Capítulo
17
EL PERDÓN
Y LA RELACIÓN SANTA
I. Cómo
llevar las fantasías ante la verdad
1.
La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido solo tuvo lugar en
ilusiones, y todos sus “pecados” no son sino el producto de su propia
imaginación. Su realidad es eternamente inmaculada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado,
sino despertado. En sus sueños se ha
traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que ocurre en sueños
no ocurre realmente. Es imposible
convencer al que sueña de que esto es así, pues los sueños son lo que son
debido a la ilusión de que son reales. Solo
al despertar se libera uno completamente de ellos, pues solo entonces resulta
perfectamente evidente el hecho de que no afectaron en modo alguno a la realidad
y de que no la han cambiado. Las fantasías
“cambian” la realidad. Ése es su propósito. En realidad no lo pueden hacer, pero sí pueden
hacerlo en la mente que quiere que la realidad sea diferente.
2.
Tu deseo de cambiar la realidad es, por lo tanto, lo único que es temible, pues
al desear que la realidad cambie crees que tu deseo se ha cumplido. En cierto
sentido, esta extraña perspectiva da testimonio de tu poder. Mas cuando lo
distorsionas y lo usas en favor del “mal”, haces también que sea irreal para
ti. No puedes serle fiel a dos amos que
te piden cosas contradictorias. Lo que
usas en beneficio de las fantasías, se lo niegas a la verdad. Mas lo que le entregas a la verdad para que lo
use en tu beneficio, se encuentra a salvo de las fantasías.
3.
Cuando sostienes que es imposible que no haya grados de dificultad en los
milagros, lo único que estás diciendo es que hay algunas cosas que no quieres
entregarle a la verdad. Crees que la
verdad no podría resolverlas debido únicamente a que prefieres mantenerlas
ocultas de ella. Dicho llanamente, tu falta de fe en el poder que sana todo
dolor emana de tu deseo de conservar algunos aspectos de la realidad y
reservarlos para la fantasía. ¡Si tan solo
comprendieses cuánto afecta esto tu apreciación de la totalidad! Aquello que te reservas solo para ti, se lo
quitas a Aquel que quiere liberarte. A
menos que se lo devuelvas, tu perspectiva de la realidad permanecerá
inevitablemente distorsionada y sin corregir.
4.
Mientras desees que esto siga siendo así, seguirás albergando la ilusión de que
hay grados de dificultad en los milagros. Pues habrás sembrado la idea de grados de
realidad al darle una parte de ésta a un maestro y la otra al otro. De este modo, aprendes a tratar con una parte
de la verdad de una manera y con la otra de otra. Fragmentar la verdad es
destruirla, pues la desprovee de todo significado. El concepto de grados de realidad es un
enfoque que denota falta de entendimiento; un marco de referencia para la
realidad con el que realmente no se la puede comparar en absoluto.
5.
¿Crees acaso que puedes llevar la verdad a las fantasías y aprender lo que
significa desde la perspectiva de lo ilusorio? La verdad no tiene significado
dentro de lo ilusorio. El marco de
referencia para entender su significado tiene que ser ella misma. Cuando tratas de llevar la verdad a las
ilusiones, estás tratando de hacer que las ilusiones sean reales y de
conservarlas al justificar tu creencia en ellas. Entregar las fantasías a la verdad, no
obstante, es permitir que la verdad te muestre que las ilusiones son irreales,
lo cual te permite entonces liberarte de ellas. No mantengas ni una sola idea
excluida de la verdad, pues si lo haces, estarás estableciendo diferentes grados
de realidad que no podrán sino aprisionarte. No hay grados de realidad porque en ella todo
es verdad.
6.
Procura estar dispuesto, pues, a entregarle todo lo que has ocultado de la
verdad a Aquel que la conoce, Quien lo llevará ante ella. Lograremos salvarnos de la separación
completamente o no lo lograremos en absoluto. No te preocupes por nada, excepto por estar
dispuesto a que se logre. Él es Quien lo
ha de lograr, no tú. Pero no te olvides
de esto: cuando te alteras y pierdes la paz porque otro está tratando de
resolver sus problemas valiéndose de fantasías, estás negándote a perdonarte a
ti mismo por haber hecho exactamente lo mismo. Y estás manteniéndoos a ti y al otro alejados
de la verdad y de la salvación. Al
perdonarlo, restituyes a la verdad lo que ambos habíais negado. Y verás el perdón allí donde lo hayas
otorgado.
II. El
mundo perdonado
1.
¡Imagínate cuán hermosos te parecerán todos aquellos a quienes hayas perdonado!
En ninguna fantasía habrás visto nunca
nada tan bello. Nada de lo que ves aquí,
ya sea en sueños o despierto, puede compararse con semejante belleza. Y no habrá nada que valores tanto como esto ni
nada que tengas en tanta estima. Nada que recuerdes que en alguna ocasión
hiciera cantar a tu corazón de alegría te brindó ni una mínima parte de la
felicidad que esta visión ha de brindarte. Pues gracias a ella podrás ver al
Hijo de Dios. Contemplarás la belleza
que el Espíritu Santo adora contemplar y por la que le da gracias al Padre. Fue creado para ver esto por ti hasta que tú aprendas
a verlo por ti mismo. Y todas Sus
enseñanzas te conducen a esa visión y a dar gracias con Él.
2.
Esta belleza no es una fantasía. Es el
mundo real, resplandeciente, puro y nuevo en el que todo refulge bajo la luz
del sol. No hay nada oculto aquí, pues
todo ha sido perdonado y ya no quedan fantasías que oculten la verdad. El puente entre ese mundo y éste es tan corto
y tan fácil de cruzar, que nunca te hubieras podido imaginar que fuese el punto
de encuentro de mundos tan dispares. Mas
este corto puente es la cosa más poderosa conectada a este mundo. Este ínfimo
paso, tan pequeño que ni siquiera has reparado en él, es un salto que te lleva
a través del tiempo hasta la eternidad, y te conduce más allá de toda fealdad
hacia una belleza que te subyugará y que nunca cesará de maravillarte con su
perfección.
3.
Este paso, el más corto que se haya dado jamás, sigue siendo el mayor logro en
el plan de Dios para la Expiación. Todo lo demás se aprende, pero esto es algo
que se nos da, y que es completo en sí mismo y absolutamente perfecto. Nadie,
excepto Aquel que planeó la salvación, podría completarlo tan perfectamente. El
mundo real, en toda su belleza, es algo que se aprende a alcanzar. Todas las
fantasías se desvanecen y nada ni nadie continúa siendo prisionero de ellas; y
gracias a tu propio perdón ahora puedes ver. Lo que ves, sin embargo, es únicamente lo que
inventaste, excepto que ahora la bendición de tu perdón descansa sobre ello. Y
con esta última bendición que el Hijo de Dios se da a sí mismo, la percepción
real, nacida de la nueva perspectiva que ha aprendido, habrá cumplido su
propósito.
4. Las estrellas se desvanecerán en la luz, y
el sol que iluminó al mundo para que su belleza se pudiera apreciar
desaparecerá. La percepción no tendrá
razón de ser cuando haya sido perfeccionada, pues nada que haya sido utilizado
para el aprendizaje tendrá función alguna. Nada cambiará jamás; y las fluctuaciones y los
matices, así como las diferencias y contrastes que hacían que la percepción
fuese posible cesarán. La percepción del mundo real será tan fugaz que apenas
tendrás tiempo de dar gracias a Dios por él. Pues una vez que hayas alcanzado el mundo real
y estés listo para recibir a Dios, Él dará de inmediato el último paso.
5.
El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo
mundo, aquel que contemplas sin perdonar. El Gran Transformador de la percepción
emprenderá contigo un examen minucioso de la mente que dio lugar a ese mundo y
te revelará las aparentes razones por las que lo construiste. A la luz de la
auténtica razón que Le caracteriza te darás cuenta, a medida que Lo sigas, de
que ese mundo está totalmente desprovisto de razón. Cada punto que Su razón
toque florecerá con belleza, y lo que parecía feo en la obscuridad de tu falta
de razón, se verá transformado de repente en algo hermoso. Ni siquiera lo que el Hijo de Dios inventó en
su demencia podría no tener oculto dentro de sí una chispa de belleza que la
dulzura no pudiera liberar.
6.
Esta belleza brotará para bendecir todo cuanto veas, conforme contemples al
mundo con los ojos del perdón. Pues el
perdón transforma literalmente la visión, y te permite ver el mundo real
alzarse por encima del caos y envolverlo dulce y calladamente, eliminando todas
las ilusiones que habían tergiversado tu percepción y que la mantenían anclada
en el pasado. La hoja más insignificante
se convierte en algo maravilloso, y las briznas de hierba en símbolos de la
perfección de Dios.
7.
Desde el mundo perdonado el Hijo de Dios es elevado fácilmente hasta su hogar. Y una vez en él sabrá que siempre había
descansado allí en paz. 3 Incluso la salvación se convertirá en un sueño y
desaparecerá de su mente. Pues la
salvación es el final de los sueños, y dejará de tener sentido cuando el sueño
finalice. ¿Y quién, una vez despierto en el Cielo, podría soñar que pudiera
haber necesidad de salvación?
8.
¿Cuánto deseas la salvación? Pues te
dará el mundo real, el cual está esperando ansiosamente ese momento. Las ansias del Espíritu Santo por dártelo son
tan intensas que no quisiera esperar, si bien espera pacientemente. Une Su paciencia a tu impaciencia para que tu
encuentro con Él no se demore más. Ve gustosamente a encontrarte con tu
Redentor, y con absoluta confianza abandona con Él este mundo y entra al mundo
real de belleza y perdón.
III.
Sombras del pasado
1. Perdonar no es otra cosa que recordar
únicamente los pensamientos amorosos que conferiste en el pasado y aquellos que
se te confirieron a ti. Todo lo demás
debe olvidarse. El perdón es una forma selectiva de recordar que no se basa en
tu propia selección. Pues las tenebrosas figuras que quieres hacer inmortales
son “enemigos” de la realidad. Procura estar dispuesto a perdonar al Hijo de
Dios por lo que él no hizo. Las tenebrosas figuras son los testigos que traes
contigo para probar que el Hijo de Dios hizo lo que no hizo. Puesto que las traes contigo, las oirás. Y tú que las conservas porque tú mismo así lo
elegiste, no puedes entender cómo llegaron hasta tu mente ni cuál es su
propósito. Representan el mal que crees que se te infligió. Las traes contigo solo para poder devolver mal
por mal, con la esperanza de que su testimonio te permita pensar que otro es
culpable sin que ello te haga daño a ti. Hablan tan decididamente a favor de la
separación que nadie que no estuviera obsesionado por perpetuar la separación
podría oírlas. Te ofrecen las “razones”
por las cuales deberías entablar alianzas no santas a fin de apoyar los
objetivos del ego y hacer de tus relaciones testimonios de su poder.
2.
Son estas tenebrosas figuras las que quieren santificar al ego ante tus ojos y
enseñarte que lo que haces para mantenerlo a salvo es en realidad amor. Estas tenebrosas figuras siempre hablan de
venganza, y todas las relaciones que entablan son absolutamente dementes. Tales
relaciones tienen, sin excepción, el propósito de excluir la verdad del otro,
así como la verdad acerca de ti. Por eso
es por lo que ves tanto en ti como en el otro lo que no está ahí, haciendo de
ambos los esclavos de la venganza. Y por
eso es por lo que cualquier cosa que te recuerde tus resentimientos pasados te
atrae y te parece que es amor, independientemente de cuán distorsionadas sean
las asociaciones que te llevan a hacer esa conexión. Y finalmente, ésa es la razón por la que todas
las relaciones de ese tipo se convierten en intentos de unión a través del
cuerpo, pues solo los cuerpos pueden considerarse medios de venganza. Es evidente que los cuerpos son el foco
central de todas las relaciones no santas. Has aprendido esto por experiencia
propia. Pero de lo que tal vez no te das
cuenta es de todas las razones que hacen que la relación no sea santa. Pues la falta de santidad procura reforzarse a
sí misma tal como la santidad lo hace, atrayendo hacia sí lo que percibe como
afín a ella.
3.
No es con el cuerpo del otro con el que se intenta la unión en la relación no
santa, sino con los cuerpos de los que no están ahí. Pues ni siquiera el cuerpo
del otro, que de por sí es una percepción de él seriamente limitada, es el foco
central tal como es, o al menos, no del todo. Lo que se puede emplear para
fantasías de venganza, y lo que más fácilmente puede asociarse con aquellos
contra quienes realmente se busca la venganza, es donde se centra la atención,
y son estas partes las que se seleccionan como las únicas que tienen
valor. Cada paso en el proceso de
entablar, mantener y romper una relación no santa es un avance progresivo hacia
una mayor fragmentación y una mayor irrealidad. Las tenebrosas figuras se vuelven cada vez más
imperantes, y la importancia de aquel en quien parecen manifestarse disminuye.
4. El tiempo es ciertamente severo con la
relación no santa. Pues el tiempo es cruel en manos del ego, de la misma manera
en que es benévolo cuando se usa en favor de la mansedumbre. La atracción de la
relación no santa empieza a disminuir y a ponerse en duda casi de inmediato. Una vez que se ha establecido la relación, la
duda surge inevitablemente, pues su propósito no se puede alcanzar. El “ideal”
de la relación no santa, por lo tanto, requiere que la realidad del otro no
venga a “estropear” el sueño. Y cuanto menos aporte a la relación, “mejor” se
vuelve ésta. Y así, el intento de unión
se convierte en una forma de excluir incluso a aquel con quien se procuró la
unión. Pues la relación se estableció
precisamente para excluirle de ella y para que la “unión” fuese con fantasías
en las que se goza de una “dicha” ininterrumpida.
5.
¿Cómo puede el Espíritu Santo introducir Su interpretación de que el cuerpo es
un medio de comunicación en las relaciones cuyo único propósito es separarse de
la realidad? Lo que el perdón es, es lo
que Le capacita para hacerlo. Si se ha
olvidado todo, excepto los pensamientos amorosos, lo que queda es eterno. Y el pasado transformado se vuelve como el
presente. El pasado deja de estar en conflicto con el ahora. Esta continuidad extiende el presente al
aumentar su realidad y su valor en la percepción que tienes de él. En estos
pensamientos amorosos, y oculta tras la fealdad de la relación no santa en la
que se recuerda el odio, se encuentra la chispa de belleza dispuesta a cobrar
vida tan pronto como se le entregue la relación a Aquel que le infunde vida y
belleza. Por eso es por lo que la
Expiación se centra en el pasado, que es la fuente de la separación y donde
ésta debe ser des-hecha. Pues la separación debe ser corregida allí donde fue
concebida.
6.
El ego trata de “resolver” sus problemas, no en su punto de origen, sino donde
no fueron concebidos. Y así es como trata de garantizar que no tengan solución.
Lo único que el Espíritu Santo desea es
resolver todo completa y perfectamente, de modo que busca y halla la fuente de
los problemas allí donde ésta se encuentra y allí mismo la des-hace. Y con cada paso del proceso de des-hacer que
Él lleva a cabo, la separación se va deshaciendo más y más y la unión se vuelve
cada vez más inminente. Ninguna “razón”
que hable en favor de la separación Le causa confusión alguna. Lo único que percibe en la separación es que
tiene que ser des-hecha. Permite que Él descubra la chispa de belleza que se
encuentra oculta en tus relaciones y te la revele. Su belleza te atraerá tanto, que no estarás
dispuesto a perderla de vista nuevamente. Y dejarás que esta chispa transforme
la relación de modo que la puedas ver más y más. Pues la desearás más y más, y estarás cada vez
menos dispuesto a que esté oculta de ti. Y aprenderás a buscar y a establecer
las condiciones en las que esta belleza se puede ver.
7. Harás todo esto gustosamente, solo con que
Le dejes mantener la chispa delante de ti para que alumbre tu camino y puedas
verlo con claridad. El Hijo de Dios es uno. A quienes Dios ha unido como uno,
el ego no los puede separar. Por muy oculta que se encuentre en toda relación,
la chispa de la santidad no puede sino estar a salvo. Pues el Creador de la
única relación que existe no se ha excluido a Sí Mismo de ninguno de sus
aspectos. Éste es el único aspecto de la relación que el Espíritu Santo ve
porque sabe que únicamente ese aspecto es verdad. Tú has hecho que la relación
sea irreal y, por lo tanto, no santa, al verla como no es y donde no está. Entrégale
el pasado a Aquel que puede hacer que cambies de parecer con respecto a él por
ti. Pero asegúrate, antes que nada, de que te das cuenta cabalmente de lo que
has hecho que el pasado represente para ti, y por qué.
8.
El pasado se convierte en la justificación para entablar una alianza continua y
profana con el ego contra el presente. Pues el presente es perdón. Por lo
tanto, las relaciones que la alianza no santa patrocina no se perciben ni se
experimentan como algo que está ocurriendo ahora. Mas el marco de referencia al
que se recurre para que le dé significado al presente es una ilusión del
pasado, en la que se conservan aquellos elementos que se ajustan al propósito
de la relación no santa y se abandonan todos los demás. Y lo que de esta manera se abandona, es toda
la verdad que el pasado le pudo ofrecer al presente para dar testimonio de su
realidad. Lo que se conserva no hace
sino dar testimonio de la realidad de los sueños.
9.
Sigue estando en tus manos elegir unirte a la verdad o a la ilusión. Pero recuerda que elegir una es abandonar la
otra. Dotarás de belleza y realidad a la que elijas porque tu elección depende
de cuál valoras más. La chispa de belleza o el velo de fealdad; el mundo real o
el de la culpabilidad y el miedo; la verdad o la ilusión, la libertad o la
esclavitud es todo lo mismo. Pues no
puedes elegir más que entre Dios o el ego. Todo sistema de pensamiento o bien es
verdadero o bien falso, y todos sus atributos se derivan naturalmente de lo que
es. Únicamente los Pensamientos de Dios
son verdaderos. Y todo lo que se deriva
de ellos procede de lo que son, y es tan verdadero como la santa Fuente de
donde procedieron.
10.
Santo hermano mío, quiero formar parte de todas tus relaciones e interponerme
entre tus fantasías y tú. Permite que mi
relación contigo sea algo real para ti y déjame infundirle realidad a la
percepción que tienes de tus hermanos. No fueron creados para que pudieras hacerte
daño a través de ellos. Fueron creados para crear junto contigo. Ésta es la verdad que quiero interponer entre
tu objetivo de locura y tú. No te
separes de mí ni dejes que el santo propósito de la Expiación se pierda de
vista en sueños de venganza. Las
relaciones en las que tales sueños se valoran me excluyen a mí. En el Nombre de
Dios, déjame entrar a formar parte de ellas y brindarte paz para que tú puedas
ofrecerme paz a mí.
IV. Los
dos cuadros
1.
Dios estableció Su relación contigo para hacerte feliz, y ninguna cosa que
hagas que no comparta Su propósito puede ser real. El propósito que Dios
adscribió a cada cosa es la única función que tiene. Debido a la razón que Él tuvo para crear Su
relación contigo, la función de las relaciones se convirtió para siempre en
“hacer feliz”. Eso es todo. Para satisfacer esta función te relacionas con tus
creaciones del mismo modo en que Dios se relaciona con las Suyas. Pues nada que
Dios haya creado puede estar excluido de la felicidad, y nada que Él creó desea
otra cosa que extender felicidad tal como su Creador lo hizo. Lo que no satisface esta función no puede ser
real.
2.
En este mundo es imposible crear. Pero sí es posible hacer feliz. He dicho repetidamente que el Espíritu Santo
no quiere privarte de tus relaciones especiales, sino transformarlas. Y lo
único que esto significa es que Él reinstaurará en ellas la función que Dios
les asignó. La función que tú les has
asignado es claramente que no sean fuentes de felicidad. Pero la relación santa comparte el propósito
de Dios, en lugar de tratar de inventar otro para que lo substituya. Cada relación especial que has entablado es
un substituto de la Voluntad de Dios, y glorifica tu voluntad en vez de la Suya
debido a la ilusión de que son diferentes.
3.
Has entablado relaciones muy reales incluso en este mundo. Sin embargo, no las reconoces porque has hecho
que sus substitutos predominen de tal manera que, cuando la verdad te
llama—como constantemente lo hace— contestas con un substituto. El propósito fundamental de cada relación
especial que has entablado es mantener a tu mente tan ocupada que no puedas oír
la Llamada de la Verdad.
4.
En cierto sentido, la relación especial fue la respuesta del ego a la creación
del Espíritu Santo, Quien a Su vez fue la Respuesta de Dios a la separación.
Pues aunque el ego no entendía lo que había sido creado, era consciente de una
amenaza. Todo el sistema defensivo que el ego desarrolló para resguardar la
separación del Espíritu Santo, fue en respuesta al regalo con el que Dios la
bendijo, y para que mediante Su bendición se pudiese subsanar. Esta bendición encierra dentro de sí la verdad
acerca de todo. Y la verdad es que el Espíritu Santo mantiene una estrecha
relación contigo porque en Él tu relación con Dios queda restaurada. Tu relación con Él jamás se ha roto porque desde
que se produjo la separación el Espíritu Santo no ha estado separado de nadie. Y gracias a Él todas tus relaciones santas han
sido cuidadosamente preservadas para que sirvan al propósito que Dios te dio.
5.
El ego siempre se mantiene alerta por si surge cualquier amenaza, y la parte de
tu mente en la que el ego fue aceptado está ansiosa por conservar su propia
razón, tal como la entiende. No se da
cuenta de que es completamente demente. Mas
tú tienes que darte cuenta exactamente de lo que esto significa si quieres que
se te restituya la cordura. Los dementes
protegen sus sistemas de pensamiento, pero lo hacen de manera demente. Y todas
sus defensas son tan dementes como lo que supuestamente tienen que proteger. No
hay nada en la separación, ni “razón” ni atributo ni aspecto alguno que no sea
demente. Y su “protección”, que es parte de ella, es tan demente como toda
ella. Por lo tanto, la relación
especial, su principal defensa, no puede sino ser demente.
6.
No tendrás mucha dificultad ahora en darte cuenta de que el sistema de
pensamiento que la relación especial protege no es más que un sistema ilusorio.
Reconoces, al menos en términos generales,
que el ego es demente. No obstante,
todavía te parece que la relación especial es en cierto modo “diferente”. Sin
embargo, la hemos examinado con mucho más detenimiento que muchos de los otros
aspectos del sistema de pensamiento del ego que has estado más dispuesto a
abandonar. Mientras este aspecto
continúe vigente, no obstante, no podrás abandonar los demás. Pues este aspecto no es diferente. Si lo conservas, habrás conservado todos los
demás.
7.
Es esencial darse cuenta de que todas las defensas dan lugar a lo que quieren
defender. La base subyacente de su
eficacia es que ofrecen lo que defienden. Lo que defienden se ha depositado en ellas
para que lo mantengan a salvo, y conforme lo hacen te lo brindan a ti. Toda defensa opera dando regalos, y los
regalos son siempre una miniatura—montada en marco de oro—del sistema de pensamiento
que la defensa protege. Se trata de un marco muy elaborado, repleto de gemas y
profusamente tallado y pulido. Su
propósito es ser valioso en sí mismo y desviar tu atención de lo que encierra. Mas
no puedes tener el marco sin el cuadro. Las defensas operan para hacerte creer que
puedes.
8.
La relación especial te ofrece el marco más imponente y falaz de todas las
defensas de las que el ego se vale. Su sistema de pensamiento se ofrece ahí,
rodeado por un marco tan recargado y elaborado, que el cuadro casi desaparece debido
a la imponente estructura del marco. En el marco van entretejidas toda suerte
de fantasías de amor quiméricas y fragmentadas, engarzadas con sueños de
sacrificio y vanagloria, y entrelazadas con hilos dorados de autodestrucción. El brillo de la sangre resplandece como si de
rubíes se tratase, y las lágrimas van talladas cual diamantes que refulgen
tenuemente a la luz mortecina en que se hace el ofrecimiento.
9.
Examina el cuadro. No dejes que el marco te distraiga. Este regalo se te ofrece para tu propia
condenación, y si lo aceptas creerás estar condenado. No puedes conservar el marco sin el cuadro. Lo que valoras es el marco, pues en él no ves
conflicto. No obstante, el marco no es
más que la envoltura del regalo de conflicto. El marco no es el regalo. No te
dejes engañar por los aspectos más superficiales de este sistema de
pensamiento, pues cada uno de ellos encierra dentro de sí todo el sistema, sin
excluir nada. En este regalo rutilante
habita la muerte. No permitas que tu
mirada se pose en los destellos hipnóticos del marco. Mira el cuadro y date cuenta de que lo que te
ofrece es la muerte.
10.
Por eso es por lo que el instante santo es tan importante para la defensa de la
verdad. La verdad en sí no necesita
defensa, mas tú necesitas ser defendido contra tu aceptación del regalo de
muerte. Cuando tú, que eres la verdad,
aceptas una idea tan peligrosa para la verdad, la amenazas con su destrucción. Y ahora se te tiene que defender, para poder
conservarla intacta. El Poder del Cielo,
el Amor de Dios, las lágrimas de Cristo y la alegría de Su Espíritu eterno son
convocados para defenderte de tu propio ataque. Pues los atacas al ser parte de Ellos, y Ellos
tienen que salvarte, pues se aman a Sí Mismos.
11.
El instante santo es una miniatura del Cielo, que se te envía desde el Cielo. Es
también un cuadro, montado en un marco. Mas si aceptas este regalo no verás el
marco en absoluto, ya que el regalo solo puede aceptarse cuando estás dispuesto
a poner toda tu atención en el cuadro. El instante santo es una miniatura de la
eternidad. Es un cuadro de intemporalidad, montado en un marco de tiempo. Si te concentras en el cuadro, te darás
cuenta de que era únicamente el marco lo que te hacía pensar que era un cuadro.
Sin el marco, el cuadro se ve como lo que representa. Pues de la misma manera en que todo el sistema
de pensamiento del ego radica en sus regalos, del mismo modo el Cielo en su
totalidad radica en este instante, que se tomó prestado de la eternidad y se
montó en el tiempo para ti.
12.
Se te ofrecen dos regalos. Cada uno de ellos es un todo en sí mismo y no puede
ser aceptado parcialmente. Cada uno de ellos es un cuadro de todo lo que puedes
tener, aunque desde una perspectiva muy diferente. No puedes comparar su valor comparando el
cuadro de uno con el marco del otro. Debes comparar únicamente los cuadros,
pues, de otro modo, la comparación no tendría ningún sentido. Recuerda que el
cuadro es lo que constituye el regalo. Y solo sobre esa base eres realmente
libre de elegir. Contempla los cuadros. Contempla los dos. Uno es un cuadro
diminuto, difícil de ver bajo las pesadas sombras de su enorme y
desproporcionado marco. El otro tiene un marco liviano, está colgado en plena
luz y es algo maravilloso de contemplar debido a lo que es.
13.
Tú que has tratado tan arduamente—y todavía sigues tratando—de encajar el mejor
cuadro en el marco equivocado y de este modo combinar lo que no puede ser
combinado, acepta lo que sigue y regocíjate por ello: cada uno de estos cuadros
está perfectamente enmarcado de acuerdo con lo que representa. Uno de ellos
está enmarcado de forma que el cuadro esté desenfocado y no se pueda ver. El
otro, de forma que su cuadro se vea con perfecta claridad. El cuadro de muerte
y de tinieblas se hace cada vez menos convincente según logras dar con él entre
todo lo que lo envuelve. A medida que se expone a la luz cada piedra, que en la
obscuridad parecía brillar desde el marco, la misma se vuelve opaca e inerte y
cesa de desviar tu atención del cuadro. Y por fin miras al cuadro en sí, viendo
finalmente que, sin la protección del marco, no tiene sentido.
14.
El otro cuadro tiene un marco muy liviano, pues el tiempo no puede contener a
la eternidad. No hay nada en él que te pueda distraer. El cuadro del Cielo y de
la eternidad se vuelve más convincente a medida que lo contemplas. Y ahora,
después de haberse hecho una verdadera comparación, puede por fin tener lugar
una transformación de ambos cuadros. Y a cada uno de ellos se le da el lugar
que le corresponde una vez que se ve en relación con el otro. Cuando llevas el
cuadro tenebroso ante la luz no lo percibes como algo temible, sino que por fin
te das cuenta del hecho de que no es más que un cuadro. Y en ese momento
reconoces lo que ves ahí tal como es: un cuadro de algo que pensabas que era
real, y nada más. Pues más allá de ese cuadro no verás nada.
15.
El cuadro de luz, en claro e inequívoco contraste, se transforma en lo que está
más allá del cuadro. A medida que lo
contemplas, te das cuenta de que no es un cuadro, sino una realidad. No se
trata de una representación pictórica de un sistema de pensamiento, sino que es
el Pensamiento mismo. Lo que representa está ahí. El marco se desvanece suavemente y brota en ti
el recuerdo de Dios, ofreciéndote toda la Creación a cambio de tu
insignificante cuadro, que no tenía ningún valor ni ningún significado.
16.
A medida que Dios ascienda al lugar que le corresponde y tú asciendas al tuyo,
volverás a entender el significado de las relaciones y sabrás que es verdad. Ascendamos
juntos hasta el Padre en paz, permitiendo que adquiera predominancia en
nuestras mentes. Todo se nos dará al darle a Él el poder y la gloria, y al no
conservar ninguna ilusión con respecto a dónde se encuentran éstos. Se
encuentran en nosotros gracias a Su predominio. Lo que Él ha dado es Suyo. Resplandece en cada parte de Él, así como en
la totalidad. La realidad de tu relación
con Él radica en la relación que tenemos unos con otros. El instante santo refulge por igual sobre
todas las relaciones, pues en él todas las relaciones son una. En el instante santo solo hay curación, ya
completa y perfecta, pues Dios está en
él, y donde Él está, solo lo que es perfecto y completo puede estar.
V.
La relación que ha sanado
1.
La relación santa es la expresión del instante santo mientras uno viva en este
mundo. Como todo lo relativo a la
salvación, el instante santo es un dispositivo práctico, del que dan fe sus
resultados. El instante santo nunca
falla. La experiencia que suscita
siempre se deja sentir. Mas si no se
expresa, no se puede recordar. La relación santa es un constante recordatorio
de la experiencia en la que la relación se convirtió en lo que es. Y así como la relación no santa es un
continuo himno de odio en alabanza de su hacedor, así también la relación santa
es un feliz cántico de alabanza al Redentor de las relaciones.
2.
La relación santa, que es un paso crucial hacia la percepción del mundo real,
es algo que se aprende. Es la relación
no santa de antes, pero transformada y vista con otros ojos. La relación santa es un logro didáctico extraordinario. La relación santa es en todos sus
aspectos—comienzo, desarrollo y consumación—lo opuesto a la relación no santa.
Consuélate con esto: la única fase que es difícil es el comienzo. Pues en esa etapa, el objetivo de la relación
cambia de súbito a exactamente lo opuesto de lo que era antes. Éste es el
primer resultado que se obtiene cuando se ofrece la relación al Espíritu Santo,
a fin de que Él se valga de ella para Sus fines.
3. El
Espíritu Santo acepta esta invitación inmediatamente y no se demora ni un instante
en ofrecerte los resultados prácticos derivados de haberle pedido que
intervenga. Su objetivo reemplaza al
tuyo de inmediato. Esto tiene lugar muy pronto, pero parece alterar la
relación, descoyuntarla e incluso producir gran tensión. La razón de ello es
muy obvia: la relación, tal como es ahora, no está en armonía con su
propio propósito, y es claramente inadecuada para el nuevo propósito que se
aceptó para ella. En su condición profana, tu objetivo era lo único que parecía darle
significado. Ahora no parece tener
ningún sentido. Muchas relaciones se rompen en este punto, reanudándose la
búsqueda del viejo objetivo en otra relación. Pues una vez que la relación no
santa acepta el objetivo de la santidad, jamás puede volver a ser lo que era
antes.
4. La
tentación del ego se vuelve extremadamente intensa con este cambio de
objetivos. Pues la relación no ha cambiado
aún lo suficiente como para poder mantenerse completamente inmune a la
atracción de su objetivo previo, y su estructura se ve “amenazada” cuando se
reconoce lo inadecuada que es para satisfacer su nuevo propósito. El conflicto entre el objetivo y
la estructura de la relación es tan evidente, que no pueden coexistir. Mas
ahora no se puede cambiar el objetivo. Pues al haber quedado firmemente
establecido en la relación no santa, no queda otra alternativa que la de
cambiar la relación para acomodarlo. Hasta que esta feliz solución no se vea y
se acepte como la única manera de poner fin al conflicto, la relación parecerá
tener serias dificultades.
5. Cambiar
el objetivo gradualmente no sería más benévolo, pues el contraste perdería
definición y ello le daría tiempo al ego para reinterpretar cada paso a su
antojo. Solo un cambio de propósito radical puede producir un cambio de parecer
absoluto con respecto al objetivo de la relación. Según va produciéndose este cambio y hasta
que finalmente se logra, la relación se vuelve progresivamente más grata y
benéfica. Pero al principio, la situación se experimenta como muy precaria.
Pues es una relación que dos individuos habían emprendido para perseguir fines
profanos, que de pronto tiene por objetivo a la santidad. Cuando dichos individuos contemplan su
relación desde el punto de vista de este nuevo propósito, se sienten
inevitablemente horrorizados. Su percepción de la relación puede incluso
volverse bastante errática. Sin embargo, la manera en que su percepción estaba
organizada antes ya no sirve para el objetivo que han acordado alcanzar.
6. Ahora
es el momento en que hay que tener fe.
Permitiste que el objetivo se estableciese por ti. Eso fue un acto de
fe. No pierdas la fe, ahora que se te están
brindando las recompensas por tener fe. Si creíste que el Espíritu Santo estaba
presente para aceptar la relación, ¿por qué no ibas a creer ahora que todavía
sigue presente para purificar lo que aceptó dirigir? Ten fe en tu hermano
durante lo que tan solo parece ser un período difícil. El objetivo ya está establecido. Y la cordura es el propósito de tu
relación. Pues la relación que tienes
ahora es una relación demente, reconocida como tal a la luz de su objetivo.
7. Ahora
el ego te aconseja: “Substituye esta relación por otra en la que puedas volver
a perseguir tu viejo objetivo. La única manera de librarte de la angustia es
deshaciéndote de tu hermano. No tienes que separarte de él del todo si no
quieres hacerlo. Pero tienes que excluir de él gran parte de tus fantasías para
poder conservar tu cordura”. ¡No le
hagas caso! Ten fe en Aquel que te
contestó. Él te oyó. ¿Acaso no fue muy explícito en Su
Respuesta? Ya no estás completamente
loco. ¿Puedes acaso negar que Él fue muy
claro en lo que te dijo? Ahora te pide que sigas teniendo fe por algún tiempo,
aunque te sientas desorientado. Pues eso pasará, y verás emerger lo que
justifica tu fe, brindándote una incuestionable convicción. No abandones al
Espíritu Santo ahora ni abandones a tu hermano. Esta relación ha vuelto a nacer
como una relación santa.
8. Acepta
gustosamente lo que no entiendes, y deja que se te explique a medida que
percibes cómo opera en ella este nuevo propósito para hacerla santa. No te faltarán oportunidades de culpar a tu
hermano por el “fracaso” de vuestra relación, pues habrá momentos en que parecerá
no tener ningún propósito. Una sensación de estar vagando a la deriva vendrá a
atormentarte y a recordarte las múltiples maneras en que antes solías buscar satisfacción
y en las que creíste haberla encontrado.
No te olvides del dolor que en realidad encontraste ni le infundas vida
a tu desfallecido ego. Pues tu relación
no ha sido destruida. Ha sido salvada.
9. Eres
muy inexperto en lo que respecta a la salvación, y crees que has perdido el
rumbo. Lo que has perdido es tu
manera de alcanzar la salvación, pero no pienses que eso es una
pérdida. En tu inexperiencia, recuerda
que tu hermano y tú habéis comenzado de nuevo juntos. Dale la mano, y
caminad el uno al lado del otro por una senda que os es más familiar de lo que
ahora creéis. ¿No es acaso inevitable que recuerdes un objetivo que nunca ha
cambiado ni cambiará jamás? Pues has elegido el objetivo de Dios, del que tu
verdadera intención nunca estuvo ausente.
10. El
himno de la libertad se oye por toda la Filiación, como eco jubiloso de tu
decisión. Te has unido a muchos en el instante santo y ellos se han unido a
ti. No pienses que tu decisión te dejará
desconsolado, pues Dios Mismo ha bendecido tu relación santa. Únete a Él en Su bendición y no dejes de
ofrecerle la tuya. Pues lo único que
necesita ahora es tu bendición, para que puedas ver que la salvación reside en
ella. No condenes la salvación, pues ha
venido a ti. Y denle la bienvenida
juntos, pues ha venido a unirlos en una relación en la que toda la Filiación es
bendecida al unísono.
11.
Decidisteis de mutuo acuerdo invitar al Espíritu Santo a vuestra relación. De no haber sido así, Él no habría podido
entrar a formar parte de ella. Tal vez hayas cometido muchos errores desde
entonces, pero también has realizado enormes esfuerzos para ayudarle a llevar a
cabo Su labor. Y Él no ha dejado de apreciar todo lo que has hecho por Él ni se
fija en absoluto en los errores que cometes.
¿Le has estado igualmente agradecido a tu hermano? ¿Has apreciado sistemáticamente sus
meritorios esfuerzos y pasado por alto sus errores? ¿O tu aprecio ha fluctuado
y menguado a la luz de sus errores? Tal vez estés iniciando ahora una campaña
para culparle por la incomodidad de la situación en que os encontráis. Y debido a esa falta de aprecio y gratitud te
incapacitas a ti mismo para expresar el instante santo y, de ese modo, lo
pierdes de vista.
12. La
experiencia de un instante, por muy convincente que sea, se olvida fácilmente
si permites que el tiempo la sepulte.
Tiene que mantenerse brillando y llena de gracia en tu conciencia del
tiempo, pero no oculta dentro de él. El
instante perdura, ¿pero dónde estás tú?
Darle las gracias a tu hermano es apreciar el instante santo y permitir, por lo
tanto, que sus resultados sean aceptados y compartidos. Atacar a tu hermano no
hace que se pierda el instante, pero sí anula el poder de sus efectos.
13. Has
recibido el instante santo, pero tal vez has dado lugar a una condición que
te impide utilizarlo. Como resultado, no te das cuenta de que aún sigue
contigo. Y al haberte separado de su expresión, te has negado a ti mismo su
beneficio. Cada vez que atacas a tu
hermano refuerzas esto, pues el ataque impide que te veas a ti mismo. Y es
imposible que te niegues a ti mismo y al mismo tiempo puedas reconocer lo que
se te ha dado y lo que has recibido.
14. Tanto
tú como tu hermano os encontráis juntos ante la santa Presencia de la Verdad
Misma. Ahí se encuentra el objetivo, junto con vosotros. ¿No crees que el objetivo mismo hará los
arreglos necesarios para su consecución?
Es precisamente esta discrepancia entre el propósito que se ha aceptado
y los medios tal como los usas ahora, lo que parece hacerte sufrir, si bien
ello le es grato al Cielo. Si el Cielo
fuese algo externo a ti, no podrías compartir su júbilo. Pero puesto que está dentro de ti, su júbilo
es también el tuyo. Os une un propósito
común, pero todavía permanecéis separados y divididos con respecto a los
medios. El objetivo, no obstante, ya se
ha establecido y es firme e inalterable, y los medios ciertamente se
presentarán debido a la inevitabilidad del logro del objetivo. 9 Y compartiréis
el júbilo de la Filiación de que así sea.
15. A
medida que empieces a reconocer y a aceptar los regalos que tan desprendidamente
has dado a tu hermano, empezarás a aceptar asimismo los efectos del instante
santo y a usarlos para corregir todos tus errores y liberarte de sus
resultados. Y al aprender esto, habrás aprendido también cómo liberar a toda la
Filiación y cómo ofrecérsela con alegría y gratitud a Aquel que te dio tu
liberación y que desea extenderla a través de ti.
VI. Cómo fijar la meta
1.
La aplicación práctica del propósito del Espíritu Santo es extremadamente
simple, aunque inequívoca. De hecho, para poder ser simple tiene que ser
inequívoca. Lo simple es solo lo que se
entiende fácilmente, y para ello, es evidente que debe ser claro. El objetivo del Espíritu Santo opera dentro
de un marco general, pero Él te ayudará a hacerlo específico porque la
aplicación práctica es específica. El Espíritu Santo provee ciertas directrices
muy concretas que se pueden aplicar en cualquier situación, pero recuerda que
aún no te has dado cuenta de que su aplicación es universal. A estas alturas,
por lo tanto, es esencial utilizarlas en toda situación separadamente, hasta
que puedas ver más allá de cada situación de manera más segura y con un
entendimiento mucho más amplio del que ahora posees.
2.
En cualquier situación en que no sepas qué hacer, lo primero que tienes que considerar
es sencillamente esto: “¿Qué es lo que quiero que resulte de esta
situación? ¿Qué propósito tiene?” El objetivo debe definirse al principio, pues
eso es lo que determinará el resultado.
El ego procede a la inversa. La situación se convierte en lo que determina
el resultado, que puede ser cualquier cosa. La razón de este enfoque
desorganizado es evidente. El ego no sabe qué es lo que quiere que resulte de
la situación. Es consciente de lo que no
quiere, pero solo de eso. No tiene
ningún objetivo constructivo en absoluto.
3.
Sin un objetivo constructivo, establecido de antemano y claramente definido, la
situación simplemente parece ocurrir al azar, y no tiene ningún sentido hasta
que ya ha ocurrido. Entonces miras en
retrospectiva y tratas de reconstruirla para ver qué sentido tuvo. Y no podrás sino equivocarte. No solo porque tus juicios están vinculados
al pasado, sino porque tampoco tienes idea de lo que debió haber ocurrido. No
se estableció ningún objetivo con el que armonizar los medios. Y ahora el único dictamen que puede hacerse
es si al ego le gusta o no lo que pasó; si es aceptable para él o si clama por
venganza. La ausencia de un criterio, establecido de
antemano, que determine el resultado final, hace que sea dudoso que se pueda
entender lo que pasó y que sea imposible evaluarlo.
4.
El valor de decidir de antemano lo que quieres que ocurra es simplemente que
ello te permite percibir la situación como un medio para hacer que tu
objetivo se logre. Haces, por lo tanto,
todo lo posible por pasar por alto lo que interfiere en su logro y te
concentras solo en lo que te ayuda a conseguirlo. Es obvio que este enfoque ha hecho que la
manera en que distingues lo verdadero de lo falso sea más parecida a la del
Espíritu
Santo. Lo verdadero viene a ser lo que se puede
utilizar para lograr el objetivo, y lo
falso, lo inútil desde ese punto de vista.
La situación tiene ahora sentido, pero solo porque el objetivo ha hecho
que lo tenga.
5.
Tener a la verdad por objetivo tiene otras ventajas prácticas. Si la situación se usa en favor de la verdad
y la cordura, su desenlace no puede ser otro que la paz. Y esto es así
independientemente de cuál sea el desenlace. Si la paz es la condición
de la verdad y la cordura, y no puede existir sin ellas, allí donde hay paz
tienen que estar también la verdad y la cordura. La verdad viene por su propia
iniciativa. Si experimentas paz, es porque
la verdad ha venido a ti, y así no podrás sino ver el desenlace correctamente,
pues el engaño no puede prevalecer contra ti. Podrás reconocer el desenlace precisamente
porque estás en paz. En esto se
puede ver una vez más lo opuesto a la manera de ver del ego, pues el ego cree
que es la situación la que da lugar a la experiencia. El Espíritu Santo sabe
que la situación es tal como el objetivo la determina, y que se experimenta de
acuerdo con ese objetivo.
6.
Tener a la verdad por objetivo requiere fe.
La fe está implícita en la aceptación del propósito del Espíritu Santo,
y esta fe lo abarca todo. Allí donde se ha establecido el objetivo de la verdad,
allí tiene que estar la fe. El Espíritu Santo ve la situación como un
todo. El objetivo establece el hecho de
que todo aquel que esté involucrado en la situación desempeñará el papel que le
corresponde en la consecución del mismo.
Esto es inevitable. Nadie fracasará en su cometido. Esto parece requerir una fe está más allá de
tu entendimiento y mucha más de la que puedes dar. Esto es así, no obstante, solo
desde el punto de vista del ego, pues el ego cree que la manera de “resolver”
los conflictos es fragmentándolos y, así, no percibe la situación como un todo.
El ego, por consiguiente, intenta
dividir la situación en segmentos y lidiar con cada uno de ellos por separado,
pues tiene fe en la separación y no en la unidad.
7.
Cuando el ego se enfrenta a un aspecto de la situación que parece ser difícil,
trata de trasladarlo a otro lugar y resolverlo allí. Y parecerá tener éxito,
salvo que ese intento entra en conflicto con la unidad y no puede por menos que
enturbiar el objetivo de la verdad. Y no
se podrá experimentar paz, salvo en fantasías. La verdad no ha venido porque la fe ha sido
negada, al no haberse depositado donde por derecho propio le corresponde estar.
De este modo pierdes el entendimiento de
la situación que el objetivo de la verdad te brindaría. Pues las soluciones que proceden de fantasías
no aportan sino una experiencia ilusoria, y una paz ilusoria no es la condición
que le permite la entrada a la verdad.
VII. La invocación a la fe
1.
Los substitutos de cualquier aspecto de una situación son los testigos de tu
falta de fe. Demuestran que no creíste
que la situación y el problema estuviesen en el mismo lugar. El problema era la falta de fe, y esto
es lo que demuestras cuando lo separas de su fuente y lo pones en otro lugar. Y por consiguiente, no lo puedes ver. De no
haberte faltado la fe de que podía ser resuelto, el problema habría
desaparecido. Y la situación habría tenido
sentido para ti porque se habría eliminado cualquier interferencia que hubiese
impedido que la entendieras. Trasladar el problema a otro lugar es perpetuarlo,
pues te desentiendes de él y haces que sea irresoluble.
2.
No hay ningún problema que la fe no pueda resolver. Si trasladas cualquier aspecto de un problema
a otro lugar, harás que sea imposible solventarlo. Pues si trasladas parte del problema a otro
lugar, el significado del problema inevitablemente se pierde, y la solución del
problema radica en su significado. ¿No
es posible acaso que todos tus problemas ya se hayan resuelto, pero que tú te
hayas excluido a ti mismo de la solución?
La fe, no obstante, tiene que estar donde algo se ha consumado, y donde
tú ves que se consumó.
3.
Una situación es una relación, pues es una confluencia de pensamientos. Si se perciben problemas, es porque se cree
que los pensamientos están en conflicto. Mas si el objetivo es la verdad, eso
es imposible. Alguna idea relacionada con el cuerpo tuvo que haberse
inmiscuido, ya que las mentes no pueden atacar.
Pensar en cuerpos indica falta de fe, pues los cuerpos no pueden
solventar nada. El que se inmiscuyan en
la relación—lo cual es un error acerca de lo que piensas de la situación—es lo
que entonces se convierte en la justificación de tu falta de fe. Cometerás este
error, pero no dejes que ello sea motivo de preocupación para ti. El error no
importa. La falta de fe que se lleva ante
la fe nunca será un escollo para la verdad.
Pero usar la falta de fe contra la verdad siempre destruirá la
fe. Si te falta fe, pide que se te restituya
allí donde se perdió, y no intentes que se te indemnice por ella en otra parte,
como si se te hubiese privado injustamente de ella.
4.
Únicamente lo que tú no has dado es lo que puede faltar en cualquier
situación. Pero recuerda esto: la santidad fue la meta que se fijó para tu
relación, y no fuiste tú quien lo hizo. No fuiste tú quien la fijó porque la santidad
no se puede ver excepto mediante la fe, y tu relación no era santa por razón de
la limitada y reducida fe que tenías en tu hermano. Tu fe tiene que aumentar para poder alcanzar
la meta que se ha fijado. La realidad
de la meta facilitará eso, pues te permitirá ver que la paz y la fe no vienen
por separado. ¿Cómo podrías estar en una situación sin tener fe y al mismo
tiempo serle fiel a tu hermano?
5.
Cada situación en la que te encuentras no es más que un medio para satisfacer
el propósito que se estableció para tu relación. Si la ves como algo diferente, es que te falta
fe. No hagas uso de esa falta de fe. Deja que se presente y obsérvala con calma,
pero no hagas uso de ella. La falta de fe es la sierva de lo ilusorio y es
totalmente fiel a su amo. Haz uso de ella, y te llevará directamente a las
ilusiones. No te sientas tentado por lo
que te ofrece. La falta de fe no supone ningún obstáculo para el objetivo, sino
solo para el valor que éste tiene para ti. No aceptes la ilusión de paz que te ofrece,
sino que, por el contrario, contempla su ofrecimiento y reconoce que es una
ilusión.
6.
El objetivo de la ilusión está tan estrechamente vinculado a la falta de fe como
la fe lo está a la verdad. Si pones en duda
que alguien pueda desempeñar su papel, y desempeñarlo perfectamente en
cualquier situación entregada de antemano a la verdad, es que la entrega no fue
absoluta. Esto significa que no has tenido fe en tu hermano y que has usado tu
falta de fe contra él. Ninguna relación es santa a menos que su santidad la
acompañe a todas partes. De la misma
manera en que la santidad y la fe van de la mano, así su fe tiene también que
acompañarla a todas partes. La realidad
del objetivo inspirará y obrará cualquier milagro que sea necesario para su
logro. Cualquier cosa, tanto si es
demasiado grande como demasiado pequeña, demasiado débil o demasiado
apremiante, será puesta dulcemente a su servicio para apoyar su propósito. El
universo la servirá gustosamente, tal como ella sirve al universo. Pero no interfieras.
7.
El poder que se ha depositado en ti, en quien se ha establecido el objetivo del
Espíritu Santo, transciende tanto tu limitada concepción de lo infinito, que no
tienes idea de la magnitud de la fuerza que te acompaña. Y puedes usar esta fuerza con perfecta
seguridad. No obstante, a pesar de su extraordinario poder, tan grande que se
extiende allende las estrellas hasta el universo que se encuentra aún más allá,
tu insignificante falta de fe la puede neutralizar, si prefieres valerte de
ella en lugar de la fuerza que te acompaña.
8.
Considera, no obstante, lo que sigue a continuación, y descubre la causa de tu
falta de fe: crees que la razón por la que tienes algo contra tu hermano es por
lo que él te hizo a ti. Mas por lo que realmente lo culpas es por lo que tú le
hiciste a él. No le guardas rencor por su pasado, sino por el tuyo. Y no tienes fe en él debido a lo que tú
fuiste. Tú eres, sin embargo, tan inocente
de ello como lo es él. Lo que nunca existió no tiene causa ni está ahí para
obstruir a la verdad. La falta de fe no
tiene causa; la fe, en cambio, sí tiene Causa. Esa Causa ha entrado a formar parte de toda
situación que comparta Su propósito. La
luz de la verdad brilla desde el centro de la situación y ejerce influencia
sobre todos aquellos a quienes el propósito de la situación llama. Y llama a
todo el mundo. No hay situación que no incluya toda tu relación, todos sus
aspectos y todas sus partes. No puedes excluir ningún aspecto de ti mismo y
esperar que la situación siga siendo santa. Pues ese aspecto comparte el
propósito de tu relación en su totalidad y deriva su significado de ella.
9.
A menos que la fe que tienes en tu hermano te acompañe en toda situación, serás
infiel a tu relación. Tu fe exhortará a los demás a que compartan tu propósito,
tal como el propósito en sí invocó la fe en ti.
Y verás los medios que una vez empleaste para que te condujeran a las
ilusiones, transformados en medios que te conducen a la verdad. La verdad
invoca la fe, y la fe le hace sitio a la verdad. Cuando el Espíritu Santo cambió
el propósito de tu relación al intercambiar el tuyo por el Suyo, el objetivo
que estableció en ella se extendió a toda situación en la que alguna vez puedas
verte envuelto. Y así liberó del pasado todas las situaciones que éste habría
desprovisto de significado.
10.
Invocas la fe por razón de Aquel que te acompaña en toda situación. Ya no estás completamente loco ni tampoco
solo. Pues la idea de que en Dios puede haber soledad no puede sino ser un
sueño. Tú, cuya relación comparte el objetivo del Espíritu Santo, has sido
alejado de la soledad porque la verdad ha llegado. Su invocación a la fe es
poderosa. No uses tu falta de fe contra
la verdad, pues ésta te exhorta a que te salves y a que estés en paz.
VIII. Las
condiciones de la paz
1. El instante santo no es más que un
caso especial, un ejemplo extremo, de lo que toda situación está destinada ser.
El significado que el propósito del Espíritu Santo le ha dado al instante
santo, se le da también a toda situación. El instante santo suscita la misma
suspensión de falta de fe—que se rechaza y no se utiliza—para que la fe pueda
responder a la llamada de la verdad. El instante santo es el ejemplo supremo,
la demostración clara e inequívoca del significado de toda relación y de toda
situación cuando se ven como un todo. La fe ha aceptado todos los aspectos de
la situación, y la falta de fe no ha impuesto el que nada se vea excluido de
ella. Es una situación de perfecta paz, debido simplemente a que la has dejado
ser lo que es.
2. Esta simple cortesía es todo lo que
el Espíritu Santo te pide: que dejes que la verdad sea lo que es. No intervengas,
no la ataques y no interrumpas su llegada. Deja que envuelva cada situación y
que te brinde paz. Ni siquiera se te pide que tengas fe, pues la verdad no pide
nada. Déjala entrar, y ella invocará la fe que
necesitas para gozar de paz y se asegurará de que dispongas de ella.
Pero no te alces contra ella, pues no puede hacer acto de presencia si te
opones a ella.
3. ¿No desearías hacer de toda
situación un instante santo? Pues tal es
el regalo de la fe, que se da libremente dondequiera que la falta de fe se deja
a un lado sin usar. El poder del propósito del Espíritu Santo puede usarse
entonces en su lugar. Este poder transforma instantáneamente todas las
situaciones en el único medio, seguro y continuo, de establecer Su propósito y
de demostrar su realidad. Lo que se ha
demostrado ha requerido fe, y ésta ha sido concedida. Ahora se convierte en un
hecho, del que ya no se puede retirar la fe. La tensión que conlleva negarle la
fe a la verdad es enorme y mucho mayor de lo que te imaginas. Pero responder a la verdad con fe no entraña
tensión alguna.
4. Para ti que has respondido a la
llamada de tu Redentor, la tensión que conlleva no responder a Su llamada parece
ser mayor que antes. Pero no es así. La
tensión siempre estuvo ahí, pero se la atribuías a otra cosa, creyendo que era
esa “otra cosa” la que la producía. Mas
eso nunca fue verdad. Pues lo que esa
“otra cosa” producía era pesar y depresión, enfermedad y dolor, tinieblas y
vagas imaginaciones de terror, escalofriantes fantasías de miedo y abrasadores
sueños infernales. Y todo ello no era
más que la intolerable tensión que se producía al negarte a depositar tu fe en
la verdad y a ver su evidente realidad.
5. Tal fue la crucifixión del Hijo de
Dios. Su falta de fe le ocasionó todo
eso. Piénsalo muy bien antes de permitirte usar tu falta de fe contra él. Pues él ha resucitado, y tú has aceptado la
Causa de su despertar como tu propia causa. Has asumido el papel que te
corresponde en su redención, y ahora eres completamente responsable por él. No
le falles ahora, pues te ha sido dado comprender lo que tu falta de fe en él te
ocasiona. Su salvación es tu único propósito. Ve solo esto en toda situación, y
cada una de ellas se convertirá en un medio de brindarte solo eso.
6. Cuando aceptaste la verdad como el
objetivo de tu relación, te convertiste en un dador de paz tan irremediablemente
como que tu Padre te dio paz a ti, ya que el objetivo de la paz no se puede
aceptar sin sus condiciones, y tú tuviste que haber tenido fe en dicho
objetivo, pues nadie acepta lo que no cree que es real Tu propósito no ha
cambiado ni cambiará jamás, pues aceptaste lo que nunca puede cambiar. Y ahora no le puedes negar nada que necesite
para ser eternamente inmutable. Tu liberación es segura. Da tal como has
recibido. Y demuestra que te has elevado muy por encima de cualquier situación
que pudiera detenerte y mantenerte separado de Aquel Cuya Llamada contestaste.
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