Capítulo 11
DIOS O EL EGO
Introducción
1. O Dios está loco o bien es el ego el que lo
está. Si examinas imparcialmente las pruebas que ambas partes presentan, te
darás cuenta de que eso tiene que ser verdad. Ni Dios ni el ego
proponen un sistema de pensamiento parcial. Ambos sistemas son
internamente coherentes, aunque diametralmente opuestos en todo, de tal modo
que una lealtad parcial es imposible. Recuerda también que sus resultados son
tan diferentes como sus cimientos y que sus naturalezas fundamentalmente
irreconciliables no pueden ser reconciliadas alternando entre ellos. Nada que
esté vivo es huérfano, pues la vida es creación. Por lo tanto, toda decisión
que tomas es invariablemente la respuesta a la pregunta: “¿Quién es mi padre?”
Y serás fiel al padre que elijas.
2. No obstante, ¿qué le dirías a alguien que
creyese que esta pregunta realmente entraña conflicto? Si tú concebiste al ego,
¿cómo habría podido él concebirte a ti? El problema de la autoridad sigue
siendo la única fuente de conflictos porque el ego se originó como consecuencia
del deseo del Hijo de Dios de ser el padre de su Padre. El ego, por lo tanto,
no es más que un sistema ilusorio en el que tú concebiste a tu propio padre. No
te equivoques con respecto a esto. Parece una locura cuando se expone con
perfecta honestidad, pero el ego nunca examina lo que hace con perfecta
honestidad. Sin embargo, ésa es su premisa demente, la cual está cuidadosamente
oculta bajo la tenebrosa piedra angular de su sistema de pensamiento. Y o bien el
ego—que tú concebiste—es tu padre o bien todo su sistema de pensamiento se
viene abajo.
3. Tú fabricas mediante la proyección, mas Dios
crea mediante la extensión. Eres la piedra angular de la Creación de Dios, pues
Su sistema de pensamiento es la Luz. Recuerda que los Rayos están ahí aunque no
se vean. Cuanto más te aproximas al centro del sistema de pensamiento de Dios,
más clara se hace la luz. Cuanto más te aproximas al sistema de pensamiento del
ego, más tenebroso y sombrío se vuelve el camino. Sin embargo, incluso la
pequeña chispa que se encuentra en tu mente basta para iluminarlo. Lleva esa
luz contigo sin ningún temor, y valerosamente enfócala en los cimientos del
sistema de pensamiento del ego. Estáte dispuesto a juzgarlo con absoluta
honestidad. Pon al descubierto la tenebrosa piedra angular de terror sobre la
que descansa y sácala a la luz. Ahí verás que se basaba en la insensatez y que
todos tus miedos eran infundados.
4. Hermano mío, eres parte de Dios y parte de mí.
Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto
también los nuestros. Vengo a ti de parte de nuestro Padre a ofrecerte todo
nuevamente. No lo rechaces a fin de mantener oculta la tenebrosa piedra
angular, pues la protección que te ofrece no te puede salvar. Yo te daré la
lámpara y te acompañaré. No harás este viaje solo. Te conduciré hasta tu Padre,
Quien, como yo, tiene necesidad de ti. ¿Cómo no ibas a responder jubilosamente
a la llamada del amor?
I. Los
regalos de la paternidad
1. Te has dado cuenta de tu necesidad de curación.
¿Le ofrecerías entonces cualquier otra cosa a la Filiación, habiendo reconocido
la necesidad que tú mismo tienes de ella? Pues en esto estriba el comienzo del
retorno al Conocimiento; los cimientos sobre los que Dios te ayudará a
construir de nuevo el sistema de pensamiento que compartes con Él. Ni una sola
piedra que coloques sobre esos cimientos dejará de ser bendecida por Él, pues
estarás restaurando la santa morada de Su Hijo, donde Él dispone que Su Hijo
esté y donde está. Sea cual sea la parte de la mente del Hijo de Dios en la que
reinstauras esta realidad, la reinstauras también en ti mismo. Moras en la
Mente de Dios junto con tu hermano, pues la Voluntad de Dios no es estar solo.
2. Estar solo es estar separado de lo infinito, mas
¿cómo iba a ser posible esto si lo infinito no tiene fin? Nadie puede estar más
allá de lo ilimitado porque lo que no tiene límites está necesariamente en
todas partes. En Dios no hay principios ni finales, pues Su universo
es Él Mismo. ¿Cómo ibas a poder excluirte a ti mismo del universo o de Dios que
es el universo? Mi Padre y yo somos uno contigo, pues tú formas parte de
nosotros. ¿Crees realmente que parte de Dios puede extraviarse o estar ausente
de Él?
3. Si no formaras parte de Dios, Su Voluntad no
estaría unificada. ¿Es concebible esto? ¿Podría una parte de Su
Mente no contener nada? Si nadie excepto tú puede ocupar tu lugar en
Su Mente y el que lo ocuparas constituyó tu creación, sin ti habría un lugar
vacío en la Mente de Dios. La extensión no puede ser bloqueada ni tampoco tiene
vacíos. Continúa eternamente, por mucho que sea negada. Negar su realidad puede
constituir un retraso en el tiempo, pero no en la eternidad. Por eso es por lo
que tus creaciones no han cesado de extenderse y por lo que hay tanto esperando
tu retorno.
4. Esperar es posible únicamente en el
tiempo, pero el tiempo carece de significado. Tú que inventaste las demoras
puedes dejar atrás el tiempo reconociendo simplemente que ni los principios ni
los finales fueron creados por el Eterno, Quien no impuso límites a Su Creación
o a aquellos que crean como Él. Desconoces esto debido simplemente a que has
tratado de limitar lo que Él creó y, por lo tanto, crees que la Creación está
limitada. ¿Cómo, entonces, ibas a poder conocer tus creaciones habiendo negado
lo infinito?
5. Las leyes del universo no admiten
contradicciones. Lo que es válido para Dios es válido para ti. Si no
crees que estás en Dios, tampoco creerás que Él está en ti. Lo infinito no
tiene sentido sin ti y tú no tienes sentido sin Dios. Dios y Su Hijo no pueden
tener fin, pues somos el universo. Dios no está incompleto ni desprovisto de
Hijos. Puesto que Su Voluntad no fue estar solo, creó un Hijo como Él. No Le
niegues Su Hijo, pues tu renuencia a aceptar Su Paternidad te ha negado a ti la
tuya. Ve en Sus Creaciones a Su Hijo, pues las tuyas fueron creadas en Su
honor. El universo del amor no se detiene porque tú no lo veas, ni tus ojos han
perdido la capacidad de ver por el hecho de estar cerrados. Contempla la gloria
de Su Creación y te darás cuenta de lo que Dios ha salvaguardado para ti.
6. Dios te ha dado un lugar en Su Mente que es tuyo
para siempre. Pero solo puedes conservarlo si lo das de la misma manera en que
se te dio. ¿Cómo ibas a poder estar solo allí cuando se te dio precisamente
porque Dios no dispuso estar solo? No es posible reducir la Mente de
Dios. Tan solo se puede expandir, pues todo lo que Él crea tiene la
función de crear. El amor no limita, y lo que crea no está limitado. Dar sin
límites es lo que Dios ha dispuesto para ti porque eso es lo único que puede
brindarte Su Júbilo, el cual es Su Voluntad compartir contigo. Tu amor es tan
ilimitado como el Suyo porque es el Suyo.
7. ¿Cómo iba a ser posible que una parte de Dios
estuviera excluida de Su Amor o que una parte de Su Amor pudiera ser
restringida? Dios es tu patrimonio porque Su único regalo es Él Mismo. ¿Cómo
puedes conocer el regalo que Él te dio salvo dando como Él da? Da, pues, sin
límites ni mesura, para que te des cuenta de cuánto te ha dado Él. Tu capacidad
para aceptar a Dios depende de que estés dispuesto a dar como Él da. Tu
paternidad y tu Padre son uno. La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es
la Suya. De ello se deduce, entonces, que tu voluntad es crear, toda vez que tu
voluntad emana de la Suya. Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene
que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él.
8. No sabes, no obstante, lo que tu voluntad
dispone. Eso no es extraño si te percatas de que negar equivale a “no saber”.
La Voluntad de Dios es que tú eres Su Hijo. Al negar esto, niegas tu propia
voluntad y, por lo tanto, no puedes saber lo que es. Debes preguntar cuál es la
Voluntad de Dios con respecto a todo porque Su Voluntad es también tu voluntad.
Tú no sabes lo que es, pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti. Pregúntale,
por lo tanto, cuál es la Voluntad de Dios para ti, y Él te dirá cuál es la
tuya. No se puede hacer demasiado hincapié en el hecho de que tú no lo sabes.
Siempre que lo que el Espíritu Santo te diga parezca ser una coacción, es
únicamente porque no has reconocido tu voluntad.
9. La proyección del ego hace que la Voluntad de
Dios parezca ser algo externo a ti y, por lo tanto, que no es tu voluntad. De
acuerdo con esta interpretación parece que fuera posible que la Voluntad de
Dios y la tuya estuviesen en conflicto, pues Dios parece estar exigiéndote algo
que tú no le quieres dar, y así privarte de lo que anhelas. ¿Cómo iba a ser
posible que Dios, que solo desea lo que es tu voluntad, fuera capaz de eso? Tu
voluntad es Su Vida, que Él te ha dado. Ni siquiera en el tiempo puedes vivir
separado de Él. Dormir no es estar muerto. Lo que Él creó puede
dormir, pero no puede morir. La inmortalidad es Su Voluntad para Su Hijo
y la voluntad de Su Hijo para sí. El Hijo de Dios no puede disponer
la muerte para sí mismo porque su Padre es Vida y Su Hijo es como
Él. La Creación es tu voluntad porque es Su Voluntad.
10. No puedes ser feliz a menos que hagas lo que
realmente es tu voluntad, y esto no se puede cambiar porque es inmutable. Es
inmutable porque es la Voluntad de Dios y la tuya, pues de otro modo Su
Voluntad no podría extenderse. Tienes miedo de saber cuál es la Voluntad de
Dios porque crees que no es la tuya. Esta creencia es lo que da lugar a la
enfermedad y al miedo. Todo síntoma de enfermedad y de miedo emana
de ella porque es la creencia que hace que no quieras saber. Al
creer esto te ocultas en la obscuridad, negando que la luz se encuentre en ti.
11. Se te pide que confíes en el Espíritu Santo
únicamente porque Él habla por ti. Él es la Voz que habla por Dios, pero nunca
olvides que Dios no dispuso estar solo. Él comparte Su Voluntad contigo, no te
la impone. Recuerda siempre que lo que Dios da, Él lo conserva, de modo que
nada que ÉI dé puede contradecirle. Tú, que compartes Su Vida, tienes que
compartirla para poder conocerla, pues compartir es conocer. Bienaventurado tú
que estás aprendiendo que oír la Voluntad de tu Padre es conocer la
tuya. Pues tu voluntad es ser como Él, Cuya Voluntad es que así
sea. La Voluntad de Dios es que Su Hijo sea uno y que esté unido a
Él en Su Unicidad. Por eso es por lo que la curación representa el inicio del
reconocimiento de que tu voluntad es la Suya.
II. La
invitación a curar
1. Si la enfermedad es separación, la decisión de
curar y de ser curado es entonces el primer paso en el proceso de reconocer lo
que verdaderamente quieres. Todo ataque te aleja de esto, y todo
pensamiento curativo te acerca. El Hijo de Dios incluye tanto al
Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. Unir tener y ser
es unir tu voluntad a la Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti es
Él Mismo. Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu perfecto
entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. Mas
cuando atacas cualquier parte de Dios o de Su Reino tu entendimiento no es
perfecto y, por consiguiente, pierdes lo que realmente quieres.
2. Curar, por lo tanto, se convierte en una lección
de entendimiento, y cuanto más la practicas mejor maestro y alumno te
vuelves. Si has negado la verdad, ¿qué mejores testigos de su
realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por
ella? Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre ellos, pues
estando dispuesto a unirte a ellos es como te curarás. Todo milagro
que obras te habla de la Paternidad de Dios. Todo pensamiento curativo que
aceptas, proceda éste de un hermano o de tu propia mente, te enseña que eres el
Hijo de Dios. En todo pensamiento hiriente que albergues,
independientemente de dónde lo percibas, yace la negación de la Paternidad de
Dios y de que eres Su Hijo.
3. Y la negación es tan total como el
amor. No puedes negar parte de ti mismo porque el resto parecerá
estar separado de ti y, por lo tanto, desprovisto de significado. Y
al no tener significado para ti, no lo entenderás. Negar el significado de algo
equivale a no comprenderlo. Únicamente puedes curarte a ti mismo
porque únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. Tienes necesidad
de ella porque no te entiendes a ti mismo y, por consiguiente, no sabes lo que
haces. Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que
realmente quieres.
4. La curación es señal de que quieres reinstaurar
la plenitud. Y el hecho de que estés dispuesto a ello es lo que te permite oír
la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. Él te capacitará para
que vayas mucho más allá del proceso de curación que has decidido emprender,
pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para restaurar la plenitud Él sumará
toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. ¿Qué podría haber que el
Hijo de Dios no pudiera alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en
él? Mas la invitación tiene que proceder de ti, pues sin duda debes
haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu huésped, será quien morará
en ti.
5. El Espíritu Santo no puede hablarle a un
anfitrión que no le dé la bienvenida, pues no sería oído. El Eterno Invitado
jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de
extraños. Necesita tu protección únicamente porque la atención que le prestas
es señal de que deseas Su compañía. Piensa como Él aunque solo sea por un
momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan resplandeciente que
inundará tu mente para que Él se convierta en tu único
Invitado. Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la
bienvenida que le das al Espíritu Santo. Él no se ausentará, pero habrás hecho
una alianza contra Él. Sea cual sea la jornada que decidas
emprender, Él irá contigo y esperará. Puedes confiar plenamente en
Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. Mas tú
necesitas mucho más que paciencia.
6. No podrás descansar mientras no sepas cuál es tu
función y la lleves a cabo, pues solo en esto pueden estar completamente unidas
la Voluntad de tu Padre y la tuya. Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado
a Sí Mismo a ti. Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su
regalo Su Función se convirtió en la tuya. Invita este conocimiento
de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo pueda
enturbiar. El Invitado que Dios te envió te enseñará cómo hacer esto
solo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a dejar que se
expanda. No es necesario que estés enteramente dispuesto porque Él lo
está. Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará
tanto que gustosamente dejarás que se expanda. Y mediante esta expansión,
comenzarás a recordar la Creación.
7. ¿Qué prefieres ser, rehén del ego o
anfitrión de Dios? Aceptarás únicamente a aquel que invites. Eres libre de
determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo ha de permanecer
contigo. Mas esto no es auténtica libertad, pues depende todavía de cómo lo
consideres. El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no puede ayudarte a menos
que tú se lo pidas. Y el ego no es nada, tanto si lo invitas a que entre como
si no. La auténtica libertad radica en darle la bienvenida a la
realidad; y de tus invitados, solo él Espíritu Santo es real. Date cuenta,
pues, de Quién mora en ti, reconociendo simplemente lo que ya se encuentra ahí,
y no te conformes con consoladores imaginarios, pues el Consolador de Dios se
encuentra en ti.
III. De
las tinieblas a la luz
1. Cuando te sientas abrumado, recuerda que te has
hecho daño a ti mismo. Tu Consolador te proveerá descanso, pues tú no puedes
proveértelo a ti mismo. No sabes cómo hacerlo porque si supieras nunca habrías
podido sentirte abrumado. Si no te hicieras daño a ti mismo no podrías sufrir
en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de Dios para Su Hijo. El
dolor es algo ajeno a Él, ya que no sabe de ataques, y Su Paz te rodea
silenciosamente. Dios permanece en perfecta quietud, ya que en Él no
hay conflicto alguno. El conflicto es la raíz de todos los males,
pues al ser ciego no ve a quien ataca. Siempre ataca, no obstante, al Hijo de
Dios, y el Hijo de Dios eres tú.
2. El Hijo de Dios necesita ciertamente consuelo,
pues no sabe lo que hace al creer que su voluntad no es la suya. El Reino es
suyo, sin embargo, vaga sin hogar. Aunque su hogar está en Dios, se siente
solo, y rodeado de hermanos, se siente sin amigos. ¿Cómo iba a permitir Dios
que esto fuese real, cuando Él no dispuso estar solo? Y si tu
voluntad es la Suya, estar solo no puede ser verdad con respecto a ti porque no
lo es con respecto a Él.
3. ¡Ay, Criatura de Dios, si supieras lo que Dios
dispone para ti, tu gozo sería absoluto! Y lo que Él dispone ha ocurrido, pues
siempre fue verdad. Cuando venga la luz y hayas dicho: “La Voluntad de Dios es
la mía”, verás una belleza tal que sabrás que no procede de ti. Como resultado
de tu gozo crearás belleza en Su Nombre, pues tu gozo es tan incontenible como
el Suyo. El mundo desolado e insignificante se desvanecerá en la nada, y tu
corazón estará tan rebosante de alegría que de un salto se elevará hasta el
Cielo, ante la Presencia de Dios. No puedo describirte cómo será esto, pues tu
corazón no está todavía listo. Puedo decirte, no obstante, y recordártelo
a menudo, que lo que Dios dispone para Sí Mismo lo dispone para ti y lo que Él
dispone para ti es tuyo.
4. El camino no es arduo, pero es muy diferente. El
tuyo es el camino del dolor, del cual Dios no sabe nada. Ése es el camino que
en verdad es arduo y muy solitario. El miedo y la aflicción son tus
invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. Pero la jornada
tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. Camina
en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos
del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. La Gran Luz siempre te
rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una
luz como ésa? Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. Niégalos
a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido
despejado.
5. Dios no le oculta nada a Su Hijo, aun cuando Su
Hijo quiere ocultarse a sí mismo. El Hijo de Dios, no obstante, no
puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y le dio la luz
que refulge en él. Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía. Cuando vagas sin
rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. Los compañeros
siniestros y el camino tenebroso no son sino ilusiones. Vuélvete hacia la luz,
pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz tan
espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. Pues tu Padre es
tu Creador y tú eres como Él.
6. Las Criaturas de la Luz no pueden morar en la
obscuridad, pues no hay obscuridad en ellas. No te dejes engañar por
los consoladores siniestros ni permitas que entren en la mente del Hijo de
Dios, pues no tienen cabida en Su templo. Cuando te sientas tentado
de negar a Dios recuerda que no hay otros dioses que puedas anteponer a Él y
acepta lo que Su Voluntad dispone para ti en paz, pues no lo puedes
aceptar de ninguna otra manera.
7. Solo el Consolador de Dios puede darte consuelo.
En la quietud de Su templo, Él espera para darte la paz que es tuya. Da de Su
paz, para que puedas entrar en el templo y encontrarla allí esperándote. Mas sé
santo en Presencia de Dios o, de lo contrario, no sabrás que estás allí, pues
lo que no es como Dios no puede entrar en Su Mente porque no fue Su Pensamiento
y, por lo tanto, no es de Él. Y si quieres saber lo que es tuyo, tu mente tiene
que ser tan pura como la Suya. Protege cuidadosamente Su templo, pues Él Mismo
mora allí en paz. No puedes entrar en la Presencia de Dios con los compañeros
siniestros a tu lado, pero tampoco puedes entrar solo. Todos tus hermanos
tienen que entrar contigo, ya que hasta que no los hayas aceptado, tú no podrás
entrar. Pues no podrás entender lo que es la plenitud a menos que tú mismo seas
pleno, y ninguna parte del Hijo puede ser excluida si su deseo es conocer la Plenitud
de su Padre.
8. Puedes aceptar en tu mente a la Filiación en su
totalidad y bendecirla con la luz que tu Padre le dio. Serás entonces digno de
morar en el templo con Él, puesto que tu voluntad no es estar solo. Dios
bendijo a Su Hijo para siempre. Si tú le bendices mientras estás en el tiempo,
morarás en la eternidad. El tiempo no puede separarte de Dios si lo usas en
favor de lo eterno.
IV. La herencia del
Hijo de Dios
1. Nunca olvides que la Filiación es tu salvación,
pues la Filiación es tu Ser. Al ser la Creación de Dios, es tuya, y al
pertenecerte a ti, es Suya. Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente
necesita aprender lo que es la salvación. No se te salva de nada, sino que se
te salva para la gloria. La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para
que la extendieras. No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes
todo tu entendimiento porque estás contemplando lo que Dios creó como lo que
eres, sin amor. Y puesto que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando
el lugar que le corresponde en Su Propio Altar.
2. ¿Cómo ibas a poder saber que estás en tu hogar
si tratas de desalojar a Dios del Suyo? ¿Podría el Hijo negar al
Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él? Las Leyes de Dios
existen para tu protección y no existen en vano. Lo que experimentas
cuando niegas a tu Padre sigue siendo para tu protección, pues el poder de tu
voluntad no puede ser reducido a menos que Dios intervenga contra él, y
cualquier limitación de tu poder no es la Voluntad de Dios. Recurre, por lo
tanto, únicamente al poder que Dios te dio para salvarte, recordando que es
tuyo porque es Suyo, y únete a tus hermanos en Su Paz.
3. Tu paz reside en el hecho de que es ilimitada.
Limita la paz que compartes con Él, y tu Ser se vuelve necesariamente un
extraño para ti. Todo altar a Dios forma parte de ti porque la luz que Él creó
es una con Él. ¿Le negarías a un hermano la luz que posees? No lo harías si te
dieses cuenta de que con ello solo podrías nublar tu propia mente. En la medida
en que lo traes de regreso, regresas también tú. Ésa es la Ley de Dios para la
protección de la plenitud de Su Hijo.
4. Solo tú puedes privarte a ti mismo de algo. No
resistas este hecho, pues es en verdad el comienzo de la iluminación. Recuerda
también que la negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes
aprender a reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. Éste
es un paso crucial en el proceso de re-despertar. Las fases iniciales de esta
inversión son con frecuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la
culpa a lo que se encuentra fuera, existe una marcada tendencia a albergarla
dentro. Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo
mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra dentro y lo que se
encuentra fuera.
5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas
por tu privación, te estás culpando a ti mismo. Y no puedes culparte
a ti mismo sin culparlos a ellos. Por eso es por lo que la culpa se
tiene que des-hacer y no verse en otra parte. Échate a ti mismo la culpa y no
te podrás conocer, pues solo el ego culpa. Culparse uno a sí mismo es, por lo
tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los
demás lo es. No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo.
Cuando Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por
su Padre. Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten
la Gloria y a Ambos se les glorifica juntos.
6. Cristo está en el Altar de Dios, esperando para
darle la bienvenida al Hijo de Dios. Pero ven sin ninguna condenación, pues, de
lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar. La
puerta no está atrancada, y es imposible que no puedas entrar allí donde Dios
quiere que estés. Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como
te ama tu Padre. Puedes negarte a entrar, pero no puedes atrancar la puerta que
Cristo mantiene abierta. Ven a mí que la mantengo abierta para ti, pues
mientras yo viva no podrá cerrarse, y yo viviré eternamente. Dios es mi vida y
la tuya, y Él no le niega nada a Su Hijo.
7. En el Altar de Dios, Cristo espera Su propia
reinstauración en ti. Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo,
y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo. Cristo espera a que lo
aceptes como lo que tú eres, y a que aceptes Su Plenitud como la tuya propia.
Pues Cristo es el Hijo de Dios, que vive en Su Creador y refulge con Su Gloria.
Cristo es la Extensión del Amor y de la Belleza de Dios, tan perfecto como Su
Creador y en paz con Él.
8. Bendito es el Hijo de Dios Cuyo resplandor es el
de Su Padre y Cuya Gloria Él quiere compartir tal como Su Padre la comparte con
Él. No hay condenación en el Hijo, puesto que no hay condenación en el Padre.
Dado que el Hijo comparte el perfecto Amor del Padre, no puede sino compartir
todo lo que le pertenece a Él, pues de otra manera, no podría conocer ni al
Padre ni al Hijo. ¡Que la paz sea contigo que descansas en Dios, y
en quien toda la Filiación descansa!
V. La
“dinámica” del ego
1. Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que
las examine, pues no examinarlas es la manera de protegerlas. No hay
necesidad de sentirse amedrentado por ellas, pues no son peligrosas. Estamos
listos para examinar más detenidamente el sistema de pensamiento del ego porque
juntos disponemos de la lámpara que lo desvanecerá, y puesto que te has dado
cuenta de que no lo deseas, debes estar listo para ello. Mantengámonos en calma
al hacerlo, pues lo único que estamos haciendo es buscar honestamente la
verdad. La “dinámica” del ego será nuestra lección por algún tiempo, pues
debemos primero examinarla para poder así ver más allá de ella, ya que le has
otorgado realidad. Tranquilamente desvaneceremos juntos este error, y después
miraremos más allá de él hacia la verdad.
2. ¿Qué es la curación sino el acto de despejar
todo lo que obstaculiza el Conocimiento? ¿Y de qué otra manera puede uno
disipar las ilusiones, excepto examinándolas directamente y sin protegerlas? No
tengas miedo, por lo tanto, pues lo que estarás viendo es la fuente del miedo,
y estás comenzando a darte cuenta de que el miedo no es real. Te das cuenta
también de que sus efectos se pueden desvanecer solo con que niegues su
realidad. El siguiente paso es, obviamente, reconocer que lo que no tiene
efectos no existe. Ninguna ley opera en el vacío, y lo que no lleva a ninguna
parte no ha ocurrido. Si la realidad se reconoce por su extensión, lo que no
conduce a ninguna parte no puede ser real. No tengas miedo de mirar al miedo,
pues no puede ser visto. La claridad, por definición, desvanece la confusión, y
cuando se mira a la obscuridad a través de la luz, ésta no puede por menos que
disiparla.
3. Comencemos esta lección acerca de la “dinámica
del ego” dándonos cuenta de que la expresión en sí no significa nada. Dicha
expresión encierra una contradicción intrínseca que la priva de todo sentido.
”Dinámica” implica el poder para hacer algo, y toda la falacia de la separación
radica en la creencia de que el ego tiene el poder de hacer algo. Tienes miedo
del ego porque crees eso. No obstante, la verdad es muy simple: Todo poder es
de Dios. Lo que no procede de Él no tiene el poder de hacer nada.
4. Cuando observamos al ego, por lo tanto, no
estamos examinando ninguna dinámica, sino tan solo ilusiones. Puedes ciertamente
examinar un sistema ilusorio sin miedo, pues si su origen no es real no puede
tener efectos. El miedo se vuelve claramente más impropio si reconoces el
objetivo del ego, el cual está tan obviamente desprovisto de sentido que
cualquier esfuerzo en su favor es, por fuerza, inútil. El objetivo del ego es
claramente alcanzar su propia autonomía. Desde un principio, pues, su propósito
es estar separado, ser autosuficiente e independiente de cualquier poder que no
sea el suyo. Por eso es por lo que es el símbolo de la separación.
5. Toda idea tiene un propósito, y su propósito es
siempre el resultado natural de lo que dicha idea es. Todo lo que procede del
ego es lo que resulta naturalmente de su creencia central, y la manera de
cancelar sus resultados es reconociendo simplemente que la fuente de éstos no
es natural, ya que está en desacuerdo con tu verdadera naturaleza. He dicho
anteriormente que ejercer la voluntad en oposición a Dios es querer que los
deseos ilusorios se hagan realidad, pero eso no es realmente ejercer la
voluntad. Su Voluntad es Una porque la Extensión de Su Voluntad no puede ser
diferente de Ella. El verdadero conflicto que experimentas, por lo tanto, es
entre los deseos vanos del ego y la Voluntad de Dios, que tú compartes con Él. ¿Cómo
iba a ser eso un conflicto real?
6. Tuya es la independencia de la Creación, no la
de la autonomía. Tu función creadora radica en tu completa
dependencia de Dios, Quien comparte Su Función contigo. Al estar dispuesto a
compartirla, se volvió tan dependiente de ti como tú lo eres de
Él. No le adscribas la arrogancia del ego a Aquel cuya Voluntad no
es ser independiente de ti. Él te ha incluido en Su Autonomía. ¿Puedes
realmente creer que la autonomía significa algo aparte de Él? La creencia en la
autonomía del ego te está costando el conocimiento de tu dependencia de Dios,
en la cual reside tu libertad. El ego considera cualquier dependencia como una
amenaza, e incluso ha tergiversado tu añoranza de Dios y la ha convertido en un
medio para consolidarse a sí mismo. Pero no te dejes engañar por la
interpretación que hace de tu conflicto.
7. El ego siempre ataca en defensa de la
separación. Al creer que tiene el poder de hacerlo no hace otra cosa, ya que su
objetivo de autonomía no es otra cosa. El ego está totalmente confundido con
respecto a la realidad, pero no pierde de vista su objetivo. Está mucho más
alerta que tú porque está completamente seguro de su propósito. Tú
estás confundido porque no reconoces el tuyo.
8. Debes reconocer que lo que menos quiere el ego
es que te des cuenta de que le tienes miedo. Pues si el ego pudiera producir
miedo, ello menoscabaría tu independencia y debilitaría tu poder. Sin embargo,
su único argumento para que le seas leal es que él puede darte poder. Si no
fuera por esta creencia no le escucharías en absoluto. ¿Cómo iba a poder,
entonces, seguir existiendo si te dieses cuenta de que al aceptarlo te estás
empequeñeciendo y privándote a ti mismo de poder?
9. El ego puede permitir, y de hecho lo hace, que
te consideres altanero, incrédulo, frívolo, distante, superficial, insensible,
desapegado e incluso desesperado, pero no permite que te des cuenta de que
realmente tienes miedo. Minimizar el miedo, pero no des-hacerlo, es el empeño
constante del ego, y es una capacidad para la cual demuestra ciertamente gran
ingenio. ¿Cómo iba a poder predicar separación a menos que la reforzase con
miedo? ¿Y le seguirías escuchando si reconocieras que eso es lo que está
haciendo?
10. La más seria amenaza para el ego, pues, es que
te des cuenta de que cualquier cosa que parezca separarte de Dios es únicamente
miedo, sea cual sea la forma en que se manifieste e independientemente de cómo
el ego desee que lo experimentes. Su sueño de autonomía se estremece hasta su
raíz cuando cobras conciencia de esto. Pues si bien puedes tolerar una falsa
idea de independencia, no aceptarías el costo en miedo que ello supone una vez
que lo reconocieras. Pero ése es su costo y el ego no puede reducirlo. Si pasas
por alto el amor estás pasándote por alto a ti mismo, y no podrás sino tener
miedo de la irrealidad porque te habrás negado a ti mismo. Al creer que tu
ataque contra la verdad ha tenido éxito, creerás que el ataque tiene poder.
Dicho llanamente, pues, te has vuelto temeroso de ti mismo. Y nadie quiere encontrar
lo que cree que le destruiría.
11. Si el objetivo de autonomía del ego se pudiera
lograr, el propósito de Dios podría ser truncado, y eso es imposible. Solamente
aprendiendo lo que es el miedo puedes por fin aprender a distinguir lo posible
de lo imposible y lo falso de lo verdadero. De acuerdo con las
enseñanzas del ego, su objetivo se puede lograr, pero el propósito de Dios no.
De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, únicamente el propósito de
Dios se puede lograr, y ya se ha logrado.
12. Dios depende de ti tanto como tú de Él porque
Su Autonomía incluye la tuya y, por lo tanto, está incompleta sin ella. Solo
puedes establecer tu autonomía identificándote con Él y llevando a cabo tu
función tal como es en verdad. El ego cree que alcanzar su objetivo es la
felicidad. Pero te ha sido dado conocer que la función de Dios es la tuya y que
la felicidad no se puede encontrar aparte de vuestra Voluntad conjunta.
Reconoce únicamente que el objetivo del ego, que tan diligentemente has perseguido,
no te ha aportado más que miedo, y se hará muy difícil mantener que el miedo es
felicidad. Respaldado por el miedo, esto es lo que el ego quiere que creas.
Pero el Hijo de Dios no está loco y no lo puede creer. De reconocer esto, no lo
aceptaría, pues solo un loco elegiría el miedo en lugar del amor y solo un loco
podría creer que atacando es como se alcanza el amor. Pero el que ha sanado se
da cuenta de que solo el ataque, del que el Amor de Dios lo protege
completamente, puede producir miedo.
13. El ego analiza; el Espíritu Santo acepta. Solo
por medio de la aceptación se puede llegar a apreciar la plenitud, pues
analizar significa fragmentar o separar. Tratar de entender la totalidad
fragmentándola es, claramente, el enfoque típicamente contradictorio que el ego
utiliza para todo. El ego cree que el poder, el entendimiento y la verdad
radican en la separación, y que para establecer esta creencia tiene que atacar.
Al no darse cuenta de que es imposible establecer esa creencia, y obsesionado
por la convicción de que la separación es la salvación, el ego ataca todo lo
que percibe, desmenuzándolo en partes pequeñas y desconectadas sin ninguna
relación significativa entre sí y, desprovistas, por lo tanto, de todo
significado. El ego siempre substituirá lo que tiene significado por el caos,
pues si la separación es la salvación, la armonía es una amenaza.
14. Las interpretaciones que el ego hace de las
leyes de la percepción son, y no pueden sino ser, exactamente lo opuesto a las
del Espíritu Santo. El ego se concentra en el error y pasa por alto
la verdad. Hace que todos los errores que percibe sean reales, y
concluye—utilizando su razonamiento típicamente circular—que la idea de una
verdad consistente no tiene sentido por razón de los errores. El
siguiente paso, entonces, es obvio. Si la idea de una verdad consistente no
tiene sentido, la inconsistencia tiene que ser verdad. Teniendo muy presente el
error y protegiendo lo que ha hecho “real”, el ego procede al siguiente paso en
su sistema de pensamiento: el error es real y la verdad es un error.
15. El ego no trata de comprender esto, lo cual es
obviamente incomprensible, pero trata por todos los medios de demostrarlo y eso
es lo que hace constantemente. Valiéndose del análisis para atacar el
significado, el ego logra pasarlo por alto, y lo que le queda es una serie de
percepciones fragmentadas que unifica en beneficio propio. Esto se
convierte, entonces, en el universo que él percibe. Y es este universo lo que a
su vez se convierte en la demostración de su realidad.
16. No subestimes el poder de atracción que las
demostraciones del ego ejercen sobre aquellos que están dispuestos a
escucharle. La percepción selectiva escoge sus testigos cuidadosamente, y el
testimonio de esos testigos es congruente. Los argumentos en favor de la locura
son convincentes para los locos, pues todo razonamiento concluye allí donde
comienza, y no hay sistema de pensamiento que pueda trascender su propia
fuente. Aun así, el razonamiento que carece de sentido no puede demostrar nada,
y aquellos a quienes convence no pueden sino estar engañados. ¿Cómo iba a poder
el ego enseñar verdaderamente cuando pasa por alto la verdad? ¿Cómo iba a poder
percibir lo que ha negado? Sus testigos dan testimonio de su negación, pero no
de lo que ha negado. El ego mira de frente al Padre y no lo ve, pues ha negado
a Su Hijo.
17. ¿Te gustaría recordar al Padre? Acepta a Su
Hijo y Lo recordarás. No hay nada que pueda demostrar que Su Hijo es indigno,
pues no hay nada que pueda probar que una mentira es verdad. Lo que ves en Su
Hijo a través de los ojos del ego es una demostración de que Su Hijo no existe.
a Sin embargo, dondequiera que el Hijo esté allí tiene que estar el Padre.
Acepta lo que Dios no niega y ello te demostrará su verdad. Los testigos de
Dios se alzan en Su Luz y contemplan lo que Él creó. Su silencio es la señal de
que han contemplado al Hijo de Dios, y en la Presencia de Cristo no tienen que
demostrar nada, pues Cristo les habla de Sí Mismo y de Su Padre. Guardan
silencio porque Cristo les habla, y son Sus palabras las que brotan de sus
labios.
18. Cada hermano con quien te encuentras se
convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibas en
él. Todo el mundo te convence de lo que quieres percibir y de la realidad del
reino en favor del cual has decidido mantenerte alerta. Todo lo que percibes da
testimonio del sistema de pensamiento que quieres que sea verdad. Cada uno de
tus hermanos tiene el poder de liberarte si tú decides ser libre. No puedes
aceptar falsos testimonios acerca de un hermano a menos que hayas convocado
falsos testigos contra él. Si no te habla de Cristo, es que tú no le hablaste
de Cristo a él. No oyes más que tu propia voz, y si Cristo habla a través de
ti, Le oirás.
VI. El
despertar a la redención
1. Es imposible no creer en lo que ves, pero es
igualmente imposible ver lo que no crees. La percepción se construye sobre la
base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias. La percepción
no se estabiliza hasta que las creencias se cimientan. De hecho, pues, lo que
ves es lo que crees. Eso es lo que quise decir con: “Dichosos los que sin ver
creyeron”, pues aquellos que creen en la resurrección la verán. La resurrección
es el triunfo definitivo de Cristo sobre el ego, no atacándolo, sino
trascendiéndolo. Pues Cristo ciertamente se eleva por encima del ego y de todas
sus “obras”, y asciende hasta el Padre y Su Reino.
2. ¿Qué prefieres, unirte a la resurrección o a la
crucifixión? ¿Condenar a tus hermanos o liberarlos? ¿Te gustaría trascender tu
prisión y ascender hasta el Padre? Estas preguntas son todas la
misma y se contestan al unísono. Ha habido mucha confusión con
respecto a lo que significa la percepción, debido a que la palabra se usa con
el significado de “conciencia” y también con el de “interpretación de la
conciencia”. No obstante, no puedes ser consciente sin interpretar, pues lo que
percibes es tu propia interpretación.
3. Este curso es muy claro. Si no lo ves
así, es porque estás haciendo interpretaciones contra él y, por lo tanto, no
crees lo que dice. Y puesto que lo que crees determina tu percepción, no
percibes el significado del curso y, consecuentemente, no lo aceptas. Con todo,
diferentes experiencias conducen a diferentes creencias, y a través de éstas, a
diferentes percepciones. Pues las percepciones se aprenden mediante creencias,
y la experiencia ciertamente enseña. Te estoy conduciendo a una nueva clase de
experiencia que cada vez estarás menos dispuesto a negar. Aprender de Cristo es
fácil, pues percibir con Él no entraña ningún esfuerzo. Sus
percepciones son tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las
distorsiones que tú mismo introduces. Deja que sea el Cristo en ti
Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que ves con creencias pueriles
indignas del Hijo de Dios. Pues hasta que Cristo no sea aceptado completamente,
el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano.
4. Yo soy tu resurrección y tu vida. Vives en mí
porque vives en Dios. Y todos tus hermanos viven en ti, tal como tú vives en
cada uno de ellos. ¿Cómo ibas a poder, entonces, percibir indignidad en un
hermano sin percibirla en ti mismo? ¿Y cómo ibas a poder percibirla en ti mismo
sin percibirla en Dios? Cree en la resurrección porque ésta se ha
consumado, y se ha consumado en ti. Esto es tan cierto ahora como lo
será siempre, pues la resurrección es la Voluntad de Dios, Quien no sabe de
tiempo ni de excepciones. Pero no hagas excepciones o, de lo
contrario, no percibirás lo que se ha consumado para ti. Pues
ascendemos hasta el Padre juntos, como fue en un principio, como es ahora y
como será siempre, pues ésa es la naturaleza del Hijo de Dios tal como su Padre
lo creó.
5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo
de Dios ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, pues el Hijo de
Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó
como si es el Dios que lo creó a él. Por eso es por lo que su esclavitud es tan
total como su libertad, pues obedecerá únicamente al dios que acepte. El dios
de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le
obedecen. Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el
poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. El Dios de
la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte
nada. No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. Lo
único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no
con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad.
6. La resurrección no puede sino atraerte
irresistiblemente a que le ofrezcas tu lealtad con agrado porque es el símbolo
de la dicha. Su irresistible poder reside en el hecho de que
representa lo que tú quieres ser. La libertad de abandonar todo aquello que te
hiere, te humilla y te atemoriza no se te puede imponer, pero se te puede
ofrecer a través de la Gracia de Dios. Y tú puedes aceptarla
mediante Su Gracia, pues Dios es misericordioso con Su Hijo y lo acepta sin
reservas como Suyo. ¿Quién es, entonces, tuyo? El Padre te ha dado
todo lo que es Suyo, y Él Mismo es tuyo junto con todos tus hermanos.
Protégelos en su resurrección, pues, de lo contrario, no podrás despertar en
Dios, rodeado de la seguridad de lo que es tuyo para siempre.
7. No hallarás paz hasta que hayas extraído los
clavos de las manos del Hijo de Dios y sacado la última espina de su
frente. El Amor de Dios rodea a Su Hijo, a quien el dios de la
crucifixión condena. No enseñes que mi muerte fue en
vano. Más bien, enseña que no morí, demostrando que vivo en
ti. Pues poner fin a la crucifixión del Hijo de Dios es la tarea de
la redención, en la cual todo el mundo desempeña un papel igualmente
importante. Dios no juzga a Su inocente Hijo. Habiéndose
dado a Sí Mismo a él, ¿cómo podría juzgarlo?
8. Te has crucificado a ti mismo y te has puesto
una corona de espinas sobre la cabeza. Aun así, no puedes crucificar
al Hijo de Dios, pues la Voluntad de Dios no puede morir. Su Hijo ha sido
redimido de su propia crucifixión y tú no puedes condenar a muerte a quien Dios
ha dado vida eterna. El sueño de la crucifixión aún descansa pesadamente sobre
tus ojos, pero lo que ves en sueños no es la realidad. Mientras sigas
percibiendo al Hijo de Dios como crucificado, significa que estás dormido. Y
mientras creas que puedes crucificarle estarás simplemente teniendo pesadillas.
Tú que estás comenzando a despertar, aún eres consciente de tus sueños y
todavía no los has olvidado. Te olvidarás de ellos y cobrarás conciencia de
Cristo cuando otros despierten para compartir contigo tu redención.
9. Despertarás a tu propia llamada, pues la Llamada
a despertar se encuentra dentro de ti. Si vivo en ti, tú estás
despierto. No obstante, tienes que ver las obras que llevo a cabo a través de
ti o, de lo contrario, no percibirás que las he llevado a cabo en ti. No pongas
límites a lo que crees que puedo hacer a través de ti o no aceptarás lo que
puedo hacer por ti. Esto, no obstante, ya ha tenido lugar, y a menos
que des todo lo que has recibido, no sabrás que tu redentor vive y que has
despertado con él. La redención se reconoce únicamente
compartiéndola.
10. El Hijo de Dios está a salvo. Lleva
únicamente esta conciencia a la Filiación, y tu papel en la redención será tan
importante como el mío. Pues tu papel tiene que ser como el mío si
lo aprendes de mí. Si crees que el tuyo es limitado, no haces sino
limitar el mío. No hay grados de dificultad en los milagros porque
todos los Hijos de Dios tienen el mismo valor, y su igualdad es su
unicidad. Todo el Poder de Dios reside en cada parte de Él, y nada
que contradiga Su Voluntad es grande o pequeño. Lo que no existe no
tiene tamaño ni medida. Para Dios todo es posible. Y a
Cristo le es dado ser como el Padre.
VII. La condición de la realidad
1. El mundo que percibes no pudo haber sido creado
por el Padre, pues el mundo no es como tú lo ves. Dios creó únicamente lo
eterno, y todo lo que tú ves es perecedero. Por lo tanto, tiene que haber otro
mundo que no estás viendo. La Biblia habla de un nuevo Cielo y de una nueva
tierra, mas esto no puede ser cierto en un sentido literal, pues lo que es
eterno no puede volver a ser creado. Percibir de manera diferente es
sencillamente percibir de nuevo, lo cual implica que antes, o en el ínterin, no
estabas percibiendo en absoluto. ¿Cuál es entonces el mundo que le espera a tu
percepción cuando finalmente lo veas?
2. Todo pensamiento amoroso que el Hijo de Dios
alguna vez haya tenido es eterno. Los pensamientos amorosos que su mente
percibe en este mundo constituyen la única realidad de éste. Siguen siendo
percepciones porque él todavía cree estar separado. Mas son eternos porque son
amorosos. Y al ser amorosos son semejantes al Padre, por lo tanto, no pueden
morir. El mundo real ciertamente se puede percibir. Lo único que se requiere es
que estés dispuesto a no percibir nada más. Pues si percibes tanto el bien como
el mal, estarás aceptando lo falso y lo verdadero sin hacer una clara
distinción entre ellos.
3. El ego tal vez vea algo bueno, pero nunca ve
solo lo bueno. Ésa es la razón de que sus percepciones sean tan variables. No
rechaza la bondad por completo, pues eso sería inaceptable para ti. Pero
siempre añade a lo real algo que no es real, confundiendo así la ilusión con la
realidad. Pues las percepciones no pueden ser parcialmente verdaderas. Si crees
tanto en la verdad como en la ilusión, no podrás saber cuál de ellas es cierta.
Para establecer tu propia autonomía trataste de crear de manera diferente de
como crea tu Padre, creyendo que lo que hiciste podía ser distinto de Él. No
obstante, todo lo que es verdad es como Él. Percibir únicamente el mundo real
te conducirá al cielo real, porque te capacitará para comprenderlo.
4. Percibir la bondad no es conocimiento, mas negar
lo opuesto a la bondad te permite reconocer una condición en la que los
opuestos no existen. Y ésta es la condición del Conocimiento. Sin esta
conciencia no habrás satisfecho sus condiciones, y hasta que no lo hagas no
sabrás que ya dispones de él. Has concebido muchas ideas que has interpuesto
entre tu Creador y tú, y estas creencias constituyen el mundo que percibes. La
verdad no está ausente aquí, pero está velada. No sabes cuál es la diferencia
entre lo que tú has fabricado y lo que Dios creó, y de este modo no sabes cuál
es la diferencia entre lo que has fabricado y lo que has creado. Creer que
puedes percibir el mundo real es creer que puedes conocerte a ti mismo. Puedes
conocer a Dios porque Su Voluntad es que se le conozca. De todo lo que has
fabricado, el mundo real es lo único que el Espíritu Santo ha conservado para
ti, y la salvación consiste en percibir únicamente eso, ya que es el
reconocimiento de que la realidad es únicamente lo que es verdad.
VIII.
El problema y la respuesta
1. Este curso es muy simple. Quizá pienses que no
necesitas un curso que en última instancia enseña que solo la realidad es
verdad. Pero ¿crees realmente esto? Cuando percibas el mundo real, reconocerás
que no lo creías. Mas la rapidez con la que tu nueva y única percepción real se
convertirá en conocimiento no te dejará más que un instante en el que darte
cuenta de que solamente eso es verdad. Y luego todo lo que inventaste pasará al
olvido, lo bueno y lo malo, lo falso y lo verdadero. Pues cuando el Cielo y la
tierra se vuelvan uno dejarás de ver incluso el mundo real. El mundo no acabará
destruido, sino que se convertirá en el Cielo. Lo que constituye la
reinterpretación del mundo es la transferencia de toda percepción a
Conocimiento.
2. La Biblia dice que os volváis como niños. Los
niños reconocen que no entienden lo que perciben, por lo tanto, preguntan cuál
es su significado. No cometas la equivocación de creer que entiendes lo que
percibes, pues su significado se te escapa. Mas el Espíritu Santo ha preservado
su significado para ti, y si le permites que lo interprete, Él te devolverá lo
que tú despreciaste. Sin embargo, mientras creas que sabes cuál es el
significado de lo que percibes, no verás la necesidad de preguntárselo a Él.
3. No sabes cuál es el significado de nada de lo
que percibes. Ni uno solo de los pensamientos que albergas es completamente
verdadero. Reconocer esto sienta las bases para un buen comienzo. No es que
estés desencaminado, es que no has aceptado ninguna guía. Tu mayor necesidad es
aprender a percibir, pues no entiendes nada. Reconoce esto, pero no lo aceptes,
pues el entendimiento es tu herencia. Las percepciones son algo que se aprende
y ya dispones de un Maestro. Mas para estar dispuesto a aprender de Él tienes
que estar dispuesto a poner en duda todo lo que aprendiste por tu cuenta, pues
tú que no te enseñaste a ti mismo bien no deberías ser tu propio maestro.
4. Solamente tú puedes privarte a ti mismo de la
verdad. Dios, no obstante, no te negará la respuesta que Él
dio. Pide, pues, lo que es tuyo, lo cual no es obra tuya, y no te
defiendas contra la verdad. Tú ocasionaste el problema que Dios ha resuelto.
Por lo tanto, hazte únicamente esta simple pregunta: ¿Deseo el
problema o la solución? Decídete por la solución y la tendrás, pues
la verás como es, y que ya dispones de ella.
5. Tal vez te quejes de que este curso no es lo
suficientemente específico para poderse entender y aplicar. Mas tal vez no
hayas hecho lo que específicamente propugna. Éste no es un curso de
especulación teórica, sino de aplicación práctica. Nada podría ser
más específico que el que le digan a uno que si pide recibirá. El Espíritu
Santo te dará la respuesta para cada problema específico mientras creas que los
problemas son específicos. Su respuesta es a la vez una y muchas
mientras sigas creyendo que lo que es uno es muchos. Puede que
tengas miedo de Su especificidad por temor a lo que crees que pueda
exigirte. Mas es únicamente pidiendo como aprenderás que lo que
procede de Dios no te exige nada en absoluto. Dios solo da, nunca quita.
Cuando te niegas a pedir, es porque crees que pedir equivale a quitar en vez de
a compartir.
6. El Espíritu Santo te dará solo lo que es tuyo,
sin pedirte nada a cambio. Pues lo que es tuyo es todo lo que
existe, y lo compartes con Dios. Ésa es su realidad. ¿Podría el
Espíritu Santo, que solo dispone restituir, ser capaz de malinterpretar la
pregunta que necesitas hacer para comprender Su respuesta? Has oído la
respuesta, pero has malentendido la pregunta. Crees que pedirle
consejo al Espíritu Santo es pedir que se te prive de algo.
7. Criatura de Dios, no entiendes a tu Padre. Crees
en un mundo que arrebata porque crees que arrebatando puedes obtener lo que
quieres. Y esa percepción te ha costado perder de vista el mundo
real. Tienes miedo del mundo tal como lo ves, pero el mundo real
sigue siendo tuyo solo con que lo pidas. No te lo sigas negando, pues
únicamente puede liberarte. Nada que proceda de Dios puede esclavizar a Su
Hijo, a quien Él creó libre y cuya libertad está al amparo de Su Ser.
Bienaventurado tú que estás dispuesto a pedirle la verdad a Dios sin miedo,
pues solo así podrás aprender que Su Respuesta es la liberación del miedo.
8. Hermosa criatura de Dios, estás pidiendo
solamente lo que te prometí. ¿Crees que yo te iba a
engañar? El Reino de los Cielos está dentro de ti. Ten fe
en que la verdad está en mí porque yo sé que está en ti. Los Hijos
de Dios no tienen nada que no compartan. 6 Pídele la verdad a cualquier Hijo de
Dios y me la habrás pedido a mí. Cada uno de nosotros tiene dentro
de sí la respuesta para poder dársela a quienquiera que la pida.
9. Pídele cualquier cosa al Hijo de Dios y su Padre
te lo concederá, pues Cristo no se engaña con respecto a Su Padre ni Su Padre
se engaña con respecto a Cristo. No te engañes, entonces, con
respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que
constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida sanarás la
tuya. Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su
curación así como la tuya. Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno
separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensamiento
de Su Padre, mediante el cual fue creado. No te engañes con respecto
al Hijo de Dios, ya que, si lo haces, no podrás sino engañarte con respecto a
ti mismo. Y al engañarte con respecto a ti mismo te engañarás con
respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible.
10. En el mundo real no hay enfermedades, pues en
él no hay separación ni división. En él solo se reconocen los pensamientos
amorosos y, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la Ayuda de Dios va
contigo a todas partes. A medida que muestras tu buena voluntad de
aceptar esta Ayuda, la ofrecerás porque la desearás. Nada estará
fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será
negado. ¿Qué problema puede haber que no desaparezca ante la
Presencia de la Respuesta de Dios? Pide, entonces, conocer la
realidad de tu hermano porque eso es lo que percibirás en él, y en su belleza
verás reflejada la tuya.
11. No aceptes la percepción variable que tu
hermano tiene de sí mismo, pues su mente dividida es la tuya, y no aceptarás tu
propia curación sin la suya. Compartís el mundo real de la misma manera en que
compartís el Cielo, y la curación de tu hermano es tu
curación. Amarte a ti mismo es curarte a ti mismo, y no puedes
percibir una parte de ti como enferma y lograr tu objetivo. Hermano mío,
sanamos juntos según vivimos juntos y amamos juntos. No te engañes
con respecto al Hijo de Dios, pues él es uno consigo mismo y uno con su
Padre. Ama a aquel que es el bienamado de su Padre, y te darás
cuenta del amor que tu Padre te profesa a ti.
12. Si percibes que un hermano te ha ofendido
arranca la ofensa de tu mente, pues sería el Cristo el que te ofende y estás
engañado con respecto a Él. Sana en Cristo y no te sientas ofendido
por Él, pues en Él la ofensa no tiene cabida. Si lo que percibes te ofende, te
ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no
condena. Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el
Hijo de Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de
Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. Acepta Su
poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su voluntad es
sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña.
13. Los niños perciben fantasmas, monstruos y
dragones espantosos y se aterran. Mas si preguntan a alguien en quien confían
cuál es el significado de lo que perciben, y están dispuestos a abandonar sus
propias interpretaciones en favor de la realidad, su miedo desaparece junto con
ellas. Cuando se ayuda a un niño a que se dé cuenta de que lo que pensaba que
era un fantasma es en realidad una cortina; el “monstruo” una sombra y el
“dragón” un sueño deja entonces de tener miedo y se ríe felizmente de su propio
temor.
14. Hijo mío, tienes miedo de tus hermanos, de tu
Padre y de ti mismo. Pero estás simplemente engañado con respecto a ellos y con
respecto a ti. Pregúntale al Maestro de la realidad lo que ellos son
y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú también te reirás de tus
miedos y los reemplazarás con la paz. Pues el miedo no se encuentra
en la realidad, sino en las mentes de aquellos niños que no entienden lo que
ésta es. Es únicamente su falta de entendimiento lo que les asusta, mas cuando
aprenden a percibir correctamente dejan de tener miedo. Y así,
cuando vuelvan a tener miedo preguntarán cuál es la verdad. No es la
realidad de tus hermanos ni la de tu Padre ni la tuya lo que te
asusta. No sabes lo que son, y así los percibes a ellos y a ti mismo
como fantasmas, monstruos y dragones. Pregúntale cuál es su realidad
a Aquel que la conoce y Él te dirá lo que ellos son. Pues tú no lo
sabes y, puesto que estás engañado con respecto a lo que ves, necesitas la
realidad para poder desvanecer tus miedos.
15. ¿No intercambiarías tus miedos por la verdad,
teniendo en cuenta que puedes lograrlo solo con pedirlo? Pues si Dios no está
engañado con respecto a ti, únicamente tú puedes estar engañado con respecto a
ti mismo. Puedes, no obstante, aprender del Espíritu Santo cuál es la verdad
acerca de ti, y Él te enseñará que, al ser tú parte de Dios, el engaño no tiene
cabida en ti. Cuando te percibas a ti mismo sin engaño alguno, aceptarás el
mundo real en lugar del mundo falso que fabricaste. Y entonces tu Padre
descenderá hasta ti y dará el último paso por ti, elevándote hasta Él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario