Capítulo 26
LA TRANSICIÓN
El “sacrificio” de la
Unicidad
1. El sacrificio es una idea clave en la “dinámica” del ataque. Es el
eje sobre el que toda transigencia, todo desesperado intento de cerrar un trato
y todo conflicto alcanza un aparente equilibrio. Es el símbolo del tema central
según el cual alguien siempre tiene que perder. El hincapié que hace en el
cuerpo es evidente, pues el sacrificio es siempre un intento de minimizar la
pérdida. El cuerpo en sí es un sacrificio; una renuncia al poder en aras de
conservar solo con un poco para ti. Ver a un hermano en otro cuerpo, separado
del tuyo, es la expresión del deseo de ver únicamente una pequeña parte de él y
de sacrificar el resto. Contempla el mundo y verás que nada está unido a nada
más allá de sí mismo. Todas las aparentes entidades pueden acercarse o alejarse
un poco, pero no pueden unirse.
2. El mundo que ves está basado en el “sacrificio” de la unicidad. Es
la imagen de una total desunión y de una absoluta falta de unidad. Alrededor de
cada entidad se erige una muralla tan sólida en apariencia, que parece como si
lo que se encuentra dentro jamás pudiese salir afuera y lo que se encuentra
fuera jamás pudiese llegar hasta lo que se encuentra encerrado dentro de la
muralla y unirse a ello allí. Cada parte tiene que sacrificar a otra para conservar
su propia integridad. Pues si se unieran, cada una perdería su identidad
individual, y es mediante esa separación como conservan su individualidad.
3. Lo poco que el cuerpo mantiene cercado se convierte en el yo, el
cual se conserva mediante el sacrificio de todo lo demás. Y todo lo demás no
puede sino perder esa pequeña parte y permanecer incompleto para que ella pueda
mantener intacta su propia identidad. En esta percepción de ti mismo la pérdida
del cuerpo sería ciertamente un sacrificio. Pues ver cuerpos se convierte en la
señal de que el sacrificio es limitado y de que aún queda algo que es
exclusivamente para ti. Y para que esa ínfima parte te pertenezca, se demarcan
límites en todo lo que es externo a ti, así como en lo que crees que es tuyo. Pues
dar es lo mismo que recibir. Y aceptar las limitaciones de un cuerpo es imponer
esas mismas limitaciones a cada hermano que ves. Pues solo puedes ver a tu
hermano como te ves a ti mismo.
4. El cuerpo supone una pérdida, por lo tanto, se puede usar para los
fines del sacrificio. Y mientras veas a tu hermano como un cuerpo, aparte de ti
y separado dentro de su celda, estarás exigiendo que tanto tú como él se
sacrifiquen. ¿Qué mayor sacrificio puede haber que exigirle al Hijo de Dios que
se perciba a sí mismo sin su Padre? ¿O que su Padre esté sin Su Hijo? Sin
embargo, todo sacrificio exige que estén separados, el Uno sin el Otro. El
recuerdo de Dios se niega si se le exige a alguien algún sacrificio. ¿Qué
testigo de la plenitud del Hijo de Dios puede verse en un mundo de cuerpos
separados, por mucho que él dé testimonio de la Verdad? Él es invisible en un
mundo así. Y su himno de unión y de amor no puede oírse en absoluto. No
obstante, se le ha concedido hacer que el mundo retroceda ante su himno y que
su visión reemplace los ojos del cuerpo.
5. Aquellos que quieren ver los testigos de la verdad en vez de los de
la ilusión, piden simplemente poder ver en el mundo un propósito que le aporte
significado y haga que tenga sentido. Sin tu función especial, no tiene ningún
significado para ti. Sin embargo, se puede convertir en una mina tan rica e ilimitada
como el Cielo mismo. No hay un solo instante en el que la santidad de tu
hermano no se pueda ver y con ello añadir abundante riqueza a cada diminuto
fragmento y a cada pequeña migaja de felicidad que te concedes a ti mismo.
6. Puedes perder de vista la unicidad, pero no puedes sacrificar su
realidad. Tampoco puedes perder aquello que quieres sacrificar, ni impedir que
el Espíritu Santo lleve a cabo Su misión de mostrarte que la unicidad no se ha
perdido. Escucha, pues, el himno que te canta tu hermano, y según dejas que el
mundo retroceda, acepta el descanso que su testimonio te ofrece en nombre de la
paz. Pero no lo juzgues, pues si lo haces, no oirás el himno de tu liberación
ni verás lo que le es dado atestiguar a fin de que tú puedas verlo y
regocijarte junto con él. No dejes que debido a tu creencia en el pecado su
santidad sea sacrificada, 6 pues sacrificas tu inocencia con la suya, y mueres
cada vez que ves en él un pecado por el que merece morir.
7. Sin embargo, puedes renacer en cualquier instante y recibir vida
nuevamente. La santidad de tu hermano te da vida a ti que no puedes morir porque
Dios conoce su inocencia, la cual tú no puedes sacrificar, tal como tu luz
tampoco puede desaparecer porque él no la vea. Tú que querías hacer de la vida
un sacrificio, y que tus ojos y oídos fueran testigos de la muerte de Dios y de
Su santo Hijo, no pienses que tienes el poder para hacer de Ellos lo que Dios
no dispuso que fuesen. En el Cielo, el Hijo de Dios no está aprisionado en un
cuerpo ni ha sido sacrificado al pecado en soledad. Y tal como él es en el
Cielo, así tiene que ser eternamente y en todas partes. Es por siempre él
mismo: nacido de nuevo cada instante, inmune al tiempo y mucho más allá del
alcance de cualquier sacrificio de vida o de muerte. Pues él no creó ni una ni
otra, y solo una le fue dada por Uno que sabe que Sus dones jamás se pueden
sacrificar o perder.
8. La Justicia de Dios descansa amorosamente sobre Su Hijo,
manteniéndolo a salvo de toda injusticia que el mundo quisiera cometer contra
él. ¿Podrías acaso hacer que sus pecados fueran reales y sacrificar así la
Voluntad de su Padre con respecto a él? No lo condenes viéndolo dentro de la
putrescente prisión en la que él se ve a sí mismo. Tu función especial es
asegurarte de que la puerta se abra, de modo que pueda salir para verter su luz
sobre ti y devolverte el regalo de la libertad al recibirlo de ti. ¿Y cuál
podría ser la función especial del Espíritu Santo sino la de liberar al santo
Hijo de Dios del aprisionamiento que él concibió para negarse a sí mismo la
justicia? ¿Y podría ser tu función una tarea aparte y distinta de la Suya?
II. Muchas clases de
error; una sola corrección
1. Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu
Santo que resuelva todos tus problemas por ti. Para Él no es más difícil
resolver unos que otros. Todos los problemas son iguales para Él, puesto que
cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. Los aspectos
que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema
parezca adoptar. Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará
mientras persista. De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. Se
presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no
vuelva a surgir en ninguna forma. Solo entonces te habrás librado de él.
2. El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas
que crees tener. Para Él, todos ellos son el mismo problema porque cada uno,
independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien
pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. Mas solo cuando la situación
se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era
más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. Para Él no es más
difícil llevar un error ante la verdad que otro. Pues solo hay un error: la
idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de
ello. Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el
ataque estaría justificado y la venganza sería merecida.
3. Para este único error, en cualquiera de sus formas, solo hay una
corrección. Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. Tú no tienes
problemas, aunque pienses que los tienes. No podrías pensar que los tienes si
los vieras desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la
complejidad, del lugar, del tiempo o de cualquier otro atributo que percibas
que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. No pienses que las
limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo alguno.
4. El milagro de la justicia puede corregir todo error. Y todo
problema es un error. Es una injusticia contra el Hijo de Dios, por lo tanto,
no es verdad. El Espíritu Santo no evalúa las injusticias como grandes o
pequeñas, mayores o menores. Para Él todas están desprovistas de atributos. 6
Son equivocaciones por las que el Hijo de Dios está sufriendo innecesariamente.
Él simplemente le arranca los clavos y las espinas. No se detiene a juzgar si el
dolor es grande o pequeño. Emite un solo juicio: herir al Hijo de Dios sería
una injusticia, por lo tanto, no puede ser verdad.
5. Tú que crees que entregarle al Espíritu Santo tan solo algunos
errores y quedarte con el resto te mantiene a salvo, recuerda esto: la justicia
es total. La justicia parcial no existe. Si el Hijo de Dios fuese culpable,
estaría condenado y no merecería la Misericordia del Dios de la Justicia. Por
lo tanto, no Le pidas que lo castigue porque tú lo consideres culpable y desees
verlo muerto. Dios te ofrece los medios para que puedas ver su inocencia. 6
¿Sería justo que se le castigara porque tú te niegues a ver lo que se encuentra
ahí ante ti? Cada vez que decides resolver un problema por tu cuenta o piensas
que se trata de un problema que no tiene solución, lo has exagerado y privado
de toda esperanza de corrección. Y así, niegas que el milagro de la justicia
pueda ser justo.
6. Si Dios es justo, no puede haber entonces ningún problema que la
Justicia no pueda resolver. Pero tú crees que algunas injusticias son buenas y
justas, así como necesarias para tu propia supervivencia. Éstos son los
problemas que consideras demasiado grandes e irresolubles. Pues hay personas a
las que les deseas que pierdan, y no hay nadie a quien desees ver completamente
a salvo del sacrificio. Considera una vez más cuál es tu función especial. Se
te ha dado un hermano para que veas en él su perfecta inocencia. Y no le
exigirás ningún sacrificio porque no es tu voluntad que él sufra pérdida
alguna. El milagro de justicia que invocas te envolverá tanto a ti como a él. Pues
el Espíritu Santo no estará contento hasta que todo el mundo lo reciba, ya que
lo que le das a Él les pertenece a todos y, por el hecho de tú darlo, Él se
asegurará de que todos lo reciban por igual.
7. Piensa, entonces, cuán grande será tu liberación cuando estés
dispuesto a dejar que todos tus problemas sean resueltos. No conservarás ni uno
solo, pues no desearás ninguna clase de dolor. Y verás sanar cada pequeña
herida ante la benévola visión del Espíritu Santo. Pues todas ellas son pequeñas
para Él, y no merecen más que un leve suspiro de tu parte antes de que
desaparezcan del todo y queden por siempre sanadas y en el olvido. Lo que una
vez pareció ser un problema especial, un error sin solución o una aflicción
incurable, ha sido transformado en una bendición universal. El sacrificio ha
desaparecido. Y en su lugar se puede recordar el Amor de Dios, el cual
desvanecerá con su fulgor toda memoria de sacrificio y de pérdida.
8. Es imposible recordar a Dios mientras se tenga miedo de la justicia
en lugar de amarla. Él no puede ser injusto con nadie ni con nada porque sabe
que todo lo que existe es Suyo y que será siempre tal como Él lo creó. Todo lo
que Él ama no puede sino ser impecable e inmune al ataque. Tu función especial
abre de par en par la puerta tras la cual el recuerdo de Su Amor permanece
perfectamente intacto e inmaculado. Solo necesitas desear que se te conceda el
Cielo en vez del infierno, y todos los cerrojos y barreras que parecen mantener
la puerta herméticamente cerrada se desmoronarán y desaparecerán. Pues no es la
Voluntad de tu Padre que tú ofrezcas o recibas menos de lo que Él te dio cuando
te creó con perfecto amor.
III. La zona
fronteriza
1. La complejidad no forma parte de Dios. ¿Cómo podría formar parte de
Él cuando solo conoce lo que es Uno? Él solamente conoce una sola Creación, una
sola Realidad, una sola Verdad y un solo Hijo. Nada puede estar en conflicto
con lo que es uno solo. ¿Cómo iba a poder haber entonces complejidad en Él?
¿Entre qué habría que elegir? Pues el conflicto es lo que da lugar a las
alternativas. La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos. ¿Y cómo iba
a poder presentarse la discordia ante su simple presencia y dar lugar a la
complejidad allí donde únicamente existe la unicidad? La verdad no elige, pues
no existen alternativas entre las que elegir. Solo si las hubiera, podría ser
la elección un paso necesario en el avance hacia la Unicidad. En lo que es todo
no hay cabida para nada más. Sin embargo, esta inmensidad se encuentra más allá
del alcance de este plan de estudios. No es necesario, pues, que nos detengamos
en algo que no puede ser captado de inmediato.
2. Existe una zona fronteriza en el pensamiento que se encuentra entre
este mundo y el Cielo. No es un lugar, y cuando llegas a ella, te das cuenta de
que está fuera de los confines del tiempo. Ahí es donde se lleva todo
pensamiento, donde se reconcilian los valores conflictivos y donde todas las
ilusiones se depositan ante la verdad y se juzgan como falsas. Esta zona
fronteriza está justo más allá de las puertas del Cielo. Ahí todo pensamiento
se vuelve puro y totalmente simple. Ahí se niega el pecado y en su lugar se
recibe todo lo que simplemente es.
3. Éste es el final de la jornada. Nos hemos referido a ese lugar como
el mundo real. Sin embargo, hay una contradicción en esto, en el sentido de que
las palabras implican la idea de una realidad limitada, una verdad parcial, un
segmento del universo hecho realidad. Esto se debe a que el Conocimiento no
ataca a la percepción. Ambos se llevan sencillamente el uno ante el otro y solo
uno de ellos continúa más allá de las puertas donde se encuentra la Unicidad.
La salvación es una zona fronteriza donde los conceptos de lugar y tiempo, así
como el de elegir tienen aún significado, si bien se puede ver que son
temporales, que están fuera de lugar y que toda elección ya se ha llevado a
cabo.
4. Ninguna creencia que el Hijo de Dios albergue puede ser destruida.
Pero lo que es verdad para él tiene que llevarse ante la última comparación que
él tendrá que hacer jamás; la última posible evaluación, el juicio final sobre
este mundo. Se trata del Juicio de la Verdad con respecto a la ilusión; del
Conocimiento con respecto a la percepción: “No tiene ningún significado y no
existe”. Esto no es algo que tú decides. Es la simple declaración de un simple
hecho. Pero en este mundo no hay hechos simples porque todavía no está claro
qué es lo que es lo mismo y qué es lo que es diferente. Esta distinción es lo
único que se debe tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión. Pues
en ella radica la diferencia entre los dos mundos. En este mundo, elegir se
vuelve imposible. En el mundo real, se simplifica.
5. La salvación se detiene justo antes del umbral del Cielo, pues solo
la percepción necesita salvación. El Cielo jamás se perdió, por lo tanto, no se
puede salvar. Mas ¿quién puede elegir entre su deseo del Cielo y su deseo del
infierno a menos que reconozca que no son lo mismo? Reconocer la diferencia es
la meta de aprendizaje que este curso se ha propuesto. No irá más allá de este
objetivo. Su único propósito es enseñar lo que es lo mismo y lo que es
diferente, sentando así las bases sobre las que hacer la única elección
posible.
6. Este mundo complejo y súper-complicado no te ofrece ninguna base
sobre la que elegir. Pues nadie comprende lo que es lo mismo, y todo el mundo
parece estar eligiendo entre alternativas que realmente no existen. El mundo
real es la esfera de la elección hecha realidad, no en el resultado final, sino
en la percepción de las alternativas entre las que se puede elegir. La idea de
que hay alternativas entre las que elegir es una ilusión. Aun así, dentro de
esta ilusión yace el des-hacimiento de todas las ilusiones, incluida ella misma.
7. ¿No se parece esto a tu función especial en la que la separación se
subsana al pasar de lo que antes era el propósito de ser especial a lo que
ahora es el de estar unido? Todas las ilusiones son una. Y en el reconocimiento
de este hecho radica el que puedas abandonar todo intento de elegir entre ellas
y de hacerlas diferentes. ¡Qué fácil es elegir entre dos cosas que obviamente
son distintas! En esto no hay conflicto. Abandonar una ilusión que se reconoce
como tal no puede ser un sacrificio. Cuando se desposee de realidad a aquello
que nunca fue verdad, ¿cómo iba a ser difícil renunciar a ello y elegir lo que,
por ende, no puede sino ser real?
IV. El lugar que el
pecado dejó vacante
1. En este mundo el perdón es el equivalente a la Justicia del Cielo. El
perdón transforma el mundo del pecado en un mundo simple, en el que se puede
ver el reflejo de la justicia que emana desde más allá de la puerta tras la
cual reside lo que carece de todo límite. No hay nada en el amor ilimitado que
pudiese necesitar perdón. Y lo que en el mundo es caridad, más allá de las
puertas del Cielo pasa a ser simple justicia. Nadie perdona a menos que haya
creído en el pecado y aún crea que hay mucho por lo que él mismo necesita ser
perdonado. El perdón se vuelve de esta manera el medio por el que aprende que
no ha hecho nada que necesite perdón. El perdón siempre descansa en el que lo
concede, hasta que reconoce que ya no lo necesita más. De este modo, es
restaurado a su verdadera función de crear, que su perdón le ofrece nuevamente.
2. El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de gloria,
maravilloso de contemplar. Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos
los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. No hay tristeza ni divisiones,
pues todo se ha perdonado completamente. Y los que han sido perdonados no
pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos
separados y aparte. Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su
unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de
otros. Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso
reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y
separado.
3. El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que
el pecado dejó vacante. En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. ¿Quién
podría contemplar la faz de Cristo y no recordar a Su Padre tal como Éste
realmente es? ¿Y quién que temiese al amor podría pisar la tierra en la que el
pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy
por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de
toda la Creación? ¿Qué es el Cielo sino un himno de gratitud, de amor y de
alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? El más santo de los altares se erige donde una
vez se creyó reinaba el pecado. Y todas
las luces del Cielo vienen a él para ser reavivadas y para incrementar su gozo.
Pues en este altar se les restituye lo
que habían perdido y recobran todo su fulgor.
4. Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no
son insignificantes. Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a recibir cada uno de los
regalos que lo acerca más a su hogar. Ni uno solo de ellos se pierde y a
ninguno se le atribuye más valor que a otro. Cada uno de esos regalos le
recuerda el Amor de su Padre en igual medida que el resto. Y cada uno le enseña
que lo que él temía es lo que más ama. ¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría
hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser
temido? ¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? ¿Y qué otra cosa se
podría necesitar para que el espacio entre ustedes desaparezca?
5. Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se
convertirá en el altar de la verdad, y allí te unirás a las luces del Cielo y
entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. Y tal como ellas vienen a
ti para completarse a sí mismas, con ese mismo propósito te dirigirás a ellas. Pues
no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz, haciéndolo
así aún más dulce. Y todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en
el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. Y lo que entonces era
minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que
todo el universo se habrá unido cual una sola voz.
6. Esa pequeña mácula de pecado que aún se interpone entre ustedes
está demorando el feliz momento en el que las puertas del Cielo se abrirán. ¡Cuán
pequeño es el obstáculo que te impide disponer de la riqueza del Cielo! ¡Y cuán
grande el gozo en el Cielo cuando te unas al imponente coro en alabanza al Amor
de Dios!
V. El pequeño
obstáculo
1. Un pequeño obstáculo les puede parecer muy grande a los que aún no
comprenden que los milagros son todos el mismo milagro. Mas enseñar esto es la
finalidad de este curso. Ése es su único propósito, pues es lo único que hay
que aprender. Y lo puedes aprender de muchas maneras. Todo aprendizaje o bien
es una ayuda para llegar a las puertas del Cielo o bien un obstáculo. No hay
nada entremedias. Hay solamente dos maestros y cada uno de ellos señala caminos
diferentes. Y tú seguirás el camino que te señale el maestro que hayas elegido.
Solo hay dos direcciones que puedes seguir, mientras perdure el tiempo y elegir
tenga sentido. Pues jamás se podrá construir otro camino, salvo el que conduce
al Cielo. Tú solo eliges entre ir al Cielo o no ir a ninguna parte. No hay más
alternativas que éstas.
2. Lo único que se puede perder es tiempo, el cual, en última instancia,
no tiene ningún sentido. Pues solo supone un pequeño obstáculo para la
eternidad y no significa nada para el verdadero maestro del mundo. Sin embargo,
dado que crees en el tiempo, ¿por qué desperdiciarlo no yendo a ninguna parte,
cuando lo puedes utilizar para alcanzar la meta más elevada que se puede lograr
mediante el aprendizaje? No pienses que el camino que te conduce a las puertas
del Cielo es difícil. Nada que emprendas con un propósito firme, con absoluta
determinación y lleno de una feliz confianza, llevando a tu hermano de la mano
y en armonía con el himno del Cielo, puede ser difícil. Lo que en verdad es
difícil es vagar solo y afligido, por un camino que no conduce a ninguna parte
ni tiene ningún propósito.
3. Dios te dio Su Maestro para que reemplazara al que tú inventaste,
no para que estuviese en conflicto con él. Y lo que Él ha dispuesto reemplazar
ya ha sido reemplazado. El tiempo tan solo duró un instante en tu mente y no
afectó a la eternidad en absoluto. Y así es con todo el tiempo que ha pasado; y
todo permanece exactamente como era antes de que se construyese el camino que
no lleva a ninguna parte. El brevísimo lapso de tiempo en el que se cometió el
primer error—en el que todos los demás errores están contenidos—encerraba
también la Corrección de ese primer error y de todos los demás que partieron de
él. Y en ese breve instante el tiempo desapareció, pues eso es lo único que
siempre fue. Aquello a lo que Dios dio respuesta ha sido resuelto y ha
desaparecido.
4. A ti que aún crees vivir en el tiempo sin saber que ya desapareció,
el Espíritu Santo te sigue guiando a través del laberinto infinitamente pequeño
e insensato que todavía percibes en el tiempo a pesar de que ya hace mucho que
desapareció. Crees estar viviendo en lo que ya pasó. Cada cosa que ves la viste
solo por un instante, hace mucho, antes de que su irrealidad sucumbiera ante la
Verdad. No hay ni una sola ilusión en tu mente que no haya recibido respuesta. La
incertidumbre se llevó ante la certeza hace tanto tiempo que es ciertamente
difícil seguir abrigándola en tu corazón como si aún estuviera ante ti.
5. Ese ínfimo instante que deseas conservar y hacer eterno, se
extinguió tan fugazmente en el Cielo que ni siquiera se notó. Lo que
desapareció tan rápidamente que no pudo afectar el conocimiento del Hijo de
Dios, no puede estar aún ahí para que lo puedas elegir como maestro. Solo en el
pasado—un pasado inmemorial, demasiado breve como para poder erigir un mundo en
respuesta a la Creación—pareció surgir este mundo. Ocurrió hace tanto tiempo y
por un intervalo tan breve que no se perdió ni una sola nota del himno
celestial. Sin embargo, en cada acto o pensamiento que aún no hayas perdonado,
en cada juicio y en cada creencia en el pecado, se evoca ese instante, como si
se pudiera volver a reconstruir en el tiempo. Lo que tienes ante tus ojos es
una memoria ancestral. Y quien vive solo de recuerdos no puede saber dónde se
encuentra.
6. El perdón es lo que nos libera totalmente del tiempo y lo que nos
permite aprender que el pasado ya pasó. Ya no se oye hablar a la locura. No hay
ningún otro maestro ni ningún otro camino. Pues lo que ha sido erradicado ha
dejado de “existir”. ¿Y quién puede encontrarse en una ribera lejana, soñando
que está al otro lado del océano en un lugar y en un tiempo que hace mucho que
desaparecieron? ¿Cómo iba a poder impedir ese sueño que él esté donde realmente
se encuentra? Pues donde él está es un hecho, y sus sueños, de la clase que
sean, no pueden cambiarlo. Con todo, puede imaginarse que está en otro lugar y
en otro tiempo. Lo que a lo sumo puede hacer es engañarse a sí mismo creyendo
que eso es verdad, y convertirlo de meras imaginaciones en creencias y en
locura, completamente convencido de que donde prefiere estar es donde está.
7. Mas ¿podría eso impedirle estar dónde está? ¿Es cualquier eco del
pasado que pueda oír un hecho en comparación con lo que se puede oír donde él
está ahora? ¿Y en qué medida pueden sus propias ilusiones con respecto al
tiempo y al espacio cambiar el lugar donde él realmente está?
8. Lo que no se ha perdonado es una voz que llama desde un pasado que
ya pasó para siempre. Y lo único que la considera real es el deseo de que lo
que ya pasó pueda volver a ser real y verse aquí y ahora, en lugar de lo que
realmente se encuentra aquí y ahora. ¿Supone esto acaso un obstáculo para la
verdad de que el pasado ya pasó y de que no se te puede devolver? ¿Y querrías
conservar ese temible instante en el que el Cielo pareció desaparecer y a Dios
se le temió y se le convirtió en el símbolo de tu odio?
9. Olvídate de ese momento de terror que ya hace tanto tiempo que se
corrigió y se des-hizo. ¿Podría acaso el pecado resistir la Voluntad de Dios? ¿Podría
estar en tus manos poder ver el pasado y ubicarlo en el presente? No puedes
volver a él. Y todo lo que señala hacia él no hace sino embarcarte en una
misión cuya consecución solo podría ser irreal. Tal es la justicia que tu
Amoroso Padre se aseguró de que se hiciera contigo. Y te ha protegido de tu
propia injusticia contra ti mismo. No puedes extraviarte porque no hay otro
camino que el Suyo y no puedes ir a ninguna parte excepto hacia Él.
10. ¿Cómo iba a permitir Dios que Su Hijo se extraviase por un camino
que es solo la memoria de un instante que hace mucho que pasó? Este curso te
enseña solo lo que es ahora. Un terrible instante de un pasado lejano que ha
sido completamente corregido no es motivo de preocupación ni tiene valor alguno.
Deja que lo muerto y lo pasado descansen en el olvido. La resurrección ha
venido a ocupar su lugar. Y ahora eres parte de la resurrección, no de la
muerte. Ninguna ilusión del pasado tiene el poder de retenerte en un lugar de
muerte; una bóveda en la que el Hijo de Dios entró por un instante, para ser
restaurado instantáneamente al perfecto Amor de su Padre. ¿Y cómo podría
mantenérsele encadenado cuando hace tanto tiempo que se le liberó de las
cadenas, las cuales desaparecieron de su mente para siempre?
11. El Hijo que Dios creó sigue siendo tan libre como Dios lo creó. Renació
en el mismo instante en que eligió morir en vez de vivir. ¿Y te negarías ahora
a perdonarlo porque cometió un error en un pasado que Dios ni siquiera recuerda
y que no existe? Estás ahora oscilando entre el pasado y el presente. A veces
el pasado te parece real, como si fuera el presente. Oyes voces del pasado y
luego dudas de haberlas oído. Eres como alguien que aún tiene alucinaciones,
pero que no está seguro de lo que percibe. Ésta es la zona fronteriza entre los
dos mundos, el puente entre el pasado y el presente. Aquí todavía ronda la
sombra del pasado; sin embargo, se vislumbra ya la luz del presente. Una vez
que esta luz se ve, es imposible olvidarse de ella. Y esa luz te rescatará del
pasado y te conducirá al presente, donde realmente te encuentras.
12. Las sombrías voces no alteran las leyes del tiempo ni las de la
eternidad. Proceden de lo que ya pasó y dejó de ser, y no suponen ningún
obstáculo para la verdadera existencia del aquí y del ahora. El mundo real es
la contrapartida a la alucinación de que el tiempo y la muerte son reales y de
que tienen una existencia que puede ser percibida. Esta terrible ilusión fue
negada en el mismo lapso de tiempo que Dios tardó en responder a ella para siempre
y en toda circunstancia. Y entonces desapareció y dejó de experimentarse como
algo que estaba ahí.
13. Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada
minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó
el lugar del amor. Y así mueres cada día para vivir otra vez, hasta que cruces
la brecha entre el pasado y el presente, la cual en realidad no existe. Esto es
lo que es toda vida: un aparente intervalo entre nacimiento y muerte y de nuevo
a la vida; la repetición de un instante que hace mucho que desapareció y que no
puede ser revivido. Y el tiempo no es otra cosa que la creencia demente de que
lo que ya pasó todavía está aquí y ahora.
14. Perdona el pasado y olvídate de él, pues ya pasó. Ya no te
encuentras en el espacio que hay entre los dos mundos. Has seguido adelante y
has llegado hasta el mundo que yace ante las puertas del Cielo. Nada se opone a
la Voluntad de Dios ni hay necesidad de que repitas una jornada que hace mucho
que concluyó. Mira a tu hermano dulcemente, y contempla el mundo donde la
percepción de tu odio ha sido transformada en un mundo de amor.
VI. El Amigo que Dios
te dio
1. Cualquier cosa en este mundo que creas que es buena o valiosa, o
por la que vale la pena luchar, te puede hacer daño y lo hará. No porque tenga
el poder de hacerlo, sino únicamente porque al negar que no es más que una ilusión,
le otorgas realidad. Y así, es real para ti, y no algo que no es nada. Y al
haberse percibido como real se le abrieron las puertas al mundo de las
ilusiones enfermizas. Toda creencia en el pecado, en el poder del ataque, en
herir y hacer daño, en el sacrificio y en la muerte ha llegado a ti de esa
manera. Nadie puede otorgarle realidad solo a una sola ilusión y escaparse del
resto. Pues ¿quién podría elegir quedarse solo con aquellas ilusiones que
prefiere y, al mismo tiempo, encontrar la seguridad que solo la verdad puede
conferir? ¿Quién podría creer que todas las ilusiones son iguales y, al mismo
tiempo, sostener que una de ellas es mejor que las demás?
2. No vivas tu mísera vida en soledad, con una ilusión como tu único
amigo. Ésa no es una amistad digna del Hijo de Dios ni una que pueda
satisfacerle. Dios le ha dado, por lo tanto, un Amigo mejor, Uno en Quien
reside todo el poder de la tierra y del Cielo. Esa ilusión que tú consideras tu
amigo te oculta la gracia y majestad de Aquél e impide que le des la bienvenida
con los brazos abiertos a Su amistad y a Su perdón. Aparte de Él no tienes
amigos. No busques otro amigo para que ocupe Su lugar. No hay ningún otro. Lo
que Dios dispuso no tiene substituto, pues, ¿qué ilusión podría reemplazar a la
Verdad?
3. El que mora con sombras está ciertamente solo, mas la soledad no es
la Voluntad de Dios. ¿Permitirías que una sombra usurpara el trono que Dios
dispuso fuese para tu Amigo si te dieras cuenta de que si este trono está vacío
el tuyo estaría vacío y desocupado también? No hagas de una ilusión tu amigo,
pues si lo haces, ocupará el lugar de Aquel que Dios te dio para que fuera tu
Amigo. Y Él es el único Amigo que en realidad tienes. Te trae regalos que no
son de este mundo, y solo Aquél a Quien se le confiaron puede asegurarse de que
los recibas. Y los depositará ante tu trono cuando hagas sitio para Él en el
Suyo.
VII. Las leyes de la
curación
1. Éste es un curso de milagros. Como tal, las leyes de la curación se
deben entender antes de que se pueda alcanzar su propósito. Repasemos los
principios que hemos estudiado, y organicémoslos a modo de resumen de qué debe
ocurrir para que la curación sea posible. Pues una vez que es posible no puede
sino tener lugar.
2. Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega
la separación, la enfermedad desaparece. Pues desaparece tan pronto como la
idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura. Al pecado y a la
enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una
relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de excluirla de la luz
de la razón.
3. La culpabilidad clama por castigo y su petición se le concede. No
en la realidad, sino en el mundo de ilusiones y sombras que se erige sobre el
pecado. El Hijo de Dios percibió lo que quería ver porque la percepción es un
deseo colmado. La percepción cambia, pues fue concebida para substituir el
Conocimiento inmutable. Mas la verdad no ha cambiado. La verdad no se puede
percibir, solo puede conocerse. Lo percibido adopta muchas formas, pero ninguna
de ellas tiene significado. Si se llevan ante la verdad, su falta de sentido
resulta muy evidente. Pero si se mantienen ocultas de la verdad, parecen tener
sentido y ser reales.
4. Las leyes de la percepción son lo opuesto a la Verdad, y lo que es
cierto con respecto al Conocimiento no lo es con respecto a nada que se
encuentre aparte de él. Aun así, Dios ha dado una respuesta al mundo de la
enfermedad, la cual es aplicable por igual a cualquier clase de enfermedad. Y
aunque esta respuesta es eterna, opera en el tiempo, pues ahí es donde se
necesita. Pero como procede de Dios, las leyes del tiempo no afectan su
eficacia. Se encuentra en este mundo, pero no forma parte de él. Pues es real,
y mora donde la realidad no puede sino estar. Las ideas no abandonan su fuente,
y sus efectos solo dan la impresión de estar separados de ellas. Las ideas pertenecen
al ámbito de la mente. Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no
está afuera en absoluto, sino que es un efecto de lo que está dentro y no ha
abandonado su fuente.
5. La Respuesta de Dios está allí donde se encuentra la creencia en el
pecado, pues solo allí se pueden cancelar sus efectos completamente y
dejárseles sin causa. Las leyes de la percepción tienen que ser invertidas,
pues son una inversión de las Leyes de la Verdad. Las Leyes de la Verdad son eternamente
ciertas y no se pueden invertir. No obstante, se pueden percibir al revés. Y
esto debe corregirse allí donde se encuentra la ilusión de que han sido
invertidas.
6. Es imposible que una sola ilusión sea menos receptiva a la verdad
que las demás. Pero es posible que a algunas se les otorgue más valor, y que
haya más renuencia a entregárselas a la verdad a fin de recibir ayuda y
curación. Ninguna ilusión tiene ni un solo ápice de verdad en ella. Sin
embargo, parece que algunas son más verdaderas que otras, aunque es claro que
eso no tiene ningún sentido. Lo único que una jerarquía de ilusiones puede
mostrar son preferencias, no la realidad. ¿Qué tienen que ver las preferencias
con la verdad? Las ilusiones son ilusiones, y son falsas. Tus preferencias no
les otorgan realidad. Ninguna de ellas es verdad desde ningún punto de vista, y
todas cederán con igual facilidad ante la Respuesta que Dios proveyó para todas
ellas. La Voluntad de Dios es Una. Y cualquier deseo que parezca ir en contra
de Su Voluntad, no tiene fundamento alguno en la verdad.
7. El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se
puede corregir al ámbito de lo imposible. Pero la creencia de que es real ha
hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza
de curación y ser la eterna justificación del infierno. Si esto fuese cierto,
lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. Y así, la
Voluntad de Dios estaría dividida en dos y toda la Creación sujeta a las leyes
de dos poderes contrarios, hasta que Dios llegara al límite de Su Paciencia,
dividiese el mundo en dos y se pusiera a Sí Mismo a cargo del ataque. De este
modo Él habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su
Realidad y ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. Ante
una imagen tan demente solo se puede esperar una defensa igualmente demente,
pero ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.
8. Nada puede hacer que lo que no tiene sentido lo tenga. Y la verdad no
necesita defensas para ser la verdad. Las ilusiones no tienen ni testigos ni
efectos. El que las contempla no hace sino engañarse a sí mismo. Perdonar es la
única función que se puede tener aquí, y su propósito es llevarle la dicha que
este mundo niega a cada aspecto del Hijo de Dios allí donde parecía reinar el
pecado. Tal vez no comprendas el papel que desempeña el perdón en el proceso de
poner fin a la muerte y a todas las creencias que surgen de las brumas de la
culpabilidad. Los pecados son creencias que interpones entre tu hermano y tú. Los
pecados hacen que estés limitado al tiempo y al espacio, y te conceden un pequeño
lugar a ti y otro a él. En tu percepción, esta separación está simbolizada por
el cuerpo, que claramente está separado y es algo aparte. Lo que este símbolo
representa, no obstante, es tu deseo de estar aparte y separado.
9. El perdón elimina lo que se interpone entre tu hermano y tú. El
perdón es el deseo de estar unido a él y no separado. Lo llamamos “deseo”
porque todavía concibe otras opciones y aún no ha trascendido enteramente el
mundo de las alternativas. Aun así, está en armonía con el estado celestial y
no se opone a la Voluntad de Dios. Y aunque no llega a darte toda tu herencia,
elimina los obstáculos que has interpuesto entre el Cielo donde te encuentras y
el reconocimiento de dónde estás y de lo que eres. Los hechos no cambian. Sin
embargo, se pueden negar y así desconocerse, si bien se conocían antes de que
fueran negados.
10. La salvación, perfecta e íntegra, solo pide que desees, aunque sea
mínimamente, que la verdad sea verdad; que estés dispuesto, aunque no sea del
todo, a pasar por alto lo que no existe; y que abrigues un leve anhelo por el
Cielo como lo que prefieres a este mundo donde la muerte y la desolación parecen
reinar. Y la Creación se alzará dentro de ti en jubilosa respuesta para
reemplazar al mundo que ves por el Cielo, el cual es completamente perfecto e
íntegro. ¿Qué es el perdón sino estar dispuesto a que la verdad sea verdad? ¿Qué
puede permanecer enfermo y separado de la Unidad que encierra dentro de Sí
todas las cosas? El pecado no existe. Y cualquier milagro es posible en el
instante en que el Hijo de Dios percibe que sus deseos y la Voluntad de Dios
son uno.
11. ¿Qué dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga
todo. Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible
perder nada, si lo que tienes es lo que eres. Éste es el milagro mediante el
cual la Creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. Esto
no se entiende estando separado de Él y, por ende, no tiene sentido en este
mundo. Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está
dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su
propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación
de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en
pos. Y no puede sino tener miedo de él. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser
la incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto
a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?
12. Examinemos en qué consiste el error a fin de que pueda ser
corregido, no encubierto. El pecado es la creencia de que el ataque se puede
proyectar fuera de la mente en la que se originó. Aquí la firme convicción de
que las ideas pueden abandonar su fuente se vuelve real y significativa. Y de
este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. Este mundo es un intento
de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, atribuirle valor al ataque. Su fallo
estriba en que sigues sintiéndote culpable, aunque no entiendes por qué. Los
efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas
controlarlos o impedir que se produzcan. Y lo que de esta manera se mantiene
aparte jamás se puede unir.
13. Causa y efecto no son dos cosas separadas, sino una sola. Dios
dispone que aprendas lo que siempre ha sido verdad: que Él te creó como parte
de Sí Mismo y que esto no puede sino seguir siendo verdad porque las ideas no
abandonan su fuente. Ésta es la Ley de la Creación: que cada idea que la mente
conciba solo sirva para aumentar su abundancia y nunca para disminuirla. Esto
es tan cierto con respecto a lo que se desea vanamente como con respecto a lo
que la voluntad dispone verdaderamente, ya que la mente puede desear ser
engañada, pero no puede hacer de sí misma lo que no es. Y creer que las ideas
pueden abandonar su fuente es tratar inútilmente de hacer que las ilusiones
sean verdad. Pues nunca será posible engañar al Hijo de Dios.
14. El milagro es posible cuando causa y consecuencia se traen frente
a frente, no cuando se mantienen aparte. Curar un efecto y no su causa tan solo
puede hacer que el efecto cambie de forma. Y esto no es liberación. El Hijo de
Dios jamás se podrá contentar con nada que no sea la completa salvación y
escape de la culpabilidad, pues, de otro modo, seguirá exigiéndose a sí mismo
alguna clase de sacrificio, negando así que todo es suyo y que no es
susceptible de sufrir ninguna clase de pérdida. Los efectos que produce un
pequeño sacrificio son iguales a los que produce toda la idea de sacrificio en
sí. Si cualquier clase de pérdida fuera posible, entonces el Hijo de Dios no
sería pleno ni podría ser Quien es. No podría tampoco conocerse a sí mismo ni
reconocer su voluntad. Habría abjurado de su Padre y de su Ser, haciendo de
Ambos sus enemigos acérrimos.
15. Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebidas. Y
cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. Dios dio a
todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito
que justificase un milagro. En cada milagro radica la curación en su totalidad,
pues Dios respondió a todas las ilusiones cual una sola. Y lo que es uno para
Él, no puede sino ser todo lo mismo. Si crees que lo que es lo mismo es
diferente, no haces sino engañarte a ti mismo. Lo que Dios considera uno, será
eternamente uno y jamás estará dividido. Su Reino está unido: así fue creado y
así permanecerá para siempre.
16. El milagro no hace sino invocar tu Nombre ancestral, que
reconocerás porque la verdad se encuentra en tu memoria. Y ése es el Nombre que
tu hermano invoca para su liberación y para la tuya. El Cielo refulge sobre el
Hijo de Dios. No lo niegues, para que así puedas ser liberado. El Hijo de Dios
renace en cada instante, hasta que elige no volver a morir. En cada deseo de
ataque elige la muerte en lugar de lo que la Voluntad de su Padre dispone para
él. Mas cada instante le ofrece vida porque su Padre dispone que viva.
17. Junto a la crucifixión se encuentra la redención porque donde no
hay dolor ni sufrimiento no hay necesidad de curación. El perdón es la
respuesta a cualquier clase de ataque. De esta manera, se cancelan los efectos
del ataque y se responde al odio en nombre del amor. Gloria eterna a ti que se
te ha encomendado salvar al Hijo de Dios de la crucifixión, del infierno y de
la muerte. Pues tienes el poder de salvar al Hijo de Dios porque su Padre así
lo dispuso. Y en tus manos yace la salvación, para ser ofrecida y recibida como
una.
18. Usar el poder que Dios te ha dado como Él quiere que se use es
algo natural. No es arrogancia ser como Él te creó ni hacer uso de lo que te
dio como respuesta a todos los errores de Su Hijo para así liberarlo. Pero sí
es arrogancia despreciar el poder que Él te dio y elegir un nimio e insensato
deseo en vez de lo que Su Voluntad dispone. El don que Dios te ha dado es
ilimitado. No hay circunstancia en la que no se pueda usar como respuesta ni
problema que no se resuelva dentro de su misericordiosa luz.
19. Mora en paz, donde Dios quiere que estés. Y sé el instrumento por
el que tu hermano puede hallar la paz en la que tus deseos se ven colmados. Unámonos
para derramar bendiciones sobre el mundo del pecado y de la muerte. Pues lo que
puede salvar a cualquiera de nosotros puede salvarnos a todos. No hay diferencias
entre los Hijos de Dios. La unidad que el especialismo 30 niega los salvará a
todos, pues en lo que es uno no hay cabida para el especialismo. Y todo les
pertenece a todos por igual. 8 Ningún deseo puede interponerse entre un hermano
y lo que es semejante a él. 9 Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a
todos. Mas bendecir a uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.
20. Tu Nombre ancestral es el nombre de todos ellos tal como el de
ellos es el tuyo. lnvoca el Nombre de tu hermano y Dios te contestará, pues es
a Él a Quien invocas. ¿Podría negarse a contestar cuando ya ha contestado a todos
los que Lo invocan? Un milagro no puede cambiar nada en absoluto. Pero puede
hacer que lo que siempre ha sido verdad sea reconocido por aquellos que lo
desconocen; y mediante este pequeño regalo de lo que es verdad se le permite a
lo que siempre ha sido verdad ser lo que es, al Hijo de Dios ser él mismo y a
toda la Creación ser libre para invocar el Nombre de Dios cual una sola.
VIII. La inmediatez
de la salvación
1. El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre
el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se
derivan de confiar en tu hermano. Esto tan solo refleja la pequeña distancia
que aún deseas interponer entre ustedes para que los mantenga un poco
separados. Pues el tiempo y el espacio son la misma ilusión, pero se manifiestan
de forma diferente. Si se ha proyectado más allá de tu mente, piensas que es el
tiempo. Cuanto más cerca se trae a tu mente, más crees que es el espacio.
2. Quieres conservar cierta distancia entre ustedes para que los mantenga separados, y percibes
ese espacio como tiempo porque aún crees que eres algo externo a tu hermano. Eso
hace que la confianza sea imposible. Y no puedes creer que la confianza podría
resolver cualquier problema ahora mismo. Crees, por lo tanto, que es más seguro
seguir siendo un poco cauteloso y continuar vigilando lo que percibes como tus
intereses separados. Desde esta perspectiva te es imposible concebir que puedas
obtener lo que el perdón te ofrece ahora mismo. En el intervalo que crees que
existe entre dar el regalo y recibirlo parece que tienes que sacrificar algo y
perder por ello. Ves la salvación como algo que tendrá lugar en el futuro, pero
no ves resultados inmediatos.
3. Sin embargo, la salvación es inmediata. A no ser que la percibas
así, tendrás miedo de ella, creyendo que, entre el momento en que aceptas su
propósito como el tuyo propio y el momento en que sus efectos llegan hasta ti,
el riesgo de pérdida es enorme. De esta manera, el error que da lugar al miedo
sigue oculto. La salvación eliminaría la brecha que todavía percibes entre
ustedes y permitiría que se convirtieran
en uno instantáneamente. Y es esto lo que crees que supondría una pérdida. No
proyectes este temor en el tiempo, pues el tiempo no es el enemigo que tú
percibes. El tiempo es tan neutral como el cuerpo, salvo en lo que respecta al
propósito que le asignas. Mientras todavía quieras conservar un pequeño espacio
entre ustedes, querrás tener un poco más de tiempo en el que aún puedas negar
el perdón. Y esto no podrá sino hacer que el intervalo que transcurre entre el
momento en que niegas el perdón y el momento en que lo otorgas parezca
peligroso, justificando así el terror.
4. Mas el espacio que hay entre ustedes es evidente solo en el
presente, ahora mismo, y no se puede percibir en el futuro. Tampoco es posible
pasarlo por alto, excepto en el presente. No es lo que puedas perder en el futuro lo que
temes. Lo que te aterroriza es unirte en el presente. ¿Quién puede sentir
desolación, excepto en el momento presente? Una causa futura aún no tiene
efectos. Por lo tanto, eso quiere decir que si sientes temor, su causa se
encuentra en el presente. Y es esa causa la que necesita corrección, no un
estado futuro.
5. Todos los planes que haces para tu seguridad están centrados en el
futuro, donde no puedes planificar. Todavía no se le ha asignado ningún
propósito al futuro, y lo que va a ocurrir aún no tiene causa. ¿Quién puede
predecir efectos que no tienen causa? ¿Y quién podría tener miedo de dichos
efectos a no ser que pensara que éstos ya han sido causados y los juzgara como
desastrosos ahora? La creencia en el pecado da lugar al miedo y, al igual que
su causa, mira hacia adelante y hacia atrás, pero pasa por alto lo que se
encuentra aquí y ahora. Su causa, sin embargo, solo puede estar aquí y ahora si
sus efectos ya se han juzgado como temibles. Mas cuando esto se pasa por alto
se protege la causa y se la mantiene alejada de la curación. Pues el milagro es
algo que es ahora. Se encuentra ya aquí, en gracia presente, dentro del único
intervalo de tiempo que el pecado y el miedo han pasado por alto, pero que, sin
embargo, es el único tiempo que hay.
6. Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en
absoluto. Pero aceptar que la corrección se puede llevar a cabo parece prolongarse
una eternidad. El cambio de propósito que el Espíritu Santo le brindó a tu
relación encierra en sí todos los efectos que verás. Éstos se pueden ver ahora.
¿Por qué esperar a que se manifiesten en el transcurso del tiempo, temiendo que
tal vez no se den, cuando ya se encuentran aquí? Se te ha dicho que todo lo que
procede de Dios es para el bien. Sin embargo, parece como si no fuera así. No
es fácil dar crédito de antemano al bien que se presenta en forma de desastre, ni
es ésta una idea que tenga sentido.
7. ¿Por qué habría de aparecer el bien en forma de mal? ¿Y no sería un
engaño si lo hiciera? Su causa está aquí, si es que aparece en absoluto. ¿Por
qué, entonces, no son evidentes sus efectos? ¿Por qué razón se ven en el
futuro? Y procuras contentarte con suspiros, y “razonar” que no entiendes esto
ahora, pero que algún día lo entenderás y que su significado te resultará claro
entonces. Esto no es razonar, pues es injusto, y alude claramente al castigo
hasta que el momento de la liberación sea inminente. Pero puesto que el
propósito de la relación ha cambiado ahora para el bien, no hay razón para un
intervalo en que azote el desastre, el cual se percibirá algún día como algo
“bueno”, aunque ahora se perciba como doloroso. Esto es un sacrificio del
ahora, que no puede ser el precio que el Espíritu Santo exige por lo que ha
dado libre de costo.
8. Esta ilusión, no obstante, tiene una causa que, aunque falsa, tiene
que estar en tu mente ahora. Y esta ilusión es tan solo un efecto que tu mente
engendra y una forma de percibir su resultado. Este intervalo de tiempo, en el
que se percibe la represalia como la forma en la que se presenta el “bien”, es solo
un aspecto de la diminuta brecha que hay entre ustedes, la cual todavía no se
ha perdonado.
9. No te contentes con la idea de una felicidad futura. Eso no
significa nada ni es tu justa recompensa. Pues hay causa para ser libre ahora. ¿De
qué sirve la libertad en forma de aprisionamiento? ¿Por qué habría de disfrazarse
de muerte la liberación? La demora no tiene sentido, y el “razonamiento” que
mantiene que los efectos de una causa presente se tienen que posponer hasta un
momento futuro, es simplemente una negación del hecho de que causa y
consecuencia tienen que darse simultáneamente. No es del tiempo de lo que te
tienes que liberar, sino de la diminuta brecha que existe entre ustedes. Y no dejes que ésta se disfrace de tiempo y
que de este modo se perpetúe, ya que al haber cambiado de forma no se puede
reconocer como lo que es. El propósito del Espíritu Santo es ahora el tuyo. ¿No debería ser Su felicidad igualmente tuya?
IX. Pues Ellos han
llegado
1. ¡Cuán santo debes de ser, que desde ti la Voz de Dios llama
amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta
tu llamada! ¡Y cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu salvación,
junto con su libertad! Por mucho que lo
quieras condenar, Dios mora en él. Pero mientras ataques Su hogar elegido y
luches con Su anfitrión, no podrás saber que Dios mora igualmente en ti. Mira a
tu hermano con dulzura. Contempla amorosamente a aquel que lleva a Cristo
dentro de sí, para que puedas ver su gloria y regocijarte de que el Cielo no
esté separado de ti.
2. ¿Sería mucho pedir que tuvieras un poco de confianza en aquel que
te trae a Cristo para que todos tus pecados te sean perdonados, sin excluir ni
uno solo que todavía quieras valorar? No olvides que una sola sombra que se
interponga entre tu hermano y tú nubla la faz de Cristo y el recuerdo de Dios. ¿E
intercambiarías Éstos por un odio inmemorial? El suelo que pisas es tierra
santa por razón de Aquellos que, al estar ahí contigo, la han bendecido con Su
Inocencia y Su Paz.
3. La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva
a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo
el cálido sol de verano. Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser
ahora un templo viviente en un mundo de luz. Y todo por Ellos. Es Su Presencia
la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ancestral en
un trono ancestral. Y debido a Ellos los milagros han brotado en forma de
hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado
estéril. Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. Y ahora te encuentras
en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla
semejante a él. La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y
aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido.
4. ¿Qué son cien años para Ellos o mil o cientos de miles? Cuando
Ellos llegan, el propósito del tiempo se consuma. Lo que nunca tuvo lugar
desaparece en la nada cuando Ellos llegan. Lo que el odio reivindicaba se
entrega ahora al amor, y la libertad ilumina cada ser vivo y lo eleva hasta el
Cielo, donde las luces se encienden con mayor fulgor a medida que cada uno de
ellos vuelve al hogar. Lo incompleto se vuelve completo de nuevo, y el gozo del
Cielo aumenta porque lo que era suyo le ha sido restituido. La tierra ha
quedado limpia de toda mancha de sangre, y los dementes se han desprendido de
sus vestimentas de demencia para unirse a Ellos en el lugar donde tú te
encuentras.
5. El Cielo se siente agradecido por este regalo que por tanto tiempo
le había sido negado. Pues Ellos han venido a congregar a los Suyos. Lo que se
había clausurado se abre y lo que se mantenía oculto de la luz se abandona, de
manera que ésta pueda envolverlo con su fulgor, sin dejar ningún espacio o
distancia entre la luz del Cielo y el mundo.
6. El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un
viejo odio se ha convertido en un amor presente. Y Ellos acuden sin demora al
templo viviente, donde se les ha preparado un hogar. No hay un lugar en el
Cielo que sea más santo. Y Ellos han venido a morar en el templo que se les ha
ofrecido para que sea Su lugar de reposo, así como el tuyo. Lo que el odio le
ha entregado al amor, se convierte en la luz más brillante de todo el
resplandor del Cielo. Y el fulgor de todas las luces celestiales cobra mayor
intensidad, como muestra de gratitud por lo que se les ha restituido.
7. Los ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor, a fin de
mantener alejado de ti todo sombrío pensamiento de pecado y asegurarse de que
la luz permanezca allí donde ha entrado. Las huellas de tus pasos iluminan el
mundo, pues por donde tú caminas el perdón te acompaña jubilosamente. No hay
nadie en la tierra que deje de dar gracias a aquel que ha restaurado su hogar,
protegiéndolo así del crudo invierno y del gélido frío. ¿Y cómo podrían el
Señor de los Cielos y Su Hijo dar menos como muestra de agradecimiento cuando
han recibido mucho más?
8. Ahora el templo del Dios viviente ha sido reconstruido para ser
nuevamente el anfitrión de Aquel que lo creó. Donde Él mora, Su Hijo mora con
Él y nunca están separados. Y dan gracias de que finalmente se les haya dado la
bienvenida. Donde antes se alzaba una cruz, se alza ahora el Cristo resucitado,
y en Su visión las viejas cicatrices desaparecen. Un milagro inmemorial ha
venido a bendecir y a reemplazar una vieja enemistad, cuyo fin era la
destrucción. Con dulce gratitud Dios el Padre y el Hijo regresan a lo que es Suyo
y a lo que siempre lo será. Ahora se ha consumado el propósito del Espíritu
Santo. Pues Ellos han llegado. ¡Por fin han llegado!
X. El fin de la
injusticia
1. ¿Qué es, entonces, lo que aún hay que des-hacer para que puedas darte
cuenta de Su Presencia? Solamente esto: la distinción que todavía haces con
respecto a cuándo está justificado atacar y cuándo es injusto y no se debe
permitir. Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira
está justificado. Y así, ves lo que es lo mismo como si fuera diferente. La
confusión no es parcial. Si se presenta, es total. Y su presencia, en la forma
que sea, ocultará la Presencia de Ellos, pues a Ellos se les conoce claramente
o no se les conoce en absoluto. Una percepción confusa obstruye el
Conocimiento. Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto
interfiere. Su mera presencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no
se les puede conocer.
2. ¿Qué puede significar el hecho de que percibes algunas formas de
ataque como si fueran injusticias contra ti? Significa que tiene que haber
otras que consideras justas. Pues de otro modo, ¿cómo se podrían juzgar algunas
como injustas? Por lo tanto, a algunas se les atribuye significado y se
perciben como razonables. Y solo otras se consideran insensatas. Esto niega el
hecho de que todas carecen de sentido, de que están desprovistas por igual de
causa o consecuencias y de que no pueden tener efectos de ninguna clase. La
Presencia de Ellos se nubla con cualquier velo que se interponga entre Su
radiante inocencia y tu conciencia de que dicha inocencia es la tuya propia y
de que le pertenece por igual a todo ser vivo junto contigo. Dios no pone límites.
Y lo que tiene límites no puede ser el Cielo. Por lo tanto, tiene que ser el
infierno.
3. La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan
estrechamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve también. Tú no
puedes ser tratado injustamente. La creencia de que puedes es solo otra forma
de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo. La
proyección de la causa del sacrificio es la raíz de todo lo que percibes como
injusto y no como tu justo merecido. Sin embargo, eres tú quien se exige esto a
sí mismo, cometiendo así una profunda injusticia contra el Hijo de Dios. Tú
eres tu único enemigo, y eres en verdad enemigo del Hijo de Dios porque no reconoces
que él es lo que tú eres. ¿Qué podría ser más injusto que privarlo de lo que él
es, negarle el derecho a ser él mismo y pedirle que sacrifique el Amor de su
Padre y el tuyo por ser algo que no le corresponde?
4. Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te
está tratando injustamente. Desde este punto de vista, tratas de encontrar
inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de
otro. ¿Puedes acaso comprar la inocencia descargando tu culpa sobre otro? ¿Y no
es acaso la inocencia lo que andas buscando cuando lo atacas? ¿No será la
represalia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? ¿No te
hace sentir más seguro creer que eres inocente con respecto a eso y que has
sido una víctima a pesar de tu inocencia? No importa cómo se juegue el juego de la
culpa, alguien siempre tiene que salir perdiendo. Y alguien siempre tiene que
perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella y hacerla suya.
5. Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de
ustedes dos tiene que ser injusto para
que el otro pueda ser inocente. Y en ese juego percibes el único propósito que
le adscribes a tu relación. Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que
ya se le asignó. El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus Santos
Invitados te sea conocida. A ese propósito no se le puede añadir nada, pues el
mundo no tiene otro propósito que ése. Añadirle o quitarle algo a esa única
finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. Y toda
injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el
mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en
él. Y de este modo, se le ha negado la justicia a todo ser vivo sobre la faz de
la tierra.
6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia
tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. El mundo
se vuelve sombrío y amenazante, y no puedes percibir ni rastro de la feliz
chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. Y así, te ves a ti
mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído
de todo propósito en un mundo fútil. El
mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz
interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y
amor. Si percibes injusticias en cualquier parte, solo necesitas decir: Con
esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo. Mas prefiero conocerlos a
Ellos que ver injusticias, las cuales se desvanecen ante la luz de Su
Presencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario