador de milagros ha oído la Voz de
Dios, la refuerza en sus hermanos enfermos al debilitar su creencia en la
enfermedad, la cual él no comparte. El poder de una mente puede irradiar hasta
otra porque todas las lámparas de Dios fueron encendidas por la misma chispa,
la cual está en todas partes y es eterna.
8. En muchos lo único que queda es la chispa, pues
los Grandes Rayos están velados. Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de
manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Solo con que veas la
pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin
ser vistos. Al percibir la chispa sanas, mas al conocer la luz creas. En el
proceso de retornar, no obstante, la pequeña chispa debe reconocerse primero,
pues la separación fue el descenso desde la grandeza a la pequeñez. La chispa,
no obstante, sigue siendo tan pura como la Luz Mayor porque es lo que queda de
la llamada de la Creación. Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te
contestará.
V. La negación de Dios
1. Los ritos del dios de la enfermedad son extraños
y muy estrictos. En ellos la alegría está prohibida, pues la depresión es la
señal de tu lealtad a él. La depresión significa que has abjurado de Dios. Son
muchos los que tienen miedo de la blasfemia, mas no entienden lo que es. No se
dan cuenta de que negar a Dios es negar su propia Identidad, y en este sentido
el costo del pecado es la muerte. Esto es así en un sentido muy literal: negar
la vida hace que se perciba su opuesto, de la misma manera en que toda forma de
negación reemplaza lo que existe con lo que no existe. Nadie puede
realmente hacer esto, aunque no cabe la menor duda de que eres capaz de pensar
que puedes y creer que lo has hecho.
2. Mas no te olvides de que negar a Dios dará lugar
inevitablemente a la proyección, y creerás que son otros y no tú, los que te
han hecho esto a ti. Es imposible que no recibas el mensaje que envías, pues
ése es el mensaje que quieres. Tal vez creas que juzgas a tus hermanos por los
mensajes que ellos te envían a ti, pero por lo que los juzgas es por los
mensajes que tú les envías a ellos. No les atribuyas tu propia negación de tu
alegría, o no podrás ver en ellos la chispa que te haría feliz. Negar la chispa
conduce a la depresión, pues siempre que ves a tus hermanos desprovistos de
ella, estás negando a Dios.
3. Mantenerse fiel a la negación de Dios es la
doctrina del ego. El dios de la enfermedad obviamente exige la negación de la
salud, ya que la salud está en clara oposición a su propia supervivencia. Mas
considera lo que esto significa para ti. A menos que estés enfermo no puedes
conservar los dioses que inventaste, pues solo estando enfermo podrías
desearlos. La blasfemia, por lo tanto, es destructiva para el yo, pero no puede
destruir a Dios. Blasfemar significa que estás dispuesto a no conocerte a ti
mismo a fin de estar enfermo. Ésta es la ofrenda que tu dios exige,
pues, al ser éste producto de tu demencia, no es más que una idea demente. Y
se manifiesta de muchas maneras, pero si bien puede parecer ser muchas cosas
diferentes no es sino una misma idea: la negación de Dios.
4. Parece como si la enfermedad y la muerte
hubiesen entrado en la mente del Hijo en contra de la Voluntad del
Padre. El “ataque a Dios” le hizo pensar a Su Hijo que era huérfano,
y como resultado de su depresión inventó al dios de la
depresión. Ésa fue su alternativa a la dicha porque no estaba
dispuesto a aceptar que, si bien era un creador, él mismo había sido creado. El
Hijo, sin embargo, se encuentra desamparado sin su Padre, Quien constituye su
única Ayuda.
5. Dije anteriormente que por tu cuenta no puedes
hacer nada, pero tú no existes por tu cuenta. Pues si existieras por tu cuenta,
lo que has hecho sería verdad y nunca te podrías escapar. Precisamente porque
no te creaste a ti mismo es por lo que no tienes que preocuparte por nada. Tus
dioses no son nada porque tu Padre no los creó. No puedes crear creadores que
no sean como tu Creador, de la misma forma en que Él no habría podido crear un
Hijo que no fuera como Él. Si la Creación es compartir, no puede crear lo que
no es igual a Ella Misma. Solo puede compartir lo que Ella es. La depresión es
aislamiento, por lo tanto, no pudo haber sido creada.
6. Hijo de Dios, no has pecado, pero sí has estado
muy equivocado. No obstante, eso puede corregirse y Dios te ayudará, pues sabe
que no puedes pecar contra Él. Lo negaste porque Lo amabas, pues
sabías que de reconocer tu amor por Él, no habrías podido negarle. Negarle
significa, por lo tanto, que Lo amas y que sabes que Él te ama a ti. Recuerda
que tienes que haber conocido previamente lo que niegas. Y si
aceptas la negación también puedes aceptar su des-hacimiento.
7. Tu Padre no te ha negado. Él no toma
represalias, pero sí te pide que retornes. Cuando piensas que Él no
ha respondido a tu llamada es porque tú no has respondido a la
Suya. Te llama desde cada parte de la Filiación, debido al amor que
le profesa a Su Hijo. Si oyes Su mensaje Él te habrá respondido, y te
harás consciente de Él si escuchas debidamente. El Amor de Dios está
en todo lo que Él creó, pues Su Hijo está en todas partes. Contempla
a tus hermanos en paz, y Dios no se demorará ni un instante en llegar a tu
corazón como muestra de agradecimiento por la ofrenda que le haces.
8. No recurras al dios de la enfermedad para curar,
sino solo al Dios del Amor, pues curar significa que Lo has
reconocido. Cuando Lo reconozcas sabrás que Él nunca ha dejado de
reconocerte y que en Su reconocimiento de ti radica tu
existencia. No estás enfermo ni tampoco puedes morir. Pero te puedes
confundir a ti mismo con cosas que mueren. Recuerda, no obstante,
que hacer eso es una blasfemia, pues significa que estás contemplando sin amor
a Dios y a Su Creación, de la cual Él no puede estar separado.
9. Solo lo eterno puede ser amado, pues el amor no
muere. Lo que es de Dios es Suyo para siempre, y tú eres de
Dios. ¿Cómo iba Él a permitirse a Sí Mismo sufrir? ¿Y
cómo iba a ofrecerle a Su Hijo algo que no fuera aceptable para
Él? Si te aceptaras tal como Dios te creó, sería imposible que
pudieras sufrir. Sin embargo, para aceptarte tal como Dios te creó
tienes que reconocerlo a Él como tu Creador. Esto no se debe a que
de negarte a ello se te fuese a castigar. Se debe simplemente a que
reconocer a tu Padre es reconocerte a ti mismo tal como eres. Tu
Padre te creó completamente libre de pecado, completamente libre de dolor y
completamente a salvo de todo sufrimiento. Si niegas a tu Padre
estarás invitando al pecado, al dolor y al sufrimiento a tu mente debido al
poder que Él le dio. Tu mente es capaz de crear mundos, pero puede
también negar lo que crea porque es libre.
10. No te das cuenta de cuánto te has negado a ti
mismo ni de cuánto Dios, en Su Amor, desea que no sea así. No
obstante, Dios no interfiere en tus decisiones porque no podría conocer a Su
Hijo si éste no fuese libre. Interferir en tus decisiones sería
atacarse a Sí Mismo, y Dios no está loco. Cuando lo niegas a Él eres tú el que
está loco. ¿Desearías que Él compartiera tu
demencia? Dios nunca dejará de amar a Su Hijo y Su Hijo nunca dejará
de amar a su Padre. Ésa fue la condición bajo la que la creación de
Su Hijo tuvo lugar, la cual quedó establecida para siempre en Su Mente. Reconocer
esto es cordura. Negarlo, demencia. Dios se dio a Sí
Mismo a ti en tu creación, y Sus dones son eternos. ¿Te negarías, entonces, a
entregarte a Él?
11. Como resultado de las ofrendas que Le haces, se
le restituirá el Reino a Su Hijo. Su Hijo se excluyó a sí mismo de
Su don al negarse a aceptar lo que había sido creado para él y lo que él había
creado en el Nombre de su Padre. El Cielo espera su retorno, pues
fue creado para ser la morada del Hijo de Dios. No te sientes a gusto en
ninguna otra parte ni en ningún otro estado. No te niegues la dicha
que fue creada para ti a cambio de la infelicidad que tú mismo te has
labrado. Dios te ha proporcionado los medios para que puedas
des-hacer lo que has hecho. Escucha y aprenderás a recordar lo que eres.
12. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente
impecables, es una blasfemia percibirlos como culpables. Si Dios sabe que Sus
Hijos no pueden sufrir dolor alguno, es una blasfemia percibir sufrimiento en
cualquier parte. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente
dichosos, es una blasfemia sentirse deprimido. Todas estas ilusiones y las
múltiples formas que la blasfemia puede adoptar, son negativas a aceptar la
Creación tal como es. Si Dios creó a Su Hijo perfecto, así es como debes
aprender a considerarlo para que puedas conocer su realidad. Y como
parte de la Filiación, así es como tienes que considerarte a ti mismo para que
puedas conocer la tuya.
13. No percibas nada que Dios no haya creado o lo
estarás negando a Él. Suya es la única Paternidad que existe, y es
tuya solamente porque Él te la dio. Las ofrendas que te haces a ti
mismo no tienen sentido, pero las ofrendas que les haces a tus creaciones son
como las Suyas porque las haces en Su Nombre. Por eso es por lo que tus
creaciones son tan reales como las Suyas. Con todo, la verdadera
paternidad tiene que ser reconocida si es que se ha de conocer al verdadero
hijo. Crees que las cosas enfermizas que has fabricado son tus
verdaderas creaciones porque crees que las imágenes enfermizas que percibes son
los Hijos de Dios. Solo aceptando la Paternidad de Dios tendrás algo
porque Su Paternidad te lo dio todo. Por eso es por lo que negarlo a
Él es negarte a ti mismo.
14. La arrogancia es la negación del amor porque el
amor comparte y la arrogancia no. Mientras ambas cosas te parezcan
deseables, el concepto de elección, que no procede de Dios, seguirá contigo. Si
bien esto no es verdad en la eternidad, en el tiempo lo es, de modo que
mientras el tiempo perdure en tu mente te verás obligado a elegir. El
tiempo en sí es algo que tú elegiste. Si quieres recordar la
eternidad, debes contemplar solo lo eterno. Si permites que lo temporal te
preocupe, estarás viviendo en el tiempo. Como siempre, tu elección
estará determinada por lo que valores. El tiempo y la eternidad no
pueden ser ambos reales porque se contradicen entre sí. Solo con que
aceptes lo intemporal como lo único que es real, empezarás a entender lo que es
la eternidad y a hacerla tuya.
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