Capítulo 28
EL DES-HACIMIENTO DEL
MIEDO
I. El recuerdo del
presente
1. El milagro no hace nada. Lo único que hace es des-hacer. Y de este
modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No añade nada, sino que
simplemente elimina. Y lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto
que se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. Hace
mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se
encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo.
El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó y que lo que realmente ya
pasó no puede tener efectos. Recordar la causa de algo tan solo puede dar lugar
a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos.
2. Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ya no
existe. Con su partida desaparecieron sus consecuencias, pues se quedaron sin
causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que desearas sus
efectos? Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo
pasado. Es percibir el pasado como si estuviera ocurriendo ahora y aún se
pudiese ver. La memoria, al igual que la percepción, es una facultad que tú
inventaste para que ocupara el lugar de lo que Dios te dio en tu creación. Y al
igual que todas las cosas que inventaste, se puede emplear para otros fines y
como un medio para obtener algo distinto. Se puede utilizar para sanar y no
para herir, si ése es tu deseo.
3. Nada que se utilice con el propósito de sanar conlleva esfuerzo
alguno. Es el reconocimiento de que no tienes necesidades que requieran que
hagas algo al respecto. No es una memoria selectiva ni se utiliza para obstruir
la Verdad. Todas las cosas de las que el Espíritu Santo puede valerse para
sanar le han sido entregadas libres del contenido y los propósitos para las que
fueron concebidas. Son sencillamente facultades que aún no tienen una
aplicación concreta y que solo esperan a que se haga uso de ellas. No han sido
consagradas a nada en particular ni tienen ningún objetivo.
4. El Espíritu Santo puede ciertamente hacer uso de la memoria, pues
Dios Mismo se encuentra en ella. Mas no es ésta una memoria de sucesos pasados,
sino únicamente de un estado presente. Has estado acostumbrado por tanto tiempo
a creer que la memoria contiene solo el pasado, que te resulta difícil darte
cuenta de que es una facultad que puede recordar el ahora. Las limitaciones que
el mundo le impone a ese recordar son tan vastas como las que permites que el
mundo te imponga a ti. No existe vínculo alguno entre la memoria y el pasado. Si
quieres que haya un vínculo, lo habrá. Mas es solo tu deseo lo que lo establece
y solo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún
parece persistir.
5. El uso que el Espíritu Santo hace de la memoria no tiene nada que
ver con el tiempo. El Espíritu Santo no la utiliza como un medio para conservar
el pasado, sino como una manera de renunciar a él. La memoria retiene los
mensajes que recibe y hace lo que se le encomienda hacer. No escribe el mensaje
ni establece su propósito. Al igual que el cuerpo, no tiene un propósito
intrínseco. Y si parece servir para abrigar un viejo odio y presentarte escenas
de injusticias y de resentimientos que has estado guardando, eso fue lo que le pediste
que fuera su mensaje, y ése fue el que te dio. La historia de todo el pasado
del cuerpo se encuentra oculta en la memoria, confinada en sus bóvedas. Todas
las extrañas asociaciones que se han hecho para mantener vivo el pasado y el
presente muerto, están depositadas ahí, esperando tu orden de que se te traigan
y vuelvan a revivirse. Y de este modo, sus efectos parecen haber aumentado con
el tiempo, el cual eliminó su causa.
6. El tiempo, no obstante, no es más que otra fase de lo que no hace
nada. Colabora estrechamente con todos los demás atributos con los que intentas
mantener oculta la verdad acerca de ti. El tiempo ni quita ni restituye. Sin
embargo, lo utilizas de una manera extraña, como si el pasado hubiera causado
el presente y éste no fuera más que una consecuencia en la que no se puede
hacer cambio alguno, toda vez que su causa ha desaparecido. Un cambio, no
obstante, tiene que tener una causa duradera, pues, de otro modo, no
perduraría. Es imposible poder cambiar nada en el presente si su causa se
encuentra en el pasado. Tal como usas la memoria, solo el pasado está en ella
y, así, no es más que un modo de hacer que el pasado predomine sobre el ahora.
7. Olvídate de todo lo que te has enseñado a ti mismo, pues no fuiste
un buen maestro. ¿Y quién querría conservar en su mente una lección absurda
cuando puede aprender y retener una mejor? Cuando memorias de viejos rencores
vengan a rondarte, recuerda que su causa ya desapareció. Por lo tanto, no
puedes entender cuál es su propósito. No permitas que la causa que quieres
atribuirles ahora sea la misma que hizo que fuesen lo que fueron o parecieron
ser. Alégrate de que su causa haya desaparecido, pues de eso es de lo que se te
perdona. Y contempla, en cambio, los nuevos efectos de una Causa que se acepta
ahora y cuyas consecuencias se encuentran aquí. Su hermosura te sorprenderá. Las
nuevas ideas de antaño que traen consigo, serán las felices consecuencias de
una Causa tan ancestral que excede con mucho el lapso de memoria que tu
percepción ve.
8. Ésta es la Causa que el Espíritu Santo ha recordado por ti, cuando
tú la habrías olvidado. No es una causa pasada porque Él jamás permitió que no
se recordase. Nunca ha cambiado porque en ningún momento dejó Él de mantenerla
a salvo en tu mente. Sus consecuencias te parecerán ciertamente nuevas porque
pensabas que no recordabas su Causa. Mas Ésta nunca estuvo ausente de tu mente,
pues no era la Voluntad de tu Padre que Su Hijo no Lo recordase.
9. Lo que tú recuerdas nunca sucedió, pues procedió de una ausencia de
causa, que pensaste que era una causa. Cuando te des cuenta de que has estado
recordando consecuencias que carecen de causa y de que, por lo tanto, jamás
pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte. El milagro te
recuerda una Causa que está eternamente presente y que es inmune al tiempo y a
cualquier interferencia. Dicha Causa nunca ha dejado de ser lo que es. Y tú
eres Su Efecto, tan inmutable y perfecto como Ella Misma. Su recuerdo no se
encuentra en el pasado ni aguarda al futuro. Tampoco se revela en los milagros.
Éstos no hacen sino recordarte que esa Causa no ha desaparecido. Cuando Le
perdones tus pecados, dejarás de negarla.
10. Tú que has querido condenar a tu Creador no puedes comprender que
no fue Él Quien condenó a Su Hijo. Quieres negarle Sus Efectos, sin embargo, Éstos
jamás han sido negados. Es imposible que Su Hijo pudiera haber sido jamás
condenado por lo que carece de causa y es contrario a Su Voluntad. De lo único
que tu memoria quiere dar testimonio es del temor a Dios. Él no ha hecho eso
que temes. Ni tú tampoco. Por lo tanto, jamás perdiste tu inocencia. No tienes
necesidad de curación para estar sano. Desde la quietud de tu interior, ve en
el milagro una lección en cómo permitir que la Causa tenga Sus Efectos y en no
hacer nada que pueda interferir.
11. El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un
instante y se sumerge en la quietud. Se extiende dulcemente desde ese instante
de quietud y desde la mente a la que en ese momento sanó hasta otras mentes para
que compartan su quietud. Y éstas se unirán en su cometido de no hacer nada que
impida el retorno de la radiante extensión del milagro a la Mente que dio
origen a todas las mentes. Puesto que el milagro nació como resultado de un acto
de compartir, no puede haber ninguna pausa en el tiempo que pueda hacer que el
milagro se demore en llegar cuanto antes a las mentes perturbadas, para
brindarles un momento de quietud en el que el recuerdo de Dios pueda retornar a
ellas. Lo que creían recordar se acalla ahora, y lo que ha venido a ocupar su
lugar no se olvidará completamente después.
12. Aquel a Quien dedicas parte de tu tiempo te da las gracias por
cada instante de silencio que le ofreces. Pues en cada uno de esos instantes se
le permite al recuerdo de Dios ofrecer todos sus tesoros al Hijo de Dios, que
es para quien se han conservado. ¡Cuán gustosamente se los ofrece el Espíritu
Santo a aquel para quien le fueron dados! Y Su Creador comparte Su
agradecimiento porque a Él no se le puede privar de Sus Efectos. El instante de
silencio que Su Hijo acepta le da la bienvenida a la eternidad así como a Él,
permitiéndoles a Ambos entrar donde es Su deseo morar. Pues en ese instante el
Hijo de Dios no hace nada que le pueda producir temor.
13. ¡Cuán rápidamente aflora el recuerdo de Dios en la mente que no
tiene ningún temor que se lo impida! Lo que recordaba desaparece. Ya no hay
pasado que con su imagen tenebrosa impida el feliz despertar de la mente a la
paz presente. Las trompetas de la eternidad resuenan por toda la quietud, mas
no la perturban. Y lo que ahora se recuerda es la Causa, no el miedo, el cual
se inventó con vistas a anularla y a mantenerla en el olvido. La quietud habla
con suaves murmullos de amor que el Hijo de Dios recuerda de antaño, antes de
que su propio recordar se interpusiera entre el presente y el pasado para
acallarlos.
14. Ahora el Hijo de Dios se ha vuelto por fin consciente de una Causa
presente y de Sus benévolos Efectos. Ahora comprende que lo que él ha hecho
carece de causa y que no tiene efectos de ninguna clase. Él no ha hecho nada. Y
al reconocer esto, se da cuenta de que nunca ha tenido necesidad de hacer nada
y de que nunca la tuvo. Su Causa son Sus Efectos. 6 Jamás hubo otra causa
aparte de Ella que pudiera generar un pasado o un futuro diferentes. Sus
Efectos son por siempre inmutables y se encuentran enteramente más allá del
miedo y del mundo del pecado.
15. ¿Qué se ha perdido por dejar de ver lo que carece de causa? ¿Y
dónde está el sacrificio una vez que el recuerdo de Dios ha venido a ocupar el
lugar que antes ocupaba la pérdida? ¿Qué mejor modo hay de cerrar la diminuta
brecha entre las ilusiones y la realidad, que dejar que el recuerdo de Dios
fluya a través de ella y la convierta en un puente en el que solo un instante
es suficiente para cruzarlo? Pues Dios ha cerrado la brecha Consigo Mismo. Su recuerdo
no ha desaparecido ni ha dejado al Hijo encallado para siempre en una costa
desde donde puede divisar otra a la que nunca podría llegar. Su Padre ha
dispuesto que él sea elevado y llevado dulcemente hasta ella. Él construyó el
puente y es Él Quien transportará a Su Hijo a través de él. No temas que vaya a
dejar de hacer lo que es Su Voluntad ni que vayas a ser excluido de lo que Ésta
dispone para ti.
II. La inversión de
efecto y causa
1. Sin causa no puede haber efectos, mas sin efectos no puede haber
causa. Lo que hace que una causa sea causa son sus efectos; el Padre es Padre
por razón de Su Hijo. Los efectos no crean su causa, pero sí establecen su
condición de causa. De este modo, el Hijo otorga Paternidad a su Creador y recibe
el regalo que le ha dado. Y puesto que es el Hijo de Dios, tiene que ser a su
vez un padre, que crea tal como su Padre lo creó a él. El círculo de creación
no tiene fin. Su punto de partida y su punto final son el mismo, pero dentro de
sí encierra a todo el universo de la Creación, sin principio ni fin.
2. La paternidad es creación. El amor tiene que extenderse. La pureza
no está limitada en modo alguno. La naturaleza del inocente es ser eternamente
libre, sin barreras ni limitaciones. La pureza, por lo tanto, no es algo propio
del cuerpo, ni tampoco puede hallarse allí donde hay limitaciones. El cuerpo se
puede sanar gracias a los efectos de la pureza, los cuales son tan ilimitados
como ella misma. No obstante, toda curación tiene lugar cuando se reconoce que
la mente no está dentro del cuerpo, que su inocencia es algo completamente
aparte de él y que está allí donde reside la curación. ¿Dónde se encuentra,
entonces, la curación? Únicamente allí donde a su causa se le confieren sus
efectos. Pues la enfermedad es un intento descabellado de adjudicar efectos a
lo que carece de causa y hacer de ello una causa.
3. La enfermedad es siempre un intento por parte del Hijo de Dios de
ser él su propia causa y de no permitirse a sí mismo ser el Hijo de su Padre.
Como consecuencia de este deseo irrealizable, él no cree ser el Efecto del
Amor, sino que él mismo debe ser su propia causa debido a lo que es. La causa
de la curación es la única Causa de todo y solo tiene un Efecto. En este
reconocimiento no se le adjudica ningún efecto a lo que carece de causa y no se
percibe ninguno. Una mente contenida en un cuerpo y un mundo poblado de otros
cuerpos, cada uno con una mente separada, son tus “creaciones”, y tú eres la
“otra” mente que crea efectos diferentes a ti. Pero al ser su “padre”, tienes
que ser como ellos.
4. En realidad no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y
tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan solo una parte
del sueño de otro. El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra
quién es el soñador. Te enseña que mientras estés dormido puedes elegir entre
diferentes sueños, dependiendo del propósito que le hayas adscrito a tu soñar. ¿Deseas
sueños de curación o sueños de muerte? Un sueño es como una memoria, en el
sentido de que te presenta las imágenes que quieres que se te muestren.
5. Todos los retazos de memorias y de sueños se conservan en un
almacén vacío, cuyas puertas están abiertas de par en par. Pero si tú eres el
soñador, puedes percibir cuando menos esto: que eres el causante del sueño y,
por lo tanto, que puedes aceptar otro sueño. Pero para que este cambio en el
contenido del sueño tenga lugar, es esencial que te des cuenta de que fuiste tú
quien soñó el sueño que no te gusta. Pues no es otra cosa que un efecto que tú
causaste y del que ya no quieres ser la causa. Cuando los sueños son de
asesinato y ataque, tú eres la víctima en un cuerpo herido y moribundo. Pero
cuando los sueños son de perdón, a nadie se le pide ser la víctima o el que
padece. Ésos son los felices sueños que el milagro te ofrece a cambio de los
tuyos. No te pide que concibas otro sueño, sino solo que te des cuenta de que
inventaste el que quieres intercambiar por el de perdón.
6. Este mundo carece de causa, al igual que todos los sueños que alguien
haya tenido en él. Ningún plan es posible en él ni hay nada que sea
comprensible. ¿Qué otra cosa se puede esperar de lo que no tiene causa? Sin
embargo, si no tiene causa, tampoco tiene propósito. Puedes ser el causante de
un sueño, pero jamás podrás hacer que sus efectos sean reales. Pues ello
cambiaría su causa y eso es precisamente lo que no puedes hacer. El soñador de
un sueño no está despierto ni sabe que duerme. En sus sueños tiene fantasías de
estar enfermo o sano, deprimido o feliz, pero sin una causa estable con efectos
garantizados.
7. El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido
no es real. Éste es un paso crucial a la hora de lidiar con ilusiones. Nadie
tiene miedo de ellas cuando se da cuenta de que fue él quien las inventó. Lo
que mantenía vivo al miedo era que no se daba cuenta de que él era el autor del
sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó
a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido
para mostrarle que sus deseos se han cumplido. Y así, teme su propio ataque,
pero lo ve venir de la mano de otro. Como víctima que es, sufre por razón de
los efectos del ataque, pero no por razón de su causa. No es el autor de su
propio ataque y es inocente de lo que ha causado. El milagro no hace sino
mostrarle que él no ha hecho nada. De lo que tiene miedo es de una causa que
carece de los efectos que habrían hecho de ella una causa. Y, por lo tanto,
nunca lo fue.
8. La separación comenzó con el sueño de que el Padre estaba privado
de Sus Efectos y de que era incapaz de conservarlos, pues había dejado de ser
su Creador. En el sueño, el soñador se hizo a sí mismo. Pero lo que hizo se
volvió contra él, asumiendo el papel de creador suyo, tal como él mismo había hecho.
Y así como él odió a su Creador, del mismo modo las figuras del sueño lo odian
a él. Su cuerpo es su esclavo, y abusan de él porque los motivos que él le
adjudicó al cuerpo ellas los han adoptado como propios. Y odian al cuerpo por
la venganza que éste quiere consumar contra ellas. Mas la venganza de ellas
contra el cuerpo es lo que parece probar que el soñador no es el autor del
sueño. Primero se separan efecto y causa y luego se invierten, de forma que el
efecto se convierte en causa y la causa en efecto.
9. Ése es el último paso de la separación, con el que da comienzo la
salvación, la cual se encamina en dirección contraria. Este último paso es un
efecto de lo que ha sucedido antes, que ahora parece ser la causa. El milagro
es el primer paso en el proceso de devolverle a la Causa la función de ser
causa y no efecto. Pues esta confusión ha dado lugar al sueño, y mientras no se
resuelva, despertar seguirá siendo algo temible. Y la Llamada a despertar no
será oída, pues parecerá ser la llamada al temor.
10. Al igual que todas las lecciones que el Espíritu Santo te pide que
aprendas, el milagro es inequívoco. El milagro es la demostración de lo que Él
quiere que aprendas, y te enseña que lo que te interesa son sus efectos. En Sus
sueños de perdón, los efectos de tus sueños quedan des-hechos, y aquellos que
eran tus enemigos acérrimos se perciben ahora como amigos que te desean el
bien. Ahora se ve que vuestra enemistad jamás tuvo causa, puesto que ellos no
la causaron. Y puedes aceptar que fuiste tú el autor de su odio porque te das
cuenta de que éste no tiene efectos. Te has liberado del sueño lo suficiente
como para darte cuenta de que el mundo es neutral y de que no es necesario
tener miedo de los cuerpos que parecen moverse por él como entes separados. Por
lo tanto, no están enfermos.
11. El milagro te devuelve la
causa del miedo a ti que lo inventaste. Pero también te muestra que, al no
tener efectos, no es realmente una causa porque la función de lo causativo es
producir efectos. Y allí donde los efectos han desaparecido, no hay causa. De
este modo, el cuerpo se cura gracias a los milagros porque éstos demuestran que
la mente inventó la enfermedad y que utilizó al cuerpo para ser la víctima, o
el efecto, de lo que ella misma fabuló. Mas la mitad de la lección no es toda
la lección. El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es
que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó
enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo
era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad
no causó nada ni tuvo efecto alguno.
12. Este mundo está repleto de milagros. Se alzan en radiante silencio
junto a cada sueño de dolor y sufrimiento, de pecado y culpabilidad. Representan
la alternativa al sueño, la elección de ser el soñador, en vez de negar el
papel activo que has desempeñado en la fabricación del sueño. Los milagros son
los felices efectos de devolver la enfermedad—la consecuencia—a su causa. El
cuerpo se libera porque la mente reconoce lo siguiente: “Nadie me está haciendo
esto a mí, sino que soy yo quien lo está haciendo”. Y así, la mente es ahora
libre de llevar a cabo otra elección. A partir de ahí, la salvación procederá a
cambiar el rumbo de cada paso que se haya dado en el descenso hacia la
separación, hasta que lo andado se haya desandado, la escalera haya
desaparecido y todos los sueños del mundo hayan sido des-hechos.
III. El acuerdo a
unirse
1. Lo que espera en perfecta certeza más allá de la salvación no nos
concierne ahora, pues apenas has empezado a dejar que se te guíe en tus
primeros e inciertos pasos de ascenso por la escalera que la separación te hizo
descender. El milagro es lo único que debe concernirte ahora. Éste es nuestro
punto de partida. Y habiendo comenzado, el camino de ascenso hacia el despertar
y el final del sueño quedará libre y despejado. Cuando aceptas un milagro, no
añades tu sueño de miedo a uno que ya está siendo soñado. Sin apoyo, el sueño
se desvanecerá junto con todos sus aparentes efectos, pues es tu apoyo lo que
lo refuerza.
2. Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de
acuerdo en que están separadas. Por lo tanto, su decisión conjunta es estar
enfermas. Si te niegas a dar tu conformidad y admites el papel que desempeñas
en hacer que la enfermedad sea real, la otra mente no podrá proyectar su
culpabilidad, ya que no has colaborado en dejar que se perciba a sí misma como
separada y aparte de ti. De este modo, ninguna de las dos percibe el cuerpo
como enfermo desde diferentes puntos de vista. Unirte a la mente de un hermano
bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos. La curación es el
efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de
mentes que se separan.
3. El milagro no hace nada precisamente porque las mentes están unidas
y no se pueden separar. En el sueño, no obstante, esto se ha invertido, y las
mentes separadas se ven como cuerpos, los cuales están separados y no pueden
unirse. No permitas que tu hermano esté enfermo, pues si lo está quiere decir
que lo dejaste a merced de su sueño al compartirlo con él. Él no ha visto dónde
reside la causa de su enfermedad y tú has obviado la brecha que os separa, que
es donde la enfermedad se ha incubado. De esta forma, os unís en la enfermedad
para dejar sin sanar la diminuta brecha donde se protege celosamente a la
enfermedad, donde se estima y donde se sustenta por una firme creencia, no sea
que Dios venga y la salve con un puente que conduzca hasta Él. No te opongas a
Su llegada combatiéndolo con ilusiones, pues Su llegada es lo que deseas por
encima de todas las cosas que parecen titilar en el sueño.
4. El final del sueño es el fin del miedo, pues el amor nunca formó parte
del mundo de los sueños. La brecha es diminuta. Sin embargo, contiene las
semillas de la pestilencia y toda suerte de males, puesto que es el deseo de
perpetuar la separación e impedir la unión. Y así, parece conferirle a la
enfermedad una causa que no es su causa. El propósito de la brecha es la única
causa de la enfermedad. Pues se concibió a fin de mantenerte separado y dentro
de un cuerpo que tú ves como si fuera la causa del dolor.
5. La causa del dolor es la separación, no el cuerpo, el cual es solo
su efecto. Sin embargo, la separación no es más que un espacio vacío, que no
contiene nada ni hace nada, y que es tan insubstancial como la estela que los
barcos dejan entre las olas al pasar. Dicho espacio vacío se llena con la misma
rapidez con la que el agua se abalanza a cerrar la estela según las olas se
funden. ¿Dónde está la estela que había entre las olas una vez que éstas se han
fundido y han llenado el espacio que por un momento parecía separarlas? ¿Dónde
está la base de la enfermedad una vez que las mentes se han unido para cerrar
la diminuta brecha que había entre ellas y en la que las semillas de la
enfermedad parecían germinar?
6. Dios tiende el puente, pero solo en el espacio que el milagro ha
dejado libre y despejado. Mas no puede tender un puente sobre las semillas de
la enfermedad y la vergüenza de la culpa, pues no puede destruir una voluntad
ajena que Él no creó. Deja que los efectos de ésta desaparezcan y no te aferres
a ellos desesperadamente, tratando de conservarlos. El milagro los hará a un
lado, haciendo así sitio para Aquel Cuya Voluntad es venir y tender un puente
para que Su Hijo regrese a Él.
7. Considera, entonces, los plateados milagros y los dorados sueños de
felicidad como los únicos tesoros que quieres conservar dentro del almacén del
mundo. La puerta está abierta, no para que entren ladrones, sino tus hermanos
hambrientos, quienes confundieron el brillo de una piedrecilla con oro y
almacenaron un puñado de nieve reluciente creyendo que era plata. Sin embargo,
a este lado de la puerta abierta no tienen nada. ¿Qué es el mundo sino una
diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días, meses
y años? ¿Y qué son ustedes que viven en el mundo sino una imagen fragmentada
del Hijo de Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un
trocito de barro separado e incierto?
8. No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que los milagros iluminen
dulcemente tu mundo. Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse entre
tu hermano y tú, únete a él. Y de este modo, será evidente que la enfermedad no
tiene causa. El sueño de curación reside en el perdón, que dulcemente te
muestra que nunca pecaste. El milagro no dejará ningún vestigio de culpa que
pueda traer testigos de lo que nunca fue. Y preparará en tu almacén un lugar de
bienvenida para tu Padre y tu Ser. La puerta está abierta para que todos
aquellos que no quieran seguir hambrientos y deseen gozar del festín de
abundancia que allí se les ha preparado puedan entrar. Y se reunirán con tus
Invitados, a quienes el milagro invitó a venir a ti.
9. Este festín es muy distinto de los que se acostumbran a dar en el
sueño del mundo. Pues aquí, cuanto más reciba cada uno, más habrá para ser compartido
por todos los demás. Los Invitados han traído Consigo provisiones ilimitadas. Y
a nadie se le priva de nada ni nadie puede privar a otro de nada tampoco. He
aquí el festín que el Padre tiende ante Su Hijo y que comparte con él
equitativamente. Y en ese compartir no puede haber una brecha en la que la abundancia
merme y disminuya. Aquí los años de escasez no se presentarán, ya que el tiempo
no forma parte de este festín, pues es eterno. El Amor ha desplegado su mesa en
el espacio que parecía mantener a tus Invitados alejados de ti.
IV. La unión mayor
1. Aceptar la Expiación para ti mismo significa no prestar apoyo a los
sueños de enfermedad y muerte de nadie. Significa que no compartes con ningún
individuo su deseo de estar separado, ni dejas que vuelque sus ilusiones contra
sí mismo. Tampoco deseas que éstas se vuelquen contra ti. De este modo, no
tienen efecto alguno. Y te liberas de los sueños de dolor porque permites que
él se libere de ellos. A menos que lo ayudes, sufrirás con él, ya que ése es tu
deseo. Y te convertirás en un protagonista en su sueño de dolor, tal como él lo
es en el tuyo. De esta manera, los dos os convertís en ilusiones sin ninguna
identidad. Puedes ser cualquier persona o cualquier cosa, según de quién sea el
sueño de maldad que compartas. Pero de una cosa puedes estar seguro: que eres
perverso, pues compartes sueños de miedo.
2. Hay un modo de encontrar certeza aquí y ahora. Niégate a ser parte
de ningún sueño de miedo, sea cual sea su forma, pues si lo haces perderás tu
identidad en ellos. La manera de encontrarte a ti mismo es negándote a aceptar
tales sueños como tu causa o como que tienen efectos en ti. No tienes nada que
ver con ellos, pero sí con aquel que los sueña. De esta manera, separas al
soñador del sueño, al unirte a uno y abandonar lo otro. El sueño no es más que una
ilusión de la mente. Y a ésta te puedes unir, pero nunca al sueño. Es del sueño
de lo que tienes miedo, no de la mente. Sin embargo, los ves como si fueran lo
mismo porque crees que tú no eres más que un sueño. No sabes lo que es real
acerca de ti o lo que es ilusorio, y no puedes distinguir entre lo uno y lo
otro.
3. Al igual que tú, tu hermano cree que él es un sueño. No compartas
con él su ilusión acerca de sí mismo, pues tu Identidad depende de su realidad.
Piensa en él más bien como una mente en la que todavía persisten ilusiones,
pero con la que tienes una relación fraternal. Lo que él sueña no es lo que lo
convierte en tu hermano, ni tampoco su cuerpo, el “héroe” del sueño, es tu
hermano. Su realidad es lo que es tu hermano, de la misma manera en que tu
realidad es lo que es hermano suyo. Tu mente y la suya están unidas en
hermandad. Su cuerpo y sus sueños tan solo aparentan abrir una diminuta brecha
en la que tus sueños se han unido a los suyos.
4. Entre vuestras mentes, sin embargo, no hay ninguna brecha. Unirte a
sus sueños significa que no te unes a él, pues sus sueños lo separan de ti. Libéralo,
por lo tanto, proclamando sencillamente tu hermandad con él y no con sueños de
miedo. Ayúdale a que reconozca Quién es, negándote a apoyar sus ilusiones con
tu fe, pues si lo haces, no podrás sino tener fe en las tuyas. Y al tener fe en
las tuyas, él no podrá liberarse y tú quedarás atrapado en sus sueños. Y sueños
de terror vendrán a rondar la diminuta brecha, la cual está poblada únicamente
por las ilusiones que han apoyado en la mente del otro.
5. Ten absoluta certeza de que si haces lo que te corresponde hacer,
él hará lo que le corresponda hacer, pues se unirá a ti allí donde estés. No lo
invites a unirse a ti en la brecha que hay entre ustedes, pues si lo haces,
creerás que ésa es tu realidad así como la suya. No puedes llevar a cabo su
papel por él, mas esto es precisamente lo que haces cuando te vuelves una
figura pasiva en sus sueños, en vez del soñador de los tuyos. Tener una
identidad carece de significado en los sueños porque el soñador y el sueño son
uno. El que comparte un sueño no puede sino ser el sueño que comparte porque el
acto de compartir es lo que produce la causa.
6. Como consecuencia de compartir confusión estás confundido, pues en
la brecha no existe un yo estable. Lo que es lo mismo parece diferente porque
lo que es lo mismo aparenta ser algo distinto. Los sueños de tu hermano son los
tuyos porque tú permites que lo sean. Mas si lo librases de tus sueños, él se
liberaría de ellos, así como de los suyos. Tus sueños dan testimonio de los
suyos y, los suyos, de la verdad de los tuyos. No obstante, si vieras que no
hay verdad en los tuyos, sus sueños desaparecerían y él comprendería qué fue lo
que dio origen al sueño.
7. El Espíritu Santo mora en sus dos mentes, y Él es Uno porque no hay
brecha que pueda dividir Su Unicidad. La brecha que separa sus cuerpos es
irrelevante, pues lo que está unido en Él es siempre uno. Nadie puede estar
enfermo si alguien acepta su unión con él. Su deseo de ser una mente enferma y
separada no puede seguir vigente sin un testigo o una causa. Y tanto el testigo
como la causa desaparecen si alguien decide unirse a él. En su sueño él estaba
separado de su hermano, quien, al no compartir su sueño con él, ha eliminado el
espacio que había entre ellos. Y el Padre viene a unirse con Su Hijo, a quien
el Espíritu Santo se unió.
8. La función del Espíritu Santo es tomar la imagen fragmentada del
Hijo de Dios y poner cada fragmento nuevamente en su lugar. Él muestra esta
santa imagen, completamente sanada, a cada fragmento separado que piensa que en
sí es una imagen completa. A cada uno de ellos le ofrece su Identidad, que la
imagen en su totalidad representa, en vez de la fragmentada y diminuta porción
que él reiteraba que era él. Mas cuando vea esta imagen, se reconocerá a sí
mismo. Si no compartes con tu hermano su sueño de maldad, ésa es la imagen con
la que el milagro llenará la diminuta brecha, la cual quedará así libre de
todas las semillas de enfermedad y de pecado. Y ahí el Padre recibirá a Su Hijo
porque Su Hijo ha sido misericordioso consigo mismo.
9. Te doy las gracias, Padre, sabiendo que sellarás cada diminuta
brecha que se encuentra entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo. Tu Santidad,
absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos. Y están unidos porque lo que
mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos. ¡Cuán sagrado es el más
diminuto grano de arena cuando se reconoce que forma parte de la imagen total
del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no
significan nada, pues el Todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del
Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás.
10. No te unas a los sueños de tu hermano, sino a él, y ahí donde te
unes a Su Hijo, ahí está el Padre. ¿Quién iría en busca de substitutos si se
diese cuenta de que no ha perdido nada? ¿Quién querría disfrutar de los
“beneficios” de la enfermedad cuando ha recibido la simple bendición de la
salud? Lo que Dios ha dado no puede suponer pérdida alguna y lo que no procede
de Él no tiene efectos. ¿Qué podrías percibir, entonces, en la brecha? Las
semillas de la enfermedad proceden de la creencia de que es posible encontrar
felicidad en la separación y de que renunciar a ella sería un sacrificio. Mas
los milagros son el resultado de no seguir intentando ver en la brecha lo que
no se encuentra en ella. Lo único que requiere el Sanador del Hijo de Dios es
que estés dispuesto a abandonar todas las ilusiones. Él sembrará los milagros
de curación allí donde antes se encontraban las semillas de la enfermedad. Y no
habrá pérdidas de ninguna clase, sino solo ganancias.
V. La alternativa a
los sueños de miedo
1. ¿Qué puede ser la sensación de estar enfermo, sino la sensación de
estar limitado o de estar desunido de algo y separado de ello? ¿O de una brecha
que percibes entre tu hermano y tú y lo que ahora consideras la salud? De este
modo, lo bueno se ve como si estuviera fuera y lo malo, dentro. Y así, la
enfermedad aparta al ser de lo bueno y conserva dentro lo malo. Dios es la
Alternativa a los sueños de miedo. El que es partícipe de sueños de miedo, no
puede ser partícipe de Él. Pero el que se niega a ser partícipe de ellos,
participa de Él. No hay ninguna otra alternativa. Nada puede existir a menos
que tú compartas su existencia. Y tú existes porque Dios compartió Su Voluntad
contigo para que Su Creación pudiese crear.
2. Lo que les confiere realidad a los perniciosos sueños de odio,
maldad, rencor, muerte, pecado, sufrimiento, dolor y pérdida es el hecho de
compartirlos. Si no se comparten, se perciben como algo sin sentido. Pues al no
prestarles apoyo dejan de ser una fuente de miedo. Y el amor no puede sino
llenar el espacio que el miedo ha dejado vacante porque ésas son las únicas
alternativas que existen. Donde uno aparece, el otro desaparece. Y el que
compartas, será el único que tendrás. Y tendrás el que aceptes, pues es el
único que deseas tener.
3. Si perdonas al soñador y percibes que él no es el sueño que él
mismo tejió, no estás compartiendo con él su nefasto sueño. Por lo tanto, él no
puede ser parte del tuyo, del cual ambos os liberáis. El perdón separa al
soñador del sueño nefasto y, así, lo libera. Recuerda que si compartes un sueño
de maldad, creerás ser ese sueño que compartes. Y al tener miedo de él, no
desearás conocer tu verdadera identidad porque pensarás que es temible. Y
negarás tu Ser y caminarás por tierras extrañas que tu Creador no creó, donde
parecerás ser algo que no eres. Lucharás contra tu propio Ser, el cual parecerá
ser tu enemigo, y atacarás a tu hermano como parte de lo que odias. 8 En esto
no hay términos medios. O bien eres tu Ser o bien eres una ilusión. ¿Qué puede
haber entre la ilusión y la verdad? Creer que hay un lugar intermedio donde puedes
ser algo que no eres, no puede ser verdad, sino un sueño.
4. Has concebido una diminuta brecha entre las ilusiones y la verdad
para que sea el lugar donde reside tu seguridad y donde lo que has hecho
mantiene celosamente oculto a tu Ser. Ahí es donde se ha establecido un mundo
enfermizo, que es el que los ojos del cuerpo perciben. Ahí están los sonidos
que oye, las voces para las que sus oídos fueron concebidos. Sin embargo, los
panoramas y los sonidos que el cuerpo percibe y oye no significan nada. El
cuerpo no puede ver ni oír. No sabe lo que es ver ni para qué sirve escuchar. Es
tan incapaz de percibir como de juzgar; de entender como de saber. Sus ojos son
ciegos; sus oídos, sordos. No puede pensar, por lo tanto, no puede tener
efectos.
5. ¿Podría haber creado Dios algo para que enfermara? ¿Y cómo podría
existir algo que Él no haya creado? No permitas que tus ojos se posen en un
sueño ni que tus oídos den testimonio de una ilusión. Pues los ojos fueron
concebidos para que vieran un mundo que no existe, y los oídos, para que oyesen
voces insonoras. Mas hay otros panoramas
y sonidos que sí se pueden ver, oír y comprender. Pues los ojos y los oídos son
sentidos sin sentido, y lo único que hacen es informar de lo que ven y de lo
que oyen. Mas no son ellos los que ven y oyen, sino tú, quien ensambló cada
pieza irregular, cada fragmento absurdo y la más mínima evidencia para que
diera testimonio del mundo que deseas. No permitas que los ojos y los oídos del
cuerpo perciban estos innumerables fragmentos dentro de la brecha que tú
inventaste ni permitas que persuadan a su hacedor de que sus fabricaciones son
reales.
6. La Creación es la prueba de la realidad porque comparte la función
que toda la Creación comparte. No se compone de trocitos de cristal ni de un
pedazo de madera o quizá de una hebra o dos, ensamblados para que den
testimonio de la verdad. La realidad no depende de eso. No hay brecha que
separe a la verdad de los sueños o de las ilusiones. La verdad no ha dejado
sitio para ellos en ningún lugar o tiempo, pues ocupa todo lugar y tiempo,
haciendo que sean absolutamente indivisibles.
7. Tú que crees que entre tu hermano y tú hay una diminuta brecha, no
te das cuenta de que es ahí donde os encontráis prisioneros en un mundo que se percibe
como que existe aquí. El mundo que ves no existe porque el lugar desde donde lo
percibes no es real. La brecha se halla celosamente oculta entre las tinieblas,
e imágenes nebulosas surgen para cubrirla con formas vagas e indefinidas y con
siluetas cambiantes, por siempre insubstanciales e inciertas. Sin embargo, en
la brecha no hay nada. No hay secretos impresionantes ni tumbas tenebrosas
desde las que el terror surge de los huesos de la muerte. Observa la diminuta
brecha, y contemplarás la inocencia y la ausencia de pecado que verás dentro de
ti cuando ya no tengas miedo de reconocer el amor.
VI. Los votos
secretos
1. El que castiga el cuerpo está loco, pues ahí es donde ve la
diminuta brecha, que, sin embargo, no está ahí. El cuerpo no se ha juzgado a sí
mismo ni se ha convertido en lo que no es. No procura hacer del dolor un gozo
ni espera encontrar placer duradero en lo que no es más que polvo. No te dice
cuál es su propósito ni tampoco puede él mismo entender para qué es. No hace de
nadie una víctima porque no tiene una voluntad propia ni tampoco tiene
preferencias o dudas. No se pregunta qué es. Por lo tanto, no tiene necesidad
de competir. Se puede hacer de él una víctima, pero él no puede considerarse a
sí mismo como tal. No acepta ningún papel, sino que hace lo que se le dice sin
atacar.
2. Atribuir la responsabilidad de lo que ves a aquello que no puede
ver y culparlo por los sonidos que te disgustan cuando no puede oír, es ciertamente
una perspectiva absurda. El cuerpo no sufre el castigo que le impones, pues no
tiene sensaciones. Se comporta tal como tú deseas que lo haga, y nunca toma
decisiones. No nace ni muere. Lo único que puede hacer es vagar sin rumbo por
el camino que se le haya indicado. Y si cambias de rumbo, camina con igual facilidad
por esa otra dirección. No se pone de parte de nada ni juzga el camino que
recorre. No percibe brecha alguna porque no odia. Puede ponerse al servicio del
odio, pero no puede por ello convertirse en algo odioso.
3. Lo que odias y temes, deseas y detestas el cuerpo no lo conoce. Lo
envías a buscar separación y a que sea algo separado. Luego lo odias, no por lo
que es, sino por el uso que has hecho de él. Te desvinculas de lo que ve y oye,
y odias su debilidad y pequeñez. Detestas sus actos, pero no los tuyos. Mas el
cuerpo ve y actúa por ti. 7 Oye tu voz. Y es frágil e insignificante porque ése
es tu deseo. Parece castigarte, y así, merece que lo odies por las limitaciones
que te impone. No obstante, eres tú quien lo ha convertido en el símbolo de las
limitaciones que quieres que tu mente tenga, vea y conserve.
4. El cuerpo representa la brecha que se percibe entre la pequeña
porción de mente que consideras tu mente y el resto de lo que realmente es
tuyo. Lo odias, sin embargo, crees que es tu ser, el cual perderías sin él. Éste
es el voto secreto que has hecho con cada hermano que prefiere caminar solo y
separado. Éste es el juramento secreto que renuevas cada vez que percibes que
has sido atacado. Nadie puede sufrir a menos que considere que ha sido atacado
y que ha perdido como resultado de ello. El compromiso a estar enfermo se
encuentra en tu conciencia, aunque sin expresarse ni oírse. Sin embargo, es una
promesa que le haces a otro de que él te herirá y de que en respuesta, tú lo
atacarás.
5. La enfermedad no es sino la ira que se ha descargado contra el
cuerpo para que sufra. Es la consecuencia natural de lo que se hizo en secreto,
en conformidad con el deseo secreto de otro de estar separado de ti, tal como
el tuyo es estar separado de él. A menos que ambos estén de acuerdo en que ése
es su deseo, éste no podría tener efectos. Todo aquel que dice: “Entre tu mente
y la mía no hay separación” es fiel a la promesa que le hizo a Dios y no al
miserable voto de serle eternamente fiel a la muerte. Y al él sanar, su hermano
sana también.
6. Que éste sea el acuerdo que tengas con cada uno de tus hermanos:
que estarás unido a él y no separado. Y serás fiel a la promesa que le hagas
porque es la misma que él le hizo a Dios y que Dios le hizo a él. Dios cumple
Sus promesas; Su Hijo cumple las suyas. Esto fue lo que su Padre le dijo al
crearlo: “Te amaré eternamente, como tú a Mí. Sé tan perfecto como Yo, pues
nunca podrás estar separado de Mí”. Su Hijo no recuerda que Le contestó: “Sí,
Padre”, si bien nació como resultado de esa promesa. Con todo, Dios se la
recuerda cada vez que se niega a mantener la promesa de estar enfermo y
permite, en cambio, que su mente sea sanada y unificada. Sus votos secretos son impotentes ante la
Voluntad de Dios, Cuyas promesas él comparte. Y lo que ha usado como substituto
de éstas no es su voluntad, pues él se consagró a sí mismo a Dios.
VII. El arca de
seguridad
1. Dios no pide nada, y Su Hijo, al igual que Él, no necesita pedir
nada, pues no le falta nada. Un espacio vacío o una diminuta brecha, supondría
una insuficiencia. Y solo en esa condición podría él querer tener algo que no
tiene. Un espacio donde Dios no se encuentra o una brecha entre Padre e Hijo no
es la Voluntad de ninguno de Ellos, que prometieron ser Uno. La promesa de Dios
es una promesa que Él se hizo a Sí Mismo, y no hay nadie que pueda ser desleal
a lo que Su Voluntad dispone como parte de lo que Él es. La promesa de que no
puede haber brecha alguna entre Él y lo que Él es no puede ser falsa. ¿Qué otra
voluntad podría interponerse entre lo que no puede sino ser Uno y en Cuya
Plenitud no puede haber brecha alguna?
2. La hermosa relación que tienes con todos tus hermanos es parte de
ti porque es parte de Dios Mismo. ¿Cómo no ibas a enfermar si te niegas a ti
mismo tu plenitud, tu salud, tu Fuente de ayuda, la Llamada a la curación y la
Llamada a curar? Tu salvador espera la curación y el mundo espera con él. Y tú
no estás excluido, pues la curación o bien será una o bien no tendrá lugar en
absoluto, ya que en el hecho de que es una radica la curación. ¿Qué podría
corregir la separación sino su opuesto? No hay términos medios en ningún
aspecto de la salvación. O bien la aceptas completamente o bien no la aceptas
en absoluto. Lo que no está separado tiene que estar unido. Y lo que está unido
no puede estar separado.
3. O bien hay una brecha entre tu hermano y tú o bien son uno y lo
mismo. No hay nada entremedias: ninguna otra opción ni ninguna lealtad que se
pueda dividir entre esas dos posibilidades. Una lealtad dividida significa que
le eres infiel a ambas, lo cual no hace sino ponerte a dar tumbos, sin que te
quede otro remedio que agarrarte a cualquier brizna de paja que parezca
ofrecerte apoyo. Mas ¿quién puede edificar su hogar sobre pajas y esperar que
lo proteja del viento? Ése es el tipo de hogar que se puede hacer del cuerpo
porque no está cimentado en la Verdad. Sin embargo, por esa misma razón puede
verse que no es tu hogar, sino simplemente un medio para ayudarte a llegar al
hogar donde mora Dios.
4. Cuando ése se vuelve tu propósito, el cuerpo se cura, pues no se
utiliza para dar testimonio del sueño de separación y enfermedad. Tampoco se le
culpa fútilmente por lo que no hizo. Su propósito es ayudar a que el Hijo de
Dios sane, y dado este propósito, no puede estar enfermo. No se une a ningún
propósito que tú no hayas aceptado, y tú has decidido que no esté enfermo. Todos
los milagros se basan en esta decisión, y se te conceden en el mismo instante
en que la tomas. Ninguna forma de enfermedad está excluida de dicha decisión
porque la decisión no puede tomarse en función de la forma. La decisión de
estar enfermo parece ser una decisión entre diferentes formas de enfermedad. Sin
embargo, la enfermedad es una, al igual que su opuesto. Por consiguiente, o
estás enfermo o estás sano.
5. Pero nunca tú solo. Este mundo no es más que el sueño de que puedes
estar solo y de que puedes pensar sin que ello afecte a los que están separados
de ti. Estar solo significa que estás separado, y si lo estás, no puedes por
menos que estar enfermo. Esto parece probar que definitivamente estás separado.
No obstante, lo único que significa es que has tratado de mantener la promesa
de serle fiel a la infidelidad. Mas la infidelidad significa enfermedad. Es
como la casa edificada sobre pajas. De por sí parece ser muy sólida y real. Su
estabilidad, no obstante, no se puede juzgar sin tomar en consideración sus
cimientos. Si descansa sobre pajas, de nada sirve atrancar las puertas, cerrar
las ventanas o correr los cerrojos. El viento la derrumbará, y las lluvias la
azotarán y la arrastrarán al olvido.
6. ¿Qué sentido tiene buscar refugio en lo que se construyó
precisamente para fomentar el peligro y el miedo? ¿Por qué recargarlo con más
cerraduras, cadenas o pesadas anclas cuando su debilidad no reside en sí mismo
sino en la fragilidad de la brecha insubstancial sobre la que se erige? ¿Qué
seguridad te puede ofrecer algo que descansa sobre una sombra? ¿Edificarías tu
casa sobre algo que pudiera derrumbarse con el peso de una pluma?
7. Tu hogar está edificado
sobre la salud de tu hermano, sobre su felicidad e impecabilidad, así como
sobre todo lo que su Padre le prometió. Ningún pacto secreto que hayas hecho en
lugar de eso ha estremecido en lo más mínimo los Cimientos de este hogar. El
viento podrá soplar sobre él y la lluvia azotarlo, pero sin consecuencia
alguna. El mundo será arrastrado, pero este hogar permanecerá en pie para
siempre, pues su fuerza no reside solo en él. Es un arca de seguridad, que
descansa sobre la promesa que Dios le hizo a Su Hijo de que él siempre moraría
a salvo en Él. ¿Qué brecha podría interponerse entre la seguridad de este
refugio y su Fuente? Desde aquí se puede ver al cuerpo como lo que es, sin
atribuirle más o menos valor del que tiene como medio para liberar al Hijo de
Dios a fin de que pueda regresar a su hogar. Y con este santo propósito se
convierte por un tiempo en un hogar de santidad, ya que comparte la Voluntad de
tu Padre contigo.
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