Capítulo
18
EL FINAL
DEL SUEÑO
I. El
substituto de la realidad
1. Substituir es aceptar una cosa por
otra. Solo con que examinaras exactamente lo que esto implica, percibirías de
inmediato cuánto difiere del objetivo que el Espíritu Santo te ha dado y quiere
alcanzar por ti. Substituir es elegir entre dos opciones, renunciando a un
aspecto de la Filiación en favor de otro. Para este propósito especial, uno de
ellos se juzga como más valioso y reemplaza al otro. La relación en la que la
substitución tuvo lugar queda de este modo fragmentada y, por consiguiente, su
propósito queda dividido. Fragmentar es excluir, y la substitución es la
defensa más potente que el ego tiene para mantener vigente la separación.
2. El Espíritu Santo nunca utiliza
substitutos. En cualquier situación en la que el ego percibe a una persona como
substituta de otra, el Espíritu Santo solo ve su unión e indivisibilidad. No
elige entre ellas, pues sabe que son una sola. Al estar unidas, son una sola
porque son lo mismo. La substitución es claramente un proceso en el que se
perciben como si fuesen diferentes. El deseo del Espíritu Santo es unir, el del
ego, separar. Nada puede interponerse entre lo que Dios ha unido y el Espíritu
Santo considera uno. Pero todo parece interponerse en las relaciones
fragmentadas que el ego patrocina a fin de destruirlas.
3. La única emoción en la que la
substitución es imposible es el amor. El miedo, por definición, conlleva substitución,
pues es el substituto del amor. El miedo es una emoción fragmentada y
fragmentadora. Parece adoptar muchas
formas y cada una parece requerir que uno actúe de modo diferente para poder
obtener satisfacción. Si bien esto parece dar lugar a un comportamiento muy
variable, un efecto mucho más serio reside en la percepción fragmentada de la
que procede dicho comportamiento. No se considera a nadie como un ser completo.
Se hace hincapié en el cuerpo, y se le da una importancia especial a ciertas
partes de éste, las cuales se usan como baremo de comparación, ya sea para
aceptar o para rechazar, y así expresar una forma especial de miedo.
4. Tú que crees que Dios es miedo tan solo
llevaste a cabo una substitución. Ésta ha adoptado muchas formas porque fue la
substitución de la verdad por la ilusión; la de la plenitud por la
fragmentación. Dicha substitución a su vez ha sido tan desmenuzada y
subdividida, y dividida de nuevo una y otra vez, que ahora resulta casi
imposible percibir que una vez fue una sola y que todavía sigue siendo lo que
siempre fue. Ese error, que redujo la verdad a la ilusión, lo infinito a lo
temporal y la vida a la muerte fue el único que cometiste. Todo tu mundo se
basa en él. Todo lo que ves lo refleja y
todas las relaciones especiales que has entablado proceden de él.
5. Tal vez te sorprenda oír cuán
diferente es la realidad de lo que ves. No te das cuenta de la magnitud de ese único
error. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino
surgir un mundo totalmente irreal. ¿Qué
otra cosa, si no, podía haber surgido de él? A medida que empieces a examinar sus aspectos
fragmentados te darás cuenta de que son bastante temibles. Pero nada que hayas
visto puede ni remotamente empezar a mostrarte la enormidad del error original,
el cual pareció expulsarte del Cielo, fragmentar el Conocimiento al convertirlo
en inútiles añicos de percepciones desunidas y forzarte a llevar a cabo más
substituciones.
6. Ésa fue la primera proyección del
error al exterior. El mundo surgió para
ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó, la cual se
interpuso entre la verdad y tú. Pues la verdad se extiende hacia dentro, donde
la idea de que es posible perder no tiene sentido y lo único que es concebible
es un mayor aumento. ¿Crees que es realmente extraño que de esa proyección del
error surgiera un mundo en el que todo está invertido y al revés? Eso fue
inevitable. Pues si la verdad se llevase
ante esto, permanecería en calma, sin tomar parte en la absurda proyección
mediante la cual este mundo fue construido. No llames pecado a esa proyección,
sino locura, pues eso es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco la revistas
de culpa, pues la culpa implica que realmente ocurrió. Pero sobre todo, no
le tengas miedo.
7. Cuando te parezca ver alguna forma
distorsionada del error original tratando de atemorizarte, di únicamente: “Dios
es Amor, no miedo”, y desaparecerá. La
verdad te salvará, pues no te ha abandonado para irse al mundo demente y así
apartarse de ti. En tu interior se encuentra la cordura, y fuera de ti, la
demencia. Pero tú crees que es al revés: que la verdad se encuentra fuera, y el
error y la culpa dentro. Tus míseras e insensatas substituciones, trastocadas
por la locura y formando torbellinos que se mueven sin rumbo cual plumas arrastradas
por el viento, son insubstanciales. Se funden, se juntan y se separan de
acuerdo con patrones cambiantes que no tienen sentido y que no tienen que ser
juzgados en absoluto. No tiene objeto
juzgarlos individualmente. Las
insignificantes diferencias que en lo relativo a la forma parece haber entre
ellas no son diferencias reales en absoluto. Ninguna de tus substituciones tiene
importancia. Eso es lo único que tienen en común, nada más. Sin embargo, ¿qué otra cosa es necesaria para
hacer que todas sean lo mismo?
8. Deja que se las lleve el viento,
formando torbellinos y dando tumbos hasta que se pierdan de vista, lejos, muy lejos
de ti. Y vuélvete hacia la majestuosa
calma interna, donde en santa quietud mora el Dios viviente que nunca
abandonaste y que nunca te abandonó a ti. El Espíritu Santo te lleva dulcemente
de la mano, y desanda contigo el camino recorrido en el absurdo viaje que
emprendiste fuera de ti mismo, conduciéndote con gran amor de vuelta a la
verdad y a la seguridad de tu interior. Él lleva ante la verdad todas tus
dementes proyecciones y todas tus descabelladas substituciones, las cuales
ubicaste fuera de ti. Así es como Él
invierte el curso de la demencia y te restaura a la razón.
9. En tu relación con tu hermano,
donde el Espíritu Santo se ha hecho cargo de todo a petición tuya, Él ha fijado
el rumbo hacia dentro, hacia la verdad que comparten. En el demente mundo de afuera
nada se puede compartir, sino únicamente substituir. En realidad, compartir y
substituir no tienen absolutamente nada en común. Dentro de ti amas a tu hermano
con un amor perfecto. Ésa es tierra santa en la que ninguna substitución puede
tener lugar y donde solo la verdad de tu hermano puede morar. Ahí están unidos
en Dios, tan unidos como lo están con Él. El error original jamás llegó hasta
ahí ni lo hará jamás. Ahí reside la
Verdad Radiante, a la que el Espíritu Santo ha confiado tu relación. Deja que
la lleve ahí, donde tú quieres que esté. Ofrécele un poco de fe en tu
hermano, para ayudarle a que te muestre que ningún substituto del Cielo que hayas
inventado puede excluirte de éste.
10. En ti no hay separación, y no hay
substituto que pueda mantenerte separado de tu hermano. Tu realidad fue la Creación
de Dios, la cual no tiene substituto. Están tan firmemente unidos en la verdad,
que solo Dios mora allí. Y Él jamás aceptaría otra cosa en lugar de ustedes. Los
ama a los dos por igual y cual uno. Y tal como Él los ama, así son. Ustedes no
están unidos en ilusiones, sino en un Pensamiento tan santo y tan perfecto que
las ilusiones no pueden permanecer allí para mancillar el santo lugar donde se
encuentran unidos. Dios está contigo, hermano mío. Unámonos en Él en paz y con
gratitud, y aceptemos Su regalo como nuestra más santa y perfecta realidad, la
cual compartimos con Él.
11. El Cielo le es restituido a toda
la Filiación a través de tu relación, pues en ella reside la Filiación, íntegra
y hermosa, y a salvo en tu amor. El Cielo ha entrado silenciosamente, pues todas
las ilusiones se han llevado dulcemente ante la verdad en ti, y el amor ha
refulgido sobre ti, bendiciendo tu relación con la verdad. Dios y
Su Creación han entrado juntos a
formar parte de ella. ¡Cuán santa y hermosa es vuestra relación, la cual la verdad
ilumina! El Cielo la contempla y se regocija que lo hayas dejado venir a ti. Y
Dios Mismo se alegra de que tu relación siga siendo tal como fue creada. El
universo que se encuentra en tu interior se une a ti, junto con tu hermano. Y
el Cielo contempla con amor aquello que está unido en él, junto con su Creador.
12. Aquel a quien Dios ha llamado no
debe prestar oídos a ningún substituto. La llamada de los substitutos no es más
que el eco del error original que fragmentó el Cielo. ¿Y qué fue de la paz de los que prestaron
oídos a dicha llamada? Regresa conmigo al Cielo, y caminando junto con tu hermano
ve a otro mundo más allá de éste, hasta llegar a la belleza y alegría que ese
otro mundo te ofrece. ¿Quieres debilitar y fragmentar aún más lo que ya se
encuentra fragmentado y sin esperanzas? ¿Es ahí donde buscarías la felicidad? ¿No preferirías acaso reparar lo que ha sido
quebrantado y unirte a la cruzada para devolverle la plenitud a lo que fue asolado
por la separación y la enfermedad?
13. Has sido llamado, junto con tu
hermano, a la más santa función que este mundo puede ofrecer. Ésa es la única función que no tiene límites,
y que llega hasta cada uno de los fragmentos de la Filiación cual auxilio sanador
y unificador. Esto es lo que se te ofrece en tu relación santa. Acéptalo ahora, y lo darás tal como lo has
recibido. La Paz de Dios se te da con el luminoso propósito en el que te unes a
tu hermano. La santa luz que os unió tiene que extenderse, de la misma forma en
que la aceptasteis.
II. La
base del sueño
1. ¿No es acaso cierto que de los
sueños surge un mundo que parece ser real? Mas examina lo que es ese mundo. Obviamente
no es el mundo que viste antes de irte a dormir. Es más bien una distorsión de él, urdida exclusivamente
en torno a lo que tú hubieses preferido que ocurriera. En él eres “libre” para
reconstruir lo que parecía atacarte y convertirlo en un tributo a tu ego, que
se indignó por el “ataque”. Ése no sería
tu deseo a menos que no te identificases a ti mismo con él, que siempre se ve a
sí mismo y, por lo tanto, a ti, como sometido a un constante ataque y sumamente
vulnerable a él.
2. Los sueños son caóticos porque
están regidos por tus deseos conflictivos, y así, lo que es verdad les trae sin
cuidado. Son el mejor ejemplo de cómo se puede utilizar la percepción para substituir
la verdad por ilusiones. Al despertar no los tomas en serio, pues el hecho de
que la “realidad” se viola tan radicalmente en ellos resulta evidente. Sin
embargo, son una manera de ver el mundo y de modificarlo para que se adapte
mejor al ego. Son ejemplos
impresionantes, tanto de la incapacidad del ego para tolerar la realidad, como
del hecho de que tú estás dispuesto a cambiarla para su beneficio.
3. La diferencia entre lo que ves en
sueños y lo que ves al despertar no te resulta inquietante. Reconoces que lo que ves al despertar se
desvanece en los sueños. Al despertar, no obstante, no esperas que haya
desaparecido. En los sueños eres tú quien determina todo. Las personas
se convierten en lo que tú quieres que sean y hacen lo que tú les ordenas. No se
te impone ningún límite en cuanto a las substituciones que puedes llevar a cabo.
Por algún tiempo parece como si se te hubiese dado el mundo para que hicieses
de él lo que se te antojase. No te das cuenta de que lo estás atacando y
tratando de subyugar para que se avenga a tus deseos.
4. Los sueños son desahogos
emocionales en el nivel de la percepción en los que literalmente profieres a
gritos: “¡Quiero que las cosas sean como yo quiero!” Y aparentemente lo
consigues. Mas los sueños son inseparables
de su fuente. La ira y el miedo los envuelven, y en cualquier instante la
ilusión de satisfacción puede ser invadida por la ilusión de terror. Pues el
sueño de que tienes la capacidad de controlar la realidad y de substituirla por
un mundo que prefieres es aterrador. Tus intentos de eliminar la realidad son
terroríficos, pero no estás dispuesto a aceptar esto. Por lo tanto, lo substituyes con la fantasía
de que la realidad es lo que es temible, y no lo que tú quieres hacer de ella. Y de este modo la culpa se vuelve real.
5. Los sueños te muestran que tienes
el poder de construir un mundo a tu gusto, y que por el hecho de desearlo lo
ves. Y mientras lo ves no dudas de su
realidad. Mas he ahí un mundo, que aunque claramente existe solo en tu mente,
parece estar afuera. No reaccionas ante
él como si tú mismo lo hubieras construido, ni te das cuenta de que las
emociones que el sueño suscita no pueden sino proceder de ti. Los personajes
del sueño y sus acciones parecen dar lugar al sueño. No te das cuenta de que
eres tú el que los hace actuar por ti, ya que si fueras tú el que actuase, la culpa no
recaería sobre ellos y la ilusión de satisfacción desaparecería. Estos hechos no
son ambiguos en los sueños. Pareces despertar, y el sueño desaparece. Pero lo
que no reconoces es que lo que dio origen al sueño no desapareció con él. Tu deseo de construir otro mundo que no es
real sigue vivo en ti. Y pareces despertar a lo que no es sino otra forma de ese
mismo mundo que viste en tus sueños. Estás soñando continuamente. Lo único que
es diferente entre los sueños que tienes cuando duermes y los que tienes cuando
estás despierto es la forma que adoptan,
y eso es todo. Su contenido es el mismo. Constituyen tu protesta contra la
realidad, y tu idea fija y demente de que la puedes cambiar. En los sueños que tienes mientras estás
despierto, la relación especial ocupa un lugar especial. Es el medio con el que
tratas de que los sueños que tienes mientras duermes se hagan realidad. Desde
la relación especial no puedes despertar, ya que ésta representa tu resolución
de mantenerte aferrado a la irrealidad y de impedirte a ti mismo despertar. Y
mientras le otorgues más valor a estar dormido que a estar despierto, no
querrás despertar.
6. El Espíritu Santo, siempre práctico
en Su sabiduría, acepta tus sueños y los emplea en beneficio de tu despertar. Tú
te habrías valido de ellos para seguir durmiendo. Dije anteriormente que el
primer cambio que tiene que producirse antes de que los sueños desaparezcan, es
que tus sueños de miedo se conviertan en sueños felices. Eso es lo que el
Espíritu Santo hace en la relación especial. No la destruye ni te priva de
ella. Pero sí la usa de manera diferente, a fin de ayudarte a que Su propósito
se vuelva real para ti. Seguirás teniendo una relación especial, pero no será
una fuente de dolor o de culpa, sino de dicha y liberación. No será solo para ti, pues en eso reside su
infortunio. De la misma manera en que su falta de santidad la mantiene como
algo aparte, su estado de santidad la convierte en una ofrenda para todo el
mundo.
7. Tu relación especial se convertirá
en el medio de erradicar la culpabilidad en todos los que son bendecidos a
través de ella. Será un sueño feliz, y uno que compartirás con todo aquel que
se cruce en tu camino. La bendición que el Espíritu Santo ha derramado sobre tu
relación santa se extenderá a través de ella. No creas que Él se ha olvidado de
nadie en el propósito que te ha dado. Y no pienses que se ha olvidado de ti a
quien
Él dio el regalo. Él se vale de todo
aquel que lo invoca como medio para la salvación de todos. Y los despertará a
través de ti que le ofreciste tu relación a Él. ¡Si tan solo reconocieses Su
gratitud! ¡O la mía a través de la Suya!
Pues estamos unidos en un propósito, al
ser de un mismo sentir con Él.
8. No permitas que el sueño se apodere
de ti y te haga cerrar los ojos. No es extraño que los sueños puedan dar lugar
a un mundo irreal. Lo que sí es increíble es que tengas el deseo de
hacer eso. Tu relación con tu hermano se ha convertido en una relación en la
que ese deseo ha sido eliminado, pues su propósito ha sido trocado de uno de
sueños a uno de verdad. Mas no estás
seguro de esto porque piensas que quizá eso sea lo que es el sueño. Estás tan
acostumbrado a elegir entre sueños, que no te das cuenta de que por fin has
elegido entre la verdad y todas las ilusiones.
9. El Cielo, no obstante, es algo
seguro. No es un sueño. Su llegada
significa que has elegido la verdad, y que ésta ha llegado porque has estado
dispuesto a permitir que tu relación especial satisfaga sus condiciones. El Espíritu
Santo ha depositado dulcemente el mundo real en tu relación: el mundo de sueños
felices, desde los cuales despertar es algo fácil y natural. Pues del mismo
modo en que los sueños que tienes cuando estás dormido y los que tienes cuando
estás despierto son una representación de los deseos que albergas en tu mente, así
también el mundo real y la verdad del Cielo están unidos en la Voluntad de
Dios. El sueño del despertar se convierte
fácilmente en realidad. Pues ese sueño refleja tu voluntad unida a la Voluntad
de Dios. Y lo que esta Voluntad dispone que se haga jamás ha dejado de
hacerse.
III. Luz
en el sueño
1. Tú que te has pasado la vida
llevando la verdad a la ilusión y la realidad a la fantasía, has estado
recorriendo el camino de los sueños. Pues has pasado de la condición de estar
despierto a la de estar dormido, y de ahí te has ido sumergiendo en un sueño
aún más y más profundo. Cada sueño te ha
llevado a otros sueños, y cada fantasía que parecía arrojar luz sobre la
obscuridad no ha hecho sino hacerla aún más tenebrosa. Tu meta era la
obscuridad, en la que ningún rayo de luz pudiera penetrar. Y buscabas una
negrura tan absoluta, que pudiese mantenerte oculto de la verdad para siempre
en un estado de completa demencia. Mas de lo que te olvidabas era de que Dios
no puede destruirse a Sí Mismo. La luz
se encuentra en ti. La obscuridad
puede envolverla, pero no puede apagarla.
2. Según se aproxime la luz te
lanzarás a la obscuridad huyendo de la verdad, refugiándote algunas veces en
cosas menos temibles y otras, en el terror más absoluto. Pero avanzarás, pues
tu objetivo es pasar del miedo a la verdad. La meta que aceptaste es la meta
del conocimiento, y esto lo demuestra tu buena voluntad. El miedo parece habitar en la obscuridad, y
cuando tienes miedo es que has retrocedido. Unámonos inmediatamente en un
instante de luz y eso será suficiente para recordarte que tu meta es la Luz.
3. La verdad se lanzó a tu encuentro
desde el momento en que la invocaste. Si supieras Quién camina a tu lado por la
senda que has escogido, sería imposible que pudieras experimentar miedo. No lo
sabes porque tu viaje hacia la obscuridad ha sido largo y penoso, y te has
adentrado muy profundamente en ella. Un ligero parpadeo, después de haber
tenido los ojos cerrados por tanto tiempo, no ha sido suficiente para hacer que
tengas confianza en ti mismo, a quien por tanto tiempo has despreciado. Te diriges
hacia el amor odiándolo todavía y terriblemente atemorizado del juicio que
pueda tener de ti. Y no te das cuenta de
que no es del amor de lo que tienes miedo, sino únicamente de lo que tú has
hecho de él. Estás avanzando hacia el significado del amor y alejándote de
todas las ilusiones con las que lo habías revestido. Cuando te refugias en lo
ilusorio tu miedo se agudiza, pues no hay duda de que lo que crees que ello
significa es aterrador. Mas ¿qué
importancia puede tener eso para nosotros que viajamos llenos de confianza y a
toda velocidad más allá del miedo?
4. Tú que tomas de la mano a tu
hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. ¿Crees
acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? En
tu relación radica la luz de este mundo. Y el miedo no puede sino desaparecer
de tu vista ahora. No caigas en la tentación de quitarle a tu hermano el regalo
de fe que le ofreciste. Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti
mismo. El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. No puedes
quitárselo ahora. Has aceptado a Dios. La santidad de tu relación quedó
establecida en el Cielo. No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. Lo único
que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. Ese deseo fue el de ser santo. La Voluntad de Dios se te concede, pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste
o lo que siempre fuiste.
5. Cada instante que pasemos juntos te
enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. Y
en tu deseo reside su logro. Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con
todo el poder de la voluntad del Espíritu Santo. Ningún paso corto y vacilante que des puede
hacer que tu deseo se aparte de Su voluntad o de Su fortaleza. Puedes estar tan
seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar
de la mano a tu hermano. No se separen, pues yo estoy con ustedes y camino con ustedes
en avance hacia la verdad. Y dondequiera
que vamos, llevamos a Dios con nosotros.
6. Te has unido a mí en tu relación
para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se ocultó en la obscuridad. Has estado
dispuesto a llevar la obscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a cada uno de
los que de otro modo permanecerían en la obscuridad. Los que quieran ver verán.
Y se unirán a mí para llevar su luz a la obscuridad cuando la obscuridad
que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. La necesidad
que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la
misma que tienes tú de salvación. ¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me
diste a mí? Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respondiste.
7. Tú que eres ahora el portador de la
salvación, tienes la función de llevar la luz a la obscuridad. La obscuridad en
ti se llevó a la luz. Lleva esa luz ahora a la obscuridad, desde el instante
santo a donde la llevaste. Nos completamos cuando deseamos completar. No dejes
que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano puedan experimentar
procede realmente del pasado. El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr,
juntos, lo que sus pasados separados habrían impedido. Han trascendido el
miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se
una a ellas.
8. Ni una sola luz en el Cielo deja de
acompañaros. Ni uno de los rayos que brillan
para siempre en la Mente de Dios deja de iluminarlos. El Cielo se ha unido a ustedes en su avance
hacia él. Si se han unido a ustedes luces
tan potentes que infunden a la pequeña chispa de su deseo el Poder de Dios
Mismo, ¿cómo podrían seguir en la obscuridad? Tú y tu hermano están retornando
a casa juntos después de un largo e insensato viaje que emprendieron por
separado y que no les condujo a ninguna parte.
Has encontrado a tu hermano, y cada uno de ustedes alumbrará el camino
del otro. Y partiendo de esa luz, los
Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la obscuridad y hacia adelante
hasta Dios para desvanecer con su resplandor el pasado, y así dar lugar a Su
eterna Presencia en la que todo resplandece en la Luz.
IV. La
pequeña dosis de buena voluntad
1. El instante santo es el resultado
de tu decisión de ser santo. Es la respuesta. Desearlo y estar dispuesto
a que llegue precede su llegada. Preparas tu mente para él en la medida en que
reconoces que lo deseas por encima de todas las cosas. No es necesario que
hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada
más. No te empeñes en darle al Espíritu
Santo lo que Él no te pide o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte
de Él y confundirás a uno con el otro. El Espíritu Santo pide muy poco. Él es Quien aporta la grandeza y el poder. Él se une a ti para hacer que el instante
santo sobrepase con mucho tu entendimiento. Darte cuenta de lo poco que tienes
que hacer es lo que le permite a Él dar tanto.
2. No confíes en tus buenas
intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. Pero confía implícitamente
en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presentarse. Concéntrate
solo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te
perturbe. Ésa es la razón por la que viniste. Si hubieses podido venir sin
ellas no tendrías necesidad del instante santo. No vengas a él con arrogancia,
dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que solo su
llegada produce. El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a
dejarlo ser lo que es. Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu
aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueras.
3. La humildad jamás te pedirá que te
conformes con la pequeñez. Pero sí
requiere que no te conformes con nada que no sea la grandeza que no procede de
ti. La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu arraigada
convicción de que no eres digno de él. ¿Y qué es eso sino la decisión de ser lo
que tú quisieras hacer de ti mismo? Dios
no creó Su morada indigna de Él. Y si
crees que no puede entrar allí donde desea estar, debes estar oponiéndote a Su
Voluntad. No es necesario que la fuerza de tu buena voluntad proceda de ti,
sino únicamente de Su Voluntad.
4. El instante santo no procede
únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. Es siempre el resultado de combinar
tu buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios. Estabas
equivocado al pensar que era necesario que te preparases para Él. Es imposible
hacer arrogantes preparativos para la santidad sin creer que es a ti a quien le
corresponde establecer las condiciones de la paz. Dios las ha establecido ya, y
para ser lo que son no dependen de tu buena voluntad. Ésta es necesaria solo para poder enseñarte lo
que son. Si sostienes que no eres digno de aprender esto, estarás interfiriendo
en la lección al creer que tienes que hacer que el alumno sea diferente. Tú no lo creaste ni tampoco puedes cambiarlo.
¿Cómo ibas a obrar primero un milagro por tu cuenta, y luego esperar a que se
haga uno por ti?
5. Limítate simplemente a hacer la
pregunta. La respuesta se te dará. No trates de contestarla; trata simplemente de
recibir la respuesta tal como se te dé. Al prepararte para el instante santo,
no intentes hacerte santo de antemano a fin de estar listo para él. Eso sería
confundir tu papel con el de Dios. La Expiación no puede llegarles a los que
piensan que primero tienen que expiar, sino solo a aquellos que simplemente le
ofrecen su buena voluntad para de este modo hacer posible su llegada. La
purificación es algo que es únicamente propio de Dios y, por lo tanto, es para
ti. En vez de tratar de prepararte para
Él, trata de pensar de esta manera:
Yo que soy
anfitrión de Dios, soy digno de Él. Aquel que estableció Su morada en mí la
creó como Él quiso que fuera. No es necesario que la prepare para Él, sino tan solo
que no interfiera en Su plan para restaurar en mí la conciencia de que estoy listo,
estado éste que es eterno. No tengo que añadir nada a Su plan. Mas para
aceptarlo, tengo que estar dispuesto a no substituirlo por el mío.
6. Y eso es todo. Añade algo más, y
estarás simplemente desvirtuando lo poco que se te pide. Recuerda que fuiste tú quien inventó la
culpa, y que tu plan para escapar consiste en llevar la Expiación ante ella y
hacer que la salvación parezca temible. Y si intentas prepararte a ti mismo
para el amor, lo único que harás será incrementar tu miedo. La preparación para
el instante santo le corresponde a Aquel que lo da. Entrégate a Aquel Cuya
función es la liberación. No usurpes Su función. Dale solo lo que te pide, para
que puedas aprender cuán ínfimo es tu papel y cuán grande el Suyo.
7. Esto es lo que hace que el instante
santo sea algo tan fácil y natural. Haces que sea difícil porque insistes en que
debe haber algo más que tú tienes que hacer. Te resulta difícil aceptar la idea
de que solo necesitas dar un poco para recibir mucho. Y te resulta muy difícil
entender que no es un insulto personal el que haya tal desproporción entre tu
aportación y la del Espíritu Santo. Todavía estás convencido de que tu
entendimiento constituye una poderosa aportación a la verdad y de que hace que
ésta sea lo que es. Mas hemos subrayado que no tienes que comprender nada. La
salvación es fácil de alcanzar precisamente porque no te pide nada que
no puedas dar ahora mismo.
8. No te olvides de que fue tu
decisión hacer que todo lo que es natural y fácil, para ti fuese imposible. Si
crees que el instante santo es algo difícil, es porque te has erigido en
árbitro de lo que es posible y aún no estás dispuesto a cederle el lugar a Uno
que sabe. La creencia según la cual hay grados de dificultad en los milagros se
basa en eso. Todo lo que Dios dispone no solo es posible, sino que ya ha tenido
lugar. Por eso es por lo que el pasado
ha desaparecido. En realidad nunca tuvo lugar. Lo único que es necesario es
deshacerlo en tu mente, que sí creyó que tuvo lugar.
V.
El sueño feliz
1. Prepárate ahora para
des-hacer lo que nunca tuvo lugar. Si ya entendieses la diferencia que existe
entre la verdad y las ilusiones, la Expiación no tendría objeto. El instante
santo, la relación santa, las enseñanzas del
Espíritu Santo y todos los
medios por los que se alcanza la salvación no tendrían ningún propósito. Pues todos
ellos no son sino aspectos del plan cuyo fin es cambiar tus sueños de terror a
sueños felices, desde los cuales puedas despertar fácilmente al Conocimiento. No
te pongas a ti mismo a cargo de esto, pues no puedes distinguir entre lo que es
un avance y lo que es un retroceso. Has considerado algunos de tus mayores
avances como fracasos, y evaluado algunos de tus peores retrocesos como grandes
triunfos.
2. Nunca solicites el
instante santo después de haber tratado de eliminar por tu cuenta todo odio y
temor de tu mente. Ésa es Su función. Nunca intentes pasar por alto tu
culpabilidad antes de pedirle ayuda al Espíritu
Santo. Ésa es Su función.
Tu papel consiste únicamente en estar dispuesto, aunque sea mínimamente, a que
Él elimine todo vestigio
de odio y de temor, y a ser perdonado. Sobre tu poca fe, unida a Su entendimiento,
Él establecerá tu papel en la Expiación y se asegurará de que lo cumplas sin
ninguna dificultad. Y con Él construirás los peldaños, tallados en la sólida
roca de la fe, que se elevarán hasta el Cielo. Y no serás tú el único que se
valga de ellos para ascender hasta él.
3. A través de tu santa
relación, renacida y bendecida en cada instante santo que tú no planees, miles
de seres ascenderán hasta el Cielo junto contigo. ¿Puedes acaso planear tú eso?
¿O puedes prepararte a ti mismo para tal función? Sin embargo, es posible porque es la Voluntad
de Dios. Y Él no va a cambiar de parecer al respecto. Tanto el propósito como
los medios Le pertenecen. Tú has aceptado el propósito; los medios se te proveerán.
Un propósito como éste es inconcebible sin los medios. Él proveerá los medios a
todo aquel que comparta Su propósito.
4. Los sueños felices se
vuelven reales, no porque sean sueños, sino únicamente porque son felices. Por
lo tanto, no pueden sino ser amorosos. Su mensaje es: “Hágase Su Voluntad”, y
no: “Quiero que sea de otra manera”. La sincronización de medios y propósito es
una empresa que está más allá de tu entendimiento. Ni siquiera te has dado
cuenta de que has aceptado el propósito del Espíritu Santo como tu propósito, y
lo único que harías sería utilizar medios profanos para su logro. La poca fe
que se necesitó para cambiar de propósito es todo lo que se requiere para
aceptar los medios y para ponerlos en práctica.
5. No es un sueño amar a
tu hermano como a ti mismo, ni tu relación santa es tampoco un sueño. Lo único
que aún le queda del mundo de los sueños es que todavía es una relación
especial. Mas le es muy útil al Espíritu
Santo, Quien tiene una
función especial aquí. Tu relación se convertirá en el sueño feliz a través del
cual Él podrá derramar Su alegría sobre miles y miles de personas que creen que
el amor es miedo y no felicidad. Deja que Él lleve a cabo la función que le
asignó a tu relación al aceptarla en tu nombre, y no habrá nada que no
contribuya a ella para que se convierta en lo que Él quiere que sea.
6. Cuando sientas que la
santidad de tu relación se ve amenazada por algo, detente de inmediato y, a
pesar del temor que puedas sentir, ofrécele al Espíritu Santo tu consentimiento
para que Él cambie ese instante por el instante santo que preferirías tener. Él
jamás dejará de complacer tu ruego. Pero no te olvides de que tu relación es
una, por lo tanto, es inevitable que cualquier cosa que suponga una amenaza
para la paz de uno sea asimismo una amenaza para la paz del otro. El poder de haberse unido a su bendición
reside en el hecho de que ahora es imposible que tú o tu hermano puedan
experimentar miedo por separado o intentar lidiar con él por su propia cuenta. No pienses que eso es necesario o incluso
posible. Pero de la misma manera en que es imposible, es imposible también que
el instante santo le llegue a uno de ustedes y no al otro. Y les llegará a ambos
a petición de cualquiera de los dos.
7. El que esté más cuerdo
de los dos en el momento en que se perciba la amenaza, debe recordar cuán
profundo es su endeudamiento con el otro y cuánta gratitud le debe, y alegrarse
de poder pagar esa deuda brindando felicidad a ambos. Que recuerde esto y diga:
Deseo
que éste sea un instante santo para mí, a fin de compartirlo con mi hermano, a
quien amo. Es imposible que se me pueda conceder a mí sin él o a él sin mí. Pero
nos es totalmente posible compartirlo ahora. Elijo, por lo tanto, ofrecerle este
instante al Espíritu Santo, para que Su
bendición pueda descender sobre nosotros y mantenernos a los dos en paz.
VI.
Más allá del cuerpo
1. No hay nada externo a
ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de
que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado. Pues eso fue lo único que
Dios creó, y Él no lo abandonó ni se separó a Sí Mismo de él. El Reino de los
Cielos es la morada del Hijo de Dios, quien no abandonó a su Padre ni mora
separado de Él. El Cielo no es un lugar ni tampoco una condición. Es
simplemente la conciencia de la perfecta Unicidad y el conocimiento de que no hay
nada más: nada fuera de esta Unicidad ni nada dentro.
2. ¿Qué otra cosa podría
dar Dios sino el Conocimiento de Sí Mismo? ¿Hay algo más que se pueda dar? La creencia de que puedes dar u obtener otra
cosa—algo externo a ti—te ha costado la conciencia del Cielo y la de tu
Identidad. Y has hecho algo todavía más extraño, de lo cual ni siquiera te has
percatado: has desplazado de tu mente a tu cuerpo la culpabilidad. El cuerpo, no obstante, no puede ser culpable,
pues no puede hacer nada por su cuenta. Tú que crees odiar a tu cuerpo, no haces
sino engañarte a ti mismo. Odias a tu mente, pues la culpa se ha adentrado en
ella, y procura mantenerse separada de la mente de tu hermano, lo cual no puede
hacer.
3. Las mentes están
unidas; los cuerpos no. Solo al atribuirle a la mente las propiedades del
cuerpo parece posible la separación. Y
es la mente la que parece ser algo privado y estar fragmentada y sola. Proyecta su culpabilidad, que es lo que la
mantiene separada, sobre el cuerpo, el cual sufre y muere porque se le ataca a
fin de mantener viva la separación en la mente e impedir que conozca su
Identidad. La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y ordenarle al
cuerpo que las exteriorice. Mas lo que
el cuerpo hace nunca parece satisfacer a la mente. A menos que la mente crea que el cuerpo está
realmente exteriorizando sus fantasías, lo atacará proyectando aún más culpabilidad
sobre él.
4. En esto la mente está
claramente engañada. No puede atacar, pero sostiene que puede, y para probarlo,
se vale de lo que hace para ocasionarle daño al cuerpo. La mente no puede
atacar, pero puede engañarse a sí misma. Y eso es todo lo que hace cuando cree
que ha atacado al cuerpo. Puede
proyectar su culpabilidad, pero no puede deshacerse de ella proyectándola. Y aunque es obvio que puede percibir la
función del cuerpo erróneamente, no puede cambiar la función que el Espíritu
Santo le asignó a éste. El cuerpo no es el fruto del amor. Aun así, el amor no lo condena y puede
emplearlo amorosamente, respetando lo que el Hijo de Dios engendró y
utilizándolo para salvarlo de sus propias ilusiones.
5. ¿No te gustaría que los
medios de la separación fueran reinterpretados como medios de la salvación y se
usasen para los fines del amor? ¿No le
darías la bienvenida y le prestarías tu apoyo a este intercambio de fantasías
de venganza por tu liberación de ellas? La percepción que tienes del cuerpo puede ser
ciertamente enfermiza, pero no debes proyectar eso sobre él. Pues tu deseo de hacer que lo que no tiene la
capacidad de destruir sea destructivo, no puede tener ningún efecto real. Lo que Dios creó solo puede ser como Él quiere
que sea, pues así lo dispone Su Voluntad. Tú no puedes hacer que Su Voluntad sea
destructiva. Puedes, no obstante, forjar fantasías en las que tu voluntad entra
en conflicto con la Suya, pero eso es todo.
6. Es una locura usar el
cuerpo como chivo expiatorio sobre el que descargar tu culpabilidad, dirigiendo
sus ataques y culpándolo luego por lo que tú mismo quisiste que hiciera. Es imposible exteriorizar fantasías, pues éstas
siguen siendo lo que tú deseas y no tienen nada que ver con lo que el cuerpo
hace. El cuerpo no sueña con ellas, y lo
único que éstas hacen es convertirlo en un lastre en vez de en algo útil. Pues las fantasías han hecho de tu cuerpo tu
“enemigo”; algo débil, vulnerable y traicionero, merecedor del odio que le
tienes. ¿De qué te ha servido todo esto? Te has identificado con eso que odias,
el instrumento de venganza y la aparente fuente de tu culpabilidad. Le has hecho esto a algo que no tiene
significado, proclamándolo la morada del Hijo de Dios y haciendo luego que se
vuelva contra él.
7. Éste es el anfitrión de
Dios que tú has engendrado. Y ni Dios ni Su santísimo Hijo pueden
hospedarse en una morada donde reina el odio, y donde tú has sembrado semillas
de venganza, violencia y muerte. Esa cosa que engendraste para que estuviese al
servicio de tu culpabilidad se interpone entre ti y otras mentes. Las mentes están unidas, pero tú no te
identificas con ellas. Te ves a ti mismo
encerrado en una celda aparte, aislado e inaccesible, y tan incapaz de
establecer contacto con otros como de que otros lo establezcan contigo. Odias esta prisión que has construido y
procuras destruirla. Pero no quieres escaparte de ella ni dejarla indemne y libre
de toda culpa.
8. Sin embargo, ésa es la única
manera de escapar. La morada de la
venganza no es tu hogar. El lugar que reservaste
para que albergara a tu odio no es una prisión, sino una ilusión de ti
mismo. El cuerpo es un límite que se le
impone a la comunicación universal, la cual es un atributo eterno de la mente.
Mas la comunicación es algo interno. La
mente se extiende hasta sí misma. No se
compone de diferentes partes que se extienden hasta otras. No sale afuera. Dentro
de sí misma es ilimitada, y no hay nada externo a ella. Lo abarca todo. Te
abarca completamente: tú te encuentras dentro de ella y ella dentro de ti. No
hay nada más en ninguna parte ni jamás lo habrá.
9. El cuerpo es algo
externo a ti, y solo da la impresión de rodearte, de aislarte de los demás y de
mantenerte separado de ellos y a ellos de ti. Pero el cuerpo no existe. No hay ninguna barrera entre Dios y Su Hijo, y
Su
Hijo no puede estar
separado de Sí Mismo, salvo en ilusiones. Ésa no puede ser su realidad, aunque él crea
que lo es. Solo podría serlo si Dios se
hubiese equivocado. Dios habría tenido
que crear de modo diferente y haberse separado de Su Hijo para que eso fuese
posible. Habría tenido que crear
diferentes cosas y establecer diferentes órdenes de realidad, de los que solo
algunos fuesen amor. Pero el amor tiene que ser eternamente igual a sí mismo,
sin alternativas e inmutable para siempre.
Y, por lo tanto, así es. Tú no puedes poner una barrera a tu alrededor
porque Dios no puso ninguna entre tú y Él.
10. Puedes alzar la mano y
tocar el Cielo. Tú, cuya mano se encuentra asida a la de tu hermano, has
comenzado a extenderte más allá del cuerpo, pero no fuera de ti mismo, para
alcanzar juntos la Identidad que comparten. ¿Cómo iba a encontrarse Ésta fuera
de ustedes, donde Dios no está? ¿Acaso
es Él un cuerpo? ¿E iba a haberte creado diferente de Sí Mismo y donde
Él no podría morar? Él es lo único que te rodea. ¿Qué limitaciones podrías tener tú a quien Él
abarca?
11. Todo el mundo ha
experimentado lo que podría describirse como una sensación de ser transportado
más allá de sí mismo. Esta sensación de
liberación va mucho más allá del sueño de libertad que a veces se espera encontrar
en las relaciones especiales. Es la sensación de haber escapado realmente de
toda limitación. Si examinases lo que
esa sensación de ser “transportado” realmente supone, te darías cuenta de que
es una súbita pérdida de la conciencia corporal y una experiencia de unión con
otra cosa en la que tu mente se expande para abarcarla. Esa otra cosa pasa a
formar parte de ti al tú unirte a ella. Y tanto tú como ella os completáis, y ninguno
se percibe entonces como separado. Lo
que realmente sucede es que has renunciado a la ilusión de una conciencia
limitada y has dejado de tenerle miedo a la unión. El amor que instantáneamente reemplaza a ese
miedo se extiende hasta lo que te ha liberado y se une a ello. Y mientras esto dura no tienes ninguna duda acerca
de tu Identidad ni deseas limitarla. Te has escapado del miedo, y has alcanzado
la paz no cuestionando la realidad, sino simplemente aceptándola. Has aceptado esto en lugar del cuerpo, y te
has permitido a ti mismo ser uno con algo que se encuentra más allá de éste, al
simplemente no permitir que tu mente esté limitada por él.
12. Esto puede ocurrir
independientemente de la distancia física que parezca haber entre ti y aquello
a lo que te unes; independientemente de vuestras respectivas posiciones en el
espacio o de vuestras diferencias de tamaño y aparente calidad. El tiempo es irrelevante: la unión puede
ocurrir con algo pasado, presente o con algo que se prevé. Ese “algo” puede ser cualquier cosa y estar en
cualquier parte; puede ser un sonido, algo que se ve, un pensamiento, un
recuerdo, o incluso una idea cualquiera sin ninguna referencia concreta. Mas
siempre te unes a ello sin reservas porque lo amas y quieres estar a su lado. Por eso te apresuras a ir a su encuentro, dejando
que tus limitaciones se desvanezcan, aboliendo todas las “leyes” que tu cuerpo
obedece y apartándote serenamente de ellas.
13. No hay violencia
alguna en este escape. No se ataca al cuerpo, sino simplemente se le percibe
correctamente. El cuerpo no puede limitarte, ya que ésa no es tu voluntad. En realidad no se te “saca” de él, ya que no
puede contenerte. Te diriges hacia donde
realmente quieres estar, adquiriendo, no perdiendo, una sensación de Ser. En estos instantes en que te liberas de toda
restricción física, experimentas mucho de lo que sucede en el instante santo:
un levantamiento de las barreras del tiempo y del espacio, una súbita
experiencia de paz y alegría. Mas por encima de todo, pierdes toda conciencia
del cuerpo y dejas de dudar acerca de si todo esto es posible o no.
14. Es posible porque tú
lo deseas. En la súbita expansión de
conciencia que tiene lugar solo con que tú lo desees reside el irresistible
atractivo del instante santo. Te exhorta
a que seas tú mismo en la seguridad de su abrazo. Ahí se te libera de todas las
leyes de la limitación y se te da la bienvenida a la mentalidad receptiva y a
la libertad. Ven a este lugar de refugio, donde puedes ser tú mismo en paz. No
mediante la destrucción ni mediante un escape, sino simplemente mediante una
serena fusión. Pues la paz se unirá a ti allí sencillamente porque has estado
dispuesto a abandonar los límites que le habías impuesto al amor, y porque te
uniste a él allí donde mora y adonde te condujo, en respuesta a su dulce
llamada a que estés en paz.
VII.
No tengo que hacer nada
1. Todavía tienes
demasiada fe en el cuerpo como fuente de fortaleza. ¿Qué planes haces que de algún modo no sean
para su comodidad, protección o disfrute? De acuerdo con tu interpretación, esto hace
del cuerpo un fin y no un medio, lo cual siempre quiere decir que todavía te
atrae el pecado. Nadie que aún acepte el
pecado como su objetivo, puede aceptar la Expiación. Por lo tanto, aún no has
aceptado tu única responsabilidad. Aquellos que prefieren el dolor y la
destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación.
2. Hay algo que nunca has
hecho: jamás te has olvidado completamente del cuerpo. Quizá alguna que otra vez lo hayas perdido de
vista, pero nunca ha desaparecido del todo. No se te pide que dejes que eso
ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante es cuando se produce
el milagro de la Expiación. Después
verás el cuerpo de nuevo, pero nunca como lo veías antes. Y cada instante que pases sin ser consciente
de tu cuerpo te proporcionará una perspectiva diferente de él cuando regreses.
3. No hay ni un instante en el que el cuerpo exista en absoluto.
Es siempre algo que se recuerda o se prevé, pero nunca se puede tener una
experiencia de él ahora. Solo su pasado y su futuro hacen que parezca
real. El tiempo lo controla enteramente, pues el pecado nunca se encuentra totalmente
en el presente. En cualquier momento que
desees podrías experimentar la atracción de la culpabilidad como dolor y, por
lo tanto, evitarías sucumbir ante ella. La culpabilidad no ejerce ninguna
atracción en el ahora. Toda su atracción es imaginaria y, así, es algo
en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro.
4. Es imposible aceptar el
instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque solo sea por
un instante, a no ver el pasado ni el futuro. Y no te puedes preparar para él sin ubicarlo
en el futuro. La liberación se te concede en el instante en que la desees. Son muchos los que se han pasado toda una vida
preparándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. Este curso no
pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se
propone ahorrar tiempo. Tal vez estés tratando de seguir un camino muy largo
hacia el objetivo que has aceptado. Es extremadamente difícil alcanzar la
Expiación luchando contra el pecado. Son muchos los esfuerzos que se llevan a
cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se aborrece. No es necesario tampoco que dediques toda tu
vida a la contemplación ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con
objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la
larga debido a su propósito. Pero los
medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de
la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.
5. Tu camino será
diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar
tiempo. Un instante que tú y tu hermano
paséis juntos os restituye el universo a ambos.
Ya estás listo. Ahora solo
tienes que recordar que no tienes que hacer nada. Sería mucho más efectivo
ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que
debes hacer. Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y
batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que
se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta,
ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubrimiento: “No tengo
que hacer nada”.
6. He aquí la liberación
final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. Tú
no tienes necesidad de ese tiempo. Se te
ha economizado tiempo porque tú y tu hermano están juntos. Éste es el medio especial del que este curso
se vale para economizarte tiempo. No
aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que les han resultado
útiles a otros y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote
únicamente de los medios que aquí se ofrecen y no hagas nada más. “No tengo que hacer nada” es una declaración
de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. Créelo aunque solo sea por un instante, y
lograrás más que con un siglo de contemplación o de lucha contra la tentación.
7. Hacer algo siempre
involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado
de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te
ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escapar de inmediato,
liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo
en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo y, así, el pasado
y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de
tiempo. No hacer nada es descansar y crear un lugar dentro de ti donde la
actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí
mora. Permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan
a abarrotar tu mente consciente.
8. Mas este lugar de
reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo
centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada,
permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier
actividad a la que se te envíe. Pues
desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente,
es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.
VIII.
El pequeño jardín
1. Estar consciente del
cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, pues el cuerpo es un
límite que se le impone al amor. La creencia en un amor limitado fue lo que dio
origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. No creas que esto es algo meramente
alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. ¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo
dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? Identificas todo lo que reconoces
con cosas externas, con algo fuera de sí mismo. Ni siquiera puedes pensar en
Dios sin imaginártelo en un cuerpo o en alguna forma que creas reconocer.
2. El cuerpo es incapaz de
saber nada. Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no
podrás ver la grandeza que te rodea. Dios
no puede hacer acto de presencia en un cuerpo, ni tú puedes unirte a Él ahí. Todo
límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a
ti separado de Él. El cuerpo es una
diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y
gloriosa. El cuerpo traza un círculo,
infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa
del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no
puede hacer acto de presencia.
3. Dentro de ese reino el
ego rige cruelmente. Y para defender esa
pequeña mota de polvo te ordena luchar contra todo el universo. Ese fragmento
de tu mente es una parte tan pequeña de ella, que si solo pudieras apreciar el todo
del que forma parte, verías instantáneamente que en comparación es como el más
pequeño de los rayos del sol o como la ola más pequeña en la superficie del
océano. En su increíble arrogancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el
sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el
océano. Piensa cuán y asustado tiene que
estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene
separado del universo y enfrentado a él.
El sol se vuelve el “enemigo” del rayo de sol al que quiere devorar, y
el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.
4. Mas ni el sol ni el
océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. Ellos sencillamente continúan existiendo, sin
saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. Aun así, no han perdido conciencia de ese
segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. Y lo que cree que es, no cambia en modo
alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, toda vez que
ésta radica en ellos. Sin el sol el rayo
desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebible.
5. Tal es la extraña
situación en la que parecen hallarse aquellos que viven en un mundo habitado
por cuerpos. Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada, de un
pensamiento desconectado del resto, que vive
y que de ningún modo está unido al Pensamiento mediante el cual fue
creado. Cada diminuto fragmento parece ser autónomo y necesitar a otros para
algunas cosas, pero sin ser en modo alguno completamente dependiente para todo
de su único Creador, ya que necesita la totalidad para poder tener algún significado,
pues de por sí no significa nada. Ni tampoco tiene una vida aparte e
independiente.
6. Al igual que el sol y
el océano, tu Ser continúa existiendo sin darse cuenta de que ese minúsculo fragmento
se considera a sí mismo ser tú. No es que esté ausente, pues no podría existir
si estuviera separado y el todo del que forma parte estaría incompleto sin él. No
es un reino aparte, regido por la idea de que está separado del resto. Ni tampoco está rodeado de una cerca que le
impide unirse al resto o que lo mantiene separado de su Creador. Este pequeño
aspecto no es diferente de la totalidad, ya que hay continuidad entre ambos y
es uno con ella. No vive una vida
separada, pues su vida es la unicidad en la que su ser fue creado.
7. No aceptes ese nimio y
aislado aspecto como tu identidad. El sol y el océano no son nada en
comparación con lo que tú eres. El rayo refulge solo a la luz del sol, y la ola
ondula mientras descansa sobre el océano. Pero ni en el sol ni en el océano se
encuentra el poder que mora en ti. ¿Preferirías
permanecer dentro de tu mísero reino y seguir siendo un triste rey, un amargado
gobernante de todo lo que contempla, que aunque no ve nada está dispuesto a dar
la vida por ello? Este pequeño yo no es
tu reino. Elevada como un arco muy por encima de él y rodeándolo con amor se
encuentra la gloriosa totalidad, la cual ofrece toda su felicidad y profunda satisfacción
a todas sus partes. El pequeño aspecto
que crees haber aislado no es una excepción.
8. El amor no sabe nada de
cuerpos y se extiende a todo lo que ha sido creado como él mismo. Su absoluta
falta de límites es su significado. Es completamente imparcial en su
dar, y abarca todo únicamente a fin de conservar y mantener intacto lo que
desea dar. ¡Cuán poco te ofrece tu
mísero reino! ¿No es ahí, entonces, donde
le deberías pedir al amor que entre? Contempla
el desierto—árido y estéril, calcinado y triste—que constituye tu mísero reino.
Y reconoce la vida y la alegría que el
amor le llevaría procedentes de donde él viene, y adonde quiere retornar
contigo.
9. El Pensamiento de Dios
rodea tu mísero reino y espera ante la barrera que construiste, deseoso de
entrar y de derramar su luz sobre el terreno yermo. ¡Mira cómo brota la vida
por todas partes! El desierto se
convierte en un jardín lleno de verdor, fértil y plácido, ofreciendo descanso a
todos los que se han extraviado y vagan en el polvo. Ofréceles este lugar de
refugio, que el amor preparó para ellos allí donde antes había un desierto. Y
todo aquel a quien le des la bienvenida te brindará el amor del Cielo. Entran
de uno en uno en ese santo lugar, pero no se marchan solos, que fue como
vinieron. El amor que trajeron consigo
les acompañará siempre, al igual que a ti. Y bajo su beneficencia tu pequeño jardín
crecerá y acogerá a todos los que tienen sed de agua viva, pero están demasiado
exhaustos para poder seguir adelante solos.
10. Sal a su encuentro,
pues traen a tu Ser consigo, y
condúcelos dulcemente a tu plácido jardín y recibe allí su bendición. De este modo, tu jardín crecerá y se extenderá
a través del desierto, y no dejará afuera ni un
mísero reino excluido del amor, dejándote a ti dentro. Y tú te reconocerás a ti mismo y verás tu
pequeño jardín transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el
amor de su Creador resplandeciendo sobre él.
11. El instante santo es
la invitación que le haces al amor para que entre en tu desolado y pesaroso
reino y lo transforme en un jardín de paz y de bienvenida. La respuesta del amor no se hace
esperar. Llegará porque viniste sin el
cuerpo y no interpusiste barrera alguna que pudiera obstaculizar su feliz
llegada. En el instante santo, le pides al amor únicamente lo que él ofrece a
todos: ni más ni menos. Y al pedirlo todo, recibirás todo. Y tu radiante Ser
elevará el ínfimo aspecto que trataste de ocultar del Cielo directamente hasta
éste. Ninguna parte del amor puede invocar a lo que es todo en vano. 8 Ningún
Hijo de Dios se encuentra excluido de Su Paternidad.
12. Puedes estar seguro de
esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado
de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. No te das cuenta de que ha
llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra
tu hermano. Y ninguno de ustedes será
capaz de darle la bienvenida al amor por separado. Es tan imposible que puedas
conocer a Dios como que Él pueda
conocerte a ti sin tu hermano. Mas
juntos no podrían dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el
amor no podría no conocerlos ni dejar de reconocerse a sí mismo en ustedes.
13. Has llegado al final
de una jornada ancestral, pero aún no te has dado cuenta de que ya
concluyó. Todavía estás exhausto, y el
polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. Pero Aquel a Quien le diste la bienvenida ha
venido y quiere darte la bienvenida a ti. Ha estado esperando mucho tiempo para hacer
eso. Recíbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que Lo conozcas. Solo un pequeño muro de polvo se interpone
todavía entre tu hermano y tú. Sóplalo
con ligereza, riendo felizmente, y desaparecerá. Y entra en el jardín que el amor ha preparado
para ustedes.
IX.
Los dos mundos
1. Se te ha dicho que
lleves la obscuridad a la luz y la culpa a la santidad. Se te ha dicho también que el error tiene que
ser corregido allí donde se originó. Lo que el Espíritu Santo necesita, por lo
tanto, es esa diminuta parte de ti, el insignificante pensamiento que parece estar
separado y desconectado. El resto está completamente al cuidado de Dios y no
necesita guía. Pero ese pensamiento descabellado
e ilusorio necesita ayuda porque, en su demencia, cree que él es el Hijo de
Dios, completo en sí mismo y omnipotente, único gobernante del reino que
estableció aparte para someterlo, mediante la locura, a la obediencia y a la
esclavitud. Ésa es la pequeña parte que crees haberle robado al Cielo.
¡Devuélvesela! El Cielo no la ha
perdido, pero tú has perdido de vista al Cielo. Deja que el Espíritu Santo
la saque del desolado reino donde la confinaste, rodeada de tinieblas,
protegida por el ataque y reforzada por el odio. Dentro de sus barricadas
todavía se encuentra un diminuto segmento del Hijo de Dios, completo y santo,
sereno y ajeno a lo que tú crees que le rodea.
2. No te mantengas
separado, pues Aquel que sí lo rodea te ha brindado la unión, y ha llevado tu
minúscula ofrenda de obscuridad a la luz eterna. ¿Cómo se logra eso? Muy fácilmente, pues está basado en lo que ese
mísero reino realmente es. El árido
desierto, las tinieblas y la falta de vida solo se ven a través de los ojos del
cuerpo. La desolada visión que éstos te
ofrecen está distorsionada, y los mensajes que te transmiten a ti que la inventaste
para poner límites a tu conciencia son insignificantes y limitados y están tan
fragmentados que no tienen sentido.
3. Parece como si desde el
mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la
mente que lo concibió mensajes descabellados.
Y esos mensajes dan testimonio de dicho mundo y lo proclaman real. Pues
enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. De lo único que
dichos mensajes te hablan es de cosas externas.
No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no
podría hablar de ello. Sus ojos no lo
pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completamente inconscientes de ello
y su lengua no puede transmitir sus mensajes.
Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al
Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te
abandonará ni te dejará allí. Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el
tuyo lo sea. Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al
primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través
del temor y más allá de él.
4. El círculo de temor
yace justo debajo del nivel que el cuerpo percibe y aparenta ser la base sobre
la que el mundo descansa. Ahí se
encuentran todas las ilusiones, todos los pensamientos distorsionados, todos
los ataques dementes, la furia, la venganza y la traición que se concibieron
para conservar la culpa intacta, de modo que el mundo pudiera alzarse desde él
y mantenerla oculta. Su sombra se eleva hasta la superficie, lo suficiente para
poder conservar sus manifestaciones más externas en la obscuridad y para
causarle al mundo desesperación y soledad y mantenerlo en la más profunda
tristeza. La intensidad de la culpa, no obstante, está velada tras pesados
cortinajes, y se mantiene aparte de lo que se concibió para ocultarla. El
cuerpo es incapaz de ver esto, pues surgió de ello para ofrecerle protección,
la cual depende de que esto no se vea.
Los ojos del cuerpo nunca lo verán. Pero verán lo que dicta.
5. El cuerpo seguirá
siendo el mensajero de la culpa y actuará tal como ella le dicte mientras tú
sigas creyendo que la culpa es real. Pues la supuesta realidad de la culpa es
la ilusión que hace que parezca ser densa, opaca e impenetrable y la verdadera
base del sistema de pensamiento del ego. Su delgadez y transparencia no se vuelven
evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo
que es.
6. Esta barrera tan
aparentemente sólida y ese falso suelo que parece una roca, son como un banco
de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de
ser una sólida muralla ante el sol. Su
apariencia impenetrable no es más que una ilusión. Cede mansamente ante las
cumbres que se elevan por encima de ella
y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera atravesarla y
ver el sol. Esta aparente muralla no es lo suficientemente fuerte como para
detener la caída de un botón o para sostener una pluma. Nada puede descansar sobre ella, pues no es
sino una base ilusoria. Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos
no agarran nada.
7. Pero en ese banco de
nubes es fácil ver todo un mundo. Las cordilleras, los lagos y las ciudades que
ves son todos producto de tu imaginación; y desde las nubes, los mensajeros de
tu percepción regresan a ti, asegurándote que todo eso se encuentra allí. Se destacan figuras que se mueven de un lado
a otro; las acciones parecen reales, y aparecen formas que pasan de lo bello a
lo grotesco. Y esto se repite una y otra vez, mientras quieras seguir jugando
el juego infantil de pretender ser otra cosa. Sin embargo, por mucho que quieras
jugar ese juego e independientemente de cuánta imaginación emplees, no lo
confundes con el mundo que le subyace ni intentas hacer que sea real.
8. Asimismo debería ser con
las tenebrosas nubes de la culpabilidad, las cuales son igualmente vaporosas e
insubstanciales. No te pueden magullar al atravesarlas. Deja que tu Guía te
muestre su naturaleza insubstancial a medida que te conduce más allá de ellas,
pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan
sombras. Sus sombras solo nublan el mundo que se encuentra más allá de ellas,
el cual está aún más alejado de la luz. Sin embargo, no pueden arrojar sombras
sobre la luz.
9. Este mundo de luz, este
círculo de luminosidad, es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el
perdón.
Ahí el mundo exterior se
ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpa. Ahí te encuentras perdonado,
pues ahí has perdonado a todo el mundo. He aquí la nueva percepción donde todo
es luminoso y brilla con inocencia; donde todo ha sido purificado con las aguas
del perdón y se encuentra libre de cualquier pensamiento maligno que alguna vez
hayas proyectado sobre él. Ahí no se ataca al Hijo de Dios y a ti se te da la
bienvenida. Ahí se encuentra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte
y prepararte para el paso final de tu viaje interno. Ahí se dejan de lado los
sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente
reemplazados por la pureza y el amor.
10. Pero ni siquiera el
perdón es el final. El perdón hace que
todo sea bello, pero no puede crear. Es
la fuente de la curación, el emisario del amor, pero no su Fuente. Se te conduce ahí para que Dios pueda dar el
paso final sin impedimentos, pues ahí nada se opone al amor, sino que le
permite ser lo que es. Un paso más allá
de este santo lugar de perdón—paso éste que te lleva aún más adentro, pero que tú
no puedes dar—te transporta a algo completamente diferente. Ahí reside la Fuente de la Luz; ahí nada se
percibe, se perdona o se transforma, sino que simplemente se conoce.
11. Este curso te
conducirá al Conocimiento, pero el Conocimiento en sí está más allá del alcance
de nuestro programa de estudios. Y no es
necesario que tratemos de hablar de lo que por siempre ha de estar más allá de
las palabras. Lo único que tenemos que
recordar es que todo aquel que alcance el mundo real, más allá del cual el aprendizaje
no puede ir, irá más allá de él, pero de una manera diferente. Allí donde acaba el aprendizaje, allí
comienza Dios, pues el aprendizaje termina ante Aquel que es completo donde Él
Mismo comienza y donde no hay final.
No debemos ocuparnos de lo que es inalcanzable. Aún es mucho lo que nos queda por
aprender, pues todavía tenemos que
alcanzar la condición de estar listos para el Conocimiento.
12. El amor no es algo que
se pueda aprender. Su significado reside
en sí mismo. Y el aprendizaje finaliza
una vez que has reconocido todo lo que no es amor. Ésa es la interferencia; eso es lo que hay
que eliminar. El amor no es algo que se
pueda aprender porque jamás ha habido un
instante en que no lo conocieses.
El aprendizaje no tiene objeto ante la Presencia de tu Creador, Cuyo
reconocimiento de ti y el tuyo de Él trasciende el aprendizaje en tal medida,
que todo lo que has aprendido no significa nada en comparación, y queda
reemplazado para siempre por el conocimiento del amor y su único significado.
13. Tu relación con tu
hermano ha sido extraída del mundo de las sombras, y su impío propósito
conducido sano y salvo a través de las barreras de la culpabilidad, lavado en
las aguas del perdón y depositado radiante en el mundo de la luz donde ha quedado
firmemente enraizado. Desde allí te exhorta a que sigas el mismo camino que tu
relación tomó, al haber sido elevada muy por encima de las tinieblas y depositada
tiernamente ante las puertas del Cielo. El
instante santo en el que tú y tu hermano os unisteis no es más que el mensajero
del amor, el cual se envió desde más allá del perdón para recordarte lo que se
encuentra allende el perdón. Sin
embargo, es a través del perdón como todo ello se recordará.
14. Y cuando el recuerdo
de Dios haya llegado a ti en el santo lugar del perdón, no recordarás nada más
y la memoria será tan inútil como el aprendizaje, pues tu único propósito será
crear. Mas no podrás saber esto hasta que toda percepción haya sido limpiada y
purificada y finalmente eliminada para siempre.
El perdón des-hace únicamente lo que no es verdad, despejando las sombras
del mundo y conduciéndolo—sano y salvo dentro de su dulzura—al mundo luminoso
de la nueva y diáfana percepción. Allí se encuentra tu propósito ahora. Y es allí donde te aguarda la paz.
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